Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

31 jul 2012

La única certidumbre

El problema con Alberto Ruiz-Gallardón desde que es ministro de Justicia es que puede provocar la parálisis en quienes le escuchan.
 El pasmo, la suspensión o pérdida de los sentidos están causados, fundamentalmente, por la dificultad para encontrar el adjetivo que mejor le cuadra a él y a sus declaraciones.
 Las últimas, anunciando su intención de modificar la ley para impedir que las mujeres puedan interrumpir su embarazo cuando se detectan malformaciones en el feto, es decir, una de las pocas cosas en las que seguramente están de acuerdo el 90% de los españoles, reducen todavía más el campo de elección.
Si no fuera por las graves consecuencias que podría acarrear su anuncio y su actitud, se podría cerrar el debate sobre Ruiz-Gallardón recurriendo a una expresión inglesa muy gráfica: “scatterbrained”, donde “scatter” significa derramar, y “brain”, cerebro, y que suele acompañar a personas atolondradas, con poco crédito
. En el campo político, quizá podría calificar a quienes se deslizan por un tobogán de irrelevancia.
Cabe la posibilidad de que Gallardón crea una de estas dos cosas: que su futuro político, y su expresa aspiración a sustituir un día a Mariano Rajoy, pasa por conectar con la derecha religiosa más reaccionaria, lo que abundaría en su condición de atolondrado o de “scatterbrained”, o que crea estar echándole un capote al presidente del Gobierno, distrayendo la atención de los ciudadanos de la grave situación económica que padecen, lo que tampoco sería síntoma de gran clarividencia.
 Porque es muy difícil que los ciudadanos dejen de tener presente en el día a día que la crisis ha llevado a más de cinco millones y medio de españoles al paro y que se anuncia otro millón más.
 Difícil que no se espanten ante la noticia de que más del 50% de los jóvenes españoles no tienen empleo y no podrán conseguirlo en mucho tiempo.
La realidad es que la atención pública sigue centrada en la angustia que producen unas cifras de paro que continúan subiendo
Por mucho que la atención política esté centrada en la prima de riesgo, en las reacciones del Banco Central Europeo o en la marcha de la Bolsa, y por mucho que se realicen maniobras de distracción, la realidad es que la atención pública sigue centrada en la angustia que producen unas cifras de paro que continúan subiendo y para las que el Gobierno no es capaz de ofrecer el menor alivio.
Las grandes crisis de empleo son como las guerras.
 Y como cuenta el historiador y periodista sueco Peter Englund en su último libro, en el que recoge el testimonio de una veintena de vidas anónimas que padecieron la I Gran Guerra: “Dos de esos veinte cayeron en combates, dos fueron prisioneros, dos fueron héroes homenajeados y dos acabaron siendo físicamente unas piltrafas.
 Uno perdió literalmente la razón.
 Otro no oyó ni un solo disparo. Pero a todos les unió el hecho de que a cada uno de ellos se les robó algo, la juventud, la esperanza...”. Las grandes crisis de paro masivo terminan también robándole algo valioso a todo el mundo: la humanidad.
En las guerras, explica Englund (como en las grandes crisis económicas, se podría decir hoy), la información existe, pero es casi siempre insuficiente, “lo que hace que haya que recurrir a conjeturas, figuraciones, ideas fijas (…), rumores”.
 La característica de una guerra es que uno no sabe lo que está pasando y que no tiene idea de lo que va a pasar la semana o el mes siguiente.
 La incertidumbre.
 Es asombroso que una sociedad tan sofisticada como la actual esté experimentando esa misma atroz sensación de incertidumbre.
 Que en un mundo tan aparentemente complejo y refinado como la sociedad occidental, cunda la misma imposibilidad de que exista “una firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar”.
Quizá la única certidumbre que podemos tener los seres humanos en épocas como esta es precisamente que existe la obligación de no contribuir a aumentar el dolor, eso que parece despreciar con tanto desdén y tanta frivolidad nuestro ministro de Justicia.
solg@elpais.es

