Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 dic 2011

De 'zapping' por la historia del arte

Valentín Roma (Barcelona, 1970) quería escribir un gran diccionario en torno a las disciplinas artísticas. Se iba a titular Alfabeto blasfemo del arte. Este comisario y profesor de estética, admirador de Félix de Azúa, contemporáneo porque no le queda más remedio empezó la aventura por la letra erre.
La palabra sería Rostros. Y aquella letra que se hizo nombre, terminó convirtiéndose en un libro que acaba de editar Periférica y en el que Roma crea un extraño pero irresistible cruce de teoría, crítica, narración, ensayo, conferencia y zapping. "Hay una gran parte de reto en este libro.
Un reto, no al lector, sino a mí mismo. '¿Seré capaz?', pensaba mientras observaba las imágenes que conformaban el collage que tuve sobre la mesa durante la escritura del libro
. La idea era construir un relato a partir de ellas, que esto no se leyera como un ensayo, sino que las fotos fueran un disparador de pensamientos, de ideas".


Rostros se estructura a partir de ciertas imágenes del siglo XX -algunas icónicas, otras rescatadas en nombre del relato-, de cuya historia, significado y significación se sirve el autor para tejer un discurso extremadamente elástico.
No nos hallamos ante un ejercicio de semiótica, ni tampoco ante un eterno pie de foto. "Hay una parte de interpretación y otra muy grande de fabulación.
Llegué a inventar alguna historia alrededor de alguna imagen.
Allí donde no llega el pensamiento, llega la imaginación. Siempre he creído que en los 60 centímetros que hay entre cabeza y mano se ha jodido la historia del arte. En esa distancia que separa lo que uno piensa de lo que finalmente hace", apunta el autor.
Acaso con el fin de acortar ese espacio de tránsito, abogó por otorgarle a su narración un estilo oral, recogiendo así su experiencia como docente y conferenciante.
El resultado es un libro que se escucha y en el que a veces da la sensación de estar observando al autor mientras hace zapping en su cabeza. "Me interesan mucho la sonoridad de los textos. En esto, mi faceta de profesor me ha ayudado mucho. Mis alumnos no me hacen ni caso, pero yo jamás interrumpo mi discurso, ni les llamo la atención.



No paro. Una vez di una conferencia en el Museo Picasso y, como no tenía tiempo para preparármela, utilicé material que había usado en las clases.
Vinieron algunos alumnos y me felicitaron por la conferencia. Pensé: 'Cabrones, pero si esto ya os lo he contado mil veces'.
Como se ve, los jóvenes son magníficos para mantenerle a uno en la humildad".
Roma aún persiste en la idea de ese alfabeto blasfemo sobre el arte. Cada vez más cómodo en su faceta de escritor, y con la confianza que otorga debutar a los 41 años sin demasiado que demostrar, espera concluir Monsieur Sector, diario ficticio de un millonario coleccionista inventado que empezó a escribir durante su estancia en 2009 en la Bienal de Venecia, cuando fue comisario del pabellón de Cataluña.

Jane Eyre Movie Trailer Official (HD)

26 dic 2011

EL DISCURSO DEL REY

El Rey dijo su discurso, muy largo para tan poca sustancia  pero un escueto Feliz Navidad porque Próspero Año Nuevo sería un insulto, Próspero hay que admitirlo, más de la mitad de los españoles se han olvidado de ese adjetivo, y tampoco se puede decir y un año de Super Crisis, así que salir como sale para hablarnos que todos somos hijos de Dios y que nos tenemos que portar como tal, no pega mucho, y sino sale peor, Ese Rey simpático y bonachón de cara a la Galería, anda hecho unos zorros, golpes, operaciones, disgustos, un exyerno aficionado a querer comerse Madrid con extravagancias, otro yerno ladrón, sus hijas que 1º siempre cesan su convivencias temporalmente, para cesarlas definitivamente, no sé que hará Cristina si cesará y esperará o llorara por los rincones, un poco tontos si que fueron, su Iñaki y ella, Ahora a ver que dice la Justicia, hace más de  6 años que Urdagarín hacia estas cosas por quué a la Primera no le amonestaron y castigarlo? por qué se espera tanto tiempo y lo mandan a la Capital de EE.UU. cuando Marichalar tb los mandaron a NY pero el estaba más por la calle Serrano comprando, y su infanta e hijos estarían ya aburridos de ver que su padre en lugar de un abrigo lleva como 10 pasminas que se va colocando,,,,,,eso,,,,según el frio, con un rídiculo bolsito de Chanel para hombres, que lo puedan comprar claro, porque esos caprichos son muy caros, que me lo digan a mi, vi unas preciosas gafas de Chanel, y me veía muy guapa, me las probé y las dejé, porque podría cometer ese impulso dl que arrepentiria toda mi vida, !!!Como quisiera que Baltasar existiera!!!!(Cuento de Navidad)

