Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

21 jul 2010

APRENDÍ

A los 5 años aprendí que a los pececitos dorados no les gustaba la gelatina.

A los 9 aprendí que mi profesora sólo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.

A los 10 aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas al mismo tiempo.

A los 12 aprendí que, si tenía problemas en la escuela, los tenía mayores todavía en casa.

A los 13 aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería, mi madre me mandaba a ordenarlo.

A los 15 aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano menor, porque mi padre tenía frustraciones mayores y la mano más pesada.

A los 20 aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.

A los 25 aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi madre, cuando estaba comiendo algo preparado por mi mujer.

A los 28 aprendí que se puede hacer, en un instante, algo que te va a hacer doler la cabeza la vida entera.

A los 30 aprendí que cuando mi mujer y yo teníamos una noche sin chicos, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.

A los 33 aprendí que a las mujeres les gusta recibir flores, especialmente sin ningún motivo.

A los 34 aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.

A los 38 aprendí que, siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa; y siempre que estoy en casa me gustaría estar viajando.

A los 39 aprendí que puedes saber que tu esposa te ama, cuando sobran dos croquetas y elige la menor.

A los 42 aprendí que, si estás llevando una vida sin fracasos, no estás corriendo los suficientes riesgos.

A los 44 aprendí que puedes hacer a alguien disfrutar el día, con solo enviarle una pequeña postal.

A los 47 aprendí que niños y abuelos son aliados naturales.

A los 49 aprendí que, si cuidas bien de tus empleados, ellos cuidarán bien de tus clientes.

A los 52 aprendí que sólo llego tarde al trabajo cuando mi jefe llega temprano.

A los 55 aprendí que es absolutamente imposible irse de vacaciones sin engordar cinco kilos.

A los 60 aprendí que es razonable disfrutar del éxito, pero que no se debe confiar demasiado en él.

A los 63 aprendí que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo atrás.

A los 65 aprendí que la mayoría de las cosas por las cuales me he preocupado nunca suceden.

A los 67 aprendí que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.

A los 71 aprendí que nunca se debe ir a la cama sin resolver una pelea.

A los 72 aprendí que, si las cosas van mal, yo no tengo porqué ir con ellas.

A los 75 aprendí que envejecer es importante.

A los 90 aprendí que te amé menos de lo que hubiera debido.

A los 92 aprendí que todavía me queda mucho que aprender.
A los 5 años aprendí que a los pececitos dorados no les gustaba la gelatina.

A los 9 aprendí que mi profesora sólo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.

A los 10 aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas al mismo tiempo.

A los 12 aprendí que, si tenía problemas en la escuela, los tenía mayores todavía en casa.

A los 13 aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería, mi madre me mandaba a ordenarlo.

A los 15 aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano menor, porque mi padre tenía frustraciones mayores y la mano más pesada.

A los 20 aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.

A los 25 aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi madre, cuando estaba comiendo algo preparado por mi mujer.

A los 28 aprendí que se puede hacer, en un instante, algo que te va a hacer doler la cabeza la vida entera.

A los 30 aprendí que cuando mi mujer y yo teníamos una noche sin chicos, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.

A los 33 aprendí que a las mujeres les gusta recibir flores, especialmente sin ningún motivo.

A los 34 aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.

A los 38 aprendí que, siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa; y siempre que estoy en casa me gustaría estar viajando.

A los 39 aprendí que puedes saber que tu esposa te ama, cuando sobran dos croquetas y elige la menor.

A los 42 aprendí que, si estás llevando una vida sin fracasos, no estás corriendo los suficientes riesgos.

A los 44 aprendí que puedes hacer a alguien disfrutar el día, con solo enviarle una pequeña postal.

A los 47 aprendí que niños y abuelos son aliados naturales.

A los 49 aprendí que, si cuidas bien de tus empleados, ellos cuidarán bien de tus clientes.

A los 52 aprendí que sólo llego tarde al trabajo cuando mi jefe llega temprano.

A los 55 aprendí que es absolutamente imposible irse de vacaciones sin engordar cinco kilos.

A los 60 aprendí que es razonable disfrutar del éxito, pero que no se debe confiar demasiado en él.

A los 63 aprendí que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo atrás.

A los 65 aprendí que la mayoría de las cosas por las cuales me he preocupado nunca suceden.

A los 67 aprendí que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.

A los 71 aprendí que nunca se debe ir a la cama sin resolver una pelea.

A los 72 aprendí que, si las cosas van mal, yo no tengo porqué ir con ellas.

A los 75 aprendí que envejecer es importante.

A los 90 aprendí que te amé menos de lo que hubiera debido.

A los 92 aprendí que todavía me queda mucho que aprender.
A los 5 años aprendí que a los pececitos dorados no les gustaba la gelatina.

A los 9 aprendí que mi profesora sólo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.

A los 10 aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas al mismo tiempo.

A los 12 aprendí que, si tenía problemas en la escuela, los tenía mayores todavía en casa.

A los 13 aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería, mi madre me mandaba a ordenarlo.

A los 15 aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano menor, porque mi padre tenía frustraciones mayores y la mano más pesada.

A los 20 aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.

A los 25 aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi madre, cuando estaba comiendo algo preparado por mi mujer.

A los 28 aprendí que se puede hacer, en un instante, algo que te va a hacer doler la cabeza la vida entera.

A los 30 aprendí que cuando mi mujer y yo teníamos una noche sin chicos, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.

A los 33 aprendí que a las mujeres les gusta recibir flores, especialmente sin ningún motivo.

A los 34 aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.

A los 38 aprendí que, siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa; y siempre que estoy en casa me gustaría estar viajando.

A los 39 aprendí que puedes saber que tu esposa te ama, cuando sobran dos croquetas y elige la menor.

A los 42 aprendí que, si estás llevando una vida sin fracasos, no estás corriendo los suficientes riesgos.

A los 44 aprendí que puedes hacer a alguien disfrutar el día, con solo enviarle una pequeña postal.

A los 47 aprendí que niños y abuelos son aliados naturales.

A los 49 aprendí que, si cuidas bien de tus empleados, ellos cuidarán bien de tus clientes.

A los 52 aprendí que sólo llego tarde al trabajo cuando mi jefe llega temprano.

A los 55 aprendí que es absolutamente imposible irse de vacaciones sin engordar cinco kilos.

A los 60 aprendí que es razonable disfrutar del éxito, pero que no se debe confiar demasiado en él.

A los 63 aprendí que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo atrás.

A los 65 aprendí que la mayoría de las cosas por las cuales me he preocupado nunca suceden.

A los 67 aprendí que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.

A los 71 aprendí que nunca se debe ir a la cama sin resolver una pelea.

A los 72 aprendí que, si las cosas van mal, yo no tengo porqué ir con ellas.

A los 75 aprendí que envejecer es importante.

A los 90 aprendí que te amé menos de lo que hubiera debido.

A los 92 aprendí que todavía me queda mucho que aprender.

No hay comentarios: