Algo mucho peor
Refiere Arturo Pérez Reverte (interesante columnista) su cita no galante con Javier Marías (novelista excepcional) una pasada noche en Madrid. La referencia aparece dentro de un artículo dedicado a los mendigos y a lo dura que es la vida de los que tenemos que soportar a los mendigos. Así, Arturo Pérez Reverte no refiere si él y Javier Marías cenaron o sólo bebieron, o ambas cosas, ni qué restaurantes o pubs visitaron. Hablarían, esto no lo refiere Arturo Pérez Reverte, de sus cosas: Núñez de Vaca, los premios literarios, Umbral. Hablarían, no lo refiere, de España vértebra a vértebra, el poder, las ruedas catalinas del alma, mujeres, Sothebys. Arturo Pérez Reverte, no lo refiere, fumaría o no fumaría un puro, Javier Marías, no lo refiere, degustaría o no degustaría un whisky, ambos sonreirían en más de un momento, consultarían la hora en el brillo de sus relojes, espantarían el polvo de su trajes con elegante ademán, se ofrecerían para pagar la cuenta y alguno, en efecto, no lo refiere, la pagaría.
Sí refiere Arturo Pérez Reverte, en su artículo, la nauseabunda presencia en Madrid de los mendigos. Habla de varios de ellos, los cataloga y hasta propone un justo modo de empleo de la caridad en función del mérito de los inopes. Comenta que a las rumanas en los semáforos casi tiene uno que atropellarlas. Etc.
En definitiva, confirma lo que todos pensamos, todos sin excepción, que a los mendigos habría que fusilarlos. Son feos, no visten bien, dan pena y molestan como insectos. También se les podría lapidar o acuchillar, el aniquilamiento es facultativo. No discutamos.
Y sí refiere, el académico Pérez Reverte, con gran generosidad para los curiosos, el paseo final por las calles oscuras de Madrid que él y el no académico Javier Marías emprendieron en un momento dado.
Ahí van, miradlos, dos hombres hechos, cumplidos, aureoleados, satisfechos. Dos triunfadores, dos ejemplos latiendo en este escalón de la Historia. Famosos, con no poco dinero y muchas medallas aún que imponer a sus biografías.
Y sí refiere, Pérez Reverte, el encuentro malhadado de dos mundos: ellos, va dicho: los triunfadores, y los otros: va dicho: la hez. Un mendigo, de entre las sombras, refiere Pérez Reverte, les salió al encuentro, les pidió dinero, interrumpiendo quizá una frase (interrumpiendo seguro una frase) muy larga y bella de Javier Marías.
Ambos doctos, acaudalados, principales caballeros, cervantinos pero con pasta, rechazaron al infecto, poco menos que deyectable, mendigo, con todos los métodos a su alcance, pero el mendigo, atraído venenosamente por el brillo de dos señores, no se iba, perseveraba en su demanda de limosna, se arrastraba.
Entre los métodos de disuasión empleados, no lo refiere Pérez Reverte, no estuvo incluido, imagino, la lectura de una página de Javier Marías, lectura que si bien no es seguro que ahuyentara al despreciable desharrapado, sin duda lo inmovilizaría convenientemente.
En la distancia, el mendigo, tras desistir de sus rogaciones, tras dar por sentado que esos dos caballeros y prebostes del saber, uno académico y el otro casi, no aflojarían, en la distancia, lejos, muy lejos, porque quien no tiene dinero, es sabido (Pérez Reverte no lo refiere), tampoco tiene valor, coraje ni dignidad, por eso desde un punto alejado, el mendigo, esa cobaya viscosa, insultó a los dos Hombres de aquesta manera: “!Maricones!”
Pérez Reverte sí refiere, se lo agradecemos: qué momento para el anecdotario, sí refiere, la respuesta de Javier Marías (excepcional novelista): la respuesta fue darle un euro (166,38 pesetas) al mendigo, y decir: “Por perspicaz.” Oh, eyaculación, qué ironía inglesa pasada por colegio de pago, qué prueba, si hacía falta, de talento literario y dominio, en corto, del idioma. “Te doy un euro (166,38 pesetas) por la hilaridad que nos ha provocado ser vistos como homosexuales cuando somos, amén de caballeros, dos solteros cuya vida heterosexual a buen seguro solicitarían muchos al nacer.”
El mendigo, no lo refiere Pérez Reverte, se alejó con su euro: si alguien le da otro ya tiene para un café. Perro, musaraña, ratoncillo que roes tu fracaso, desde aquí me sumo y supero la diatriba de Pérez Reverte y te deseo, de corazón, que te mueras, que dejes de importunar a los Grandes de Esta España Nuestra con tus míseros requerimientos paganos, y que aprendas, si aún vives, si aún respiras, alimaña, que don Arturo Pérez Reverte y don Javier Marías no son maricones, no son homosexuales, no son gays, no son bujarrones, no son, en fin, amantes de su carne en un espejo. Son algo mucho peor: son novelistas.
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