Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 feb 2012

TINA

Los premios de interpretación son curiosos.
 En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción.
 Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin.
Todos premiados con la estatuilla en años recientes.
Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher.
 Esta última no ha podido ser más oportuna.
 Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro.
 Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas
. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes.
 Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar.
El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA.
Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado.
“No hay alternativa”.
Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa.
 Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.

El sonoro éxito de 'The artist'


Jean Dujardan, Oscar al mejor actor por 'The artist'. / GARY HERSHORN (REUTERS)
 
 
 
 
 
The artist, la película francesa, muda y en blanco y negro que ha robado el corazón de los Oscar gracias a su homenaje a un Hollywood en el que todo estaba por descubrir, tenía que cumplir un hito histórico y finalmente así ocurrió.
Todo tan previsible, tan mil veces anunciado, que la 84ª ceremonia de los premios Oscar se resintió de un guion que nadie había escrito pero que se interpretó al pie de la letra.
 Al final, hubo más expectación por el regreso de Billy Crystal como maestro de ceremonias que por unos premios que a nadie pillaron por sorpresa.
 La gala acabó con el equipo entero de The artist sobre el escenario y con Michel Hazanavicius, su director, soltando un triple agradecimiento que recordó al de Fernando Trueba hace 18 años, cuando logró su Oscar a la mejor película en habla no inglesa por Belle epoque. “Gracias a Billy Wilder, a Billy Wilder y a Billy Wilder”, dijo el francés. “Wilder”, explico luego, “es para mí el realizador perfecto, el alma de Hollywood. Su nombre es corto, pero lo expresa todo para mí”.
Los Oscar arrancaron con dos premios técnicos (fotografía y dirección de arte) para La invención de Hugo, la película de Martin Scorsese que era candidata a 11 estatuillas y que se saldó con un resultado final de cinco. Su principal rival, candidata a 10, también acabó con cinco. Empate en cantidad, pero no en calidad. The artist, que en los brazos de Harvey Wenstein se ha convertido en un símbolo de amor al pasado de Hollywood, se llevó los Oscar más importantes de la noche y bastaba contemplar el temblor de cuerpo de su productor, Thomas Langmann, hijo del cineasta francés Claude Berri, para entender el significado de todo lo ocurrido para un equipo que un día creyó en “una idea estúpida y loca” y que, además, logró sacarla adelante.
Langmann convirtió su Oscar en un homenaje a su padre, a Francia y a una manera de entender el cine como una pasión y no como un negocio. Su padre ganó un Oscar en 1966 pero no pudo recogerlo por falta de liquidez. Años después se lo regaló a su hijo, quien atesora aquella estatuilla desde los 25 años. Hoy ha levantado la suya propia y lo ha hecho apuntando con ella hacia una profesión cuya dignidad y riesgo aprendió de su padre y de otros cineastas como él.
Pese a saber que era el favorito, a Michel Hazanavicius le vencieron los nervios al subir a por su Oscar al mejor director. Nada que ver con las tablas que demostró su actor protagonista, Jean Dujardin, a quien ya se sabe, le basta con sonreír para meterse el mundo en el bolsillo: “En 1929 fue Douglas Fairbanks, cuya figura tanto me inspiró para este papel, quien presentó una gala de los Oscar.
La entrada costó cinco dólares y la gala duró quince minutos. Las cosas han cambiado, pero si George Valentin pudiera hablar diría que todo esto es genial, que es… ¡formidable!”
Chris Rock fue el encargado de presentar el Oscar a la mejor película de animación. Pero con el nombre de Rango se desvanecía el sueño de Chico y Rita y de Fernando Trueba y Javier Mariscal. Como con el de la música para The artist desaparecía el de Alberto Iglesias por la del El topo. De poco han servido la sombra de “los préstamos” sobre la partitura del filme francés ni que alguien con el peso del crítico Alex Ross diga en The New Yorker que la banda sonora de Iglesias es, fuera de dudas, la mejor de todas las candidatas.
