14 jul 2010
REHABILITACIÓN
Segunda tanda de rehabilitación. A las cuatro de la tarde. Así soy de listo; ni lo dudé un segundo. "Ah, entonces le toca la Gemma", me dijo la recepcionista. Alguien que se llama Gemma no puede ser sino la más dulce, pensé, tratando de encauzar mi precipitación al elegir la hora.
La Gemma en cuestión tiene un carácter que mantiene a raya el bochorno. A esa hora, cuando paso junto a las sóforas, éstas están todas tiesas mirando a un cielo del que han desertado las nubes, un cielo doloroso, un azul que arde y arde sin fuerzas para reverberar; se traga todo su encandilamiento.
La Gemma tiene un acento de Lérida delicioso. "Y ahora suban el pompis tres dedos sobre el suelo", nos dice al conjunto con su catalán oriental.
Ah, los misioneros lingüísticos, si supieran que deslizando con amor la lengua por la boca se conquistan los oídos del espíritu.
Entre los dientes, retrocediendo, asomándose a la comisura, doblándose en cabriola lenta hasta la campanilla. Se suceden los ejercicios, y alguna vez siento la mano de la Gemma sobre mis miembros pidiéndome moderación.
Salgo como nuevo, hincando el paso en los riñones, estirando las articulaciones de puro alivio y gozo estival. Saludo a las sóforas, a las fachadas antiguas que aún perviven en esta parte del sur de Sarrià.
Qué raro, que no le hayan metido mano los del ayuntamiento; ahora no pueden, porque algunos están con un pie en la cárcel. Luego me pregunto que a qué ha venido, tras años de convivir con mis problemas de cadera y cuello, que haya solicitado sesiones de rehabilitación. En pleno julio. En plena canícula.
Lo dejo aquí porque tengo que volver a la rehabilitación.
Publicado por JOSÉ CARLOS CATAÑO
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