viernes 2 de julio de 2010
¿A dónde vamos? ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos?... Qué nítida, incisiva formulación de quien se sometía a los misterios de la bóveda celeste, en una tregua entre la caza y el combate, frente al crepitar de la hoguera y el revuelo de las centellas, que parecían estrellas fugaces.
Pero a nosotros, que nos movemos por particiones e interrupciones, tal vez nos quepa preguntarnos por cómo hemos llegado hasta aquí, y que lo que venga, si agonía, sea rápido, habiendose astillado el espejo que mantenía unido a nuestro yo, en correspondencia con el alma del cosmos.
Habiendo perdido la inocencia, y renuentes a pasar por el gran sufrimiento -que carece de palabra, de testigos y de la posibilidad de testimonio-, nos queda este asombro de sabernos de cualquier manera. Este asombro que no es respuesta, porque hemos primado el valor de la pregunta por sí misma. Pero qué tampoco es pregunta formulada como es debido.
Como el resto de la naturaleza que nos rodea, somos artificio y parecido. Nada de autenticidad. Nada de originalidad. Somos un agradecimiento confuso, y apenas mascullado, cercenada la posibilidad de ser en verdad.
A día de hoy, hemos sobrevivimos; eso es todo. Nos agolpamos a los días para verlos pasar con indolencia, y procuramos olvidar la excepcional circunstancia de que seguimos respirando.
Con estas limitaciones, no obstante, hemos de encarar lo que quede de verdad y enigma en nosotros, en nuestro entorno, bajo la bóveda de un cielo que nieblan las luces de la ciudad.
Lo demás es vivir; pero no vivir la vida.
Publicado por JOSÉ CARLOS CATAÑO
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