Sensibilidad y fuerza
"Hace dos o tres años, mi coche acababa de perder una rueda en un arrozal, y al apearme, ví un billete de mil yen en la cuneta; en ese mismo instante un buey que se había acercado lo pisó; inmediatamente después, vino un campesino detrás del buey, que cogió el billete, lo limpió de barro y lo guardó, mirando de reojo que nadie le viese. Como yo estaba en apuros, no se me ocurrió cogerlo.
Más tarde me puse a pensar en aquel hombre que se había hecho con el billete cautelosamente y se lo había guardado en el bolsillo después de que el buey lo hubiera pisado.
Había observado al pasar que su manera de actuar y la rapidez de sus gestos habían cambiado después de su acción; lo más evidente era que ya no se fijaba en mí, mientras que antes de coger el billete me había parecido que se dirigía hacia mí y me miraba, puesto que allí no había nadie más que yo. Después de recoger el billete, quedó como encogido y no vino a ayudarme.
Un buey pisa tranquilamente un billete de cualquier valor mientras que un hombre puede cambiar totalmente con sólo verlo; pues un billete de la cantidad que sea no sirve de estímulo para el animal, pero para el hombre sí. La materia en sí no representa ningún estímulo, es la sensibilidad del hombre la que le da fuerza."
Haruchika Noguchi
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