Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 abr 2011

Blancura DAVID TRUEBA

María Dolores de Cospedal acudió ayer a una de esas imprescindibles entrevistas de Ana Pastor en Los desayunos de TVE.
Vestía un traje de chaqueta blanco con camiseta marinera de rayas azules.
 El proyecto blanqueador tras una Semana de Pasión antigubernamental rebosante de declaraciones subidas de tono alrededor de la lucha antiterrorista era pues evidente desde la elección del vestuario.
 Como aperitivo afirmó que ella no había hecho ningún reproche al Gobierno sobre estos asuntos, sino que se limitaba a exigir la actuación correcta de los responsables.
El retorcimiento del lenguaje, unido al cierto aire a Norma Duval, despistó al espectador mañanero que aún busca el parecido entre la foto de Troitiño y la de Rubalcaba.




Por más que las estrategias de los partidos obliguen a sus espadas a dar un manotazo seguido de una caricia, los consumidores empiezan a encontrar el espectáculo como una escenificación grotesca del poli malo y el poli bueno.
 Los medios están llenos de declaraciones, que son la forma más primaria y menos interesante de la información. Un tipo dice algo.
 Otro tipo dice otra cosa.
Y así se nos llena el territorio informativo de un tiroteo vacuo, ruidoso y que provoca un hastío tremendo ante la falta de esencia.




Por suerte para los televidentes, Ana Pastor iba vestida de negro, y el contraste se acentuó cuando se atrevió a preguntarle qué de peor tiene la fuga de Troitiño con respecto a la volatilización de Josu Ternera mientras gobernaba el PP.
Existe un programa en Telecinco llamado La caja, que es un expresionista interrogatorio con un formato estético impecable, de lo mejor que hay en pantalla.
El único problema es que sus invitados y contenido suele ser un baldío psicodrama para fijos del planeta cotilleo.
 Esa máquina habría sido lugar perfecto para conocer mejor a personas tan enigmáticas como Cospedal.



El borrón a una eficaz argumentación llegó cuando, para acabar, el contertulio Miguel Ángel Liso le preguntó sobre sus ataques a los servicios informativos públicos y la secretaria general reivindicó que la televisión estatal será imparcial cuando ellos gobiernen, no como ahora.
 Al espectador le recorrió un escalofrío. Quizá alguien de los que estaba frente a la pantalla recordaba, tenía memoria, y no se dejó cegar por tanta blancura.

26 abr 2011

Ahora sí,

Ahora sí, ahora se pone bonita la tarde. Una inmensa columna de nubes la atraviesa. En sus puntas el viento celeste la despeina con los colores del crepúsculo. Los arreboles de poniente le dan de lleno, y todos los que estamos a su sombra quedamos teñidos de una luz cobriza, con carácter. Mientras, también por debajo de la columna, hacia lontananza, se abre un lago azul turquesa, una claridad inalterable. Los vencejos gritan por primera vez esta temporada. Ya se han lanzado. Ya vienen doblándose como hélices de barco a embestir contra los aleros.


Ese claro azul turquesa es el último en caer. Inlocalizable, sólo cosa del aire y la distancia. Todos los otros estratos enrojecen, intensifican sus rosas y sus malvas y poco a poco van recibiendo a la noche, a sus primeras estrellas. El claro azul turquesa, no. No conoce términos medios. Lo han puesto ahí porque sí. Como si se tratara de una perla en la inmensidad. De pronto, cuando ya llegue la noche y los vencejos en parte hayan saciado su hambre, desaparecerá.

Publicado por José Carlos Cataño

Entrevista a Daniel Marín

48 años

ROSA MONTERO
 Hace unos días, el dictador sirio, Bachar El Asad, levantó el toque de queda en su país como muestra de "aperturismo".
Una pamema, porque, mientras tanto, sus matones se dedican a ametrallar a la muchedumbre indefensa.
Pero no es de esos cientos de asesinatos de lo que quería hablar hoy, sino, precisamente, del toque de queda. Que llevaba 48 años en vigor.
Déjenme que lo repita: los sirios llevaban 48 años soportando un estado de excepción. Y lo sorprendente no es que El Asad haya acabado por fin con esa clamorosa anomalía legal, sino que el toque de queda haya durado medio siglo sin que pasara nada.
 Sin que el hecho sorprendiera demasiado.
 ¿No es extraordinario que esa aberración haya pasado desapercibida durante tanto tiempo?
 Oh, sí, por supuesto, se sabía que Siria estaba gobernada represivamente y que El Asad era un tipo duro de pelar.
 Pero, al mismo tiempo, era ese señor alto de pinta occidental y pasable elegancia, un hombre que, para más inri, se parece inquietantemente al príncipe Felipe, solo que más feo y más tristón.




Era, en fin, uno de "nuestros hijos de puta", parafraseando el célebre dicho del presidente Roosevelt sobre Somoza o quizá sobre el dictador haitiano Duvalier, porque he oído atribuirle el cuento a ambos.
Y es que, en efecto, Occidente (y no solo Estados Unidos: no nos escudemos en el tópico) ha tenido y tiene mucho miserable en nómina, mucho asesino sentado en los banquetes oficiales, mucho torturador paseando del bracete con los famosos líderes del llamado mundo libre.



Las revueltas de la zona árabe nos están estallando en la cara de los países democráticos, en esa cara tan dura que hemos vuelto siempre elegantemente hacia otro lado, para no tener que contemplar ese abuso tan indiscreto y zafio de un toque de queda que dura medio siglo.