Hollywood ha sacado su artillería pesada para lanzar un inequívoco mensaje sobre el poder de las películas. Ese poder emocional en el que se manejan con envidiable naturalidad y profesionalidad. Billy Crystal, intemporal maestro de ceremonias, ha sido el perfecto anfitrión para una gala (clásica pero divertida) en la que se viajó de Tiburón a Con la muerte en los talones, de Resacón en Las Vegas a Apocalypse Now, de Algunos hombres buenos al Exorcista, de La guerra de las galaxias a Toro salvaje, ET o Cuando Harry encontró a Sally. Cuando Hollywood se celebra a sí mismo lo hace mejor que nadie y, ya puestos, es mejor que lo hagan con sus trepidantes montajes de películas que con esas deprimentes y ñoñas entrevistas a sus estrellas en las que por desgracia se ve con demasiada crudeza el paso del tiempo que marcan no sus arrugas sino sus desafortunadas operaciones de estética.
Una máscara de la que se libra Meryl Streep, que sin ocultar su edad irradia más luz que una veinteañera, que besa a su marido con el gesto de una recién enamorada y que tiene más peso profesional que cualquier otra estrella. Esta maravillosa mujer por fin se llevó, después de 30 años, su segundo Oscar a la mejor interpretación femenina (además de la estatuilla a la mejor actriz de reparto que obtuvo en 1979 por Kramer contra Kramer): “He sido una niña otra vez, yo nunca doy nada por seguro”, dijo entusiasta después de recibir su galardón.
 Su momento fue tan dorado como su vestido, la belleza, el talento y la inteligencia que desprende su rostro son inigualables y así lo demostró antes, durante y después de la gala. Es imposible no admirarla, no adorarla.
Pero curiosamente, y salvándola a ella, la 84ª edición de los Oscar fue más masculina que nunca. En la alfombra roja fueron los hombres los que brillaron con una intensidad que normalmente parece exclusiva de las actrices y sus vestidos de alta costura. Pero esta vez ninguna hizo sombra (y ahí están los gritos del público para confirmarlo) a una lista de actores que resultaron más guapos, más sueltos, más inspirados y más cómodos en su papel de estrellas.
 George Clooney, Gary Oldman, Christian Bale, Brad Pitt, Christopher Plummer (impecable a sus 82 años, con su Oscar al mejor actor de reparto), Sacha Baron Cohen… cada uno a su manera (premiados, nominados, invitados…) sacaron sus mejores dotes de seducción.
 Las de Clooney para provocar sonrisas haga lo que haga y diga lo que diga, las de de Baron Cohen para esconder su profunda iconoclastia detrás del disfraz (el que sea) que toque y las de Pitt para provocar un tsunami de electricidad a su paso pese a esa melena a la que ni el exceso de laca le resta un ápice de genuina virilidad.
Los Oscar padecieron irregulares picos de emoción.
Después de un arranque en el que La invención de Hugo logró de una tacada los premios a la mejor fotografía y mejor dirección de arte, The artist al mejor vestuario y La dama de hierro al mejor maquillaje, llegó el Oscar al filme iraní Nader y Simin, una separación, del cineasta Asghar Farhadi, quien desde su diminuta figura proclamó un intenso discurso que recordó a la audiencia estadounidense de dónde viene el pueblo iraní.
“Hoy ellos están contentos no porque le den un premio importante a un director iraní sino porque por una vez lo que se recuerda de Irán es su gloriosa cultura, su rica y antigua cultura, oculta bajo una pesada suciedad política.
 Por eso yo dedico este premio a mi pueblo, ese pueblo que respeta a otras civilizaciones y culturas más allá de hostilidades y resentimientos”.
No habían pasado ni minutos cuando llegó otro de los grandes momentos de la noche: Christian Bale le entregaba el Oscar a la mejor actriz de reparto a Octavia Spencer por Criadas y señoras. “Gracias Academia por ponerme junto al chico más sexy de la gala”, dijo antes de perderse en agradecimientos y lágrimas. Spencer se disculpó por su torpeza sin reparar que su verdad sobre el escenario al menos sí fue una sorpresa en una noche que pecó de ser demasiado previsible.

