Un sábado de invierno en un mercadillo semanal de frutas y verduras.
Entre los puestos ambulantes que anuncian a gritos su mercancía se
escucha: "¡Hoy la caja de dos kilos y medio a solo tres-cin-cuen-ta!".
Fresas brillantes, jugosas y asequibles, en pleno invierno. Al rato,
apenas quedan cajas.
Lo sorprendente no es probar esta delicatessen veraniega con la
bufanda puesta.
Lo verdaderamente heroico es el hecho de que no
necesariamente ha cruzado fronteras para llegar a la mesa.
En la caja de
fresas aparece el sello de la marca y su procedencia: Mazagón-Palos de
la Frontera, Huelva, España. "Ya casi no hay fruta o verdura que no podamos encontrar en cualquier momento del año.
Tú dime qué quieres y te lo traigo el próximo sábado", cuenta el verdulero mientras coloca unos champiñones.
Frutas tropicales, espárragos trigueros, tres variedades de
lechuga, pimientos de colores, cinco tipos de tomate... Se salvan
algunas excepciones difíciles de conseguir, como determinadas manzanas,
cuya reciente producción ha caído por las heladas —no solo en España,
sino en los países europeos de los que importamos— y cuyos precios se
sitúan entre los más altos de las últimas cinco temporadas. Si las fresas se comercializan en invierno y los tomates
durante todo el año, ¿cómo podemos saber a qué temporada corresponde
realmente cada fruta, verdura y hortaliza? Y, sobre todo, ¿por qué
importa?
En teoría, adquirir los productos de temporada supondría un ahorro en la cesta de la compra y garantizaría que estos se han desarrollado bajo el sol, lo cual es importante en el caso de frutas como el tomate, parte de cuyos "azúcares se producen gracias a la luz del sol", según explica Antonio Granell, investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas y miembro del CSIC. En algunas frutas eso es determinante, incluso, para el sabor que tienen. Pero estos productos en muchos casos solo se encontrarán ya en las huertas particulares.
¿Por qué los calabacines crecen en España en meses distintos que en Bélgica?
"Cuando vine a vivir a España desde Bélgica, lo primero que
me sorprendió fue la diferencia en el calendario agrícola. Muchos
productos tenían una temporada inversa a lo que comemos allí. En
Bélgica, el consumo de calabacines, tomates o berenjenas se concentra de
mayo a agosto, por ejemplo. Pero aquí funcionaba al revés. O al menos
eso marca el calendario oficial del MAPAMA, que es el que sigue todo el mundo", cuenta Flora Fosset, investigadora del proyecto del que nació la aplicación móvil Soy de Temporada. "Quienes vivimos en la ciudad no tenemos fácil acceso a los
agricultores para preguntar qué verduras o frutas producen cada mes; por
eso nos fiamos de los calendarios oficiales. Pero cuando empecé
a preguntar descubrí que la temporada de muchas frutas y verduras no
concuerda con la del cultivo tradicional en el campo. Y cuando
consulté al MAPAMA para saber qué metodología habían usado para elaborar
el calendario, de 2008, no me quedó claro qué fuentes habían empleado o
por qué sus datos no coincidían de ninguna manera con lo que decían los
agricultores". Así fue como surgió su trabajo colaborativo Soy de Temporada en el Visualizar’17 de Medialab Prado,
con el apoyo de más de 23 fuentes, entre agricultores y Consejos de
Producción de Agricultura Ecológica de Andalucía, Murcia, Extremadura y
Asturias. La plataforma ha iniciado incluso una campaña para "corregir" los datos del calendario del MAPAMA, que es el mismo que utiliza la OCU. Los datos oficiales —elaborados hace 10 años en colaboración con las Cooperativas Agro-Alimentarias de España— ofrecen un baile de fechas y frutas tan curioso como el de la temporada de mayor comercialización de la fresa: de enero a mayo. ¿De dónde vienen las fresas en invierno?
No es responsable comer cerezas que han recorrido 15.000 kilómetros, pero...
A la producción en diferentes climas y tipos de cultivo
dentro de España se une la importación de frutas y verduras de países
como Chile, en el hemisferio sur, donde durante nuestro invierno es
verano y viceversa. En 2016, según datos de Femex, en España importamos 1,6 millones de toneladas de frutas y 1,2 millones de toneladas de verduras. Organizaciones como Greenpeace
alertan de las emisiones de CO2 implicadas en este proceso (transporte,
almacenamiento en cámaras frigoríficas...). Concretamente, una revisión
de estudios llevada a cabo por Ingeniería Sin Fronteras atribuía al procesado, empaquetamiento y transporte entre un 15% y un 20% de las emisiones de gases invernadero que produce la industria agrícola, la cual según el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) representa del 44% al 57% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Los
valores profundamente humanos mostrados por la madre del niño Gabriel
Cruz frente a la perversidad de la mujer que mató a su pequeño han
conmovido a la sociedad.
