4 jul 2009
LA DOLCE VITA
Argumento: Federico Fellini (La strada, Amarcord) posa su aguda mirada en el mundo de los paparazzi en este caleidoscopio de una Roma poblada por personajes enfermos y saturados de hedonismo. Ganadora de un Oscar al mejor vestuario.
Película que refleja perfectamente el método de actúar de los paparazzis dentro de las empresas informativas. Periodistas sin escrúpulos en la mayoría de los casos, buscando siempre las celebridades. En el film, Marcello Rubini (interpretado por un genial Marcelo Mastroianni) se mueve con insatisfacción entre las fiestas que celebra la burguesía de la época. Un día es informado de que una célebre diva del mundo del cine, Sylvia, llega a la capital italiana. Marcello ve que es su gran oportunidad de conseguir una gran noticia, por lo que no duda en perseguir a la bella dama por las fiestas que tienen lugar en la ciudad. Siendo una película del año 60, parece ser que la labor que los medios de comunicación encargan a sus paparazzis, a sus corresponsales, no ha cambiado un ápice. En la mayoría de los casos, estos periodistas ponen su vida en peligro y la de los famosos a los que persiguen con el único fin de conseguir una exclusiva, unas declaraciones que llamen la atención tanto a la audiencia como a los jefes de estos grandes medios de comunicación. Dichos directivos son los realmente interesados en mantener la figura de los paparazzis en sus empresas, ya que saben de antemano que si se consiguen unos hechos o testimonios jugosos, la audiencia subirá, con lo cual él exito comercial y las inversiones publicitarias en sus medios crecerán. No hace falta recordar el destino de Lady Di debido a la persistencia de un paparazzi.
Durante el film, se percibe lo que la ciudadanía pensaba de los paparazzis, una concepción que no difiere mucho de la actual. Una especie de parásitos, alrededor del famoseo, que mendigan fotografías o historias sensacionalistas con las que alimentarse. A esto ha contribuido esencialmente los intereses de las empresas informativas al contratar los servicios de los paparazzis. Incluso encontramos un dilema moral al que muchos periodistas recurren a diario debido al encorsetamiento que sufren por parte de los medios donde trabajan: dudan si tienen talento para desarrollar una capacidad creativa como profesionales de la información. Además, el protagonista, duda si conformarse con la labor periodística que realiza, es decir, un periodista incompleto e insastifecho (referencia a los cambios laborales de un medio de comunicación a otro por parte de los periodistas).
A la audiencia le gusta el morbo, lo mezquino, ver la decandecia de las clases privilegiadas. Es así y siempre lo ha sido. Por eso no es extraño ver como estos atributos, acontecimientos son convertidos en noticia por las empresas informativas. En el largometraje aparecen personajes vacíos, que día a día como en la realidad, buscan su ser o no ser entre las bambalinas de programas de televisión, a veces bastante mediocres, donde la calidad se supedita a los índices de audiencia. Fellini hace una crítica dura hacia la prensa, que en ocasiones, resulta amoral.
Fotográfos y reporteros sin más objetivos que la caza de noticias sensacionalistas y de fotografías impactantes que se mueven en hordas con ese instinto del depredador que huele a su presa. Todo con el fin de reflejar el deambular frenético de las élites sociales, lo que hará que tener una exclusiva o una noticia bomba, te proporcione unas sumas de dinero apetitosas. Periodistas a la caza del instante decisivo, al más puro estilo Cartier-Bresson, solo que aquí se busca la fama, la celebridad, los cuerpos de mujeres hermosas, que es lo que interesa a los altos cargos de los grandes medios, yendo incluso en muchas ocasiones, a contracorriente de los deseos de los periodistas, que sueñan y desean realizar una labor más acorde con la función social que debe cumplir todo profesional del periodismo: informar. El director de La Strada nos muestra a periodistas con sueños rotos, que sueñan con ejecutar otras tareas, pero que no se atreven a dar el paso debido a la libertad que les da el dinero, ese tren de vida, el codearse con la aristocracia.
El periodismo, gracias a las intenciones de las empresas de comunicación, ha desembocado en alta medida, en un sensacionalismo brutal, por ejemplo, los tabloides británicos, donde no hay respeto ni por la privacidad ni por los sentimientos, agotando hasta el último recurso para obtener información, él éxito, la ventaja competitiva que otorgan las imágenes suculentas.
Obra maestra de Fellini, donde en ocasiones multitud de periodistas y fotográfos siguen los acontecimientos “populares”. Unos hechos popularizados por las grandes empresas informativas, tal y como sucede hoy en día. Gracias a La dolce vita, nació el término paparazzi, esos foto-reporteros o informadores gráficos que la sociedad ve como grupos a la caza de imágenes provocativas, indiscretas e inoportunas de personajes del mundo de la farándula.
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