Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 sept 2018

Tamara de Lempicka, el exceso es un arte................. Borja Hermoso.

Tamara de Lempicka y Salvador Dalí, en Nueva York, 1941.
Tamara de Lempicka y Salvador Dalí, en Nueva York, 1941.
Amiga —cuando no amante— de reyes exiliados y aristócratas de alta y baja estofa, perpetradora de fiestas y orgías, cocainómana y cazadora nocturna en busca de marineros que llevarse a casa, fiera bisexual, trabajadora impenitente, amante y militante del lujo y la decadencia burgueses, inspiración de modistas y diseñadores, icono pop e influencer adelantada a su tiempo, todo en la vida de Tamara de Lempicka resulta excesivo. 
Empezando por el propio personaje, que sin duda aplastó a la artista. “El personaje mató a la artista, más bien”, asegura Gioia Mori, profesora de arte medieval y moderno en la Academia de Bellas Artes de Roma y comisaria de la exposición Tamara de Lempicka, reina del art déco, que abrirá sus puertas el próximo viernes en el Palacio de Gaviria de Madrid.
Exceso puro, pues, y sin embargo todo queda envuelto, en el caso de la autora del celebérrimo Autorretrato en el Bugatti verde (1929), en esa especie de inmaterial halo de seda que suele rodear a los personajes de lejanías, aparentemente furiosos en su vida social y en realidad enclaustrados en sus conflictos psicológicos.
Ni siquiera el frío dato biográfico está claro en esta mujer sin par que reinó durante algún tiempo en el templo del art déco, el movimiento que sirvió de espejo estético a la efervescencia de los locos años veinte o lo que algunos dieron en llamar la Edad del Jazz.

 La mayoría de autores sostienen que Tamara Gurwik-Górska nació en 1898 en Moscú, de familia polaca.
 Pero otros lo sitúan en Varsovia y en 1895.
 Hay incluso expertos en su obra que hablan de 1906.
 “Ni su propia familia supo nunca cuándo y dónde vio la luz”, explica Gioia Mori, “estoy en permanente contacto con sus nietas y me han asegurado que nunca han visto documentos que puedan acreditarlo.
 A ella misma le gustaba decir que había nacido a principios del siglo XX, pero eso es imposible, lo hizo a finales del XIX”.
 Falleció en 1980 en Cuernavaca (México). Su certificado de defunción decía que tenía 82 años.
Sus cenizas fueron esparcidas, como ella había pedido, en el cráter del volcán Popocatépetl por su hija Kizette y por el escultor mexicano Víctor Manuel Contreras.  
 
El retrato inacabado de Alfonso XIII atribuido a la artista ruso-polaca. Fue pintado en 1934.
El retrato inacabado de Alfonso XIII atribuido a la artista ruso-polaca. Fue pintado en 1934.
La exposición que ha montado Gioia Mori en Madrid —la primera gran muestra española sobre Lempicka desde la organizada en la Casa das Artes de Vigo hace 11 años— llega con una pequeña exclusiva artística bajo el brazo: el pequeño retrato inacabado del rey Alfonso XIII atribuido a Lempicka, propiedad de un coleccionista privado de París, Jean-Claude Dewolf. 
Los expertos en la obra de la artista ruso-polaca siempre hablaron de esta pintura, pero su paradero era desconocido hasta ahora.
“El retrato fue pintado en 1934. 
La primera noticia que tenemos de él fue en esa carta de aquel mismo año, y la segunda, en un texto sobre una exposición celebrada en Estados Unidos en 1939 escrito por la artista, donde da cuenta de que ha pintado al rey.
 Y finalmente, pocos días después de la muerte de Alfonso XIII en Roma el 28 de febrero de 1941, ella habla en una entrevista sobre su relación con él, al que califica como ‘un personaje muy simpático y locuaz”, detalla la comisaria.
 El pequeño retrato (33×28 centímetros) nunca había sido expuesto hasta ahora.
 Gioia Mori estima que, “más allá de su indudable interés histórico”, la cotización de la pintura podría alcanzar hoy día el millón de euros. 
 Será sin duda uno de los ingredientes más atractivos de la exposición en el Palacio de Gaviria, que no incluirá el Autorretrato en el Bugatti verde, la obra más popular de la artista.
 La pintó en 1929 por encargo del semanario alemán Die Dame para su portada. El cuadro pertenece a una familia de coleccionistas suizos.
 “Tienen tantos problemas de herencia entre ellos que es imposible que lo presten”, lamenta la comisaria de la muestra.
Autorretrato en el Bugatti verde, de 1929, la obra más célebre de Tamara de Lempicka, propiedad de un coleccionista suizo.
Autorretrato en el Bugatti verde, de 1929, la obra más célebre de Tamara de Lempicka, propiedad de un coleccionista suizo.
Es una pintura que simboliza toda la fuerza del pretendido mensaje feminista avant la lettre atribuido por algunos expertos a la obra de Lempicka.
 Una mujer al volante de su automóvil (aunque la artista no tenía un Bugatti, sino un Renault, y no era verde, sino amarillo), decidida a la vez que etérea, la mirada confiada a la par que serena, uno más de los personajes fríos y metálicos que salieron de su paleta.
 La misma mujer que jugó en los años veinte y treinta a hacer más o menos lo que le vino en gana; la devoradora de hombres y de mujeres; la pintora amiga de Picasso, Cocteau, Gide, Orson Welles, Tyrone Power, Greta Garbo y Dalí (con quien compartió galerista, Julien Levy); 

