Enamorado de sí mismo
Antonio Jiménez Barca, corresponsal de EL PAÍS en París, y muy buen novelista, por cierto, hace crónica hoy de las memorias del ex presidente Chirac, que, como dice Antonio, se muestra enamorado de sí mismo en sus memorias. No es un mal francés. Aunque Mitterrand y Pompidou, y De Gaulle, que fueron además buenos escritores, también escribieron memorias, o recuerdos, o los dictaron o los dijeron, y dieron de sí mismos la mejor opinión que tenían.
Eran grandiosos, según ellos mismos, representaban la grandiosidad de Francia, y se referían a ellos con esa grandeur que les devolvían el espejo y la escritura. Las memorias de Margaret Thatcher también eran de una enorme autosatisfacción. No es un mal francés, pero los franceses son muy buenos a la hora de examinar su estima en el espejo.
Y es un mal humano también, porque todo excede tiende a convertirse en un mal: tendemos a autojustificarnos; nuestros errores son errores, pero si no los disminuimos, si no los examinamos a la luz de nuestra propia comprensión, el espejo devuelve dardos y centellas, y el hombre usa un paraguas para que la tormenta no le amargue la vida del todo.
El caso de los políticos, y sobre todo el de los políticos que han ejercido el poder, es mucho más flagrante que el de los seres humanos que no han ejercido el poder, porque el trabajo de aquellos cae bajo el escrutinio público, y la gente tiene bastante información sobre lo que hicieron o el efecto que tuvo en sus conciudadanos lo que hicieron.
El último presidente español, José María Aznar, que precedió a Zapatero en el ejercicio del poder, ya hizo un amago de memorias, y en ellas se refirió a algunos de los desastres a los que nos llevó (como la guerra de Irak) con un sentimiento de autosatisfacción que ha aumentado el rechazo de su legado y, por tanto, la crítica de sus hechos, porque la gente sabe, y recuerda, qué pasó, por lo cual su propio recuerdo ha querido ser grandioso y ha convertido su figura, otra vez, en una sombra mucho menor que la que la que él ha querido agrandar.
Él también se ha mostrado bastante enamorado de sí mismo, como Chirac. La autocrítica, en la política, en el arte, y en la vida, es un buen límite para el ego.
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