Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 abr 2019

Mueren tres de los mejores alpinistas del momento sepultados por un alud en las Rocosas de Canadá

Las autoridades dan por fallecidos a los austríacos David Lama, Hansjörg Auer y el estadounidense Jess Roskelly.

 
alpinistas muertos
David Lama, uno de los fallecidos, en el festival Mendi Film de Bilbao, el pasado mes de diciembre.
No se han recuperado los cuerpos de los alpinistas austriacos David Lama y Hansjörg Auer y del norteamericano Jess Roskelley, pero el padre de este último, John Roskelley, sabe que la pérdida es irremediable: 
“Sé que mi hijo no volverá. Emprendió una escalada en una montaña en la que si las condiciones no son perfectas, se convierte en una pesadilla”, explicó el pasado miércoles en The Spokesman Review, horas después de alertar a los servicios de socorro que operan en Icefields Parkway, en Alberta (Canadá). 
Su hijo prometió llamarle el martes, pero no llegó a hacerlo. 
El trío perseguía una vía en el Howse Peak, un lugar especialmente sensible al riesgo de aludes.
 Un helicóptero de los servicios de rescate alcanzó a divisar tres aludes y en uno de ellos, restos de material de escalada y un cuerpo semienterrado.
 Ahora esperan a que disminuya el riesgo de avalanchas para buscar los restos sin vida de los tres alpinistas de élite,verdadera punta de lanza del alpinismo de vanguardia.

John Roskelley, el padre de Jess, es uno de los alpinistas norteamericanos de leyenda de los años setenta y ochenta del pasado siglo, autor, entre otras grandes ascensiones, de una impresionante escalada en la cara noroeste del Nanda Devi así como de la primera ascensión de la Gran Torre del Trango, en Pakistán. 
Su hijo recogió el testigo para convertirse igualmente en un enorme alpinista poco después de que ambos escalasen de la mano el Everest en 2003.
 Jess fue entonces la persona más joven en alcanzar el techo del mundo.
 A sus 36 años formaba parte del equipo de atletas de The North Face, precisamente el mismo equipo de Lama y Auer.
 Jess creció convencido de que no sería alpinista: había visto sufrir a sus padres por el compromiso de su progenitor con las montañas, y el equilibrio de una vida familiar ligada a las montañas le parecía utópico. 
Pero pronto entendió la pasión de su padre y se lanzó tras sus huellas.
Hansjörg Auer, de visita en Bilbao hace tres años para explicar su pasión por la escalada sin cuerda, miraba de noche unos callos servidos en su plato.
 Le daba miedo probarlos, una ironía para un tipo que escaló sin cuerda la terrible vía dolomítica Attraverso il pesce poco después de prometer a su hermano que no volvería a escalar sin cuerda. 
Auer era un superdotado, capaz de escalar picos vírgenes de 7.000 metros, resolver vías de mixto extremo, alcanzar el noveno grado en escalada deportiva o volar en parapente de una montaña a otra para enlazar ascensiones en solo integral.
 Los hermanos alaveses Iker y Eneko Pou, del mismo equipo, lo recuerdan así: 
“Sobre todo hemos perdido a un gran amigo con el que compartimos dos expediciones. 
Era, junto a David Lama, uno de los mejores alpinistas que hemos conocido en nuestra carrera”.
Austriaco como Auer, pero de padre nepalés, Lama firmó en 2012 un hito en la historia de la escalada: logro escalar en libre la ruta del Compresor al Cerro Torre, en la Patagonia argentina. Recientemente, había ofrecido un vídeo que recogía sus grandes ascensiones de 2018, entre ellas la cima en solitario del Lunag Ri, en la frontera entre Tibet y Nepal. 
Tanto él como Auer eran la punta de lanza de un alpinismo profundamente ético que no desdeñaba el entrenamiento científico y riguroso: ser más rápidos, más ligeros, más eficaces para sobrevolar las montañas sin verse expuestos a ese tipo de peligros que finalmente ha cazado sus vidas.
 

 

Los ogros siguen libres................................. Carlos Boyero..

Está correctamente narrada pero la veo en estado tibio, ese argumento tan terrible no me otorga ni frío ni calor.