la fiera nocturna que de vuelta a casa, ya de madrugada e incrustados en su cuerpo y en su mente los efluvios de los sucesivos paraísos artificiales, se ponía a pintar veloz, obsesivamente, en su estudio de la Rue Méchain de París. Olvidando a sus sucesivos amantes y a sus sucesivos maridos, olvidando a su hija Kizette —a quien, sin embargo, retrató a menudo—, robándoles la pareja a las incautas mujeres que se le pusieran por delante (como hizo con la bailarina española Nana de Herrera, a quien le arrebató el amor del barón Kuffner, con quien finalmente se casó), la amiga de aristócratas encerrados en su mundo y de escritores fascistas, como Marinetti o Gabriele D’Annunzio, a quien por cierto ridicu­lizó hasta la saciedad, dejándole con un palmo de narices ante sus continuas aspiraciones carnales… 
“Vivo en los márgenes de la sociedad, y las reglas de la sociedad normal no se pueden aplicar a aquellos que viven en el límite”: eso sí que es todo un autorretrato
Tamara, piel, joyería, cigarro, del fotógrafo Joffé Monneret, de 1938.
Tamara, piel, joyería, cigarro, del fotógrafo Joffé Monneret, de 1938. 
Tampoco estarán en Madrid los retratos de Tamara de Lempicka en manos de coleccionistas famosos como Jack Nicholson o Madonna. 
“El caso de Nicholson es complicado, porque está bastante enfermo, aunque prestó varias obras para la última exposición en Roma. Madonna jamás ha prestado una obra de Lempicka, con ella es imposible”, explica Mori. 
La cantante es una de las grandes coleccionistas mundiales de la obra de Lem­picka; ha utilizado reproducciones de sus pinturas en sus vídeos y en sus giras, y se ha inspirado en su estética a la hora de vestirse. 
Otro de los grandes coleccionistas de su obra en el ámbito mundial es el magnate mexicano Carlos Slim, que ha prestado para la muestra madrileña una decena de los lempickas que habitualmente se exhiben en el Museo Soumaya-Colección Slim de Ciudad de México.  

El resto de préstamos proceden de colecciones privadas de todo el mundo y de diversos museos europeos.
Tamara de Lempicka, el exceso es un arte
Tamara de Lempicka, el exceso es un arte
De arriba a abajo, La bella Rafaela, de 1927; L´écharpe bleue (La bufanda azul),; y la Bailarina rusa (1924-1925).
De arriba a abajo, La bella Rafaela, de 1927; L´écharpe bleue (La bufanda azul),; y la Bailarina rusa (1924-1925).
Gioia Mori no esconde su deseo de que la exposición de Madrid haga renacer a la Lempicka-artista para dejar atrás al personaje mundano y al icono pop por la vía de millones de pósteres vendidos por todo el mundo con su imagen en el Bugatti verde. Fue una pintora inclasificable que bebió de las fuentes del Renacimiento italiano, influida por Ingres y por el cubismo sintético de su maestro André Lhote, una artista de estética personal e intransferible (estética de la decadencia, podría decirse) que tuvo a sus pies lo mismo a cientos de amantes que a los más importantes coleccionistas de los años veinte y treinta, pero que, sin embargo, nunca interesó demasiado a los responsables de los grandes museos, incluido el Pompidou de París, a quien donó varias obras que no suelen exhibirse en la colección permanente.
 Grandes del mundo de la moda como Krizia, Dolce & Gabanna, Prada, Karl Lagerfeld, Gianni Versace o Elie Saab le hicieron sendos homenajes en sus creaciones. 
Vivió en Moscú y en San Petersburgo, de donde huyó de la Revolución Rusa con su esposo, Tadeusz Lempicki, y sucesivamente en Lausana, Copenhague, Roma, París, La Habana, Beverly Hills, Nueva York, Boston y Cuernavaca. Fue baronesa, se comió la vida, el arte fue para ella lo más importante, no se puso reglas morales, fue una mujer ambigua llena de luces y sombras, medio polaca y medio rusa, una estrella mundial en su tiempo luego caída en el olvido y finalmente resucitada en la gran exposición que el galerista Alain Blondel montó en París en 1973.
 Tamara de Lempicka entre el oro y el fango. Puro exceso.
Tamara de Lempicka y la modelo Cecilia Meyers, ante la obra Suzanne au bain. Beverly Hills, 1940.
Tamara de Lempicka y la modelo Cecilia Meyers, ante la obra Suzanne au bain. Beverly Hills, 1940.
No me gustan esas mujeres que resucitan al mundo para ellas. todo es excesivo y no sé que interés puede tener su obra, no me gusta esteticamente, no me gusta tanto de tanto. Supongo que nunca tendré un cuadro de esas mujeres rompedoras....pero rompedoras junto a tanta ambiguedad y dinero. Reyes que posan para ella. no sé si nuestro Rey posaría para una pintora, no creo que Letizia le dejaría.....todo es una broma .y esta pintora no creo que se tomase a ella misma muy en serio.

