Observó las miserias de Elizabeth Taylor y nunca habló con ella: Catherine Opie, la fotógrafa de la intimidad de la actriz.
La artista visual tuvo un acceso inusual y exclusivo todos los recuerdos y objetos valiosos de la mansión de la actriz, quien hace nueve años falleció, en ‘700 Nimes Road’.
En el otoño de 2010 un contable que casualmente gestionaba las cuentas de ambas, Derek Lee, le preguntó a Opie si podría estar interesada en hacer algo con la actriz.
En un principio ella, cuyo trabajo es mundialmente reconocido por sus retratos queer y los paisajes estadounidenses con una fuerte carga simbólica, se extrañó cuando oyó la propuesta.
No obstante, después de meditarlo y de que le viniera a la cabeza el proyecto que en 1984 William Eggleston realizó en Graceland, donde retrató la mansión del mismo nombre propiedad de Elvis Presley siete años después de su fallecimiento, accedió a hacer algo parecido.
Es decir, a documentar con su cámara y con una precisión casi quirúrgica todos y cada uno de los objetos y recuerdos que habitaban en 700 Nimes Road, el caserón en el que la protagonista de Cleopatra vivió desde 1981 hasta sus últimos días en el exclusivo barrio de Bel-Air, en Los Ángeles.
A pesar de que tomó nada más y nada menos que 3.000 instantáneas, en el libro 700 Nimes Road la artista hizo una criba de 129
. En él aparecen armarios llenos de ropa de Chanel (sobre todo zapatos de la maison francesa); el vestido amarillo de gasa diseñado por Irene Sharaff con el que se casó en 1964 con Richard Burton (en su primera boda con el actor, ya que volvieron a darse el sí quiero en 1975 por segunda vez); muchas fotografías perfectamente enmarcadas en las que pueden verse al propio Burton o a su amigo Michael Jackson; sus tres Óscar o su curiosa colección de perfumes, ya que únicamente usaba los diseños de su propia marca.
En los primeros meses Opie iba y venía de la casa con total normalidad, pero el 23 de marzo de 2011 ocurrió algo inesperado. En aquella fecha Elizabeth Taylor, a la edad de 79 años, murió tras sufrir una insuficiencia cardíaca.
La fotógrafa todavía no había acabado de retratar todas las pertenencias acumuladas durante décadas en aquel santuario, así que temió que los más próximos a la actriz le prohibiesen el acceso. Aquello no ocurrió, todo lo contrario.
“Me enteré de su muerte el día que falleció.
Fue un momento difícil a pesar de que no mantuve una relación personal con ella, aunque sí que me involucré muy emocionalmente con las personas que estaban a diario en su vida.
Los administradores y su familia me dieron su permiso para continuar con el trabajo, lo cual fue un gran regalo para mí”, afirmó en 2016 a Business Insider.
Teniendo en cuenta las circunstancias, tuvo que darse prisa porque era consciente de que la vivienda iba a tener un nuevo propietario millonario más pronto que tarde y, además, se hizo público que Christie’s iba a vender en varios lotes todos aquellos valiosos objetos.
Obviamente, las estrellas de aquella subasta que finalmente aconteció en diciembre de 2011, en la que se recaudaron 156,7 millones de dólares, fueron su colección de 300 joyas.
Entre ellas se encontraba el diamante Krupp de 33,19 quilates que Richard Burton le compró en 1968 y que sus más allegados dicen que se ponía cada noche para
dormir, vendido por 8.8 millones de dólares, o un anillo de diamantes amarillos de Bvlgari que alcanzó los 962.500.
Sea como fuere, lo que aquí importa es que Opie pudo terminar su misión a tiempo y que, gracias a ella, los recuerdos de Taylor sobrevivirán eternamente a través de unas imágenes que nos ayudan a comprender cómo era la actriz en la más estricta intimidad.