Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

29 feb 2012

PIER PAOLO PASOLINI

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Para que un gran intelectual italiano
quede vivo en la memoria

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Pier Paolo Pasolini (Bologna 1922-Roma 1975) es uno de los más grandes escritores italianos del siglo XX; se dedicó también al cine. Desde la literatura más íntima hasta el cine más popular, Pasolini siempre ha sido firmemente poeta con una clara huella de lo real y de lo cotidiano.
“...En general mi vida social depende exclusivamente de lo que es la gente. Digo “gente” con conocimiento de causa, refiriéndome a lo que es la sociedad, el pueblo, la masa, en el momento en que entra existencialmente (y acaso sólo visualmente) en contacto conmigo. Es de esta experiencia existencial, directa, concreta, dramática, corpórea, de la que nacen en el fondo todos mis discursos ideológicos...”
Con su compromiso político, civil y artístico Pasolini tuvo como objetico principal el de denunciar y contrastar la homologación cultural y el cambio antropológico de los italianos. El detectó dramáticamente estos dos aspectos en el consumismo exasperado, en el condicionamiento llevado a cabo por los medios de comunicación de masas, en las condiciones del subproletariado urbano.
“Tal compromiso provocó, ante todo, una difusa hostilidad hacia él, la cual reveló también el obscurantismo de aquellos que siempre intentaron obstaculizarle.” “...Me han detenido, procesado, perseguido, linchado durante casi dos décadas. Todo eso un joven no puede saberlo... Puede que yo haya tenido la suficiente dignidad como para esconder la angustia de uno que durante años y años esperaba cada día la llegada de una citación del tribunal, y mirar a los quioscos con el pánico de leer en los periódicos atroces noticias escandalosas acerca de su persona...”
A pasar de eso, el poeta “intensificó progresivamente sus intervenciones, imprimiendo más incisividad a unos blancos cada vez más terriblemente concretos, y engrosando tanto las filas de sus amigos (aquellos movimientos políticos y culturales que sintieron la necesidad de su presencia: todos los que han querido dialogar con él más allá de polémicas desviadas o incluso de diferencias de fondo) como las de los enemigos (los depositarios o los siervos de un poder que primero le despreciaron como intelectual y homosexual, confinándole al limbo, y después, viendo que el esfuerzo de encerrarlo en un gueto resultaba inútil, decidieron mostrarle sus dientes).
Sin embargo, ni los unos ni los otros podrán recordarle hoy, ya que su pensamiento estaba en constante devenir y se apartaba de cualqier esquema, inspirándose a la vida, de la que aceptaba las burlas más horribles, y con la que compartía las contradicciones más pesadas.
“Siempre he pagado, y he ido desesperadamente hasta el final en todo.

He cometido muchos errores, pero desde luego no tengo remordimientos”. Y ello porque, según escribe en un poema de 1969: “De nuestra vida soy insaciable / porque algo único en el mundo jamás puede agotarse”.
“Pasolini ha sido definido muchas veces como ‘un testigo provocador’, pero la sublime maldición no fue dictada ni por un narcisismo del poeta, ni por el estro publicitario de un editor: en esta especie de eslogan había una verdad instintiva, inmediata, casi epidérmica, pero profunda e implacable […].
En las dos palabras ‘testigo provocador’ hay, para empezar, un elemento-clave que ilumina, no ya la personalidad de Pasolini sino, esencialmente, su fundamental relación con la colectividad, a la que le sigue la grabación ‘en caliente’ de una sensación rápida, todavía por codificar, que es justamente lo ‘provocador’. Sobre un individuo en cierto modo ‘público’ a menudo se arriesgan legítimos pronósticos, y la carrera para adivinar con antelación sus pensamientos y sus reacciones frente a ésto o aquello puede resultar incluso poco vivaz. En el caso de Pasolini –osaríamos decir sólo en su caso- este juego no empezaba; con él no. Ha sido justamente esta característica suya la que le ha hecho conquistar sobre el terreno el adjetivo ‘provocador’, un juicio obtuso pero sincero, y desarmante en el sentido de que cada uno puede leerlo, en positivo o en negativo, según su perspectriva, pero en cualquier caso sin conseguir asirlo nunca verdaderamente.
Este hombre, este artista, fue asesinado en la noche entre el 1 y el 2 de Noviembre de 1975.
 “Pier Paolo Pasolini ha dejado de existir, y desde entonces, en los discursos de los amigos, en los de los enemigos y en los de los amigos-enemigos, siempre se le ha echado gravemente en falta, y ello sin mencionar lo mucho que su personalidad esté ausente en el epitafio ingrato ofrecido por este delito, y en el recuerdo demasiado enturbiado y controvertido de los últimos dramáticos momentos de su vida, recogidos por los apiadados ojos y orejas de quien estaba, y de quien no estaba, de quien podía o de quien no quería estar. 
El cadáver de Pasolini ha sido devorado por nuestra sociedad y por nuestro tiempo: es ésta la nemesis que, como por una agotable regla narrativa, cierra el apólogo.
“En toda mi vida jamás he ejercido una acción violenta, ni física, ni moral. No porque yo soy un fanático de la no-violencia. La cual, si es una forma de autocostricción ideológica, también es violencia. Nunca he ejercido en mi vida violencia alguna, ni física ni moral, simplemente porque he confiado en mi naturaleza, es decir en mi cultura...”