Un ataque de melancolía.............................Juan José Millás

Un ataque de melancolía Juan José Millás 
He aquí un animal. 
He aquí su lengua, su pico, su nariz, su ojo, su plumaje. 
He aquí un ejemplo de la diversidad biológica. Sin parecerse en nada a usted o a mí, ¿cómo no reconocerse un poco en este pájaro? Me tropecé con él (con su fotografía para ser exactos) en la mesa de una cafetería de Madrid en la que alguien había abandonado un ejemplar de El País Semanal.
 Lo abrí al azar, mientras enfriaba el té verde, y caí en esta página como el que se cae dentro de una novela absorbente desde el título. He aquí un animal, me dije.
 Y el simple hecho de decírmelo actuó como un acelerador químico.
 Mi vida entera se relativizó, mis problemas perdieron importancia. Estaba haciendo tiempo para llevar a cabo una gestión en el Ministerio de Hacienda, pero pensé: que le den a Hacienda.
 No puede uno meterse en un pasillo con ventanillas a los lados cuando es consciente de la existencia de las águilas.
Después de todo, ¿cuánto me duraría esa conciencia? ¿Una hora? ¿Dos? ¿Cuándo los afanes del día borrarían el impacto que este rostro había ejercido en mi estado de ánimo? Veinticuatro horas como mucho. 
Tal es el tiempo máximo que logro retener un sueño. Y esta ave parecía un sueño. 

Arranqué disimuladamente la hoja, me bebí el té y pagué porque dispongo de esas habilidades (la de arrancar hojas, la de tomar té y pagar) que, comparadas con las del pájaro, me parecieron tristes. Así que mientras me dirigía al metro tuve un ataque de melancolía que, ya en las entrañas de la ciudad, se tradujo en una obsesión administrativa víctima de la cual puse rumbo al Ministerio de Hacienda. 

Viendo pasar cadáveres.................................Rosa Montero.

En efecto, hemos salido supuestamente de la crisis, el dinero corre, los restaurantes están de nuevo a reventar y la alegría impera. Pero ¿a qué coste?.
EL RECIENTE aniversario de la caída de Lehman Brothers, que fue el chupinazo de la crisis económica, me ha dejado rumiando pensamientos oscuros.
 En primer lugar, por el simple vértigo del tiempo: pero cómo, ¿ya ha pasado una década?
 Recuerdo el miedo y el desconsuelo de los primeros momentos, cuando la Gran Recesión nos iba devorando a dentelladas, cuando el desempleo se disparaba, los negocios del barrio iban cerrando uno tras otro y los desahucios eran un drama continuo.
 Y recuerdo también que los expertos auguraban que tardaríamos de seis a ocho años en salir y que no levantaríamos cabeza hasta 2016. 
Qué lejos me parecía entonces 2016. 
Y qué penoso el camino. 
Pero ya hemos rebasado esa fecha, ya forma parte de un pasado que se aleja rápidamente a nuestras espaldas.
 El tiempo es un río atronador y tumultuoso que todo lo arrastra.
Y en este caso, además, es un río especialmente turbio, lleno de detritus y de lodo y en el que flotan cadáveres hinchados.
 Porque sí, en efecto, hemos salido supuestamente de la crisis, el dinero corre, los restaurantes están de nuevo a reventar y la alegría impera.
 Pero ¿a qué coste? España es el segundo país entre los 34 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con más personas en edad de trabajar en riesgo de pobreza: un 15,9%. 
Sólo nos supera Grecia y por muy poco: un 16%. Según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística, uno de cada cinco españoles (21,6%) gana menos de 8.500 euros anuales y está en el filo de la miseria. 
Yo lo que sé es que, en lo más álgido de la crisis, conocí muchos hogares en los que se vivía en condiciones extremas, sin empleo y ya sin paro, sufriendo cortes de gas, de luz o de agua por no poder pagar las facturas. 
Pues bien, hoy sé de muchas personas con una situación igual de penosa, pero teniendo trabajo.
 Es decir, ocupan infraempleos con los que ganan quizá 400 o como mucho 600 euros al mes, un salario de explotación que no evita que les sigan cortando la luz. 
¿Se acuerdan de cuando los mileuristas se quejaban? Hoy parece un sueldo principesco. 

