28 jul 2010
Consuelo del Rey de la Tristeza
Unos pasos de baile que se suicidan. ¿Bailar en este mundo? Qué iluso.
El chico que se quería transformar en elfo, el niño sin juguetes, el que tuvo la desgracia de tener como padre al hombre del saco y ni un sólo amigo en vida por muchos millones que ahora le lloren, se ha cortado las venas con el último trozo de espejo que le mortificaba con una metamorfosis insoportable.
Si trabajas duro, le prometieron, no florecerán las penas y la pobreza no volverá a dejarte sin Santa Claus. Conquistarás el mundo con la voz de mil juglares, serás el rey de la música en todo el mundo, en todos los lugares. ¿Y qué hallaste? Torres perecederas que estrellaron tu vértigo contra un empedrado suelo de avaricia y negocio y que no han respetado ni tu muerte por mucho que fueras feliz en un escenario. Campanas oxidadas de infecciones. Nidos inútiles donde recobrar una infancia imposible.
Cincuenta años disecándote al sol inclemente de la inseguridad y la soledad sin amor.
Lo que la vida te negó te lo entrega gratis la eternidad, ya sabes, ese consuelo para tristes que dice el amigo Simpul. Gratis y sin esfuerzo, sólo precisa el esfuerzo de morirse. El día que murió tu triste sonrisa de niño perdido, ese día en que decidiste de verdad desgarrarte esa camisa que te gustaba llevar abierta para que salieran esos gritos tuyos hartos de no entender nada, ese día descubriste por fin la felicidad de no estar obligado a ser lo supremo, lo más y lo mejor.
Si pudiera echar marcha atrás en el tiempo como en este tu vídeo que siempre me ha gustado tanto y que era el que mejor te retrataba, recobraría justo el instante en el que veías ensayar a tus hermanos, deseando formar parte de su número musical. Un instante antes de que asombraras a tu padre y a tus hermanos con tu inigualable don, el mismo que te ha destruído, te hubiera invitado a salir a la calle para jugar a las canicas. Y quizás, sólo quizás, no hubieras tenido nunca la necesidad de hallar la paz en el minúsculo espacio de un pastillero. Pero yo tampoco he podido hacer nada, absolutamente nada por tí, aparte de imitarte alegremente y estarte eternamente agradecido por las carcajadas que conseguía arrancar a mi atribulada y sacrificadísima madre.
Gracias por tus canciones, por tus bailes, por tus vídeos, por tu magia en el escenario. Pero sobre todo, gracias por alegrarme siempre y por hacer reír a mi madre.
¿Sobre todo lo demás? Recuerdo una frase de Jardiel Poncela: " Si quieres que todo el mundo hable bien de tí..., muérete"
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