Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 nov 2011

ENTREVISTA: VIGGO MORTENSEN Actor

Viéndole caminar por la calle, gorro de lana, chupa con el escudo de su querido San Lorenzo y una bolsa de plástico con libros, andar pausado y mirada amable, nadie diría que es toda una estrella del cine de Hollywood. Viggo Mortensen (Nueva York, 1958) ha aparcado de momento las grandes producciones cinematográficas para encerrarse en un teatro de Madrid, en las naves del Matadero, y poner en marcha junto a Carme Elías Purgatorio, la obra sobre el perdón y la culpa escrita por Ariel Dorfman y que ya ha colgado el cartel de no hay entradas.
Supone su vuelta al teatro tras más de 20 años y es la primera vez que lo hace en español, idioma que aprendió en su infancia en Argentina.
Además de en la cartelera teatral su nombre ejerce irresistible magnetismo desde la cinematográfica. Mañana estrena en España su tercera colaboración con David Cronenberg en la película Un método peligroso, en la que da atribulada vida a Sigmund Freud.
Tiene una obra en cartel y estrena un filme a las órdenes de Cronenberg
El de Purgatorio no ha sido un proceso fácil. Ni mucho menos rápido. La obra no se pudo representar hace dos años debido a un problema familiar de Mortensen -la enfermedad de su madre- y los ensayos se tuvieron que suspender. "Me dolió entonces defraudar a la actriz, al teatro, al público.
Tenía necesidad de cerrar este círculo. Me alegro de haberlo hecho, me siento bien. El texto de Purgatorio es complicado, endiablado, difícil y creo que ahora lo hemos ido afinando, perfeccionando.
Está claro que a veces vale la pena esperar por las cosas buenas". Mortensen, de hablar tranquilo y reflexivo, considera un honor pisar el escenario del Matadero, ese en el que ha disfrutado con "estupendos actores y buenas producciones".
¿Qué le ha llevado al teatro? "El miedo
. He hecho teatro porque me daba miedo. Me atrae todo aquello que me da miedo. No es como en el cine, que haces una toma y luego puedes hacer otra y otra.
El teatro es una única toma en directo de una hora y 40 minutos, depende de la función. Es una aventura nueva cada noche. Si te sales del carril a ver cómo vuelves". Esa sensación de miedo y aventura es la que también se empeña en llevar al cine, donde acaba de terminar el rodaje de Todos tenemos un plan, de la novel argentina Ana Piterbarg.
Tiene la sensación de que nunca se había topado con dos personajes, el de Freud y el de Purgatorio, que hablaran tanto. "Pero hay que contarlo todo", defiende. "Es muy útil y sano hablar de todo, como hacía Freud, descifrar las cosas, buscar vinculaciones, confesar sin ser juzgado, que se permita decir todo, sentir. Me parece genial". Y él lo hace y habla del perdón que late detrás de Purgatorio y del arrepentimiento. "Todo se puede perdonar, otra cosa es que se haga o no. No es fácil el perdón y entiendo que haya gente que no pueda perdonar, pero poderse se puede con todo. Es interesante comprobar cómo gente muy conservadora y católica, por ejemplo, me hayan criticado y hayan comentado que era imperdonable que yo dijera que se podía perdonar a ETA, cuando el perdón es, creo, el sentimiento más cristiano que hay".
El intérprete de Aragorn en El señor de los anillos, el perverso Alatriste de la película de Agustín Díaz Yanes, el malvado de Una historia de violencia o el padre angustiado de La carretera. Todos los personajes que aborda este actor nacen de un exhaustivo y obsesivo trabajo.
¿Es parte de su éxito? "No lo sé. Cada uno tiene su manera de hacer las cosas A mí me encanta el periodo de preparación, imaginarme los personajes y jugar como cuando era niño. En mi profesión creo que es muy útil preservar esa afición, ese gusto por jugar". Y así para enfrentarse a Freud ha viajado a Viena, ha leído centenares de libros, buscado fotos, estudiado. Solo centrándose en los puros que se fumaba el psicoanalista vienés ha compartido decenas de correos electrónicos con Cronenberg. "Con otros muchos directores, por no decir la mayoría, no tengo la seguridad de que ese proceso de preparación tan personal y privado lo pueda compartir.
Con Cronenberg es diferente, entiende ese proceso y le gusta. Ya sé de antemano que el rodaje va a ser divertido y bueno y que la película está bien. Es una garantía".
Esa obsesión de Mortensen le lleva a buscar el lado poético de todo lo que hace -"siempre hay algo tierno en las personas, todos han sido niños y un niño no empieza siendo malo, eso no desaparece nunca del todo"- y se apunta a la frase de Freud: "No importa donde yo vaya, allí siempre me encuentro que me ha precedido un poeta".
Al salir a la calle no se encuentra con un poeta, sino con un chico argentino. "¿Eres Viggo? "Sí".
"Me lo he imaginado cuando he visto el escudo de San Lorenzo". Su querido San Lorenzo.
Y entonces, sí: el rostro de Mortensen es pura poesía.

