Ante la insistencia de su madre, Karen abandonó a la niña que tuvo con 14 años. Ahora, 36 años después, mientras sigue lamentando la pérdida de su hija, encuentra a Paco, dispuesto a darle una familia y aportar un poco de alegría a su vida. Elizabeth es aquella niña, que acaba de empezar a trabajar en una firma de abogados a las órdenes de Paul mientras lucha con sus propios problemas de familia, sexualidad y poder.
En sus vidas se cruzará Lucy, una joven que quiere ser madre a toda costa y cree estar preparada para ello, pero pronto descubrirá que ser madre implica mucho más que dar a luz a un bebé.
Cuando tenía 14 años, Karen abandonó a su hija recién nacida por imposición de su madre. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero ella no ha dejado de arrepentirse de esa decisión, ni siquiera ahora que ha encontrado al hombre de su vida.
Esa niña se llama Elizabeth, trabaja en una firma de abogados e intenta hacer frente a sus problemas familiares y sexuales. El destino irá uniendo los caminos de Karen, Elizabeth y Lucy, una mujer que quiere ser madre sin saber si está preparada para ello.
El colombiano Rodrigo García (hijo del escritor Gabriel García Márquez) vuelve a demostrar su gran valía para las historias cruzadas en "Madres e hijas".
El director de "Nueve vidas" y "Cosas que diría con sólo mirarla" analiza el poderoso vínculo materno-filial, a través de un conmovedor drama de corte independiente que él mismo ha escrito pensando en tres personajes femeninos. La pérdida, la ausencia y la fuerza del destino son pilares importantes de la trama, al igual que las consecuencias de los errores del pasado y las oportunidades perdidas.
El elenco es bastante coral, como no podía ser de otra manera en el cine de Rodrigo García. Annette Bening, a la que no veíamos desde la comedia "The Women", está muy bien acompañada de la guapa Naomi Watts (Promesas del Este, El velo pintado) y la actriz de "Los 4 fantásticos" Kerry Washington.
Pese a titularse "Madres e hijas", la presencia masculina de la película es de auténtico lujo, con los nombres de Samuel L. Jackson (Iron Man 2), David Morse (En tierra hostil) y Jimmy Smits (Conociendo a Jane Austen).
Crítica
El aliento de Iñárritu palpita detrás de las imágenes deMadres e hijas. Produce la película y no haría falta consultar la ficha técnica para sospecharlo; salvando la querencia deRodrigo Garcíapor la redención sensiblera, podría ser un guión de Arriaga inmortalizado por el director deBabel.
A García también le gustan las ficciones de vidas cruzadas más que a un tonto un lápiz, y Iñárritu ha de ser por fuerza el espejo en el que se mira.
Más que nunca enMadres e hijas, que desmenuza las vidas interconectadas de tres madres (e hijas) asaltadas por el trauma del efecto dominó.
La fatalidad separa y une sus vidas mientras ellas tratan se superar los traumas del pasado: la una el síndrome del abandono materno, la otra el síndrome de rechazo de un hijo y la otra la incapacidad de procrear y el infierno burocrático y emocional de la adopción.
Las tres historias confluyen en un mismo cruce de caminos en un empacho de sentimentalismo ciertamente estimable.
García sujeta las riendas con pulso firme durante los dos primeros actos, mientras sus personajes se mueven coherentemente en el filo del abismo dañando sin miramientos, de pura amargura, a quienes les rodean.
Hay un aura de verdad en la insufrible derrota de casi todas (el episodio de la adopción con Kerry Washington podría no estar y nadie lo echaría en falta) las subtramas; los unos y los otros sufren con desgarros tangibles, de carne y hueso. Olemos las trampas, pero las digerimos diluidas en la armonía global del conjunto, esculpida con conmovedora credibilidad en los rostros de Annette Bening y Naomi Watts. Pero de pronto
García se emancipa de su mentor Iñárritu; el dolor enquistado e irreversible de las películas del mexicano se atempera aquí alumbrando una colección de redenciones imposibles.
De pronto todos asumen sus errores, metabolizan sus miedos y de bordes, insociables y malas víboras florecen las madres y las hijas en corderitos, en mujeres ejemplares redimidas por el amor y los milagros de la maternidad.
Madres e hijasse cae con todo el equipo en el tercer acto; García inunda su película de trampas y se enreda en el sentimentalismo plano y más pueril.
Entonces deja de ser un discípulo de Iñárritu para parecer más un director de telefilmes lacrimógenos. Lástima porque había madera de película intensa, de cruce de caminos solvente.
Al final García se traiciona a sí mismo y se deja llevar por la dictadura de la lágrima fácil.
No la vi como lágrima facil ni mucho menos sino que en determinadas circunstancias las mujeres debemos elejir y arrastraremos esa decisión toda nuestra vida.
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