Estaba llegando al tiempo límite para escribir este artículo, pero mi humor me impedía ponerme a la tarea. Había pasado los últimos días discutiendo con personas desagradables, o que súbitamente se revelaban como desagradables. No antipáticas; no tengo nada contra los antipáticos.
Estoy de acuerdo con Eduardo Mendoza en que la simpatía está sobrevaluada. Hay gente, sin embargo, que más que nada es desaboría, borde, agria, estúpida, destemplada.
“Soy una fanática de ‘Feissbook’. Es el equivalente de una tertulia de café”
No podía ponerme a escribir con semejante ánimo. De repente, bombilla. Idea. Pequeña, pero sencilla. Humilde, pero contemporánea. Ideíta.
¿Por qué no hablarles a ustedes de mis amigos de Feissbook, que nunca me defraudan? Soy una fanática de Feissbook, lo saben, y no ceso de recomendársela a mis coetáneos, no tanto como remedio contra la soledad, porque, a ciertas alturas, tiene que haberse alcanzado la soledad necesaria, así como rechazado el aislamiento. Recomiendo esta red social porque sí.
Porque es divertida, porque es el equivalente estilizado y galopante de una tertulia de café. Sueltas un tema, o te lo sueltan, y se te enrollan o te enrollas. Nos recomendamos libros, nos pasamos artículos, criticamos, alabamos. O simplemente nos transmitimos la pereza, la esperanza, el descreimiento, la alegría.
Uno de los obstáculos que con mayor frecuencia me han planteado los anti-redes se refiere a la posibilidad de que cualquiera pueda mirar o reproducir tus fotos. Bueno, ¿y qué? No existe ninguna foto mía comprometedora -una que me hicieron bailando con Julio Iglesias la incluí yo misma en uno de mis libros, en plan mea culpa-, porque jamás me han captado, por ejemplo, escuchando a Jiménez Losantos.
Por otra parte, qué importa un poco más de control granhermanesco sobre nuestras vidas.
Así que voy a interactuar de la muerte colando aquí a mis compinches de Feissbook. No creo que esta empresa se moleste porque son unos cuantos y, contando a ellos y a sus familiares, que querrán enmarcar este artículo, serán unas cuantas ventas más.
Iré por orden de cómo vayan saliendo y a tenor de sus respuestas recibidas, del planeta para mí, en mi apartamento de Beirut, gracias a Feissbook, y les nombraré cumplidamente. María, que degusta tapas de jamón ibérico en una tasca de Madrid. Bárbara, que está en Los Ángeles ¡y pasea a pie! Susana, que afronta con ánimos los fríos de León. Marisa, en el precioso Santander, seguramente leyendo.
Manolo, siempre a flote: lo último suyo me llegó desde debajo del edificio de Telefónica, en la Gran Vía, Madrid. Miriam, en Sant Cugat del Vallès, rodeada de adolescentes. Samuel, reportero gráfico, estaba en la plaza de la Mercè, Barcelona, todavía cabreado porque debería hallarse en Cuba, pero el Gobierno cubano negó la entrada a la agencia de prensa para la que trabaja, y que denuncia la libertad de expresión. Alberto, en Ciudad de México, pero siempre tan cercano. Inés, en Galapagar, hermosa sierra.
Isabel, con su hijita Julia, en Lavapiés. José, en Lucena, pensando en los moriscos. Nuria T., tomándose un té en su casita de El Cairo. Maje, saliendo exasperada de una reunión de vecinos, en Palma de Mallorca. Paloma, de vuelta a Madrid tras las vacaciones. Victoria, en Viena, practicando Mallorca, de Albéniz, a la guitarra; y que aprovecha para saludar a su madre, que estará leyendo. Saludos también de mi parte, a madres y padres.
He dejado para el final a Nuria Viajera, que está en Sevilla y que últimamente ha cambiado a Portadora del Tesoro porque espera un bebé, y puntualmente nos da noticias del embrioncito. Parece que también seré una especie de abuela Feissbook.
Pueden darse cuenta de que los periódicos todavía sirven para algo. Para saludar a la gente que no derrama mala onda, y que lo mismo se desparrama por Internet que lee este suplemento.
De modo que, para terminar, les desearé a todos y cada uno de ustedes lo que solemos desear en la red social: ¡Buen díaaaaaaaa! Cómo me gustaría añadir: ¿Qué están haciendo? ¿En dónde se encuentran? ¿Cómo es el paisaje? ¿Están a gusto, se quieren? ¿Qué planes tienen para esta tarde? ¿Han visto ya la película de Tosar? Qué lástima, a Beirut no llega. Tener charletas, en lugar de lanzar sermones. En eso nos ha vencido Internet, pero como no estamos muertos, una vez puestos en pie podemos correr a descubrir sus delicias. Y disfrutarlas.
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