ENTREVISTA: ALMUERZO CON... ÁNGELES BLANCAS

"En la ópera hay también flirteo y promiscuidad".

 

Es difícil encontrar ciertos grados de franqueza en el mundo de la ópera. Pero el efecto que la ensalada de tomate con ventresca produce en Ángeles Blancas es de una transparencia indiscutible. O quizás sea el aceite del aliño que no se priva de untar lo que la lleva a sincerarse.
También puede que se lo produzca un autorreconocido repelús a las relaciones públicas. El caso es que esta soprano española de sólida carrera internacional, habla con soltura: "Hoy ves cosas muy tremendas en mi mundo".

La soprano critica que no se busquen voces, sino glamur y negocio
"¿Cuáles?", pregunta uno, vigilante de que nunca quede vacía su copa de Hacienda Monasterio (Ribera del Duero). "La gente no entiende de voces, busca otras cosas: juventud, glamur, negocio...". No es como en la época de sus padres. Cuando Ángeles Gulín, su madre, y Antonio Blancas, su padre, andaban por esos escenarios, todo era más lento, pero se guardaban esencias hoy diluidas.
Ella creció, "con mucha naturalidad ante la música", en una casa lírica con clara conciencia de esfuerzo. "Mi madre era hija de un músico de Ribadavia (Ourense) que tocaba a Wagner por las iglesias", cuenta.
"Pero pasaron mucha hambre, como me contaba ella, no fueron pocos los días que se vio yendo al murallón del pueblo a buscar cáscaras de naranja".
La Gulín tenía una voz que era un don. "Yo, en cambio, he debido adaptar la mía a mis propias necesidades. He debido transformar mi manera de cantar a lo que me apetece hacer y a lo que mi cerebro busca", confiesa mientras degusta unos tersos corazones de calabacín a la plancha.
Pero los cantantes de hoy, además, se adentran en un mundo mucho más sofisticado. "Nosotros debemos ser buenos actores, estar en forma, luchar contra una competencia absolutamente especializada. Es un mundo más complejo". Con tensión y desahogos. "Como en todas partes, se flirtea mucho, hay mucha promiscuidad y mucho de todo, pero igual que en otros trabajos, me imagino. La gente se inquieta".
Pero sin despistarse en la preparación de los papeles. Y ahí, los boletus con yema le confieren un halo de responsabilidad para hablar de lo que hará en enero en la Fenice, de Venecia. "Interpretaré Lou Salomé, la ópera que compuso Giuseppe Sinopoli -el músico muerto de un ataque al corazón mientras dirigía- sobre la amante de Rilke".
Su agenda internacional le lleva al mítico teatro italiano igual que este verano la acercó al Festival de Bregenz para hacer esa Andrea Chenier, de Umberto Giordano, de espectacular escenografía en mitad del lago, donde habían hundido un busto de Marat propio de Los viajes de Gulliver.
"Muy espectacular, sí, pero a punto estuve de estrellarme por esas escaleras. No creas que me va mucho la parafernalia".
A ella le van otras cosas. Pero no idealiza. A excepción de algunos sueños que no se priva de comentar en alto.
"Lo sublime, para mí, hubiese sido que Carlos Kleiber me dirigiera mirándome con esos ojos penetrantes. Pero la realidad no es esa en este mundo. La realidad algunas veces son orquestas vagas y directores que pasan de todo. No son Mutis, ni Abbados, pero hay que contar con eso...", afirma apurando su última copa de vino.

