Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 jun 2010

ENTREVISTA: MARIANNE FAITHFULL Cantante


Pedirle un buen consejo de vida a Marianne Faithfull (Hampstead, Londres, 1946) jamás podría tacharse de gratuito.
Es, sencillamente, no dejar pasar la oportunidad de que una de las mujeres de la historia del rock and roll que peor y mejor ha sabido vivir, con una trayectoria que debería enmudecer a los moralistas que condenan a la fatalidad los excesos -y ella, hoy una gran señora, no se ahorró uno solo-, explique dónde diablos está el secreto para levantar la cabeza cuando uno literalmente la ha perdido.
Superviviente de absolutamente todo, últimamente hasta un cáncer de pecho, la cantante fuma un cigarro al otro lado del teléfono desde París, donde reside por temporadas desde hace unos años. Con esa voz tan cascada y acogedora como ese maternal regazo, gracias al que una vez la apodaron como "un ángel con grandes tetas", responde: "¿El truco? Dejar de ser intensa. Yo solía ser muy intensa hasta que descubrí que me había pasado de todo y en realidad no me había pasado tanto. Nada era tan importante.
Yo dramatizaba todo, una tendencia terrible que solo te hace daño... aunque, la verdad, para qué mentir, lo sigo haciendo. Hace poco me han preguntado por mi próximo disco y he dicho que será el último. ¿Por qué he dicho eso? ¿Por qué hablo ya de lo último? ¿Qué sabré yo del futuro? Ve, dramatizo. Mejor evitarlo".

"Estas son canciones que por alguna razón nunca me han dejado"
Faithfull hace doble parada en España con la gira de su último disco, Easy come, easy go. El día 9 en Madrid (dentro de los Veranos de la Villa) y el 10, en el teatro Cervantes de Málaga. "Easy come, easy go es el título de un viejo blues de mi adorada Bessie Smith. Me gusta esa frase, quizá porque yo antes no era así, y me aferraba, pero ahora sí lo soy, y lo que duele, que se vaya... No hay tiempo que perder." Tanto el disco como la gira (acústica: "Para el público será interesante no verme arropada por una banda") se basan en las 18 versiones que la cantante ha hecho de algunas de sus canciones favoritas. "Las que por alguna razón no me dejan, que tienen que ver conmigo pero sin yo saber exactamente por qué".

Faithfull vive entre París y Dublín ("Cuando esta ciudad se pone demasiado elegante y estirada me gusta largarme al viejo y asqueroso Dublín. Buena mezcla") y, entre disco y disco, se inventa espectáculos para recorrer el mundo. Desde hace un par de años viaja por teatros recitando los sonetos de Shakespeare. "Lo hice para divertirme, pero se ha convertido en todo un éxito. Llenamos cada función y hasta se ha vuelto un espectáculo comercial. Yo no recito los sonetos, los hablo, los comento, no hay nada solemne en lo que hago. Empecé a leerlos con 15 años y entonces pensé que yo era la única -¡así era yo!- pero en realidad todo el mundo los conocía. Me gustan los que hablan de la fama, del tiempo, de hacerse mayor, del amor, de la belleza... El viejo Willy Shakes, él sí que sabía de esas cosas y sabía además que sus versos estarían siempre y que por tanto su amor y su belleza serían inmortales y eternos".

Autora de un libro de memorias (editado en España por Celeste) tan duro como hermoso y redentor, Faithfull se enorgullece de la confesión -y en gran medida ajuste de cuentas- que supuso aquel relato, aquella historia de una niña bien de Hampstead (nieta del hombre que inventó el término masoquista) a la que Mick Jagger dedicó Wild horses (Caballos salvajes) el día en que, ya separados, él tuvo que ir a socorrerla al hospital donde, hecha un despojo humano, estaba a punto de morir. "Escribí ese libro con 40 años y había mucha fantasía también en él. Pero lo curioso es lo distinto que fue todo a partir de esa edad. Fue muy interesante, y no lo esperaba. Creo que el gran cambio llega al final de los 50 años, a partir de ahí todo empieza a ir muy deprisa, demasiado deprisa". Al recordarle la frase Andrew Loog-Oldham, su descubridor, sobre su cara de ángel y su estupendo pecho, se ríe: "Es una frase ridícula. Pero sí, yo era preciosa, y eso asustaba, y me aislaba también. Pero no he renunciado a ser una mujer guapa, en mí sigue siendo una necesidad".

Asegura que solo ahora empieza a sentirse cansada. "Me he puesto 2014 como un límite para parar. Quizá no pueda, no lo sé, pero me gusta pensar que puedo"

Faithfull sigue fumando mientras habla. Al darle un impertinente -por obvio- consejo de salud reconoce educada su error. Es fácil imaginarla (ella que lo dejó todo: la heroína, la calle, todos los amantes posibles y todas las locuras imaginables) agachando la cabeza como una cría orgullosa que admite sus faltas: "John Lennon decía que fumar le ataba a la tierra. Y a mí me pasa algo parecido. Dejé de fumar una semana y estaba ida. Sé que lo tengo que dejar, que no es bueno. Así que algún día lo haré".

