Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

27 feb 2014

Picasso, a ojos de Jacqueline

Un libro sobre la última mujer del pintor afirma que donó 61 obras a España en 1986.

 

Pablo y Jacqueline en La Californie, alrededor de 1955.

En junio de 1982 Jacqueline Picasso (1927-1986) dejó boquiabiertos a todos los que acudieron a inaugurar una exposición en el Museo Picasso de Barcelona.
 Cuando el alcalde Narcís Serra tomó la palabra, la última mujer de Picasso lo interrumpió para decir que donaba a la ciudad de Barcelona 52 cerámicas realizadas por el pintor malagueño.
 Fue una prueba de su generosidad que tuvo su momento culminante poco antes de morir en 1986 —tras pegarse un tiro en la sien en su castillo de Notre-Dame-de-Vie—, cuando donó 61 cuadros que se exponían en el Museo de Arte Contemporáneo (MEAC) de Madrid a España.
 Eso es lo que sigue manteniendo Pepita Dupont, amiga íntima de Jacqueline durante los tres últimos años de su vida.
'Jacqueline con flores', pintado por Picasso en 1954.
Lo asegura en La verdad sobre Jacqueline y Pablo Picasso (Elba), un libro que sale hoy a la venta en castellano tras publicarse en francés en 2008, levantando una fuerte polémica entre los herederos del pintor que no dudaron en presentar hasta cuatro querellas.
 Y lo volvió a ratificar ayer en la presentación del libro en Barcelona.
Dupont explicó que: “Como hacía siempre que efectuaba una donación, Jacqueline me llamó y me dijo que había elegido con Aurelio Torrente, director del museo, las 61 obras que se expondrían en Madrid y que ya no volverían a Francia.
 Lo sabía Torrente, que había hablado con el presidente Mitterrand, con su hija, Catherine Hutin, con el abogado de Picasso, Roland Dumas, que también me lo confirmó y con el abogado español José María Armero”
. Dupont no entiende por qué España no peleó más por estas pinturas.
 “Quizá hay intereses políticos que se me escapan”, aseguró tras reconocer que no ha podido hablar con Felipe González sobre las posibles presiones francesas para olvidar el tema.
La inexistencia probada del documento hizo que las obras volvieran a Francia
. Para colmo, el Estado español tuvo que pagar por la venta de las publicaciones editadas para la exposición 30 millones de pesetas en concepto de derechos de autor.
 “Es un milagro que el libro salga en español, porque todas las cosas referidas a Picasso están muy controladas por la familia”
. De hecho, aseguró, el libro no se vende en el Museo Picasso de París. “Lo volvería a escribir igual”, explicó esta periodista que durante 36 años ha trabajado para el semanario Paris Match.
'Jacqueline en cuclillas' (1954), una de las 61 obras exhibidas en la exposición 'Pablo Picasso en Madrid' en el MEAC, que forman parte de la colección privada de su viuda, Jacqueline. / bernardo pérez
Dupont, lejos de los libros escritos por los descendientes de Picasso en los que el pintor no sale bien parado, retrata un “artista tierno y nada cruel”, y asegura que: “Como periodista he verificado lo que he escrito, refutando las obras que lo mostraban como un monstruo o un ególatra”.
“He escrito una historia de amor de 20 años entre Picasso y Jacqueline, en la que queda claro que los cuadros nunca fueron para ellos una fuente de negocios, era algo diferente, una manera de vivir y de compartir con los otros”, explica.
E insiste: “Jacqueline hizo testamento, lo vi y el artista Gastón Orellana, también”. Esta afirmación le ha costado caro, ya que Catherine Hutin (la única hija de Jacqueline) denunció su libro por difamación, por entenderse que ella lo había hecho desaparecer.
 Lo raro, asegura Dupont, es que la ausencia de testamento de Picasso —“Me moriría al día siguiente si lo hago”, le dijo al crítico John Richarson— no impidió que se hiciera efectiva la donación de su colección particular al Louvre.
La autora, que no omite el alcoholismo final de Jacqueline ni su debilidad psicológica, se pone seria cuando recuerda su suicidio:
 “Habíamos hablado del tema. Me prometió que no lo haría, fue la única vez que me mintió”.
La periodista remacha sus críticas a los intereses económicos de los herederos del pintor con una anécdota:
“No han tenido reparos en dar el nombre de Picasso a un coche, cuando él no tuvo ningún interés de saber conducir”.Son Mujeres protectoras las que estuvieron con Picasso, menos Dora Maar, Jacqueline era la que fijaba el trabajo de su marido, la que cedia o no sus compañias, la que vigilaba que no se le molestara para trabajar y una manera de agarrarse a Picasso, tenerlo ella sola. Y esa fragilidad emocional de vivir como un genio, la volvió insegura y frágil. Muerto Picasso la vida ya no tenía sentido, como las mujeres que parecen secretarias, enfermeras, de grandes artistas, la de Borges, la de Arturo Moravia fue un caso a parte, ella se dedicó a vivir su vida con el respeldo de Moravia, y la mujer de Saramago, destinatarias de custodiar la obra de su genio que se habian convertido en auxiliares y cuidadoras. Caso a parte sería Marina Castaño con Cela que hizo todo lo posible por tener ella lo que jamás pudo tener su mujer aterior y su hijo....