El tema de Gracias a Dios es sórdido y sobre él imperó durante demasiado tiempo la ley del silencio, pero sospecho que se remonta a los orígenes de la humanidad.
 Habla de casos reales que ocurrieron en la ciudad de Lyon. De un cura que abusó sexualmente de decenas de niños.
 O sea, que no solo se cebó con sus cuerpos, sino que jodió su cabeza y su espíritu a perpetuidad. 
Desde hace unos años el asqueroso argumento está de actualidad, pero hasta los habitantes del limbo saben que ha ocurrido siempre. Es la historia del fuerte acorralando al débil, de las impunes violaciones que ejerce el poder sobre los indefensos.
 Porque quiere, porque puede, porque le dejan.
Hace cuatro años el cine norteamericano (creo que ahora hay que denominarlo estadounidense), que cuando está en forma es inmejorable, realizó una película extraordinaria titulada Spotlight sobre la larga y escalofriante investigación que hizo el periódico The Boston Globe acerca de violaciones de críos por parte de sacerdotes que presuntamente debían de educarlos y tutelarlos. 
La tarea fue ardua. Los reporteros se enfrentaban no solo al inmenso poder de la Iglesia que silenció esos crímenes haciendo rotar por otras parroquias a los asesinos de la inocencia para que encontraran nuevas víctimas, sino también al poder político, económico y social de las élites de Boston. 
Esa tragedia y su complejidad estaban admirablemente descritas por Thomas McCarthy, guionista y director, y modélicamente interpretadas por actores que no fallan nunca: Mark Ruffalo, Stanley Tucci, Rachel McAdams, Michael Keaton, Liev Schreiber, gente así.
 La he revisado seis o siete veces y siempre me deja turbado. 

GRACIAS A DIOS

Dirección: François Ozon
Intérpretes: Melvil Poupaud, Denis Menochet, Swann Arlaud.
Género: drama. Francia, 2019.

Duración: 137 minutos.

Al cine del director francés François Ozon siempre le ha caracterizado la enfermiza vocación de navegar por la oscuridad, las retorcidas tramas psicológicas; me inquieta a veces y también puede resultarme insoportable.
 En cualquier caso, es reconocible, muy personal.
 Aquí describe con tono entendible, de forma muy correcta, con metraje excesivo, con flashbacks que me sobran sobre la infancia de los protagonistas, la denuncia de un grupo de cuarentones contra el cura que les violó cuando eran boy scouts dependientes de una diócesis. 
El violador en serie admite ante ellos su culpabilidad y su remordimiento, el arzobispo es informado, se supone que las autoridades religiosas van a investigar lo condenable, a pedir perdón, a ofrecer reparación, pero todo es una farsa, la eterna y conveniente hipocresía.
 Ante ello, las víctimas deciden actuar, montar una asociación para enfrentarse al muro ancestral e impenetrable.

Es curioso el planteamiento de que las víctimas, con alguna atormentada excepción, tienen una vida estable, les funciona su familia y su integración social.
 Algunos tampoco perdieron la fe en su religión. 
Y me resulta un poco sorprendente la comprensión y la solidaridad absolutas que muestran hacia ellos sus padres, sus hermanos, sus mujeres y sus hijos.
 Celebro su reivindicación y su lucha, lamento la barbarie que sufrieron, le deseo lo peor a sus acosadores, pero veo y escucho esta película tan correcta y necesaria sin implicarme excesivamente en su tormento.
Cuentan que en Francia el público se ha sentido apasionado, muy ofendido el clero y que la controversia ha sido notable. 
No es mi caso, está correctamente narrada, pero la veo en estado tibio, ese argumento tan terrible no me otorga ni frío ni calor.

 

18 abr 2019

Fracasos, muertes y rupturas: la maldición del fenómeno ‘Grease’




Hollywood ha anunciado una precuela de Grease con el título de Summer Loving, y a los actores les ha entrado la tiritona: ¿acabarán todos tan mal como en la película original?

Grease
Foto: CordonPress
Resulta innegable que Grease, aquel subproducto de treintañeros interpretando a adolescentes con picores hormonales, fue todo un éxito: hasta Mamma Mia! (en 2008) fue el musical más taquillero de la historia. 
Se calcula que lleva ganados 400 millones dólares, una cifra de lo más rentable si tenemos en cuenta que costó tan solo seis. Tanto es así que Paramount ha dado luz verde a una precuela, titulada Summer Loving y con guion de John August, un habitual de Tim Burton (Big Fish) y Disney (suyo es el próximo Aladdín).
 En los castings, se hablará (y mucho) de la maldición que parece perseguir a los que participaron en aquella histórica megafiesta de Rydell High.