25 dic 2011

Dime qué te regalan y te diré quién creen que eres

¿Quién hizo el primer regalo y para qué? ¿Quién lo recibió y qué dio a cambio? Esas son dos preguntas para la Historia, pero hay otras para la Sociología:
¿Un regalo es un espejo en el que se ve con más claridad a quien lo hace o a quien lo recibe? ¿Lo que le regalamos a una persona resume lo que pensamos de ella? Algunos regalos, por ejemplo, un buen libro, son un elogio porque demuestran que consideramos personas cultivadas a quienes los reciben; otros son un acto de incomprensión que hace pensar a sus destinatarios: ¡pero cómo ha podido creer alguien que yo me pondría esta ropa, oiría este disco o voy a echarme esta colonia!
Y algunos más son solo una cuestión de negocios o una simple estrategia, aunque esos no suelen despertar la gratitud de quien los obtiene, sino su desconfianza:
“Repartía regalos / como quien pone un cebo en un anzuelo, / y ¿qué pez puede amar al pescador?”, dice el poeta hispanorromano Marcial.
Los regalos son hijos del miedo. Los conquistados se los ofrecían al invasor
Llega la Navidad, se encienden las luces, se acercan la Nochebuena y el día de Reyes y puede haber dudas sobre si estas fiestas son una celebración religiosa o un asunto comercial —”Consumismo / serpiente que se traga su propia cola”, escribe en sus Ecopoemas el último premio Cervantes de literatura, Nicanor Parra—, pero parece indiscutible que del 24 de diciembre al 6 de enero todo gira alrededor de tres palabras: familia, banquete y regalo, las dos últimas, al menos, hasta donde lo permita la crisis.
Hay muchas teorías sobre el origen de los regalos, que muy probablemente no son hijos de la amistad, sino del miedo, porque las tribus y los pueblos conquistados se los ofrecían a los invasores como símbolo de sumisión
. Pero las civilizaciones dominantes también los hacían.
Los fenicios entregaban telas, alhajas y objetos de vidrio o marfil a aquellos con quienes querían comerciar, para ganarse su confianza. Los griegos ya tenían la costumbre de regalar joyas, amuletos y flores a los niños, para celebrar sus cumpleaños. En Roma, la tradición de agasajar el primer día de enero al emperador, obsequiándole ramas de laurel y pasteles, pronto se extendió a los parientes y amigos, a quienes se les entregaban unas monedas de latón que servían para desearles prosperidad.
Y los persas agasajaban con diversas mercancías a quienes controlaban las rutas a Oriente, para convencerlos de que hicieran tratos con ellos. Pero la apoteosis del regalo es propia de nuestra época, que de hecho ha ido multiplicando los días marcados en rojo: primero los Reyes Magos, luego la Nochebuena, San Valentín, el Día de la Madre, el del Padre… Así que regalamos mucho, pero ¿lo hacemos bien? ¿Cuántas veces sentimos alegría al rasgar el papel de colores y cuántas veces decepción?
Almudena Grandes: "A veces tratamos de disfrazar al otro de nosotros mismos"
“A mí eso me estuvo pasando toda la vida, mientras fui niño -recuerda el novelista Juan Marsé-, gracias a una vecina que cada año me regalaba lo mismo por Reyes: un juego de bolos de madera sin pulir, con un círculo rojo dibujado encima, seguramente porque era muy barato.
Al verme la cara de desilusión, mi madre me decía: lo que tienes que hacer es darle las gracias y decir que es justo lo que esperabas. Pero el caso es que yo esperaba otra cosa, un uniforme del Atlético de Aviación, que era el equipo que me gustaba porque, con ese nombre, creía que los jugadores llegaban a los partidos y se iban de ellos pilotando sus propios aviones.
Cuando pasó a llamarse Atlético de Madrid, dejó de interesarme y ya solo fui del Barcelona. Así que nunca tuve aquel uniforme, que era lo que más deseaba. O sea, que los regalos son un poco como los trenes de las canciones: o los coges cuando tocan o pasan de largo y no vuelven”.
Regalar es una mezcla de arte y ciencia, y para hacerlo bien hay que conocer al otro y también adivinarlo: porque si sabes exactamente cómo es, qué cosas tiene y cuáles le faltan, es más fácil acertar.
