Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 jul 2011

Beatus Ille

HORACIO











Beatus ille qui procul negotiis,



ut prisca gens mortalium



paterna rura bobus exercet suis,



solutus omni fenore,



neque excitatur classico meles truci



neque horret iratum mare,



forumque vitat et superba civium



potentiorum limina











Dichoso aquél que lejos de los negocios,



como la antigua raza de los hombres,



dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con los bueyes,



libre de toda deuda,



y no se despierta como los soldados con el toque de diana amenazador,



ni tiene miedo a los ataques del mar,



que evita el foro y los soberbios palacios



de los ciudadanos poderosos.

La poderosa imagen 'retro' de Amy

La estética y la música de la cantante británica retrocedían en el tiempo para recuperar el poder atractivo de las 'girl groups' y las 'pin-ups' .
Producto cuidado hasta el más mínimo detalle, la imagen de Amy Winehouse siempre fue un viaje en el tiempo.
Si algo llamó la atención de aficionados (y expertos) de la música de todo el mundo cuando esta chica de barrio llegó a lo más alto de las listas de éxito con Back to Black fue, aparte de su voz canalla, su gran atractivo retro: los estampados, vestidos imposibles y su característico recogido cardado iban como broche de oro a su elegante soul de reminiscencias de los sesenta.




El destino cita a Amy Winehouse


Tabaco, flores y alcohol en memoria de Amy Winehouse


Amy Winehouse, fiel al espíritu autodestructivo



Junto a sus hits, tal vez el mayor logro de Winehouse haya sido que todo el mundo retenga su imagen en la mente.
 Poderosa imagen de gala, una especie de relámpago estético, que aunaba el punto callejero contemporáneo con el adorno de otra época.
 Entre los jóvenes, causaba furor ver a esa morena desgarbada cantar esa música que parecía novedosa aunque no lo era y con un estilo tan definido, realzado con complementos, pañuelos, grandes pendientes y zapatos retro.
Era toda una filosofía de la estética, estudiada a la perfección y que se miraba en el mismo espejo en el que se miraba su música (especialmente con Back to Black ya que el anterior Frank tenía más ecos jazzísticos): la era del pop femenino de las girl groups en Estados Unidos.






Fueron bastantes las bandas de chicas que en los sesenta formaron parte de este tipo de conjuntos.
Las que más éxito consiguieron fueron The Supremes, el grupo de Diana Ross que simbolizó más que nadie el sonido de la joven América desde su base de operaciones en la Tamla Motown, en Detroit.
 Pero en esa efervescencia pop, con verdadero gen afroamericano, se encontraban también otras maravillosas formaciones como The Ronettes, The Shirelles, The Marvelettes, The Shangri-Las, The Crystals o The Velvelettes.
 Con su voz llena de alma, Winehouse tomó de ellas no solo una perspectiva musical con la que iluminar su música, gracias sobre todo a los arreglos del productor Mark Ronson, convertido desde entonces en un rey midas de la mesa de mandos, sino también su fotografía femenina.



Winehouse recuperó el soul pero también recuperó esa femineidad.
Según se recoge en la biografía Amy Winehouse.
La chica mala del pop rock, cuando la cantante británica se refería a sus adoradas Ronettes, el grupo de soul urbano reclutado e ideado por Phil Spector, aseguraba: "Se trata de efectos de sonido y atmósferas, y casi puedes oír sus peinados".
Puede sonar alocado pero tal vez no lo sea: oír los peinados de abultados e inmensos moños de Veronica Bennett (más tarde conocida como Ronnie Spector), Estelle Bennett y Nedra Talley pasaba por apreciar ese sonido voluminoso, repleto de capas instrumentales, que coronaban una canción como un recogido cardado una cabeza.