En el cuento que contó el martes pasado Patricia Ramírez, la madre del pequeño Gabriel Cruz,
a las puertas de la catedral de Almería, junto al féretro blanco de su
hijo, la bruja ya no existía; y su niño, de ocho años, estaba ya
“jugando con los peces”. Era
una más de las metáforas usadas por una mujer que en los últimos días
ha dado varias lecciones de humanidad. Minutos antes de enterrar a su
pequeño asesinado, recordaba a las buenas personas del mundo, subía la
voz por “la buena gente”, mencionaba “los girasoles” de la canción de
Rozalén, la que últimamente más escuchaba Gabriel. Patricia Ramírez, “una mujer muy cariñosa, capaz de generar
entusiasmo y alegría en su entorno, muy querida por todos los corredores
a los que animaba en las carreras populares en las que hacia de
speaker”, fue capaz de sobreponerse a la devastación de haber perdido a
un hijo pequeño de manera inexplicable. “Al cuarto día de la
desaparición de Gabriel salió la verdadera madre, tomó el control de la
situación y se puso al mando”, aseguran los investigadores que han
estado más cerca de la familia. Desde que desapareció su hijo, el pasado 27 de febrero,
todos los focos se pusieron en ella. Pudimos verla deshecha de dolor en
esos primeros momentos de desconcierto. Desorientada por el desgarro:
“Nadie puede hacer daño a mi niño, porque es bueno, es lindo”, lograba
decir a duras penas, ahogando el llanto en la bufanda turquesa de su
niño, donde aún podía sentir su olor. Y enseñando una foto del pequeño
sonriente. Una sonrisa que durante 12 días enamoró a España. Una madre
que impresionó a un país.
En aquellos primeros días, los investigadores no pudieron ni siquiera tomarle declaración, “se deshacía”, recuerdan. Patricia, separada del padre de su hijo, Ángel Cruz desde
hacía seis años, tuvo primero que encajar el golpe de que alguien
pudiese haberle arrebatado a su pequeño. “Lo era todo para ella, su
principal afición era su hijo”. “Solía llevarlo una vez al mes a
excursiones educativas, con padres de otros niños, a que aprendieran
cosas como el arte de la pesca y cosas así”, cuentan sus amigos. Ella, una técnica del área de Deportes de la Diputación de
Almería, comprometida con los demás a través de la asociación Cada Paso
Cuenta, encarnó, sin querer, los valores más humanos. Se mostró
comprensiva, piadosa, generosa ante los potenciales captores de su
pequeño: “No guardaremos rencor, que lo dejen donde él pueda valerse por
sí mismo, en cualquier parte”, decía evitando la súplica pero apelando a
algo más profundo: la humanidad. Con esos mensajes, lanzados a través de los medios de
comunicación, llegó a todo el mundo. Generó la compasión de quien la
escuchaba. Pero no de Ana Julia Quezada, la última pareja de su exmarido
y ahora ya autora confesa de la muerte de Gabriel, que se ha
descubierto impermeable a todos los aspectos humanos ensalzados por
Patricia. Ese contraste, entre el bien y el mal, entre la bondad y la
maldad, han conmovido a miles de personas y generado toda una ola de
solidaridad con ella y con la familia. Una de las últimas expresiones de
eso ha sido el anuncio de la Unión Deportiva de Almería, el club de
fútbol de la ciudad, de lucir en su equipación —hasta el final de la
temporada— un pececito azul. Los peces se convirtieron en el símbolo, en la marca de
Gabriel Cruz después de que, también su madre, explicara que le llamaban
“pescaíto” en la familia, por su afición y gusto por el mundo marino.
Surgió toda una corriente de peces. Miles de personas han
salido a la calle estos días con esas imágenes en multitud de versiones,
pidiendo primero el regreso de Gabriel y después, justicia. Durante los 12 días que ha durado la búsqueda de Gabriel se
ha visto a una madre intentándolo todo para recuperarlo, afanada en
ablandar el corazón de su captor. Se ha visto a una mujer, decidida a
lograrlo y aferrada a la más mínima esperanza, capaz de consolar a
quienes, sintiendo con ella, se hundían. Abrazando a los voluntarios,
acariciando la cara de un ministro del Interior visiblemente emocionado,
animando a los periodistas que la grababan entre lágrimas. Ella, se
convirtió en la speaker de su propia carrera, la meta era encontrar a
Gabriel con vida. Ojalá fuese una fábula.
