Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

13 jun 2011

Brecha DAVID TRUEBA

.A menudo se habla de la brecha digital como esa distancia entre los restos del paleolítico que persisten entre nosotros y los últimos avances tecnológicos.
Es un abismo cotidiano.
Ninguno de nosotros era capaz de explicarse cómo funcionaba un fax, pero asumíamos su uso con alegría.
También nos resulta complicado entender el reparto de radiofrecuencias y el espacio televisivo y nos conformamos con las concesiones sin preguntarnos si no sería más justo una emisión libre por caótica que fuera.
 El contraste entre lo moderno y lo de toda la vida pervive entre nosotros, como las chapas perviven junto a la Wii y las velas junto a la iluminación por leds.
El ser humano es acumulativo y anota en cuadernos mientras escribe en archivos almacenados en una nube virtual.





El mejor ejemplo de esta convivencia entre dos mundos sigue colgado en las páginas de vídeos de la Red.
Se trata de una señora que se llama pertinentemente Maruja y que telefonea a una televisión local para participar en un cutre sacaperras tipo el Eurobote.
 La presentadora, una joven sin paciencia y autoritaria, como casi todos los presentadores que no se educaron en la escuela de amabilidad extrema de un Joaquín Prats, urge a la señora para que elija algunos números de un panel.
La señora, que se llama Maruja con la coherencia con que un portero de fútbol se podría apellidar Parada, comienza a escuchar su propia voz en el retorno.
 El retardo la lleva a pensar que hay otra concursante por otra línea que le copia sus elecciones. Así que comienza a crisparse con ella.




Por más que la presentadora trata de hacerle entender que la voz que escucha es ella misma con unos segundos de desincronía, la mujer entra en una espiral paranoica.
 Se cabrea con su propia voz, se odia a sí misma, como un personaje delirante en una fantasía breve de Borges.
Si no han visto la pieza corran a disfrutarla, merece más visitas que un vídeo de Lady Gaga.
No existe explicación más tierna de la velocidad a la que el mundo avanza, sin detenerse a esperar a quien se queda atrás, convertido en un neandertal en la era del iPhone. Nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros mismos en algunos años.

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