Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

29 oct 2017

Punto de vista..................................................Juan José Millás

COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS
¿PODRÍA PUIGDEMONT bajar las escaleras en el instante mismo de subirlas?
 ¿Y por qué no? Después de todo es un experto en ejecutar lo contrario de lo que lleva a cabo.
 Le das un huevo, una sartén y una espumadera y te hace y te deshace una tortilla sin que, por muy atento que estés, seas capaz de adivinar cuándo se encuentra en una acción y cuándo en la contraria.
 Recuerden cómo proclamó y desproclamó la independencia de Cataluña a la vista del público. 
Dejó a la audiencia anonadada.
Los analistas políticos se pasaron días y noches discutiendo si la había proclamado al desproclamarla o desproclamado al proclamarla.
 ¿Cómo rayos lo hizo? Del mismo modo, creemos nosotros, que al subir las escaleras del Parlamento de Cataluña, dirigiéndose al pleno en el que demostraría su capacidad para decirse y desdecirse, las bajaba en realidad sin que nadie se apercibiera de ello.
 
Catalan President Carles Puigdemont arrives at the Catalonian regional parliament in Barcelona
Albert Gea
 
No es que resulte difícil averiguar si las sube o las baja, es que puede realizar las dos acciones a la vez.
 De ahí que cuando sube convenga fotografiarlo desde abajo. 
Así, además, obtienes una imagen de su espalda, que resulta más significativa que su pecho.
 Y de su nuca, más reveladora que su cara. 
Hay gente que nace de espaldas y gente que nace de perfil. Rajoy, sin ir más lejos, nació de perfil y de perfil ha hecho toda su carrera política. 
Se trata de una rareza biológica extraordinaria.
 Puigdemont nació de espaldas y ha vivido sin pausa de espaldas a la realidad.
 La película se llama El hombre de espaldas contra el hombre de perfil. El fotógrafo eligió bien el sitio desde el que disparar. 
 

Porque pueden.................................................Rosa Montero

Para llevar a todos los cerdos que cometen atrocidades con las mujeres a los tribunales, tenemos que valorarnos y respetarnos más a nosotras mismas. 
COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
Hace tres años publiqué una columna en EL PAÍS que trataba de las 270 niñas nigerianas secuestradas por el brutal grupo islamista Boko Haram. 
De ellas tan sólo han sido rescatadas unas cien que relataron el infierno de sus vidas: eran violadas repetidas veces al día y si no se convertían al islam las degollaban.
Las otras chicas siguen en manos de estos monstruos. 
Hoy nadie habla ya de ellas. Por lo visto, nuestra atención se ocupa de cosas más importantes.
 Aquel artículo lo titulé Porque pueden. Era la respuesta a una simple pregunta: ¿cómo es posible que un grupo terrorista se lleve a tantas niñas con esa impunidad y las mantenga de esclavas sexuales durante años?
 Pues lo hace, precisamente, porque puede.
 Porque el valor de la vida y de la integridad de esas adolescentes nunca ha sido alto en el mercado.
 Porque desde el principio de los tiempos el rapto y la violación de las mujeres ha sido un arma de guerra perfectamente aceptada. 

Hoy retomo aquel título para hablar del escándalo de ese productor de Hollywood, Harvey Weinstein, de cuya mano salieron películas tan famosas como Shakespeare in Love o Pulp Fiction, y del que ahora sabemos que también usaba sus manitas para otras cosas: al menos 27 actrices le han denunciado por abusos sexuales, tres de ellos en grado de violación.
 Y lo peor es que todos lo sabían desde hacía mucho tiempo.
 De hecho, se hicieron bromas sobre ello en series de televisión y en las nominaciones de los Oscar de 2013 (“Enhorabuena a estas cinco damas que ya no tienen que seguir fingiendo que les gusta Harvey Weinstein”, dijo el presentador).
 Por todos los demonios, ¡pero si la historia de la actriz joven que se ve obligada a hacerle un trabajito sexual al productor es un lugar común, un tópico habitual del mundo de la farándula!
 Innumerables películas, novelas y obras teatrales hablan de ello con una naturalidad no exenta de burlona complicidad.
 Como si fuera lo normal y hasta chistoso, vaya.
 Como si parte de la educación dramática de una actriz pasara por ser usada por un marrano.
 De hecho, Weinstein no está solo en este alegre deporte violador. Ya ha sido fulminantemente suspendido el presidente de Amazon Studios, Roy Price, acusado de lo mismo, y no olvidemos el caso de Bill Cosby
 Ahora bien, todos estos miserables, ¿por qué lo hicieron? Pues porque podían. 
Porque estaba admitido, porque era algo tácitamente aceptado por la sociedad.
 La única diferencia es que ahora las actrices de Hollywood parecen haberse cansado de ser trofeos sexuales.
 Me pregunto cuándo empezará a salir toda esa porquería a la luz también en España: estoy segura de que no somos una excepción en el penoso chiste de la actriz jovencita y el productor (o el director) baboso.
 Pero para que eso ocurra, para llevar a todos estos cerdos a los tribunales, las mujeres tenemos que dar un paso hacia delante en la valoración y el respeto que nos tenemos a nosotras mismas. 
Me espanta que en el mundo sucedan una y otra vez atrocidades sistemáticas contra las mujeres, como los millones de víctimas a las que amputan el clítoris, o a las que obligan a ir veladas, a no salir a la calle sin compañía de varón, a no poder estudiar, no poder conducir, no poder trabajar; o las miles de jóvenes a las que arrojan ácido o son quemadas vivas por sus padres y hermanos (a veces por sus madres) por los infames delitos de honor; o las incontables niñas y adultas violadas, torturadas y asesinadas en este maldito planeta. 
Hay un genocidio en marcha contra la mujer al que asistimos impertérritos sin que pase nada, sin que la comunidad internacional tome medidas de ningún tipo, sin que dicte un embargo, por ejemplo (como se hizo cuando el apartheid), contra países que mantienen en la más feroz esclavitud a la mitad de su población. 
Al contrario: la comunidad internacional no sólo no protesta, sino que usa a la mujer como moneda de cambio: si nos interesa pactar con los talibanes, por ejemplo, no volvemos a mencionar el engorroso problema del feminicidio.
 ¿Que por qué actúan así estos miserables? Pues porque pueden. Porque todavía no estamos seguras de nuestro propio valor. Porque no hemos dicho basta. 
Va siendo hora de hacerlo.