Los ganadores de los Oscar 2012


El director francés Michel Hazanavicius posa con la estatuilla a la mejor dirección por 'The Artist'. / PAUL BUCK (EFE)
PELÍCULA
Un fotograma de 'The artist'
The Artist
Los descendientes
Tan fuerte, tan cerca
Criadas y señoras
La invención de Hugo
Midnight in Paris
Moneyball
El árbol de la vida
War horse

George Clooney en 'Los descendientes'

DIRECCIÓN
* Michel Hazanavicius (The artist)
Alexander Payne (Los descendientes)
Martin Scorsese (La invención de Hugo)
Woody Allen (Midnight in Paris)
Terrence Malick (El árbol de la vida)


ACTOR
Gary Oldman en 'El topo'
Demián Bichir, por A Better Life
George Clooney, por Los descendientes
* Jean Dujardin, por The artist
Gary Oldman, por El topo
Brad Pitt, por Moneyball


ACTOR DE REPARTO
El actor Christopher Plummer
Kenneth Branagh, por Mi semana con Marilyn
Jonah Hill, por Moneyball
Nick Nolte, por Warrior
* Christopher Plummer, por Beginners
Max von Sydow, por Tan fuerte, tan cerca


La actriz Viola Davis
ACTRIZ
Glenn Close, por Albert Nobbs
Viola Davis, por Criadas y señoras
Rooney Mara, por Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres
* Meryl Streep, por La dama de hierro
Michelle Williams, por Mi semana con Marilyn


ACTRIZ DE REPARTO
Bérénice Bejo, por The Artist
La intérprete Bérénice Béjo
Jessica Chastain, por Criadas y señoras
Melissa McCarthy, por La boda de mi mejor amiga
Janet McTeer, por Albert Nobbs
* Octavia Spencer, por Criadas y señoras


PELÍCULA DE ANIMACIÓN
Una imagen de 'Chico y Rita'
Un gato en París, de Alain Gagnol yJean-Loup Felicioli
Chico y Rita, Fernando Trueba, Tono Errando y Javier Mariscal
Kung Fu Panda 2, de Jennifer Yuh Nelson
El gato con botas, de Chris Miller
* Rango, de Gore Verbinski
Un momento de 'Midnight in Paris'


GUION ORIGINAL
The artist, de Michel Hazanavicius
La boda de mi mejor amiga, de Annie Mumolo y Kristen Wiig
Margin Call, de J. C. Chandor
* Midnight in Paris, de Woody Allen
Nader y Simin, una separación, de Asghar Farhadi


GUION ADAPTADO
Imagen de 'La invención de Hugo'
* Los descendientes, de Alexander Payne,Nat Faxon y Jim Rash
La invención de Hugo, de John Logan
Los idus de marzo, de George Clooney, Grant Heslov y Beau Willimon
Moneyball, de Steven Zaillian, Aaron Sorkin y Stan Chervin
El topo, de Bridget O'Connor y Peter Straughan


DIRECCIÓN DE ARTE
Fotograma de 'War horse'
The artist, de Laurence Bennett y Robert Gould
Harry Potter y las reliquias de la muerte parte 2, de Stuart Craig y Stephenie McMillan
* La invención de Hugo, de Dante Ferretti y Francesca Lo Schiavo
Midnight in Paris, de Anne Seibel y Hélène Dubreuil
War horse, de Rick Carter y Lee Sandales