“Lo fundamental cuando vas a comprarle algo a otro es olvidarte completamente de ti y de tus gustos”, dice la escritora Almudena Grandes. “Muchos regalos fracasan porque nos olvidamos de la persona a la que se los vamos a hacer, como si de lo que se tratase fuera de disfrazarla de nosotros. Y lo que hay que intentar es lo contrario, entender que lo que importa no es lo que tú comprarías, sino lo que ellos quieren.
De hecho, hay ocasiones en las cuales el hecho de que algo te parezca horrible es una garantía de éxito: y si no, que me lo digan a mí, ahora que mi hija se ha hecho punki…”.
"No hay que dejar que las fechas te metan prisa", dice Ana Duato
Y cuando llega esa hora, la de dejarse a uno mismo al margen y ponerse en el lugar del otro, ¿quiénes regalan mejor? ¿Los hombres o las mujeres? “Las mujeres, que supuestamente somos mucho más predecibles y más fáciles de descifrar en ese terreno", continúa la autora de Inés y la alegría, “cargamos más con cosas que no nos apetecen, porque hay una serie de regalos tipo, como los perfumes, que a mí por ejemplo no me gustan, y que según las leyes de la publicidad se supone que son infalibles.
A lo mejor es que como a los hombres, por lo general, les gusta menos ir de compras, lo que les ocurre es que al final van más a tiro hecho, son más convencionales y siguen más los modelos”.
Si algo resulta indiscutible es que regalar es tratar de conocer, algo que siempre oscila entre lo complicado y lo casi imposible. La artista Sophie Calle fotografió todos los regalos de cumpleaños que le hicieron entre 1980 y 1993, y luego los metió en una serie de vitrinas que, al ser expuestas, ofrecían un retrato incongruente. ¿De verdad esos objetos tan distintos entre sí estaban destinados a la misma persona? “Yo tengo muy claro que alguien me conoce lo suficiente cuando me regala una botella de buen vino”, dice el narrador y poeta José Manuel Caballero Bonald. “Porque de pequeño lo que más me agradaba era que me comprasen una bicicleta cada dos o tres años, un poco más grande según iba yo creciendo; pero ahora lo que me gusta es que me regalen vino de calidad, y regalarlo yo también. O sea, que si una persona me regala un vino vulgar, ya tengo claras dos cosas: que ella no sabe quién soy yo y que yo me arrepiento de conocerla”.
La quimera de Santa Claus le ha ganado la batalla a los Reyes Magos
Seguro que cualquiera que eche la vista atrás o mire su armario se dará cuenta de que la incompatibilidad de caracteres entre nosotros y lo que nos regalan se produce demasiado a menudo, en unas ocasiones porque nos dan algo por puro compromiso, o comprado en el último momento, y en otras porque hay gente que nos desconoce de toda la vida. “Es cierto que a veces abres un regalo”, admite la actriz Ana Duato, en un descanso del rodaje de la serie Cuéntame cómo pasó, “y en lugar de dar las gracias te dan ganas de decir: pero ¿quién te has creído que soy yo? Los que sí lo saben no ignoran que lo que más me gusta son los objetos familiares, cosas que no tienen un gran valor económico, pero tienen recuerdos dentro.
En cuanto a mí, lo tengo clarísimo: yo regalo para triunfar, para que el otro tenga algo que le vuelve loco o algo que necesita de verdad. Y como los regalos tienen dos caras, también algo que, a ser posible, sea como un resumen o una maqueta de lo mucho que lo quieres, de lo bien que le conoces.
Lo que sí he aprendido es que a veces para conseguirlo hay que saber esperar hasta que ese regalo aparece, sin dejar que las fechas te metan prisa.
Precipitarse y acertar no suelen ser cosas compatibles”.
El cantante Miguel Ríos coincide en parte con ella a la hora de presentarle resistencia a los días establecidos por el calendario para intercambiarse obsequios, y confiesa: "Yo soy de poco regalar o que me regalen, y muy especialmente en eso que se llaman fechas señaladas.
Pero es cierto que, en general, la gente que me hace regalos parece conocerme bien, al menos, la que está en mi círculo próximo, de manera que suelen darme lo que para mí son cosas prácticas, es decir, libros, discos, jamones, vinos o surtidos de aceites; y, en menor medida, guantes, bufandas...”.
A Miguel Ríos le regalaron un aparatoso servicio de té metálico