EL DOLOR

Dolor físico

Por: | 31 de julio de 2012

Frida la columna rotaHacer frases sobre el dolor es una muestra inequívoca de que no lo padecemos intensamente. Al menos en ese momento.
Hay quienes se sienten paralizados por una afección que les desborda. Y antes de cualquier consideración, hemos de expresar nuestra profunda solidaridad, y no pocas veces impotencia, ante su situación.
 Padecerlo impide detenerse en sus modos de decir, y no sentirlo incapacita para hacerlo de verdad.
 Así que más bien nos expresamos sobre el recuerdo, sobre la memoria, sobre la huella de lo que es, o sobre el efecto compungido de la cordialidad que sentimos. También por nosotros mismos.
 Y por otros.
El dolor trastorna el decir. Y no solo. Pero hemos de empezar por no reclamar que de modo inexorable se exprese verbalmente, que se defina con precisión, que se caracterice.
  El dolor localizado es aún nuestro. Cuando ya ni siquiera hay modo de localizarlo con una mínima precisión somos suyos
. El dolor también es errático, incluso fantasma, no solo fulgurante. ¿Dónde nos duele el dolor?, ¿de dónde nos proviene? Puede llegar a dolernos el dolor supuestamente ajeno. Y no es sólo un dolor empático, es un dolor físico que también anula, que también deteriora personalmente, que también trastorna los entornos. Incluso en tal caso, podríamos ser capaces de otro modo de decir, menos convencional, pero no menos verdadero.
No queda claro hasta qué punto podemos sentir el dolor del otro, pero es evidente que es imprescindible padecerlo de algún modo para siquiera ser capaces de tratar de pensarlo y de acompañarlo.
 Al menos lo suficiente para no hacer discursos épicos sobre sus ventajas y menos aún sobre lo fructífero que puede llegar a ser para nuestra paciencia, nuestra plenitud y nuestra liberación personal.
 El dolor lesiona, no sólo es una consecuencia, también trabaja como causa. Perjudica la salud. No es sólo un indicio.
 Y debemos combatirlo.
 Genera un abismo que dificulta la comunicación y nos aísla en una soledad sin sustituto, irremplazable, que viene a ser la constatación de un mal difícilmente remediable.
 Pero que hemos de afrontar.
Hay dolor. Intenso, extenso, profundo. Y con todo su alcance y con todas sus consecuencias, en ocasiones puede decirse que es un dolor físico. Nos duele el cuerpo, nos duele en el cuerpo y de tal modo que nos afecta tan radicalmente que lo desborda, como si él mismo se viera trastornado en lo que es, rebasado, como si no se redujera a sus propios límites.
 Si suponemos que es un dolor localizado, desde luego no lo es simplemente en un lugar. Y no siempre estamos en condiciones de afrontarlo. Nos supera.
 Nos disloca. Incluso hasta llegar a podernos. Y a desesperarnos. Nada por tanto de simples llamadas a la resignación ajena.
 Otra cosa es la impotencia ante la contundencia de su embestida, la constatación de los límites de nuestra capacidad. Pero el dolor ha de afrontarse, ha de expulsarse. Por dignidad.
Frida
Quienes viven constantemente conminados por el desafío del dolor son una referencia para nuestros lamentos y debilidades, y ponen en evidencia lo que en nosotros no pasa de ser una molestia o una incomodidad, por muy radical que la sintamos.
 Hacemos bien en no limitarnos a asumirlas y, más aún, en adoptar todas las medidas para aliviarlas y para evitarlas.
 No hemos de confundir la terapia por la palabra, o la cordial compañía del sencillo decir próximo, con la reducción del dolor a su expresión o de la curación a la proliferación indiscriminada de palabras. Manifestar dolor puede resultar liberador.
 Una vez más hemos de respetar los diversos caminos que cada quién ha de recorrer en su singular peripecia personal
. Que el dolor pueda llegar a ser fecundo o creativo, no evita que quepa no ser deseado en absoluto
. Que haya quien lo busque no contraviene la posición de que hemos de erradicarlo cuando nos sobreviene. No hablamos ahora de una elección, sino de un padecimiento,
El dolor físico radical, ese que alcanza a todo cuanto somos, sin que ninguna caracterización más o menos teórica lo alivie, ha de ser constante y directamente erradicado
. El deterioro personal que produce, la destrucción de los entornos que provoca y, sobre todo, la herida intensa que infringe hace que no hayamos de contemporizar con discursos que pretendan encontrar supuestas ventajas en este mal que no es sólo un malestar. Y aquí no se trata de refugiarse en la peculiaridad de nuestro personal dolor.
 Como nadie vive nuestra vida, la solidaria compañía y comprensión, incluso el sentir ajeno no evita el dolor físico propio. Pero sí nos vincula a una peculiar comunidad. Muchos sufren.
Y su dolor también es una llamada.
Como la de Frida Kahlo:Yo solía pensar que era la persona más extraña del mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando en mí. Bueno, yo espero que si tú estás por ahí y lees esto sepas que, si, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú”.
 El dolor físico rebosa lo corporal. Y su grito a veces silencioso nos reclama.
(Imágenes: Frida Kahlo, La columna rota; y Las dos Fridas)

microrrelatos » “Compró en el mercado flores, queso, pan y vino”


Compró en el mercado flores, queso, pan y vino. Ya en casa, puso las flores en un jarrón y cortó pan y queso. Estuvo esperándolo todo el día; el sueño le venció. Al despertar se alarmó y tomó las llaves de la casa. Salió. Tal como un año antes, las ratas salieron a comerlo todo.
Durante este verano, cada semana os daremos una frase que tendrá que ir incluida obligatoriamente en el relato y no puede ser ni la del principio ni la del final del mismo. Podréis escribir en nuestra red social Eskup (y desde allí enviar a Twitter con la etiqueta #relatoverano) que activaremos cada mañana. La frase para esta tercera semana es "Estuvo esperándolo todo el día

RUBY SPARKS Trailer 2012 Movie - Official [HD]