Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

31 may 2019

El hermano de Meghan Markle está en bancarrota y no tiene dónde vivir

Thomas Markle Jr. asegura que ser familia de la duquesa de Sussex ha hecho que cada uno de sus movimiento sean analizados: "No ha sido fácil que nuestras vidas se pongan patas arriba".

Meghan Markle en marzo en Londres y, a la derecha, Thomas Markle, en mayo en Filadelfia, EE UU.  

Meghan Markle en marzo en Londres y, a la derecha, Thomas Markle, en mayo en Filadelfia, EE UU. CORDON PRESS/GETTY
Todo lo que toca Meghan Markle se convierte en noticia. Y lo que no toca, precisamente por eso, también. 
Eso ha ocurrido ahora con su hermano, Thomas Markle Jr., que ha contado que ha perdido su casa y su trabajo y que tiene que vivir con su familia en una habitación de hotel. 
Todo ello citando, como no, a su archifamosa hermanastra y asegurando que no solo no le está ayudando a mejorar su vida, sino que precisamente ha contribuido a empeorarla.
A sus 52 años, Thomas Jr. asegura que ha perdido su trabajo y su casa y que, como no encuentra donde vivir, lleva dos meses en una pequeña habitación de un hotel del estado de Oregón junto a su prometida, Darlene, su hijo y sus dos perros.
 Lo ha contado él mismo en una entrevista con el tabloide británico The Sun. 
 Markle opina que el hecho de tener un apellido tan famoso ha hecho que nadie quiera alquilarle una casa, ya que se está viendo forzado a vivir "bajo un microscopio".
Estoy en el peor momento de mi vida", ha asegurando al Sun. "Vivir en una habitación de hotel diminuta le está pasando factura a Darlene y a su hijo, a todos nosotros.
 Y todo es porque mi vida de repente se ha visto catapultada al ojo público, sin que fuera por mí". 
Thomas Markle hijo asegura que "cada movimiento" que hacen él o su familia es analizado.
 "Se ha dicho mucho de mí, verdadero y no verdadero, así que nadie quiere darme un hogar o un trabajo. Es duro aceptarlo, sobre todo cuando yo nunca lo he pedido". 

Samantha Markle en Londres, en octubre de 2018. 
Samantha Markle en Londres, en octubre de 2018. GTRESONLINE
Según explica el hermanastro de la duquesa de Sussex, sus problemas empezaron a principios de año, cuando enfermó.
 Al no poder continuar sus labores como cristalero y su casero —que también ha concedido algunas entrevistas explicando que Markle le debía dinero y había provocado daños en su propiedad, algo que él niega— le echó. Tuvieron que ir a juicio. 
"De repente, todas las cadenas locales hablaban de que me habían condenado y de que había dejado la casa destrozada, pero todo es mentira", afirma él, que asegura tener fotos de la propiedad y que esta quedó perfecta. 
"Se ha aprovechado de quién era yo, lo usó contra mí y me hizo parecer un tipo malo", se defiende.

El estadounidense asegura que algo así no le había pasado "jamás": "El problema es que me conocen como Thomas Markle, el hermano loco de Meghan.
 He pasado de ser una persona privada a que se sepa todo lo que he hecho en mi vida". 
"La gente se cree que me estoy aprovechando de Meghan, pero estas son las cartas que me ha repartido la vida", afirma. Para él, esta es "una lucha por sobrevivir", en primer lugar, pero después es "una lucha para la familia Markle":
 "Espero que le enseñe a Meghan que tiene una familia aquí que quizá ha olvidado, pero que para nosotros no ha sido fácil que nuestras vidas se pongan patas arriba". 
 Según él, siempre ha tenido éxito en el trabajo y ha vivido de forma cómoda, pero eso ha cambiado: 
"No quiero hablar mal sobre Meghan, pero creo que esto se podría haber manejado mejor desde el primer momento".
Thomas Markle Jr. es hijo del primer matrimonio de Thomas Markle, padre de la ahora duquesa de Sussex, junto a Roslyn Loveless.
 Con ella tuvo a Thomas Jr. y a la polémica Samantha, con quien incluso ha viajado a Londres para tratar de encontrarse con Meghan. 
Samantha, de 55 años, lleva años atacando a su hermana y ha afirmado que lanzará próximamente dos libros de memorias para contar su versión acerca de cómo es su hermana, con quien no se ha criado ni apenas ha mantenido relación.
 Thomas, su padre, tampoco guarda relación a día de hoy con la duquesa.
 

 

Leonardo DiCaprio o la obsesión por las novias de menos de 25

El tiempo pasa para él… pero no para sus parejas. El actor nunca ha tenido una relación con alguien mayor de 25 años.

  Bridget Hall (1994) Acababa de entrar en Hollywood, pero ya dejó claro que estaba más interesado en las modelos que en las actrices.

 Bridget tenía 20 años cuando inició su relación con Leo; el actor, 17.

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 Kristen Zang (1996-1997) Los dos tenían 22 años. Leo se acababa de convertir en el Romeo de la Generación X gracias a Romeo + Julieta. Es la pareja de la nivelación.