¿Quién señala esas fechas a las que se refiere Miguel Ríos? A veces, una iglesia y a veces unos grandes almacenes o una marca comercial. La popularización de Santa Claus se produjo en 1931, cuando Coca-Cola incorporó su figura a su campaña publicitaria de Navidad y el artista Haddon Sundblom dio con la imagen de Papá Noel que se ha convertido en su estereotipo, con su gorro rojo y su barba blanca. Sus orígenes, sin embargo, están en un personaje real, el obispo San Nicolás de Myra, del siglo IV, que al saber que el padre de tres doncellas que no tenían dinero para casarse iba a vender a una como esclava, para financiar la boda de las otras dos, fue a su casa una noche y echó por una ventana abierta tres bolsas de oro.
El mito, por lo tanto, ya tenía una leyenda y una tradición literaria cuando le pusieron una Coca-Cola en la mano, porque en 1808 el escritor norteamericano Washington Irving, autor de los célebres Cuentos de la Alhambra, había publicado La historia de Nueva York según Diedrich Knickerbocker, donde presentó a un San Nicolás que volaba en un vagón tirado por caballos y dejaba caer sus regalos por las chimeneas. Y en 1822, el poeta Clement Clarke Moore escribió otro texto que se hizo muy famoso, La Noche antes de Navidad, en el que el vagón y los caballos se convierten en un trineo y unos renos y donde ya aparecen algunos rasgos decisivos del personaje, como su famosa risa. El caso es que la quimera de Santa Claus le ha ganado la batalla a la parábola de los Reyes Magos, que es mucho más local pero más culta y ha inspirado cuadros maravillosos de Leonardo da Vinci, Velázquez, Botticelli, Giotto, Rubens, Durero y El Bosco, o poemas como este de Rubén Darío que va mucho más allá del oro, el incienso y la mirra: “Allí había oro en cajas reales, / perfumes en frascos de hechura oriental, / incienso en copas de finos metales, / y quesos, y flores, y miel de panal”.
Finalmente, ¿cuál es el regalo más raro que han recibido? A José Manuel Caballero Bonald le quisieron agasajar llevándole a casa un jabalí vivo. “Yo conocía bastante a unos guardas del Coto de Doñana y como allí, de vez en cuando, hay que abrir la veda de esos animales porque se reproducen muy deprisa y cuando hay demasiados, destruyen el ecosistema, pues cazaron un jabato y me lo quisieron dar. Les dije que no pensaba meter eso en mi casa, pero que si lo asaban, nos lo comíamos allí mismo. Y eso es lo que hicimos”.
A Caballero Bonald le quisieron agasajar con un jabalí vivo
“A mí el regalo más raro que me han hecho lo es hasta tal punto que no sé ni cómo se llama", cuenta Ana Duato. “Me lo regaló Imanol Arias y lo tengo en la cocina. Es un aparato que sirve para mantener el vino, una vez abierto, a la temperatura correcta y para succionar el aire que le pueda entrar. Tiene unos depósitos con gas y no sé cuál es su nombre. ¿Guardador? ¿Recorchador? Está en mi cocina y es estupendo, sea lo que sea”.
Miguel Ríos recibió su regalo más raro en vivo y en directo: “Fue al final de una larga entrevista en un late show de la televisión mexicana: al acabar el programa, la presentadora me regaló un aparatoso servicio de té metálico, con su gran bandeja, sus tacitas, platillos, cucharitas y tetera. Todo labrado y envuelto en celofán rosado, con el expreso deseo de que lo disfrutara en mi casa de Madrid. Habría que haberme visto, sujetando eso ante las cámaras…”.
Al novelista Ignacio Martínez de Pisón, un lector que había leído su novela Carreteras secundarias le regaló “un Citroën Tiburón hecho con latas recicladas”, que es en el que van a todos sitios los protagonistas de la obra, pero hubo un regalo aún más insólito:
“Un amigo me compró, vete a saber por qué, un artilugio que tenías que ponerte no sé si en el tobillo o en la muñeca y que servía para calcular los kilómetros que caminas cada día. Cosa que, como puede comprenderse, no tengo el menor interés en averiguar”.
En cuanto a Almudena Grandes, la sorpresa la esperaba en su propia casa: “El regalo más extraño me lo hizo por Reyes mi hija Elisa, cuando tenía 13 años: una pluma preciosa, elegantísima, que me gustó mucho. Cuando acabé de alabársela, me dijo que la había encargado en una papelería en la que teníamos una cuenta abierta para que pudiese ir a por folios, lápices y esas cosas que necesitaba para el colegio”.
Todo un mundo el de los regalos. Rompes el envoltorio y nunca se sabe que vas a encontrar dentro. ¿Será verdad que nadie conoce a nadie?