Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

21 mar 2019

Una novela del horror nazi perdida durante 80 años y al fin recobrada

Ulrich Alexander Boschwitz, que murió en un bombardeo nazi, dejó lista la novela ‘El pasajero’, que conmovió al público alemán cuando se publicó por vez primera en 2018.

   

Ulrich Alexander Boschwitz y el barco 'Abosso', al bordo del que murió en 1942.
Ulrich Alexander Boschwitz y el barco 'Abosso', al bordo del que murió en 1942.
Cerca de las once de la noche del 29 de octubre de 1942, Ulrich Alexander Boschwitz muere junto a otros 361 refugiados, la mayoría judíos, a bordo del Abosso, hundido a 700 millas náuticas de las Azores por el submarino alemán U-575.
 Tiene 26 años. Termina así una odisea iniciada con las leyes raciales de Núremberg en 1935 y que había llevado a este escritor berlinés de un lugar a otro, perseguido y odiado por los que fueron sus compatriotas y repudiado por los europeos a los que pedía acogida.
 Sin embargo, sin saberlo, Boschwitz había lanzado un mensaje que tendría gran repercusión en su país 80 años después.
 Cuando murió llevaba encima la nueva versión manuscrita de su libro El pasajero, publicado en Suecia, el Reino Unido y EE UU entre 1938 y 1940 e ignorado en Alemania.
 Dos meses antes había escrito a su madre para darle indicaciones sobre qué hacer con su edición. 
  Todo eso desapareció con su muerte. 
Quedaba, sin embargo, una copia escrita a máquina que, tras diversos avatares, terminó en los años sesenta en el Archivo del Exilio Alemán de la Biblioteca Nacional en Fráncfort.
 Olvidada por todos, en 2018 vio la luz por primera vez en Alemania y se convirtió en un gran éxito de público y crítica en un país donde las referencias al horror nazi siguen generando un enorme interés.

“La novela fue olvidada porque no quedaba nadie vivo para ofrecérsela a las editoriales”, explica a EL PAÍS desde Berlín el editor Peter Graf, responsable del hallazgo y publicación de este libro.
 También, porque el tema no era precisamente el predilecto de los editores después de la II Guerra Mundial y el Holocausto. Graf llegó a él gracias al crítico del diario Haaretz Avner Shapira, quien le puso en contacto con Reuella Shachaf, sobrina de Boschwitz. “Cuando la leí me di cuenta rápidamente de que era una novela importante porque hablaba al lector de hoy. 
En Alemania ha tenido una gran acogida y se lee como un documento pero también como un aviso. 
¿Qué ocurre con los que no son víctimas? ¿Ayudan o se convierten en cómplices de los agresores?”, se pregunta.
Relato del infierno de un burgués judío perseguido por los nazis, El pasajero (en España, a partir del 25 de marzo editada por Sexto Piso con traducción de José Aníbal Campos) es la crónica de una deshumanización, un conciso libro de denuncia con ritmo de thriller que entronca con El proceso de Kafka o con las obras de Imre Kertész y lanza angustiosas preguntas al lector de hoy. 
Acta de prisionero de guerra de Ulrich Alexander Boschwitz, escritor.
Acta de prisionero de guerra de Ulrich Alexander Boschwitz, escritor. EL PAÍS
La novela, cargada de impresiones autobiográficas, se inicia en noviembre de 1938, durante La noche de los cristales rotos
Su protagonista, Otto Silbermann,  es un orgulloso alemán, un comerciante con mucho dinero, veterano condecorado de la I Guerra Mundial. 
Pero también es judío y eso es intolerable para el sistema nacionalsocialista.
 Cuando su socio lo estafa y lo insulta, cuando el camarero de su bar predilecto deja de servirle, cuando todo el mundo le da la espalda, Boschwitz está contando lo que sufrió su familia desde 1933.
 El libro, escrito en menos de un mes entre Luxemburgo y Bruselas, adonde había huido, muestra a un hombre que lo pierde todo, al que se le hunde en lo material y se le niega la condición humana, y ahí Boschwitz sabía de qué hablaba.
Tras pasar por Francia, el autor huye al Reino Unido, desde donde es enviado en 1940 junto a otras 40.000 personas a la Isla de Man. Llegará a Australia meses después en el Dunera, un barco tristemente célebre por las condiciones brutales de hacinamiento y violencia en las que miles de personas fueron deportadas.
 Al llegar allí le esperaba el internamiento en otro campo de prisioneros.
 Solo a partir de 1942 se empezó a liberar a quienes se alistaban para luchar contra los nazis, pero Boschwitz no era un hombre de acción, su batalla estaba en otro lado y, sin embargo, encontró la muerte en el mar, en otro intento de huida, bajo el fuego de los torpedos alemanes.
¿Cómo acabará todo esto? Uno se siente desamparado, como un niño pequeño. ¿Quién lo hubiera pensado? Vaya cosa. 
En plena Europa. En el siglo XX”, asegura el autor por boca de su protagonista, en un momento de especial desesperación. “Boschwitz consiguió hacer visible lo inconfesable contando el destino de un individuo. 
Los lectores han sabido transferir su significado al presente con la cuestión de cómo nos comportamos cada uno siempre de fondo”, sostiene Graf. 
 “Realmente creo que este libro tiene algo que le puede hacer triunfar”, decía Boschwitz a su madre en una carta en 1939. 
Acertó, aunque fuera 80 años después.
Atrapado en su propia paranoia, el personaje de Silberman huye dentro de Alemania, por donde se desplaza en trenes puntuales e impecables, aquellos mismos convoyes de horarios ajustados que poco después llevarían con la misma precisión a millones de personas a las cámaras de gas. “Los lectores de hoy saben qué ocurrió hasta 1945. Boschwitz se imaginó que aquello podía pasar, pero no lo sabía. Este libro solo podía ser escrito tras los pogromos de 1938 y es esa cercanía la que le da su fuerza como testimonio”, reflexiona Graf. Lejos de ser un relato en blanco y negro, la fuerza de El pasajero radica además en la narración de los efectos que esta huida provoca en el perseguido, alguien que llega a odiarse y a odiar a su pueblo, un humano que puede ser mezquino si eso le ayuda a sobrevivir, que encuentra en sí los defectos del otro.