Demasiados cerebros de gallina...................................Javier Marías

Las subjetividades son infinitas y siempre habrá a quien ofenda cualquier cosa.
 Nadie podría decir nunca nada, como en los regímenes totalitarios. 

Javier Marías
ME ENTERO de unas recientes estadísticas americanas que aún no hielan, pero enfrían sobremanera la sangre. 
Más que nada por eso, porque no son de Rusia ni de las Filipinas ni de Turquía ni de Cuba ni de Egipto ni de Corea del Norte, sino del autoproclamado “país de los libres” desde casi su fundación.
El 36% de los republicanos cree que la libertad de prensa causa más daño que beneficio, y sólo el 61% de ellos la juzga necesaria. Entre los llamados millennials, sólo el 30% la considera “esencial” para vivir en una democracia (luego el 70% la ve prescindible). Hace diez o quince años, sólo el 6% de los ciudadanos opinaba que un gobierno militar era una buena forma de regir la nación, mientras que ahora lo aprueba el 16%, porcentaje que, entre los jóvenes y ricos, aumenta hasta el 35%. 
Un 62% de estudiantes demócratas —sí, he dicho demócratas— cree lícito silenciar a gritos un discurso que desagrade a quien lo escucha. 
 Y a un 20% de los estudiantes en general le parece aceptable usar la fuerza física para hacer callar a un orador, si sus declaraciones o afirmaciones son “ofensivas o hirientes”. 
Por último, el 52% de los republicanos apoyaría aplazar —es decir, cancelar— las próximas elecciones de 2020 si Trump así lo propusiera.
Todo ello es deprimente, alarmante y no del todo sorprendente. Nótese la entronización de lo subjetivo en el dato penúltimo.
 Los dos adjetivos, “ofensivo” e “hiriente”, apelan exclusivamente a la subjetividad de quien oye o lee. 
Alguien muy religioso sentirá como hiriente que otro niegue la existencia de Dios o que su fe sea la verdadera; alguien patriotero, que se diga que su país ha cometido crímenes (y no hay ninguno que no lo haya hecho a lo largo de la Historia); alguien ultrafeminista, que se critique la obra artística de una congénere; alguien independentista, que se disienta de sus convicciones o delirios. 
En todos esos casos se vería justificado acallar a voces o mediante violencia al que nos contraría, porque “nos hiere u ofende”. 
Y como las subjetividades son infinitas y siempre habrá a quien ofenda o hiera cualquier cosa, nadie podría decir nunca nada, como en los regímenes totalitarios.
 Bueno, nada salvo los dogmas impuestos por el régimen de turno, de derechas o de izquierdas. 