Islas Canarias - Los Gofiones

En busca del Santo Grial de la música La catedral de León alberga un valioso códice medieval que los musicólogos intentan descifrar - Un congreso de e


La palabra es sencilla: Organum. Está muy cerca de otra: Melos. Ambas conviven en el margen inferior izquierdo del pergamino número 229 del Antifonario de León. Mientras copiaba la parte más imponderable de los sonidos mozárabes allá por el siglo X, el abad Totmundo apenas imaginaba que la posterior imposición papal del Canto Gregoriano, cuyo sistema tonal permitió la evolución hacia la armonía, sumiría en el olvido el significado de los símbolos caligrafiados en este legendario manuscrito y dejaría irresuelto uno de los mayores enigmas de la historia de la música.


Podría ser el testigo más relevante de la cultura caligráfica pregregoriana
"De probarse que esa palabra significa realmente segunda voz o de acompañamiento, estaríamos ante un descubrimiento universal: la transcripción de la primera obra polifónica del mundo, dos siglos antes de que las partituras designasen con el epígrafe Organum a las voces de acompañamiento a las melodías.
¿Por qué está ahí esa palabra? ¿Cuál es su verdadero significado? El problema es que las notas que le siguen son indescifrables".
El canónigo titular de la catedral de León, Samuel Rubio, de 66 años, planteaba ayer al mediodía estos interrogantes ante el Antifonario de León, sacado con mimo y guantes de látex de la vitrina donde reposa por Máximo Gómez, director del museo catedralicio, para mostrarlo a EL PAÍS en presencia del presidente-deán del cabildo, Eduardo Prieto. Musicólogos de diverso pelaje han intentado desde hace más de medio siglo, con más empeño que éxito, desvelar los misterios sumergidos en la complejidad de las neumas sin pentagrama que permanecen en libros como este a modo de representación del canto visigótico-mozárabe de la península Ibérica. Todas esas investigaciones han concluido que se trata de documentos repletos de valiosísimos datos referentes a la dinámica, pero también, y sobre todo, al ritmo.

Y realmente es un privilegio contemplar, al frescor de los pilares góticos de la catedral de León, los 306 folios de pergamino del Antifonario (365 x 270 milímetros) bien conservados y encuadernados en piel con dos cerrojos, decorados con singulares ilustraciones y rebosantes de un océano de símbolos. Muchos de sus secretos permanecen ocultos. Pero persiste la certeza de que estamos ante el testigo más relevante de la cultura caligráfica musical europea que precedió al Canto Gregoriano.

"Si no es el Santo Grial del canto litúrgico pregregoriano, se trata, cuando menos, de uno de ellos", apunta por teléfono desde Nueva York Don Michael Randel. A sus 69 años, el presidente de la Andrew Mellon Foundation y autor, entre otros estudios, de The Responsorial Psalm Tones of the Mozarabic Office (Princeton University Press), basado en su mayoría en el Antifonario de León, es uno de los mayores conocedores de las claves de este códice. "Hay pocos restos del canto litúrgico en Europa anteriores al Canto Gregoriano, y este es el más completo de los que sobreviven. Su música se remonta hasta el siglo VIII e incluso hasta san Isidoro de Sevilla".

Randel es uno de los expertos convocados al Simposio Internacional sobre el Antifonario de León, el canto mozárabe (viejo-hispánico) y su entorno litúrgico musical que se celebrará aquí mismo en marzo del año que viene. Un encuentro organizado por la Sociedad Española de Musicología, el Cabildo de la Catedral de León y el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música del Ministerio de Cultura (INAEM) para reivindicar la relevancia de este documento artístico de primer orden y recuperar el lustre de los cantos litúrgicos cristianos como generadores de la tecnología musical moderna.

Junto al director del INAEM, Félix Palomero, el catedrático del Conservatorio de Madrid y miembro de honor de la Sociedad Española de Musicología Ismael Fernández de la Cuesta es uno de los grandes reivindicadores del Antifonario de León. "Estamos ante la primera gran aportación gráfica hispánica a la historia de la música", proclama Fernández de la Cuesta al otro lado del teléfono. "Cuando se insiste en que es el más completo de su época es porque contiene toda la música litúrgica, todos los oficios del canto. Además, por supuesto, de guardar el misterio sobre la que pudo ser la primera obra polifónica escrita del mundo".

Fernández de la Cuesta recuerda que más de 40 códices transmiten la música pregregoriana de la Península. El Antifonario de San Millán de la Cogolla que se conserva en Madrid es otro de los testigos más importantes que se conservan, junto con el de León, de la música visigótico-mozárabe.

Por el momento, la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas ya ha promovido la digitalización del Antifonario de León, cuyo resultado formará parte de Europeana, la biblioteca virtual europea. El director general del Libro, Rogelio Blanco, afirma sobre sus bondades: "Dentro de mitos culturales europeos como Don Quijote, Don Juan o Carmen, debería incluirse al Antifonario de León".

La dificultad para descifrar sus grafías ubicadas en folios sin rayas ni pentagramas complica la tarea de aseverar su aportación más terrenal a la historia de la música. "Su valor, por el momento, sigue siendo sobre todo histórico", señala Don Michael Randel desde Nueva York. "Contiene unas dos docenas de composiciones que se han adivinado porque también existen en otras anotaciones musicales posteriores. Pero hay otras miles imposibles de interpretar".

El canónigo leonés Samuel Rubio, ese hombre afable que casó al presidente Zapatero con Sonsoles Espinosa, apostilla: "Este libro es un volcán al que damos por muerto. Pero puede volver a explotar". Organum y Melos. El misterio sigue vivo. La Piedra Rosetta del canto visigótico-mozárabe está aún por resolver.