A veces me asalta la loca y envenenada sospecha de que esta crisis, la mayor de los últimos 80 años, puede haber sido una herramienta del capital para abaratar los costes laborales y aumentar las ganancias. 
 Desde luego les ha servido para eso: el 1% de la población mundial detenta hoy el 46% de la riqueza, 10 puntos más que en 2010.
 En concreto en España, los salarios del 10% de empleados que menos cobran han bajado sustancialmente, mientras que el 10% de los salarios más altos han subido aún más (datos de un interesante reportaje de Nuño Rodrigo Palacios en Cinco Días/EL PAÍS).
 Por no hablar del temor a que la recesión pueda repetirse en cualquier momento. 
Sí, al parecer los bancos están algo más controlados, pero los mismos canallas que nos hundieron continúan ocupando las mismas poltronas, desde las que siguen mandando y enriqueciéndose.
 La crisis nos ha dejado una sensación de abuso y de impunidad.
 Y esto es lo peor, esto es lo más grave. 
¿Qué ha sucedido en estos 10 años desde la caída de Lehman Brothers? El auge de las demagogias ultraderechistas, de los neofascismos y neonazismos, el creciente incendio antidemocrático.
 Verán, el partido de Hitler se presentó por primera vez a las elecciones en Alemania en mayo de 1924 y sacó un 6,5% de los votos.
 A partir de ahí no hizo más que bajar en los sucesivos comicios, hasta llegar a un exiguo 2,6% en las legislativas de 1928.
 Sin embargo, en las elecciones de septiembre de 1930, los nazis obtuvieron un alucinante 18,3% de los votos y se convirtieron en el segundo partido del país.
 ¿Qué había ocurrido entre ambas votaciones? La crisis de 1929, el crash, la Gran Depresión, una inflación brutal que arrasó Alemania y que les obligó a pagar los salarios todos los días a media jornada, para poder comprar comida antes de que la moneda se devaluase (lo cuenta maravillosamente Solmssen en su novela Una princesa en Berlín). 
Ocurrió, en fin, que la sociedad se sintió estafada. La historia nos avisa, pero no escuchamos. 
 Ya digo que el río de este tiempo arrastra cadáveres.

De Salvini y de Saviano.........................................Javier Marías

Tras las amenazas del político italiano al autor de Gomorra, es llamativo que el “colectivo” de intelectuales y escritores apenas haya dicho palabra.

OPORTUNAMENTE, la revista Claves nos ha recordado algunas citas de uno de los mejores ensayistas del XIX, el inglés William Hazlitt:
 “El principio de la idolatría es siempre idéntico: necesidad de encontrar algo venerable, sin saber qué es o por qué se lo admira… Cuanto más innoble sea el objeto de culto, más esplendorosos serán sus atributos.
 Cuanto mayor sea la mentira, mayor entusiasmo habrá al creer en ella y mayor codicia al tragársela”.
 O he aquí esta otra: “Hay países que adoran a las bestias más destructivas… 
Tal parece que las cosas más repulsivas a la razón y al sentido común son las más veneradas por la pasión y la fantasía”.
Da la impresión de que Hazlitt esté hablando de los éxitos electorales de Trump, Putin, Erdogan, Orbán, Kaczynski, Maduro, Duterte, Puigdemont y el brutal e inminente Bolsonaro (si en el Brasil no lo remedian). 
También del Vicepresidente y Ministro del Interior italiano Matteo Salvini, entronizado por el “izquierdista” Movimiento 5 Estrellas. Este individuo es abiertamente racista, zafio, chulesco, matón, despreciativo, ignorante hasta el paroxismo, con muchos visos de ser también deshonesto.
 La justicia de su país ha hallado a su partido, La Lega separatista, culpable de un fraude de 49 millones de euros que, procedentes de subvenciones electorales, el maestro y mentor de Salvini, Bossi, utilizó para reformar una casa, adquirir coches de lujo e incluso comprar una licenciatura en Albania (?) para su torpe hijo. 
Salvini procura abandonar a la muerte a los inmigrantes “esclavos” o ilegales, en la medida de sus notables posibilidades.
 Ha propuesto un censo de gitanos con vistas a expulsarlos (incluidos, quizá, los que son tan italianos como él o más); es decir, por fortuna aún está bastantes pasos por detrás de Hitler, que los gaseó junto con judíos y homosexuales. 