Los secretos de Suárez y Carrillo

La obra ‘El encuentro’, en el Teatro Español, viaja a un momento esencial de la Transición para establecer paralelismos con el momento actual.

 

Los intérpretes de 'El encuentro', José Manuel Seda (Suárez) y Eduardo Velasco (Carrillo). / Samuel Sánchez

Suele decirse que los de antes sí que eran políticos de verdad, verdaderos hombres de Estado llamados a tomar con templanza y coraje decisiones históricas.
 Tal vez sea el tiempo el que engrandece su talla, o tal vez no, en cualquier caso ahora podemos imaginarlos en una recreación de un episodio legendario de nuestra Transición: la reunión secreta que mantuvieron en 1977 “un hombre de ideales que vive en el exilio”, Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista, y “un pragmático que preside el gobierno de España”, Adolfo Suárez. De esa reunión, en la que se pactó la legalización del partido, se cumplen mañana precisamente 37 años de esta reunión.
Las descripciones pertenecen al texto de El encuentro, que se puede ver en el Teatro Español hasta el 30 de marzo. “Se trata de expresar el sentir de ese momento histórico”, explica el autor Luis Felipe Blasco Vilches
. “Lo consideramos oportuno porque hay paralelismos entre lo que ocurrió en España en aquellos años (la construcción de la democracia) y lo que ocurre ahora (cuando esa democracia se está sintiendo insuficiente)”, explica.
Aunque la reunión real duró más de seis horas aquí se ficciona en hora y media este choque dialéctico entre Adolfo Suárez (interpretado por José Manuel Seda), al que se pinta como un sutil demiurgo del consenso que sabe engatusar a unos y otros y Santiago Carrillo, que se muestra severo y escéptico en ceder ante la monarquía, la derecha y la iglesia (interpretado por Eduardo Velasco, que además es el artífice de la idea original de la función).
Entre una sobredosis de tabaco bien regada por los licores que salen del minibar que preside la escena (un tablero de ajedrez simboliza ahí el espíritu de la obra) van saliendo a colación otros temas de la época, como el asesinato de los abogados laboralistas de Atocha, la legitimidad del Rey como sucesor a la jefatura del Estado, el atentado contra Carrero Blanco o la autoría de las matanzas de Paracuellos.
“Queremos que sea un homenaje a dos personas valientes que en un momento histórico tomaron una decisión muy sabia: la de anteponer la razón a la ideología, el bien común a sus intereses partidistas”, dice el director Julio Fraga.
La caracterización de los actores es certera (aunque una mirada traviesa también podría ver aquí un psicodélico encuentro entre Artur Mas y Marcelino Camacho).
 “No tratamos de imitar ni caricaturizar a los personajes, sería ridiculizarlos”, cuenta Velasco. “Nuestra máxima ambición es ahondar en la idiosincrasia personal de cada uno de estos dos grandes políticos y personas que supieron entenderse en ese momento.
 Como decía Carrillo, hicieron lo que tenían que hacer, lo que posibilitó una paz durante 37 años. Pero ahora hay que revisar todo eso.
 Revisemos una Constitución que no ha votado nadie menor de 51 años”, comenta.
El final de este encuentro puede consultarse en los libros de historia
. En cualquier caso, la obra va más allá y busca la relación con el contexto actual.
 Un Carrillo atemporal se pregunta si las actuales protestas y la demanda de una mejor democracia no serán deberes pendientes desde entonces, muy en la línea de los críticos de eso que se ha dado en llamar la Cultura de la Transición (CT): un clima de consenso que ha dominado nuestra vida cultural y social desde entonces y que no ha permitido ninguna crítica a la sacrosanta Transición y al status quo, que algunos solamente vieron quebrado con la irrupción del 15M.