El marido de Arantxa Sánchez Vicario logra el divorcio en España y evita pagar 7,5 millones

Josep Santacana elude el trámite en Miami donde viven ambos y evita así asumir la deuda contraída por la pareja con una entidad bancaria.

Arantxa Sanchez Vicario
Arantxa Sánchez Vicario y Josep Santacana, en una imagen de archivo. Europa Press



El marido de Arantxa Sánchez Vicario logra el divorcio en España y evita pagar 7,5 millones

Josep Santacana elude el trámite en Miami donde viven ambos y evita así asumir la deuda contraída por la pareja con una entidad bancaria

Arantxa Sanchez Vicario
Arantxa Sánchez Vicario y Josep Santacana, en una imagen de archivo. Europa Press
Arantxa Sánchez Vicario y Josep Santacana ya están divorciados. El juzgado de primera instancia e instrucción número 2 de Esplugues de Llobregat (Barcelona), donde el empresario presentó la demanda de divorcio, ha declarado este jueves la disolución del matrimonio.
 En el fallo se establece que "no procede hacer otros pronunciamientos" y da un plazo de 20 días para presentar un recurso de apelación. 
Esta decisión supone un duro varapalo para la tenista que luchaba para que el divorcio se resolviera en Miami (EE UU) donde inicialmente se comenzó a tramitar y donde residen ambos y sus dos hijos.

Sánchez Vicario, que previsiblemente recurrirá la sentencia, intenta por todos los medios que Santacana no se desentienda de los problemas económicos que tenía la pareja.
 Al disolverse el matrimonio en España entra en vigor el acuerdo de separación de bienes que ambos firmaron, el 17 de noviembre de 2008, antes de casarse y que está sujeto al régimen vigente en Cataluña. 
Este pacto no es válido en Estados Unidos.
Santacana impulsó inicialmente el proceso de divorcio en Miami y pidió la custodia de los hijos con el argumento de que Sánchez Vicario padece problemas psicológicos y no puede hacerse cargo de ellos.
 Pero posteriormente inició acciones legales en Barcelona. 
En el trasfondo de la separación y de la disputa económica entre Sánchez Vicario y Santacana está la querella impulsada por el Banco de Luxemburgo y que investiga un juzgado de Barcelona.

La entidad se querelló contra la tenista y contra el empresario por una deuda pendiente de pagar de 7,5 millones de euros y llegó a pedir su ingreso en prisión, que fue rechazado.

El juicio del que ahora se ha producido el fallo se celebró el pasado 13 de marzo.
 Santacana asistió, no así la deportista. A su llegada al juzgado, el empresario declaró: "Lo que espero de este juicio es que nos separen, que nos divorcien, que llevamos más de un año. A ver si definitivamente llega el fin. 
No reclamo nada especial, básicamente que nos divorcien y que se cumplan los acuerdos que tenemos”, ha reiterado para luego insistir: "No me he quedado nada de Arantxa".
La tenista, en cambio, acusa a su expareja de haber controlado su patrimonio: 
"Lucho un partido a cinco sets ante un rival muy duro, pero si algo tengo es resistencia.
 Nunca podré perdonar todo lo que está haciendo para dañarme. La persona que he descubierto no es de la que me enamoré". 
Y añadió en declaraciones a la revista ¡Hola!: 
 "Lo di todo por él, me peleé por él, le di mi vida, me traicionó, me engañó, me quitó todo y, encima, ahora quiere hacer como si nada. No sé lo que pretende, además de hacer daño".
 Pese a que él asegura que existe una relación buena entre ellos, la tenista lo desmiente con rotundidad:
 "No tenemos relación. No hablamos, cuando llama le paso el teléfono a mis hijos y nada más.
 Su traición es tan profunda que la cicatriz no se curará nunca. Estuvo mucho tiempo sin ver a sus hijos pero desde que el juzgado reguló el régimen de separación, los ve cuando le toca.
 La mediadora del juzgado nos pidió que estuviéramos los dos en el cumpleaños de la niña, pero lo que no me podía imaginar es que él iba a enviar fotos a la prensa para tratar de enseñar que estamos bien. Es surrealista".
 Las medidas en relación a los hijos se están tramitando ante las autoridades judiciales del lugar de residencia de los menores en el Estado de Florida.

