12 jun 2010
Razones Ocultas
Lo que sucedió exactamente aquel día -el otro día- en la playa de Taganana; y, casi más aún, en todo el recorrido de vuelta a pie hasta el caserío.
Lo que sucedió aquella noche en Las Palmas en que traté de rescatar a X. O lo que sucedió en La Laguna con Z y X, y los escenarios.
Todo eso, en definitiva, qué aburrimiento.
Nada habrá peor -se habrá explicado- que la obligación de contar.
Por eso la estancia en Fuerteventura, que fue puro pensamiento, brotó porque sí y volverá a hacerlo, ya que nada ata al puro entusiasmo, al libre contento de expresar.
El entusiasmo, y la jovialidad..., ese cantar sin cargas casi como completa alegría.
Además, están las transformaciones cuando la experiencia forma poso, y que se narran también obedeciendo al dictado de su necesidad.
Esta mañana, a modo de ejemplo, surgió este pequeño texto que he dedicado a la fotógrafa K. B., y a K., quien me condujo al lugar.
Comprende las aproximaciones a su serie El hilo de los días, en torno a la cual he merodeado, la experiencia real sobre lo que vi en lo oculto del Gabinete Literario de Las Palmas, y los restos de sueños últimos que, por otra parte, remiten a un tema recurrente: la cámara escondida, la estancia repentina, la dicha de una casa que da al mar.
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