Paco, el chiquillo eterno........................................................... Rubén Blades

En escena desaparecía en su fuego y destreza.

 

Rubén Blades y Paco de Lucía / http://www.rubenblades.com/

Pocas cosas nos estremecen más que la muerte de un ser querido.
Sentimos como una patada en el alma, que nos saca de orden y nos disminuye.
Cuando el que se va es un contemporáneo, la conciencia de nuestra mortalidad se afirma, implacable y serena.
Los hombres no aman sin amarse, dijo Camus y por eso nadie muere sin que todos muramos también un poco.
 Eso lo reconoce todo el que como yo tiene mas pasado que futuro.
No presumo de haber sido un íntimo de Paco. Simplemente fui un cómplice, de los muchos que debe haber acumulado en su insigne carrera musical y foja de vida.
Así compartimos la mirada corroborativa, la incrédula, la solidaria, el silencio cuando lo que había que hacer era callar, la sonrisa simultánea, la risa completamente desnuda, la coincidencia...
Fue en Puerto Rico la última vez que lo vi y hablamos, en una de sus siempre excelentes presentaciones que después me comento no considerar de las mejores
. Su genio nunca estuvo conforme con su virtuosismo evidente, y nunca me lució satisfecho, ni con elogios. Decir que era de pocas palabras es ya hablar mucho.
 En escena daba la impresión de querer desaparecer en el medio de las notas, su fuego y destreza luego atenuados entre tema y tema por una extraordinaria timidez que nunca dejó de sorprenderme.
Una vez, en Hong Kong, lo llegué a ver molesto por lo que consideró una mala actitud de un colega, y su encojonamiento y acción me confirmaron que era un hombre como yo, capaz del enojo.
 Pero pasado el temporal, desconcertante para quien lo conocía solo experimentando la consideración en su trato y por el brillo de sus ojos de chiquillo eterno, regresaba la mirada y pausa que distinguía al espacio entre sus palabras y transcurríamos a otro tema, sin residuo de relámpago, de trueno, o conflicto.
Nos cagábamos de risa, fumábamos como chimeneas, tomábamos tragos y hablábamos de música durante ese pedazo del camino, periodos de constante viaje, enredo, trabajo, despedidas y encuentros.
Hace unos años acordamos hacer un disco juntos y como siempre ocurre, otras cosas nos distraían constantemente
. En marzo planeaba ir a Costa Rica para reunirme con EDITUS, el excelente trío costarricense con el que trabajé los álbumes TIEMPOS y MUNDO, para entregarles los boleros que escogí y pedirles que hicieran las maquetas de los temas y enviárselos a Paco, para que las revisase y estudiase.
El proyecto ha quedado hoy en suspenso.
 Otra razón para lamentar el creer que el tiempo puede esperar.
Consuela un poco pensar que estaba contento, con su familia, y que no sufrió dolor alguno.
Eso espero.
A Gabriela y familia solo les digo que mi afecto por ellos es inextinguible.
Todos sabemos que la muerte es un inconveniente inevitable.
Pero gente como Paco de Lucia debieran de ser excluidos de la lista.
Reciba mi admiración y cariño, Maestro.
Rubén Blades, nacido en 1948 en Panamá, es compositor musical, cantante, actor de cine, ex—candidato a la presidencia de su país y ex–ministro de Turismo. Blades publicó este artículo en su página digital oficial http://www.rubenblades.com/

La potencia musical del flamenco............................................ José Manuel Caballero Bonald

El escritor y premio Cervantes, autor del artículo, analiza los orígenes, influencias y manera de tocar la guitarra el artista flamenco fallecido

Paco de Lucía era partidario de la soledad y de la felicidad, y eso reaparece continuamente en su obra.