. Como además es asnal, quiere prohibir las vacunas obligatorias, ya que, según él, nada menos que “diez de las catorce preceptivas son inútiles y en muchos casos peligrosas, si no dañinas”. 
Pues bien, este sujeto amigo de Bannon enfervoriza a buena parte de sus compatriotas (ya avisaron con Berlusconi), haciendo deprimentemente actual la segunda cita de Hazlitt, nacido en 1778 y muerto en 1830.
 Sorprendentemente (porque los “intelectuales” nos apuntamos a cualquier causa que dé lustre), en torno a él se ha hecho el silencio internacional. Incluso tras amenazar, grave y mezquinamente, al escritor Roberto Saviano, uno de los pocos (que yo sepa, junto con Massimo Cacciari) que ha alertado sobre su peligrosidad e idiotez profundas. 
Saviano lleva doce años en el punto de mira de la Camorra por haberla ofendido y expuesto en su célebre libro Gomorra.
 Desde entonces vive escondido y protegido por cinco carabinieri. Como a Salvini no le gustan sus críticas, ya ha anunciado que “las instituciones competentes valorarán si Saviano corre algún peligro, porque me parece que pasa mucho tiempo en el extranjero. 
Valoraremos cómo se gasta el dinero de los italianos. 
Le mando un beso”. 
 Un beso de Judas de manual, porque el Ministro del Interior de un país de la UE, que debería combatir a las mafias y proteger a sus ciudadanos, tiene que revisar si un escritor condenado a muerte por una de ellas “corre algún peligro”; e ignora, en su incompetencia, que los sicarios viajan a todas partes, incluido “el extranjero”. Amenaza a Saviano con retirarle la protección porque “se gasta el dinero de los italianos”: la propia Lega podría sufragar los escoltas con sus 49 millones defraudados.
 Es decir, este Vicepresidente y Ministro está dispuesto a facilitarles a unos criminales su tarea vengativa, y nadie lo ha destituido tras semejantes declaraciones.
 Es como si un homólogo español suyo, cuando Savater era blanco de ETA y se movía con guardaespaldas, le hubiera advertido que se lo quitaría si se le ocurría criticar sus políticas. 
No habría durado diez minutos más en el puesto, y eso que nuestro país no se distingue por su decencia. 

Es llamativo que el “colectivo” de intelectuales y escritores (es el otro al que me referí el domingo pasado) apenas haya dicho palabra. 
 Quizá recuerden cómo mis colegas se movilizan ante cualquier abuso o injusticia: que si los saharauis, y los palestinos, y el Subcomandante Marcos (hubo procesiones a visitarlo, con cámaras), y la fetua contra ­Rushdie, y los ataques a Pamuk, y Saramago privado de su nacionalidad, y “Je suis Charlie”, y Assange y Snowden y cuanto esté en su memoria.
 Pocos han elevado la voz ante esta intimidación-mordaza a Saviano, y desde luego no he visto protestas ni manifiestos firmados en tropel por sus colegas y míos. 
Tal vez es que Salvini, como los autoritarios acomplejados que no aguantan ni una crítica, individualiza a los discrepantes y toma represalias.
 La mínima o nula reacción de este “colectivo” me tienta a concluir con otra cita de Hazlitt, que aún no suscribo del todo: “La vanidad del hombre de letras es descomunal, mientras que su apego a la verdad es francamente remoto… 
Sólo admitiría que algo está bien o mal en el mundo si ha sido él quien lo detectó. 
Incluso…, por hacerse el interesante (sobre todo si recibe un buen pago), está dispuesto a probar que las mejores cosas del planeta son las peores, y las más detestables ideales”.