La alfombra roja (también) premia la madurez

Ahora que toca volver la vista atrás a los orígenes de Hollywood, no está de más recordar que este fue siempre fue un lugar inclemente.
 Especialmente, para las mujeres.
Cuando la joven starlet perdía ese rubor adolescente de las mejillas que hacía temblar a la cámara, solía iniciar una travesía por el desierto que no era de rigor para sus compañeros de reparto.
No hay que ser tan ingenuo como para pensar que la situación haya cambiado.
Pero en una ceremonia de los Oscar que no pasará a la historia como una de las más exitosas en lo estilístico, surge un atisbo de esperanza.
 Porque las mujeres de más de 35 años dominaron la escena.
 De alguna manera, en el partido de anoche el equipo de Margo Channing se impuso al de Eva Harrington; son 40 los años que tiene el personaje de Bette Davis en Eva al desnudo.
 Como dijo ¡Meryl Streep: "Era una niña cuando gané por primera vez, dos de las nominadas ni siquiera habían nacido" [Rooney Mara y Michelle Williams]"
Cuando una se acerca a esa edad, para empezar, ya sabe qué le sienta bien. Una premisa que guió las decisiones de Angelina Jolie (36 años) y Penélope Cruz (37).
 La actriz española retornó a su fórmula predilecta con un vestido de Armani Privé que la seguía con precisión: hombros al aire, cintura ceñida y falda con vuelo
. Esa ha sido su ecuación comodín -en diferentes colores, acabados y tejidos- durante la última década. Abarca desde el traje de Ralph Lauren con el que entregó el Oscar a Pedro Almodóvar en 2000 hasta el de Pierre Balmain con el recogió el suyo en 2009, pasando por el de Versace en 2007.
Solo el año pasado, al poco de dar a luz, se saltó esa norma.
Si cambiamos el patrón por uno de palabra de honor, cintura ceñida y vertiginosa apertura en la falda, todo lo dicho sirve para Angelina Jolie. Atrás quedaron sus experimentos y anoche se ajustó al guion que ella misma ha escrito con un Atelier Versace de terciopelo negro.
Como ella, Gwyneth Paltrow (39 años) se ha olvidado de saltar de un traje de princesa rosa chicle (el que llevaba en 1998 cuando ganó por Shakespeare enamorado) a uno de inspiración gótica (el de Alexander McQueen que llevaba en 2002) para convertirse en la reina madura del cuerpo tonificado y la silueta minimalista.
Su vestido-columna blanco con capa de Tom Ford dibujó una estampa quirúrgica -sin duda, una de las mejores de la velada- que, además, se da la mano sin dificultad con la flecha plateada de Calvin Klein que vistió un año atrás. Sandra Bullock (47 años) compartió con ambas espíritu, decisión y hasta colores con un diseño de Marchesa blanco y negro. También Octavia Spencer (39 años) y Viola Davis (46 años) demostraron conocerse, asumirse y quererse.
La primera, con un calculado diseño de Tadashi Shoji. La segunda, más que por el vestido esmeralda de Vera Wang, por el hecho de aparcar la peluca.
Gwyneth Paltrow, en la alfombra. / VALERIE MACON (AFP)
Insistir en una idea no necesariamente la convierte en buena, pero es una muestra de coherencia.
El Zuhair Murad que llevaba Jennifer López era de un gusto discutible, pero responde al papel que la cantante y actriz ha querido para sí desde hace una década
. Anoche estuvo a punto de mostrar demasiado de su anatomía... otra vez.
 Hace falta valentía y constancia para que tu cuerpo a los 42 años siga corriendo los mismos peligros que a los 30. Porque han pasado ya doce años desde que Lopez apareciera en los premios Grammy con un traje de palmeras de Versace abierto hasta el ombligo.
En teoría, la noche prometía convertirse en un ejercicio de nostalgia.
Dado que las pasarelas apuestan esta temporada por el retorno de la década de los 20, la ocasión parecía idónea para que moda y cine se abrazaran en un tema que les une sin fisuras.
 Sin embargo, finalmente, hubo poco de eso.
La principal concesión a la era dorada vino de la mano de Stacy Keibler (32 años) y Meryl Streep (62 años), de Marchesa y Lanvin, respectivamente.
La comparación entre ellas demostraba hasta qué punto la madurez y la experiencia son un grado
. Lo mismo probaba la forma en que Glenn Close (64 años) se imponía a su Zac Posen.
 Pero si en general el tono fue más esquemático y pragmático de lo esperado, se debe en parte al protagonismo de cómicas poco dadas a las frusilerías, como Kristen Wiig (38 años), Leslie Mann (39 años) o Tina Fey (41 años).
Si alguien podía competir por el trono de la noche con Paltrow, esa era Rooney Mara (26 años). Apareció, algo desvalida con un vestido de Givenchy de alta costura, y reafirmó la reconocible identidad que ha creado en unos pocos meses
. Quién le iba a decir a Stieg Larsson que acabaría influyendo en los desfiles de Versace o Calvin Klein. Mara pertenece a un grupo con potencial, pero que ayer quedó deslucido por su propia homogeneidad. Jessica Chastain (30 años) se desmarcó con un Alexander McQueen de Sarah Burton en dorado y negro.
 Pero un trío de vestidos rojos sirvieron para que Emma Stone (23 años), Michelle Williams (31 años) y Natalie Portman (30 años) casi se antojaran intercambiables. La coincidencia es extraña, ya que las dos últimas comparten estilista.
 En todo caso, por sí misma, la decisión de Portman contiene valor simbólico.
 El año pasado a estas alturas, estallaba el escándalo Galliano en Dior.
 La actriz, que es imagen de los perfumes de la firma, fue una de las primeras en desmarcarse del diseñador cuando fue acusado de proferir insultos antisemitas en un bar.
Lo hizo poco antes de recibir un premio Oscar por su trabajo en El cisne negro... vestida de Rodarte. Esta vez volvió al redil de la marca pero lo hizo con un traje diseñado por el propio Christian Dior y perteneciente a la colección otoño/invierno de 1954.
 Toda una declaración.