De izquierda a derecha: Manolo Sanlúcar, Paco de Lucía y Carlos Saura, en el rodaje de 'Sevillanas'. / EL PAÍS

Paco de Lucía estudió y practicó la guitarra flamenca con una extraordinaria capacidad indagatoria. Se sometió desde muy niño a un riguroso, obstinado, inflexible aprendizaje y asimiló muy a fondo los secretos expresivos de una tradición flamenca nacida y desarrollada en ciertos arrabales de la Baja Andalucía.
Desde su rincón nativo, Paco de Lucía saltó bien pronto al mundo
. Era de natural retraído y ensimismado, pero nada de eso se traspasó a la potencia comunicativa de su música.
También era partidario de la soledad y de la felicidad, y eso sí reaparece de continuo en su obra
. Casi sin apenas ser notado, a través de lentas y perseverantes enseñanzas, pasó de usar la guitarra como acompañamiento del cante a enaltecerla como instrumento de concierto
. Se integró así en una estirpe de guitarristas —Niño Ricardo, Sabicas, Montoya- que aportaron al flamenco toda una serie de memorables conquistas expresivas.
Pero Paco de Lucía impulsó, dotó de un nuevo rango estético, más dinámico, más innovador, lo que ya se había alcanzado en este sentido.
Convertido en uno de los grandes reformadores históricos de la guitarra flamenca, Paco de Lucía quiso llegar a más.
 Su técnica era impecable, de una desaforada perfección, pero él necesitaba ir más allá: necesitaba posponer la técnica a la sensibilidad, supeditar el lenguaje a su libre potencial creador
. A partir de los básicos esquemas musicales del flamenco, ideó nuevas formulaciones complementarias
. Los límites expresivos de los cantes eran en ocasiones insuficientes, o lo eran en razón de sus propios cauces comunicativos. Probó para ello con deslumbrante eficiencia esa correlación de fuerzas que le proporcionaban otros guitarristas eminentes de acento universal —Carlos Santana, Al Di Meola, Eric Clapton—, con quienes se confabuló para articular una manera de entender la poética de la guitarra flamenca absolutamente innovadora.
Se fundamenta así una forma nueva por inusitada de alianza artística
. Por el tejido de la tradición popular empiezan a filtrarse —o a definirse— unos nutrientes cultos. Una eventualidad que, en el mejor de los casos —en este caso— también resultaba enriquecedora.
Paco de Lucía disponía de un virtuosismo enigmático, imprevisible por momentos, literalmente inscrito en un sistema expresivo que podría llamarse —empleando un término muy manoseado— la estética del duende
. Por ahí se perfila el prodigio de llegar adonde nadie había llegado, a una situación límite donde la novedad equivalía a la clarividencia
. La manera de tocar la guitarra de Paco de Lucía era su forma de sacar a flote la intimidad.
 Y en esa intimidad se juntaban con similar lucidez el conocimiento y la intuición, lo aprendido y lo adivinado, una especie de cabal síntesis creadora.
 No me refiero ya a sus falsetas, es decir, a esas inolvidables filigranas ornamentales con que solía acompañar al cante, sino a la exigente estructura melódica, a la exquisita plenitud de su obra de solista.
Casi sin proponérselo, Paco de Lucía llegó a ser un auténtico compositor.
 Llevaba en la sangre, como suele decirse, una admirable propensión a los traspasos musicales de la experiencia.
 Es lo que hizo siempre con un lenguaje originalísimo y una asombrosa destreza imaginativa.
 Y todo eso sin esgrimir nunca ninguna clase de alharacas o vanas complacencias.
 Amaba la música con tanta honestidad como la vida.
 Con él, la guitarra flamenca alcanzó un fin de trayecto o, más propiamente, una virtud extrema que también podría llamarse —como he apuntado más arriba— una situación límite
. Lo demás es silencio.