Ese moño fue toda una institución en los sesenta norteamericanos, incluso británicos. Conocido como peinado colmena (beehive), Audrey Hepburn se hizo célebre al llevarlo en la película Desayuno con diamantes (1961) como también sucedió con Janice Rand a bordo del USS Enterprise en la serie Star Trek (1966). Un poco antes se dejó ver el más recatado de Kim Novak en Vértigo (1958). En Reino Unido, una de sus mejores cantantes, Dusty Springfield, la voz de toda una generación, también llevó este florido peinado. La mayoría de las girl groups en las que se fijó Winehouse lo utilizaron como elemento estético, diferenciador de la mujer y que otorgaba estilo.
 Las chicas que cantaban a los amores y desamores con su pop inocente glorificaban su estética enaltecida con sus vestidos estilizados y sus flores en sus peinados. A diferencia de lo que pasó con la irrupción del rock'n'roll de los cincuenta, donde los Elvis Presley, Chuck Berry, Jerry Lee Lewis o Gene Vicent dominaban el cotarro, la estética les pertenecía a ellas pero también la música y el éxito.
 Las girl groups se adueñaron de las listas con su propio modo de hacer las cosas y conquistar a las audiencias. Lo mismo que Amy Winehouse tras el triunfo mundial de Back to Black.




Su modo retro también tenía en cuenta el cuidado maquillaje.
Como una Elizabeth Taylor haciendo de Cleopatra, su marcada raya del ojo (eyeliner) y su abundancia de rímel en las pestañas se hicieron notas características de su estilo.
Podría parecer un mero recurso pero era sin duda otra forma bien pensada de acercarse y recuperar la época de las reinas del pop. The Ronettes o The Marvelettes también las utilizaron con naturalidad. Incluso el uso de tops, pañuelos, bustiers o sandalias de tacón alto (peep toe shoes) hacían revivir los mejores años de las conocidas pin-ups, las ilustraciones y fotografías de chicas atractivas y estilosas que cultivaron la cultura popular del siglo XX y que han pasado por ser iconos artísticos como en el caso de Betty Page.
La imagen femenina de la pin-up se asienta en el maquillaje, el peinado, los escotes y el poder de la cadera, hábil y conscientemente utilizada por Winehouse en sus videoclips y conciertos.



No es de extrañar, por tanto, que el diseñador Karl Lagerfeld la proclamará la Brigitte Bardot del siglo XXI como tampoco lo es que la pin-up por excelencia de la historia, Betty Boop,
 fuera el primero de los numerosos tatuajes que la cantante británica se puso en su cuerpo.
 Incluso en su brazo derecho tenía dos ilustraciones más de pin-ups junto al nombre de su abuela Cynthia.
Los tatuajes, como los piercings, fueron los elementos contemporáneos a su aspecto chulesco e independiente.
Era una pose natural y desinhibida a la que añadió todo tipo de abalorios, como pulseras, grandes colgantes o pendientes.



Amy Winehouse hizo de su imagen retro todo un modelo actualizado para la industria del entretenimiento.
 Sin resucitar el soul, que nunca ha estado muerto porque en los últimos 40 años ha tenido muchos y muy buenos representantes aunque poco conocidos, Winehouse lo llevó a audiencias masivas con patrones ya conocidos.
 A su manera, lo puso en la cúspide, como su imagen de chica de barrio de Camden, con cierto aroma de auténtica pero estudiada hasta el más mínimo detalle.

24 jul 2011

CAROLE KING You've Got A Friend

El pueblo de las almas perdidas

Las hadas, los duendes, los unicornios y demás criaturas que pueblan los cuentos populares representan las fuerzas de la naturaleza, los misterios del nacimiento y la muerte, los vuelcos del amor y los pliegues del corazón .
Cuenta Gerald Brenan, en su biografía de san Juan, una anécdota de sus conversaciones con las monjas durante el tiempo que fue confesor de uno de sus conventos.
Una de ellas, llamada Catalina, que hacía de cocinera, le preguntó ingenuamente por qué cuando pasaba junto al estanque del jardín las ranas que estaban sentadas en el borde se zambullían en el agua y se ocultaban.
San Juan le replicó sonriendo que ese era el lugar en que se sentían más seguras. Tan solo allí podían defenderse y estar a salvo. Y así debía hacer también ella: huir de las criaturas y zambullirse en ese centro, que era Dios, escondiéndose en él.