Ese engendro en modo de superproducción funciona, Jorge Javier Vázquez domina el cotarro desde el minuto uno y se le agradecería no hiciera comentarios de Ay ay ay como si algún concursante se fuera a ahogar, es muy pesado y va camino de GH....ABURRIR.
Si les cuento los ingredientes, a ver si adivinan bien lo que es: música de Wagner para escenarios que aspiran a una mezcla de Perdidos e Indiana Jones pero se quedan en George de la Jungla. Chiringuitos de playa que se alternan con platós intergalácticos. Un Gran Hermano tropical con toques de Sálvame
y apariciones esporádicas de la novia de King Kong (Lara Álvarez). Técnicas de supervivencia —caza, pesca y técnicas para hacer fuego—
propias de un Master Chef Resort con concursantes que ponen cara de asco
cuando se acercan a un pescado… ¿Qué puede ser?
¡Supervivientes 2018!
Ese engendro en modo de superproducción que funciona. Ese potingue de
casi cuatro horas en el que cabe todo el universo Telecinco
retroalimentado en su mundo de color con arsénico y su sentido del
espectáculo para todo tipo de mejunjes. Un Apocalipse now fallero muy a tono con la muy específica filosofía de la cadena. Jorge Javier Vázquez
domina el cotarro desde el minuto uno. Aparece en plan divo, pero
vestido de blanco no da el pego. Lejos de aparentar un aire inmaculado,
con su dominio de las tablas catódicas y su desparpajo entre sofisticado
y barriobajero con tacos a granel, se convierte en el brillante maestro
de ceremonias liante y luciferino de siempre. Todo un mago para dominar
a esa fauna que la cadena logra emparentando a la estirpe del pedorreo
nacional.
Echemos un vistazo al casting de famosillos preparados para la aventura: 16 fieras con más ganas de guerra que de cachondeo. Raquel Mosquera,
con silicona hasta en las pestañas, avisa que parece un corderito, pero
tiene su carácter. El maestro Joao —inexplicablemente elegido líder de
su grupo— las mata callando. Ha sido peluquero, camarero, transformista y
destaca como vidente. No esconde que usará sus malas artes para
desarmar a sus enemigos y para ello ha echado mano de sus larvas
astrales. Mal rollo. Sergio Carvajal, maromo número uno, dice ser un influencer,
pero de los que trabajan. Logan Sampedro, macho alfa asturiano, es el
maromo número dos. Va sobrao: “No soy perfecto, pero me acerco
bastante”. Mientras, Adrián Rodríguez, se presenta como el primer actor
casi completamente tatuado de España. En algún momento, el decorado de
su cuerpo serrano pegaba perfectamente con los fruteros rebosantes de
delicias tropicales. Dentro del apartado chavalotes, quien despide más
sosería es Alberto Isla, sin oficio conocido. Menos mal que las cuatro
neuronas de Isa Pantoja, su pareja en plató, dan algo de vidilla a su
participación con su ex enfrente. Gracia sí tiene Saray Montoya. Por arrobas. Diseñadora caló,
reta al respetable: “¿Es que acaso una gitana no tiene derecho de
prosperar en la vida?”. Ganó con su salto flamenco y se llevó al público
de calle con frases como: “Si tienes hambre, acércate a la mesa de un
gitano, que algo te caerá”. Ella y las lloreras de María Jesús Ruiz, que se define como pegatina sentimental, darán juego. Lo mismo que la electricidad porteña de Romina Malaespina,
modelo argentina a la que mejor no buscarle las pulgas: “Puede que me
hagan bullying por parecer una rubia hueca…”. No parece. Su tour de
force de alto voltaje con Isabel Castell, directora bancaria que
apareció desnuda en Interviú y con María Lapiedra, está servido. Esta actriz porno reconvertida en tertuliana de Sálvame
dice que busca relax, pero no sabe dónde se ha metido. Su momento de
gloria en la noche vino cuando a punto estuvo de cargarse todo el
movimiento de liberación de la mujer con una canción en la que gritaba:
“Quítate las bragas y tíramelas a la cara”.