John Travolta / Danny

Con él empezó todo. La maldición del filme se inició antes de que el director, Randal Kleiser, gritara “acción”.
 La novia de Travolta, la actriz Diana Hyland, murió de cáncer de mamá meses antes de iniciarse el rodaje. 
Tenía 41 años, y Travolta 23. 
Su hijo Jett, fruto de su relación con Kelly Preston, nació en 1993 aquejado de autismo y constantes convulsiones.
 Jett aparecería muerto en la bañera de su casa de Bahamas, tras golpearse la cabeza con ella. 
Tenía 16 años. Visto lo visto, que en el año 2000, este cienciólogo convencido participara en la que está considerada como la peor película de la historia, titulada Campo de batalla: la Tierra, se puede ver como el menor de sus males.


Olivia Newton-John / Sandy

Allan Carr, el productor, quería a otra actriz infortunada como Carrie Fisher (la Princesa Leia) para interpretar a la virginal Sandy. Al final, y por mediación de Travolta, se eligió a la cantante australiana, que dudó hasta el último momento por tener siete años más que su pareja masculina y no haber protagonizado nunca un filme de Hollywood.
 Jamás volvería a tener un éxito parecido al de Grease y, de hecho, se convirtió en veneno para la taquilla tras películas como Xanadú. Fuera del cine tampoco le fue mucho mejor: montó una cadena de supermercados australianos en EE UU llamados Koala Blue, que se declararon en quiebra en 1991.
 En el amor, tampoco ha sido feliz: tras separarse del bailarín Matt Lattanzi en 1995, inició una relación con el cámara Patrick McDermott, hasta que éste desapareció misteriosamente en 2005 tras salir a pescar con su barca. 
Se dijo que había fingido su muerte para evitar el pago a sus acreedores, pero la policía lo ha dado definitivamente por muerto. Y lo peor fue su lucha contra la enfermedad: en 1992, dos semanas después de enterrar a su padre por cáncer, se le diagnosticó cáncer de mama, contra el que ha luchado desde entonces. 
Como si no tuviera poco con sus propias desgracias, en 2016, uno de sus trabajadores se voló la tapa de los sesos en su mansión de Florida.

 

Cortés Supremo....................................... Luz Sánchez-Mellado

La culpa no es suya, bastante tiene con su infortunio, sino de quienes le utilizan.

 

Juan José Cortés junto a Pablo Casado.
Juan José Cortés junto a Pablo Casado. EUROPA PRESS
Conocí a Juan José Cortés hace una década. 
Hacía seis meses que había enterrado a su niña de cinco años, asesinada por un pederasta que debía estar preso, y cuyo balcón podía ver desde el suyo.
 Cortés me abrió su casa, su vida y su alma hecha trizas. 
Primero, para un reportaje de este periódico. Después, para una biografía que presentaron el ministro socialista del Interior y la portavoz popular en el Congreso, unidos en público tributo a un hombre a quien el sistema le había fallado trágicamente. 
Ya entonces, Cortés no era quien fuese que hubiera sido. 
Mientras su mujer, Irene, y sus hijos adolescentes trataban de sobreponerse a su pérdida haciendo vida diaria, él estaba ido. Inmerso en la cruzada en la que aún vive.
 Hacerle lo que considera justicia a su hija. 
La compasión, la mala conciencia y la codicia de algunos políticos y algunos medios que le lisonjearon al intuir en él a un diamante en bruto dieron alas a su delirio.
Se creyó su personaje. Empezó a averiarse el juguete.
Hace tiempo que asisto, asistimos, a la deriva de un hombre roto. Al penoso espectáculo de un padre huérfano de hija presentándose donde le llaman y donde no le llaman como la encarnación del hombre bueno en auxilio de las desgracias ajenas:
 sea un niño asesinado por maldad pura u otro caído en un pozo por puro accidente. Últimamente, anda venidísimo arriba como fichaje estrella del PP con un único punto en cartera: no derogar la prisión permanente revisable. Será el calor de los focos, el color del dinero, el afán de servicio público, vale, pero da lástima verle bramar barbaridades contra Pedro Sánchez convertido de víctima en juez supremo. La culpa no es suya, bastante tiene con su infortunio, sino de quienes le utilizan.
 De los que juegan con el juguete roto porque les sirve para su juego, hasta que deje de servirles y lo tiren.
 Lejos de reparar su avería, hurgan más en su  herida.