 

María José Suárez, detenida en el aeropuerto de Barajas

La modelo regresaba de República Dominicana cuando la policía la paró en el control de fronteras y la condujo a dependencias judiciales.

La modelo María José Suárez, el miércoles 20 de marzo en Madrid.
La modelo María José Suárez, el miércoles 20 de marzo en Madrid. GTRESONLINE

El martes por la mañana, la modelo María José Suárez, de 44 años, fue detenida en el aeropuerto de Madrid. 
Nada más aterrizar su vuelo, procedente desde la República Dominicana, la policía detuvo a la modelo y la trasladó a los juzgados de Plaza de Castilla, donde se le tomó declaración y quedó en libertad a las pocas horas.
La exmodelo y actual empresaria —Suárez tiene un exitoso negocio de moda femenina para eventos— llegó a la terminal 4 de Adolfo Suárez-Madrid Barajas desde República Dominicana y, al pasar el control de pasaportes, saltaron las alertas de la base de datos de la Policía por una "reclamación judicial", según confirma la Jefatura Superior de Policía de Madrid a EL PAÍS.
 Se desconoce por el momento el motivo de dicha reclamación.
Entonces, se ordenó su detención. 
La ex Miss España 1996 fue llevada por un vehículo de la Policía al Juzgado de Instrucción nº 44, que estaba de guardia, en los Juzgados de Plaza de Castilla de la capital.
 Hasta allí acudió su abogado y, una vez que fue fichada y que se le tomó declaración, fue puesta en libertad.
 La modelo de Coria del Río, Sevilla, vive en República Dominicana.
 El año pasado tenía fijada su residencia en Miami y ahora vive en Punta Cana junto a su marido, el financiero catalán Jordi Nieto, que tiene negocios allí.
 La pareja se casó el pasado agosto, y tiene un hijo, Elías, de año y medio.
 Tal y como ella misma contaba en sus redes sociales, ha viajado a Madrid para una estancia "de tres días por trabajo" y porque el próximo mes de mayo abrirá su primera tienda de moda en la ciudad.
 Aunque la mañana del miércoles, un día después del incidente, ha tenido un acto público con una marca, ha evitado pronunciarse al respecto. 
 

 

La trituradora....................................... Luz Sánchez-Mellado .

Lo que te callas a ti mismo es lo que de verdad te quita el sueño y, a veces, la vida.

 

Jorge Javier Vázquez ha sido operado de urgencia de un aneurisma cerebral.
Jorge Javier Vázquez ha sido operado de urgencia de un aneurisma cerebral. Europa Press
Hace poco estuve en un centro de bienestar al que acuden millonarios de todo el mundo a descansar de sus supuestas vidas de amor y lujo.
 Las carnes ya las llevaba flojas, pero además se me desplomaron los prejuicios.
 Aparte de los consabidos bellos y bellas felices, vi hombres y mujeres de todo tonelaje esperando su masaje watsu o su menú ortovegano con la mirada perdida sobre sus ojeras de lémur. 
Serían ricos y exitosísimos, pero parecían cansados como mulas. Me lo confirmaron en la clínica. 
Hartos están de ver llorar en sus consultas como niños que no quieren ir al cole a adultos triunfadores en todos los gremios, con la diferencia de que el cole de los mayores es su trabajo y la vorágine en la que viven. 
Nada nuevo. Sabemos que el estrés devora, envenena y mata, pero nos lo negamos hasta que le vemos las orejas al lobo y, a veces, ni eso.
 Igual que lo que borras en WhatsApp es lo que realmente quieres decirle al otro y no te atreves, lo que te callas a ti mismo es lo que de verdad te quita el sueño y, a veces, la vida.
 El rico y exitosísimo Jorge Javier Vázquez, buque insignia de Telecinco, ha sufrido un grave accidente vascular habitualmente relacionado con el estrés y el estilo de vida. 
Se encontraba mal, pero siguió trabajando.
 Aun ayer, Vázquez contestaba que el cuerpo le pide más a los amigos que le aconsejaban parar el ritmo.
 El caso es que le creo.
 Da igual que seas un ídolo de la tele o una asistenta empalmando casas para malpagar facturas.
 El trabajo te da la vida y te la quita, pero conviene tener un par de certezas. 
Nadie es imprescindible, por mucho que te hagan creértelo, y la trituradora sigue funcionando sin ti tan ricamente.
 Te guardan tu minuto de silencio, cantan tus alabanzas, te suben a los altares y te sustituyen por el siguiente trozo de carne con ojos. ¿Agorera? Realista. 
Lo dijo José Sacristán cuando enterró a su colega Fernando Guillén: “Cada vez disparan más cerca”.