El cantante Francisco,
con su gracejo valenciano, sus ansias de volver a la primera línea
perdida y sus arias de tenor resquebrajadas, puede animar la fiesta. Pero lo más flojo del corral son las millennials: Melissa
Vargas dará el toque pijín como financiera con ínfulas y a Sofía
Suescun, ganadora de Gran Hermano, le cayó una bronca pertinente de
Jorge Javier por pasar de todo en directo con una pajilla como
mondadientes. A punto estuvo de no saltar del helicóptero. Es un bluf. Foco especial para el apartado delincuentes confesos: Mayte Zaldívar busca redimirse tras haber salido de prisión por blanqueo en sus años locos marbellíes. No se entera de la fiesta y Vázquez no deja de vacilarla, pero ahí
está. Su pareja, Fernando Marcos, lo tiene claro: él ha ido allí por la
pasta. ¿Qué pasa?
Una de las primeras it girls
e icono de estilo por su sencillez y por combinar con naturalidad la
elegancia parisina con aires neoyorquinos siendo ella británica.
Sus
estilismos con pocas pretensiones suelen ser alabados por las editoras
de moda, y eso es lo que enamoró a Superga
en 2011, año en el que la marca italiana de calzado la eligió como
imagen de su campaña.
Una colaboración que hoy ha evolucionado, como lo
ha hecho la propia Chung.
Después de lanzar el año pasado su marca de moda,
ahora no solo posa ante el objetivo, sino que se ha adentrado en el ADN
de la firma italiana de calzado para reinterpretarlo y diseñar una
colección de zapatillas.
Superga tiene más de 100 años, y su modelo más exitoso, las zapatillas
2750, nació en 1925.
Y ese es el que ha versionado Chung, nacida hace 34
años en Privett.
“El boom de las zapatillas es una tendencia que ha llegado para
quedarse.
Hoy la forma de vestir, en general, es mucho más casual y
mucho de eso tiene que ver con que la gente quiere ir más cómoda.
Además, mientras hace una década eran mucho más funcionales y cuidaban
menos su estética y el aspecto relacionado con la moda, ahora las hay
para casi cualquier situación, lo que hace que sea mucho más fácil
ponérselas”, asegura Lorenzo Boglione, vicepresidente de ventas de BasicNet,
grupo propietario de Superga desde 2007 y en el que la marca de
zapatillas supone un 20% de su facturación anual (unos 110 millones de
euros el año pasado).
Hace 93 años, la fábrica de Walter Martiny en Turín comenzó a fabricar
un revolucionario producto: una zapatilla de lona con suela de goma
vulcanizada.
Convertidas en icono de la moda deportiva de los tenistas
(el italiano Adriano Panatta las llevaba cuando ganó el Roland Garros en
1976), desde hace tiempo la marca trata de seducir a los amantes de la
moda.
Y si a la industria le gusta sorprender con las alianzas entre
reconocidos nombres, Superga no se ha querido quedar atrás, y ha hecho
colaboraciones con firmas destacadas, desde Swarovski (en 2006) a la marca de las gemelas Olsen (en 2012) sin olvidar a Versace (2014).
Además, se han unido para colecciones con famosas influencers, como la española Gala González o la italiana Chiara Ferragni. Y ahora es el turno de Alexa Chung.
Según cuenta Boglione, esas alianzas con las prescriptoras de tendencias
jamás son forzadas, pues es imprescindible que las hayan visto pisar
con Superga antes de iniciar cualquier colaboración.
Y con Alexa Chung
este requisito estaba más que cumplido. “Mi madre usaba Superga mientras
crecía, por lo que para mí siempre ha sido un calzado clásico y algo
que incorporé a mi vestuario diario durante años”, asegura la británica
en la nota de prensa.
“Me gustan porque para mí son una especie de
rebelión contra las zapatillas con demasiados trucos.
No son demasiado
tecnológicas o intimidantes, son simplemente sencillas, cool, se ven bonitas y combinan con todo”, dijo de su último socio a la edición británica de la revista Vogue.
Sus diseños para esta primavera/verano
van a contracorriente de la tendencia del calzado deportivo más
tecnológico. Se ciñe a la clásica silueta de la Superga 2750, que
reinterpreta con diferentes texturas (satén, algodón, lona, felpa) y
colores (crema, burgundy y azul cielo) y que mantienen la suela blanca
que se ha convertido en seña de identidad de la marca. Aunque en esta
colección cápsula, que se pone a la venta este 15 de marzo con precios
desde los 53 a los 88 euros, ella se atreve con dos modelos destalonados
y otros dos un poco por encima del tobillo. Para Boglione, Chung representa la clienta por excelencia de
Superga: un tipo de mujer madura, que viste de forma discreta,
sofisticada y quiere ir cómoda. “No solo representa esto, además acaba
de arrancar su marca y quería que las Superga fueran las zapatillas de
su firma, no quería ponerse a crear un calzado de cero cuando existe el
que quiere. De ahí nace esta unión”, asegura para después avanzar que
esta colección no va a ser algo puntual.