El caso del escritor desleído
Mariano Rajoy debería leer ahora aquel estupendo cuento de Juan Marsé en el que un escritor famoso asiste sin saberlo a su propio desleímiento. Acude a fiestas, a presentaciones de libros, y a medida que él se cree más alto, más crecido, más hermoso y más admirado, los demás empiezan a no verlo.
No tengo el cuento al lado a esta hora de la mañana en que escribo, pero recuerdo que su sustancia era esa. Rajoy habló ayer en Málaga, en el Foro Abc, y fue desgranando sus razones para sentirse satisfecho de su trayecto reciente, sobre todo en lo que se refiere al caso Gürtel y su afluente principal, el tesorero Bárcenas, y mientras hablaba debajo de sus palabras se iba notando su desleímiento. Él ha apostado durante todo este trayecto por la inocencia de Camps y por la inocencia de Bárcenas; Camps ha mantenido intacta su fidelidad a Rajoy, por lo que parece, y éste le ha devuelto la generosa moneda, mientras que Bárcenas parece que le traslada a Rajoy mensajes inquietantes que viajan en cajas de cartón. Y la respuesta de Rajoy ha sido esa: a mi no me chantajea Bárcenas. Su respuesta ha sido desléida, no porque en sí mismo lo sea, sino porque él se ha desleído. A veces nos desleímos porque llegamos a destiempo, y yo creo que este es el caso de Rajoy: a este asunto ha llegado siempre a trompicones. Ha dejado que Camps reciba un trato excepcional de su partido, y eso es lo que le reprocha Bárcenas, a quien algunos de los marianistas le han pedido que se vaya. Que se lo pida Beteta él se lo iba a imaginar, pero que lo pida Basagoiti, o Feijóo, no lo ha soportado.
Y ha mirado hacia Rajoy con una espada fría en la mano. El círculo se cierra y al líder lo están desnudando, que es a lo mejor lo que se quería obtener. Y él ha colaborado. Queriendo alentar a uno ha desalentado al otro, y él mismo se ha quedado colgando de los hilos que ahora maneja, parece, L. B., llamado también L. B. Así que a Mariano lo encuentro desleído, algo desleído, como aquel cuento de Marsé que les recomiendo.
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