30 dic 2009
Por la aridez de las arenas y la retama,
Por la aridez de las arenas y la retama,
discurría ayer y ahora tu camino
hacia el milagro transparente del agua.
¿No es acaso ella misma, el agua,
la que riega la tierra endurecida
y late en el aliento mudo de la savia?
¿No restaña la aridez infinita del desierto
con oasis de palmeras frondosos?
Agua pides, agua, extenuada y sedienta.
Agua que no apague tu pasión.
No la del inabarcable océano,
ni la del anchuroso río grande,
siquiera la del susurrante arroyo,
o la remansada de las fuentes;
más profundo aún:
pides agua elemental y sencilla,
resumida en cristal, agua mínima y breve,
agua que, gota a gota, te refresque.
Agua que te sepa a escarcha de amaneceres,
a alborozo de pinares en claridad de atardeceres,
agua que te sepa a labios, agua profunda de quereres.
(Jose 15/08/04)
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