23 nov 2011

El hijo 'perfecto' que Woody Allen se perdió

Hoy lo señalan como el más prometedor de los nuevos políticos, el joven destinado a cambiar el mundo, pero hasta hace poco era un niño prodigio. Es Ronan Farrow, más conocido por ser hijo de Woody Allen que por todas las etiquetas que le han puesto en su corta vida, a la que acaba de sumar un logro. A los 23 años, el único descendiente biológico del célebre director y Mia Farrow ha sido escogido como uno de los becados por la Fundación Rhodes, una selecta distinción que le pagará los estudios en la universidad de Oxford durante dos o tres años a partir del próximo octubre. Un honor único para un estudiante estadounidense, que su padre no podrá compartir.

Ronan y Allen no se han vuelto a ver desde que el realizador se separó de Farrow y estableció una relación sentimental con Soon-Yi Previn, hija adoptiva de Mia y 34 años más joven que el director.
"Mi padre está casado con mi hermana, lo que me convierte en su hijo y su cuñado. Me parece una trasgresión moral", afirmó el joven hace años sobre la relación que dividió para siempre a su familia.
Ronan tenía solo cinco años cuando su madre descubrió las fotos de Soon-Yi desnuda en poder de Allen. La separación de la pareja en 1992 se vio seguida por una dura batalla legal por la custodia de sus hijos, Ronan, Dylan y Moshe, que acabó con la victoria de la actriz tras acusaciones infundadas de que el realizador había acosado sexualmente a la niña.
"Me siento fatal. He invertido millones de dólares y he luchado durante años en los tribunales pero no he podido cambiar nada", reconoció Allen en uno de sus pocos comentarios públicos sobre la agria disputa. Entonces, el director, que hoy vive en Nueva York con Soon-Yi y sus dos hijas adoptivas, admitió que no mantenía ninguna relación con los niños que tuvo con Mia.
Dylan, de hecho, se cambió el nombre a Malone y el otro hijo adoptado, Moshe, lo hizo a Moses.
Mientras tanto, su único hijo natural, cuyo nombre completo es Satchel Ronan O'Sullivan en honor del jugador de béisbol Satchel Paige y a su abuela, la actriz Maureen O'Sullivan, ingresó en el instituto Bard a los 11 años y ya a los 16 entró a la Universidad de Yale como un destacado estudiante precoz. Tras su graduación, siguió los pasos de su madre como portavoz de Unicef entre 2001 y 2009 y se mantuvo vinculado a numerosas causas benéficas a favor de la infancia y la juventud.
Hoy forma parte del Departamento de Estado estadounidense, donde, bajo las órdenes de Hilary Clinton, trabaja como consejero especial en temas de jóvenes, especialmente para Afganistán y Pakistán y se ha convertido en un asiduo comentarista político en Los Angeles Times o The Wall Street Journal.
El Huffington Post seleccionó su discurso de apertura de curso en su antiguo instituto como uno de los mejores del año, un sentimiento repetido por numerosas publicaciones que ven en Ronan mucho más que la víctima de un escándalo, fijándose en su brillante futuro político y social.

BORIS IZAGUIRRE PROTAGONISTAS

Inquietante Irina

Lo fantástico de Madrid como capital es que en cada década tiene sus estrellas. Como condecoraciones. En los años cincuenta tuvo al menos dos: Ava Gardner y su insaciabilidad tan conocida y rompedora. Y también la belleza inigualable de Lucia Bosé, enamorada del torero por excelencia, Dominguín. En la década pasada, en la que todos sentimos por un instante que éramos ricos, tuvimos a Victoria Beckham, esposa de David y motor de la gigantesca empresa que son ellos dos juntos. Son tiempos que ahora añoramos, cuando podíamos, casi igual que ella, comprar no un bolso de Hermès, sino tres.