 Fue la última vez que salió con alguien de su quinta…

 

Foto: Getty

Amber Valletta y Eva Herzigova (1998) Leo era “el rey del mundo”.
 O al menos, así se veía en Hollywood después del éxito de Titanic en 1998. A raíz de su relación con Valletta, el extraño comportamiento emocional de DiCaprio empezó a dar mucho que hablar: la vio en la portada de una revista y no descansó hasta que sus representantes le consiguieron su número de teléfono. 
Tanto ella como Eva eran ligeramente mayores que el actor (uno y dos años, respectivamente).
 A Eva la conoció durante el rodaje de El hombre de la máscara de hierro… el rodaje duró más que su relación.

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Gisele Bündchen (2000-2005) Unas feas acusaciones nunca demostradas durante el rodaje de La playa, relacionadas con el embarazo de su compañera de reparto Virginie Ledoyen, pusieron en guarda a un DiCaprio que, desde entonces, se volvería muy esquivo con la prensa. 
Pero cuando sales con la supermodelo más importante del planeta, es difícil ocutarlo. 
Iniciaron su relación cuando ella tenía 20 años y él 25. Con la brasileña se saltó la regla de las sub 25… por pocos días.
 Tras cinco años de noviazgo anunciaron que su relación había finalizado. 


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Bar Refaeli (2005-2011) Con la israelí, las distancias ya empezaban a ser considerables. 
Él tenía 31 años y había iniciado su obsesiva carrera por obtener un Óscar de la mano del veterano Martin Scorsese.
 Ella tenía 20 y una personalidad muy acusada. 
De hecho, Refaeli le introdujo en la política israelí –le presentó al presidente Shimon Peres– y despertó en el actor un activismo hasta entonces desconocido, que le llevaría a apoyar a Obama en 2008. Dicen que el motivo de la ruptura fue que Leo prefirió irse de parranda con sus amigotes que acompañar a la supermodelo a la Gala Met.
 Conociendo a Leo, puede que el hecho de que Reafeli tuviera ya 25 años también pesara lo suyo.  

 
novias leonardo dicaprioBlake Lively (2011) La única de la lista que se dedica a la interpretación y no a la pasarela. La hoy feliz mujer de Ryan Reynolds mantuvo con él una breve pero intensa relación. 
Blake tenía 23 años y DiCaprio, 37. Por lo que cuentan, su gran cita fue en el lugar favorito de la joven Blake: Disneyworld.

Foto: Getty

/  Erin Heatherton (2012) y Toni Garrn (2013-2014) ¿Cómo prevenir la tan temida crisis masculina de los 40? Ponga una joven en su vida… o dos. 
Y si son modelos, mejor que mejor.
 Erin tenía 22 años y Toni 20 cuando sus vidas se cruzaron con las de un Leo que empezaba a casi doblar en edad a sus parejas. Erin era modelo de Victoria's Secret, una de las debilidades de DiCaprio y se conocieron en Australia durante el rodaje de El gran Gatsby. Con Toni, de nuevo se rumorea que le separó la aversión al compromiso.


Foto: Getty

Kelly Rohrbach (2015) y Nina Agdal (2016) Superados los 40, la pauta se mantuvo inamovible: jóvenes y modelos. Kelly tenía 25 y Nina 24. Esta última era otro ángel de Victoria's Secret, claro.
 La danesa se pegó una buena rajada de su ex, acusándole de inmaduro cuando se les gastó el amor.  

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Camila Morrone (2018-) Argentina, modelo e hijastra de Al Pacino, Leo lleva dos años de relación con esta joven a la que conoció a sus tiernos 21 años cuando él tenía ya 44 'castañas'.
 A Camila le quedan, por lo tanto, menos de cuatro años para demostrar si la implacable Ley de las sub 25 también acaba con su relación.

30 may 2019

Las joyas del Prado cobran vida


'El Prado: belleza y locura', de Rino Stefano Tagliafierro.

Las joyas del Prado cobran vida

Rino Stefano Tagliafierro insufla vida y movimiento a una treintena de obras del museo en una creación en vídeo producida por 'El País Semanal', uno de los contenidos del despliegue especial con motivo del bicentenario de la pinacoteca, que se publica este domingo