Esas estadísticas son estadounidenses, pero me temo que en Europa no serían muy distintas.
 No es una cuestión de edad ni de ideología.
 Como se comprueba, participan de la intolerancia los mayores y los jóvenes, los demócratas y los republicanos. 
Demasiada gente, en todo caso, dispuesta a cuestionar o suprimir la libertad de expresión y de prensa, a celebrar un gobierno de militares, a callarles la boca por las bravas a quienes sostienen posturas que no les gustan.
 Las estadísticas de aquí las proporcionan las redes sociales, en las que un número ingente de individuos recurre de inmediato al ladrido, la amenaza y el insulto ante cualquier opinión diferente a la suya. 
Las más de las veces cobardemente, no se olvide, bajo anonimato. 
No cabe sino concluir que una serie de valores “democráticos”, que dábamos por descontados, se están tambaleando. 
Valores fundamentales para la convivencia, para el respeto a las minorías y a los disidentes, para que la unanimidad no aplaste a nadie.
 Algo lleva demasiado tiempo fallando en la educación, y las conquistas y avances en el terreno del pensamiento, de la igualdad social, de las libertades y derechos, de la justicia, nunca están asegurados.
Personas con importantes cargos, y por tanto con influencia en nuestras vidas, razonan de manera cada vez más precaria, como si a muchas se les hubiera empequeñecido el cerebro. 
No sé, un par de ejemplos: la diputada Gabriel ha incurrido en una de las mayores contradicciones de términos jamás oídas, al calificarse a sí misma de “independentista sin fronteras” (sic); y, después de la españolísima chapuza de Puigdemont en su Parlament el 10 de octubre, cerebros como el de Colau o el de los cada vez más osmóticos Montero e Iglesias (ya no se sabe si él la imita a ella o ella a él, hasta en el soniquete y los gestos) dedujeron que al President de la Generalitat había que “agradecerle” su galimatías, porque podía haber sido peor, y menos “generoso”. 
Tras haber mentido, engañado y difamado compulsivamente, tras haberle ya causado un irremediable daño a su amada Cataluña, haber montado un referéndum-pucherazo digno de Franco y haberle dado validez con cara granítica, haberse burlado de su propio Parlament y haberlo cerrado a capricho; tras haber violado las leyes y haber despreciado a más de la mitad de los catalanes, ¿qué es lo que hay que “agradecerle”?
 ¿Que no sacara una pistola y gritara “Se sienten, coño”, como Tejero?  

Es como si al atracador de un chalet hubiera que agradecerle que se llevara sólo los billetes grandes y dejara los pequeños, y se limitara a maniatar a los habitantes, sin pegarles. 
Señores científicos, hagan el favor de estudiar con urgencia por qué tantos cerebros humanos, en los últimos tiempos, han retrocedido y menguado hasta alcanzar el tamaño del de las gallinas.

28 oct 2017

La transformación sin fin del rostro de Charlene de Mónaco

La esposa de Alberto de Mónaco lleva años retocándose su físico. Su último cambio lo ha mostrado en Los Ángeles.

Charlene de Mónaco, antes y después.
Charlene de Mónaco, antes y después. GTRES
El lunes Catherine Zeta-Jones dejó boquiabierto a medio mundo con su imagen, sobre todo con los últimos procedimientos estéticos que se realizó y que le dejó un rostro bastante diferente del habitual. 
Ahora le ha tocado el turno a Charlene de Mónaco.
  Hace mucho que la exnadadora y esposa del príncipe Alberto de Mónaco no aparecía en un acto público, para nadie es un secreto que ella evita todo lo posible asistir a eventos, pero esta vez no pudo evadir su trabajo oficial y acudió como representante del Principado de Mónaco a la gala de entrega de los premios princesa Grace, que se celebran en los Estudios Paramount de Los Ángeles. Y su rostro, prácticamente sin gestos, volvió a ser noticia.
 Desde que comenzara su relación amorosa con el príncipe Alberto, la princesa se ha sometido a diferentes intervenciones estéticas, y ha renovado radicalmente su imagen en varias ocasiones. 
Entre las más evidentes están la rinoplastia y el aumento de pecho. Y aunque, como muchas otras personas es una cliente frecuente del bótox, esta vez el exceso de colágeno en los labios la delató. Charlene siempre tuvo unos labios bastantes delgados y finos, pero la noche de este miércoles se dejó ver con unos mucho más carnosos e inflamados. 
Tanto así que le costaba sonreír con naturalidad.
 Eso sumado al tratamiento al que se sometió para voluminizar sus pómulos dieron como resultado un rostro demasiado hinchado.
La princesa Charlene de Mónaco, la noche del miércoles en Los Ángeles.
La princesa Charlene de Mónaco, la noche del miércoles en Los Ángeles. WireImage
La rinoplastia se la realizó en 2008. 
Decidió pasar por el quirófano para perfilarse la nariz y hacerla un poco más delgada (antes era aguileña y estaba torcida)
. Luego cayó en las manos del bótox
. Al principio se inyectaba poco solo para disimular algunas líneas de expresión, pero con el paso de los años Charlene ha ido perdiendo algo más que las arrugas normales de la edad. 
 El exceso de esta sustancia provoca que tenga un rostro con gesto de sorpresa y bastante plastificado.
La princesa pasó de nuevo por quirófano en 2010 cuando decidió aumentarse el pecho.
 Aunque nunca lo ha confirmado las fotos del antes y después sirven como pruebas irrefutables de la operación.