La noticia en otros webs

Sobre Irina y Cristiano caía un titular: "son los nuevos Beckham". Capaces de dejarnos sin habla con su derroche, enojo y prepotencia
Todo eso ha terminado. Las velinas de la era Berlusconi han sido sustituidas ipso facto por señoras con collares de perlas de tres vueltas, pelo sin teñir y casacas, que no abrigos, de seda tiesa que ni recuerdan a las famosísimas velinas de pecho suave y smartphone en la oreja. En medio de todo ese panorama sombrío y tecnócrata, Madrid no se rinde y apuesta fuerte por la última de las divas extranjeras, Irina Shayk, la novia oficial de Ronaldo, el deportista todoterreno y héroe de la era gris que sobrevive a la burbuja.
Mientras la capital se unía a las manifestaciones en contra de los recortes en educación y en sanidad, Irina se preparaba para recibir un premio a su belleza. Mientras subían, o caían, nunca lo sabemos bien, las primas de riesgo y en los gimnasios de la capital se hablaba de que todo esto se debe a una estrategia de un grupo de inversores malvados que quieren arruinar el euro, en La Finca, la última urbanización de nuevos millonarios, Irina se preparaba para su gran noche en los premios de la revista Marie Claire. Una vez allí, Irina y Cristiano fueron requeteanalizados por esa agencia de calificación que son los invitados a una buena fiesta, que, con primas de riesgo o sin primas de riesgo, son siempre igual de estrictos. Irina y Ronaldo demoraron su entrada. Al parecer, Irina no se sentía del todo cómoda si no se sentaban cerca seis de sus mejores amigos. "Hay que entenderla", matizó una versátil actriz; "si estuviéramos en su cabeza, querríamos hacer lo mismo". En su cabeza o en sus piernas, agregaron otros, que son infinitas y que, pese a llevar un traje largo de estructura armadura, Irina enseñaba con descaro y además movía nerviosamente mientras se enfurruñaba cada vez más.
Durante la entrega de uno de los premios, Ronaldo hizo un gesto a uno de sus guardaespaldas (que se mezclaban entre los invitados a escasos metros del futbolista) para que le abrieran una de las puertas del salón de la Embajada francesa y salió hacia el jardín. "¿A fumar?", preguntaron algunos presentes, indicando que dentro del recinto estaba permitido. Nadie lo supo, pero Irina también abandonó la sala, a riesgo de que su premio fuera el siguiente, el enfado en la cara y en la pisada. Los flases, igual que los escoltas, detrás. "Pero ¿qué le pasa?", decían los presentes, ahogando las palabras de agradecimiento de los premiados. "Quiere que la duquesa de Montoro abandone su asiento para sentar a su hermana", dijeron. Se explicó que los asientos estaban reservados meses in advance.
Y las agendas de otras estrellas, también. Inflexibles, las piernas de Irina y Ronaldo dilataron y dilataron su reaparición. Cuando lo hicieron, le dieron la espalda a los flases, que llovieron sobre ellos aún más de lo que lo harán sobre Rajoy este domingo.
Brillante triunfo de Irina, que parpadeó un par de veces y comentó algo en su idioma a su Bota de Oro. Tensión social dentro y fuera de la embajada.
Irina miraba a los que ocupaban los asientos que su hermana debería disfrutar como si arrojara sobre ellos una maldición eslovaca, que a fin de cuentas es lo que estamos viviendo. Sobre ellos también caía un titular: "Son los nuevos Beckham".
Capaces de dejarnos sin habla con su derroche, pero también con su increíble enojo, su prepotencia y sus smartphones ardientes, la cosa que más desean.
Durante toda la entrega de premios, ni Irina ni Ronaldo los dejaron quietos. A lo mejor se burlaban de los presentes. O del presente. Tras la entrega de premios, abandonaron sin cenar. Alguien habló de mala educación y alguien también habló de nueva educación. Se subrayó aquello de "con tanto dinero, no saben divertirse en las fiestas". Más adelante en la noche, Tamara Falcó sintetizo: "Es una chica Bond", y todos entendimos lo que quería decir.
Da un poco de pena que termine la era Berlusconi y nadie se lamente sobre el futuro de las velinas. ¿Qué pasara con ellas?
Se marchan y se apagan las llamas de la fiesta incandescente que fue Europa hasta hace poco. Y los que antes votábamos a líderes carismáticos, ahora lo hacemos creyendo en un milagro para luego acostumbrarnos a que nos gobiernen tecnócratas que generan un malestar solo comparable a la ira de Irina.
De momento, el Gobierno de Monti ofrece una foto donde todos son tecnócratas.
La primera impresión, al verlos tan tiesos con el mismo tono de azul en sus trajes, corbatas, faldas, carteras y ojos, es que vuelve el tecno, esa música que no sabes cómo bailar. Ante la foto, las velinas seguro que se beberán una botella de champán y aspirarán un puro compartido con algún caballero orondo y solvente, jactándose: "Lo nuestro al menos era más divertente".