El arte erótico occidental, contado en '69 historias de deseo'

Jean-Manuel Traimond muestra la gran impronta que ha dejado el deseo carnal en la Historia del Arte de Occidente.

L a pasión por disfrutar del cuerpo del amante es tan antigua como el mundo. 

El deseo del amor íntimo, de la amatoria, de lo erótico y lo sensual ha sido, es y será fuente de inspiración constante para los artistas.

Una muestra de la gran impronta que ha dejado el deseo carnal en la Historia del Arte de Occidente lo constituye el libro que acaba de llegar a las librerías, 69 historias de deseo. Un museo del imaginario erótico, del investigador francés Jean-Manuel Traimond.
A través de diversos géneros y soportes artísticos, desde lienzos hasta fotografías, pasando por grabados, esculturas y cerámicas, Traimond ha esbozado sus 69 historias de deseo occidentales con 69 piezas.
Con esa cifra, en alusión a la postura sexual, el estudioso presenta las variantes de la práctica amatoria, desde explícitas felaciones y cunnilingus hasta imágenes que ilustran la entrega previa al orgasmo en obras culmen de la Historia del Arte de Francia, Alemania o España, y que siguen inspirando a las musas.

Pasiones eternas

Las 69 historias de deseo (Editorial Electa) relatan cuáles son las pasiones carnales que se repiten eternamente en la Humanidad a través de una presentación de las obras en fotos maquetadas a sangre y a doble página como mínimo.
Algunas presentaciones, como la "Vasija de figuras rojas" de la etapa de pintura negra de la Grecia Antigua (siglo VI a.C., Museo del Louvre, en París), que exhibe motivos con felaciones de y por hombres, sirven para que el autor se cuestione "¿gozaban griegos y romanos de más libertad sexual que nosotros?".
"El arte erótico occidental siempre se ha movido entre la carne y el cilicio"
Para Traimond, "el arte erótico occidental siempre se ha movido entre estos dos polos": "la carne y el cilicio, don Carnal y doña Cuaresma, enseñar y ocultar", de ahí que en "69 historias de deseo" abunden imágenes del deseo masculino por medio de pechos perlados que se escapan de corsés o de miradas anhelantes.
Lo que demuestra una vez más que la tradición histórica y cultural otorgó más libertad al numen del artista hombre para expresar sus deseos carnales a través de los medios plásticos que a las mujeres artistas, que fueron forzosamente más recatadas hasta finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Este punto evidentemente ha marcado la producción de este volumen, en el que hay más piezas anónimas que realizadas por mujeres artistas, es decir, que hay más estampas de mujeres deseosas y deseantes pintadas por hombres.

Lo políticamente correcto

No quiere decir que todos los artistas fueran heterosexuales, pero sí que lo "políticamente correcto" también influyó en la Historia del Arte, incluso en las estampas más lacivas y provocadoras de deseo.
A pesar de ello, cabe celebrar que "69 historias de deseo" recoja una obra de una relación sexual lésbica de la argentina Léonor Fini, considerada la primera artista que pintó un desnudo masculino erótico.
En su libro, este autor rompe con la habitual presentación cronológica de los tratados de Historia del Arte y, en su selección, dictada por una mirada caprichosa pero refinada, hay obras también de artistas vivos como David Hamilton, Jean-Robert Iposutéguy, Eric Fischl, Milo Manara o Tom Wesselmann.
Pero en él están también los más consagrados, como Picasso, Lucas Cranach El Viejo, El Bosco, Miguel Ángel, Tiziano, Caravaggio, Rubens, Rembrandt, Velázquez, Ingress, Manet, Gustave Coubert, Gustav Klimt, Amedeo Modigliani, Auguste Rodin, Balthus, René Magritte, Robert Mapplethorpe o Marcel Duchamp.

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