Pobre del que no se detenga a escucharlos: nunca tendrá nada interesante que contar



Tienen el poder órfico, acercan lo lejano y alejan lo cercano, y el poder icárico, arden

Muchos años después, en una carta a la priora, san Juan le envió a la monja cocinera el siguiente mensaje: "Y a nuestra hermana Catalina, que se esconda y vaya a lo más hondo". En el pensamiento místico, esa búsqueda del vacío conlleva la promesa de una unión, de un encuentro con otra realidad.
El vacío no se confunde con la nada. Es un umbral y puede ser tocado por la gracia, convertirse en el tránsito hacia una realidad más plena.



Los japoneses, expertos en tales artes de la invisibilidad, tienen una costumbre que consiste en marcar la presencia simbólica del vacío en la casa mediante un minúsculo hueco abierto en la pared.
Ese hueco es el tokonoma, y puede hacerse con una uña.
Basta con raspar un poco la cal de la pared, el borde de una taza de café, y reducirse hasta caber en él. Los elfos, las hadas, los duendes y demás criaturas que pueblan los cuentos populares, pertenecen a ese mundo del pequeño rasguño, del pabellón del vacío. Viven en los rincones de las casas, debajo de las piedras, en las grutas más hondas o en la profundidad de los lagos. Allí donde el ojo humano no suele llegar ni su razón tiene poder alguno. Separados de los hombres y manteniendo una difícil relación con ellos, estas criaturas representan las fuerzas de la naturaleza, los misterios del nacimiento y la muerte, los vuelcos del amor y los pliegues del corazón humano. Su mundo es el mundo del tokonoma, ese reverso donde, según nos enseñó José Lezama Lima, podemos recobrar nuestro cuerpo "nadando en una playa, / rodeado de bachilleres con estandartes de nieve, / de matemáticos y de jugadores de pelota / describiendo un helado de mamey".



Esos versos son de El pabellón del vacío, el poema que Lezama Lima escribiera pocos días antes de morir.
 Toda la poesía del escritor cubano se resume en este poema estremecedor. ¿Pero el poeta no es ya, y por el hecho de serlo, alguien que viene de la muerte? "Estoy vivo como si estuviera muerto", escribió Lezama.
Y está hablando de sí mismo, pero también de san Juan, pidiendo a las monjas que huyeran de la mirada de todos, o de esos campesinos irlandeses que en sus paseos se encuentran con envidiable naturalidad con elfos, hadas, o con alguna de las criaturas que habitan el reverso del mundo.
 En ese instante los ojos de los vivos y de los muertos coinciden y la mirada del hombre adquiere un doble poder: el poder órfico, cuya virtud consiste en acercar lo lejano y alejar lo cercano;
y el icárico, que consiste en arder.



Todas las criaturas que pueblan el mundo de los cuentos tienen ese doble poder, y no creo que estemos en condiciones de prescindir de ellas con la ligereza con que lo hacemos.
 Olvidemos por unos minutos el triste espectáculo en que se ha convertido la convivencia en nuestro país, y detengámonos en tres de esas criaturas olvidadas: las hadas, los unicornios y los duendes.
Una antigua leyenda relaciona el origen de las primeras con los ángeles caídos. Luzbel se rebeló contra Dios y, deseoso de fundar su propio reino, abandonó el cielo dejando tras él un rastro luminoso de tan indescriptible belleza que muchos ángeles le siguieron. Descendió del cielo e hizo del infierno su reino, pero los ángeles no dejaban de seguirle y, como el cielo se estaba vaciando, Dios intervino haciendo que las puertas del cielo y del infierno se cerraran bruscamente. En medio quedaron un montón de ángeles que como no tenían adónde ir se refugiaron en las cavidades de la tierra, como quienes saben que no van a ser bien recibidos. Y así se constituyó la estirpe de las hadas. Son muchas las cosas que se cuentan de ellas. Por ejemplo, que les encanta la miel y que suelen embaucar a los hombres aprovechándose de sus hermosos cuerpos y esbeltas figuras, para luego convertirlos en esclavos y satisfacer sus más variados deseos.
Y que poseen un extraño tabú: no soportan la sal.