EL JOVEN mira fijamente delante de sí. Tan serio y melancólico, tan humano.
 Casi vivo, se diría. Si no fuera porque el muchacho, acomodado en el suelo junto con su sombrero, permanece inmóvil desde que Víctor Manzano lo pintó, en 1859
Y sin embargo, de golpe, parpadea. Es un instante, pero el espectador lo ha percibido.
 La esencia del trabajo de Rino Stefano Tagliafierro (Parma, 39 años) ya se ha quedado en su retina.
 “Debe durar como un respiro, no hay que exagerar”, aclara el creador.
 En 2014, descubrió un vehículo ideal para juntar su creatividad y su pasión por el arte: animar grandes cuadros. 
Se estrenó con Beauty, un corto de nueve minutos donde hablaba de la vida y la muerte poniendo en movimiento obras tan célebres como David con la cabeza de Goliat, de Caravaggio, y otras desconocidas.
 La repercusión superó con creces su Italia natal y sus propias expectativas. 
Un lustro después, técnica y fluidez se han refinado y Tagliafierro sube el listón: ha revivido las obras maestras del Prado.
Para celebrar el bicentenario de la pinacoteca, el creador y sus colaboradores han realizado un relato en vídeo, producido por El País Semanal, animando una treintena de cuadros del museo.
 De Un chiquillo sentado, de Manzano, a Saturnina Cataleta, de Francisco de Madrazo, pasando por El jardín de las delicias, Las meninas o Las tres Gracias
El recorrido se titula Belleza y locura porque otra regla de Tagliafierro establece que las imágenes han de ser funcionales a una narración, un sentimiento o un contraste.
 “No se trata de demostrar que sé realizar una animación, ni de exceder y pasarse a lo kitsch. 
 La clave es contar una historia, hacer emerger emociones ocultas, manteniendo un equilibrio entre la obra original y mi intervención”, agrega en su estudio de Milán.
 Y entonces el relato ya se traslada a El aquelarre o El gran cabrón, también de Francisco de Goya. Y así durante casi cuatro minutos, acompañados por la música.
Cuatro horas se pasó en cambio Tagliafierro por los pasillos de la pinacoteca, a la caza de sus protagonistas perfectos. Seleccionó, primero, unas 150 obras. 
De ahí, poco a poco, eliminó las que no encajaban con su hilo argumental, ya fuera por razones narrativas o estéticas. Luego, durante un mes, pintó en los ordenadores de su estudio hasta conseguir el vídeo final.
De ahí la duración mínima. En el tiempo en que el público coge y suelta aire, el viaje de Tagliafierro revive una obra y ya pasa a la siguiente. 
El caos de El 3 de mayo de 1808 en Madrid de Goya, por ejemplo, resucita tres segundos: el hombre de camisa blanca sacude los brazos y pide absolución; los soldados franceses levantan los fusiles y apuntan; otro patriota agacha la cabeza para no mirar. Resuenan los tambores.
“No es muy glamuroso”, reconoce Tagliafierro al cruzar la puerta del espacio que su compañía, Karmachina, comparte con otros profesionales. V
arias mesas blancas, alguna estantería; tal vez la zona expositiva casi oculta en un rincón sea el único indicio de que aquí se crea arte.
 Pero el tesoro existe, escondido en las pantallas donde Tagliafierro empieza a mover el cursor. 
Selecciona Dánae recibiendo la lluvia de oro, de Tiziano: la diosa griega es la elegida para mostrar su cirugía. 
“Una vez descargadas las obras en altísima resolución, identifico todos los elementos que quiero animar”, explica el creador. Suele sumar una cincuentena en cada cuadro.
 Recorta los brazos, las falanges de las manos de los protagonistas, la cortina y, en este caso, cada gota de oro. 

Con un limpio tijeretazo digital, Tagliafierro decapita a Dánae. Donde antes lucía el rostro de la diosa, queda un agujero. 
He aquí la segunda labor fundamental, que él resume en una “restauración digital”. 
Traducido: si la cabeza de la mujer se mueve hacia un lado, por la animación, habrá que rellenar el área que ocupaba. 
Así que Tagliafierro imagina, compara, acerca su zoom digital hasta ver las pinceladas originales del autor y su dirección, y entonces se pone él mismo a pintar, en su pantalla, para cubrir el hueco.
 Pese a su cuidado, en todo caso, el italiano no ha podido evitar alguna crítica.
 Le han dicho que desacraliza el arte, que para qué animaría esos cuadros. “¿Y por qué no? Al fin y al cabo muchas veces el arte ha cogido el pasado como punto de partida para hacer algo contemporáneo”, responde él.
 Finalmente, recondujo su camino hacia la senda original. Hoy en día, su currículo varía de las instalaciones al videomapping, de la publicidad para grandes marcas a los videoclips. Y ha fundado junto con dos socios Karmachina, que cuenta con cuatro colaboradores fijos y una amplia cartera de proyectos.
Rino Stefano Tagliafierro tiene bastante menos claro cómo empezó su trayectoria.
 Suelta un “boh”, la forma más italiana de decir “ni idea”. De pequeño, sus padres le llevaban a exposiciones, como una de Dalí que le impactó cuando no era ni adolescente; estudió arte, pero acabó por varios derroteros. 
Ayudaba en el restaurante familiar, grabó vídeos promocionales para una empresa de demoliciones, que pretendía vender su máquina futurista. “¡Se tragaba los edificios!”, recuerda.Aun así, Tagliafierro no se considera un “artista”. Dice que no sabe bien lo que eso significa. Y agrega: “Estoy fuera del mundo del arte, lejos.
 Es sucio. Como el de la moda, pero de forma menos evidente y más insidiosa”.
 Para, reflexiona y sonríe: “Ya está, no me van a contratar nunca”. A saber. Tal vez, como en sus obras, habrá alguien que se anime. 

Rino Stefano | Especial Prado | El País Semanal