13 jul 2010
Calor
Hace tanto calor en los aires, y así en la tierra, que las estelas se quedan sin ganas de desvanecerse. Las nubes fruncen los ojos y retroceden, como si pegándose a la pared de los confines recibieran el frío cósmico de otro mundo, que se rozara con este nuestro. De los pájaros nada se sabe. Las hojas caídas permanecen en los zócalos, en los pretiles; tampoco hay barrenderos que las recojan. Se quedan como están, con el cuerpo redoblado de calor, sin expresión. Son las chimeneas, las antenas y las barandillas las que parpadean y emiten señales de vida, aunque siempre hay el ruido de una máquina trabajando no lejos de aquí.
Publicado por JOSÉ CARLOS CATAÑO
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