El unicornio es un animal semejante a un caballo, aunque con un cuerno en forma de espiral, situado en medio de la frente. Su vista es muy aguda y puede ver lo que ninguna otra criatura.
 Carece de morada fija y vaga por el bosque recordando siempre que es mensajero de una tierra extranjera. Para capturarle se emplea a una doncella. El unicornio corre a su lado y se queda plácidamente dormido sobre su falda, momento en que los cazadores lo capturan, mientras el corazón de la doncella queda trastornado para siempre a causa de esa traición.



Los duendes son seres sobrenaturales, sin alma y de estatura menuda, variable entre los 30 centímetros y el metro de altura. Poseen un carácter extremadamente burlón, y tienen habilidades como mimetizarse, imitar los sonidos de los animales y hacerse sentir, tocando a un ser humano con sus manos, produciéndole un escalofrío.
Según la mitología islandesa, su origen se remonta a Eva, la primera mujer creada por Dios. Eva se encontraba un día bañando a sus hijos en el río cuando Dios le habló.
En su miedo, escondió a los niños que aún no había bañado.
 Dios le preguntó si todos sus hijos se hallaban presentes, y Eva contestó que sí.
Al ver que Eva mentía, Dios le dijo que, en castigo, esos niños permanecerían escondidos eternamente para el resto de los hombres del mundo.



"Instalarse en la casa en lugar de admirarla y ponerla guirnaldas", escribió Kafka. Los cuentos hablan de un tiempo en que el mundo, cada árbol, cada piedra, tenía una presencia tan singular como indescifrable.
 De un mundo habitado, sí, pero también abierto y ajeno. W. B. Yeats lo explicó con estas palabras: "Toda la naturaleza está llena de gente invisible. Algunos de ellos son feos y grotescos; otros, malintencionados o traviesos, muchos tan hermosos como nadie haya jamás soñado, y los hermosos no andan lejos de nosotros cuando caminamos por lugares espléndidos y en calma". Como nadie haya jamás soñado. Pero ¿cómo podemos imaginar lo que nunca se vio ni pudo, por tanto, soñarse? Tenemos, como quería Kafka, que instalarnos en el corazón de las cosas. Pero, ¡ojo!, "esconderse allí es temblar, / los cuernos de los cazadores resuenan / en el bosque congelado. / Pero el vacío es calmoso, / lo podemos atraer con un hilo / e inaugurarlo en la insignificancia".



Las palabras y las criaturas de los cuentos son ese hilo. Nos prometen la compañía insuperable, la conversación en una gruta del bosque, el juego en el río con los seres de las corrientes, el encuentro con los elfos de la luz, que son las criaturas más delicadas que existen.
Reivindican, como los personajes de Kafka, "el gesto pueril en medio del bosque helado". Son los descendientes de aquellos niños que Eva escondió de la mirada de Dios: un pueblo perdido que siguiera buscando en el mundo un lugar donde quedarse.
 Les gusta estar a nuestro lado y asistir a nuestras locuras, como si guardáramos algo precioso que somos los primeros en desconocer.



De ese pueblo de almas perdidas hablan todos los cuentos que existen.
Pobre del que no se detenga a escucharlos: nunca tendrá nada interesante que contar a los demás.



Gustavo Martín Garzo es escritor.