poesía de la verguenza
Orgullo
No voy a ocultar las cosas que me duelen, soy tilde puesta en mala sílaba, la palabra que me describe se rompe por moléculas inestables que no logran hacer amistades entre sí, no voy a ocultar lo que me duele, el grito atroz disimulado con agujas, la ausencia que se pide y se presta para los días de lluvia que nunca llegan,
así las cosas no tienen sentido, se descosen, hay que hilvanarlas de nuevo en una procesión interminable de remiendos, tengo el corazón remendado una y otra vez al infinito, no recuerdo haber tenido el corazón entero alguna vez, ni en el vientre de mi madre. Nací despedazada, cortada por una mitad cuyo sentido o dirección nunca he encontrado.
Tampoco puedo decir que he sufrido demasiado, es que no sentirse entera nunca es doloroso en sí misma, es una búsqueda convertida en la hazaña de mi vida. Es algo corporal, denuedo histórico de mi ser quemado en cada parte cicatriz sobre cicatriz, amalgama feroz de sobrevivencias insistentes, de no querer quedarme en el camino sin mi búsqueda, sin eso que soy yo en cada instante y me avergüenza, y me castiga.
No voy a ocultar las cosas que me duelen, ni las rotas avestruces de mi jardín, talladas por el jardinero con esmero del arbusto.
No voy a ocultar lo que me duele porque quizá ya era de hora de decirlo, de lloverme sobre mí misma con descaro, no voy a cambiarme por otra porque esta que soy yo es lo único que tengo y lo defiendo, no voy a permitirme tratar de devolver el cuerpo sino es a mi propia resistencia de la historia.
No hay nada más que tenga que decir, porque ya no hay nada en la tabuco de mi vida, queda todo expuesto entonces, para que vengan los perros de la vida y destrocen lo poco que perdura.
Así enfrento yo a la adversidad, con el pecho abierto porque aunque frágil es lo más resistente que me queda.
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