La esposa del príncipe heredero ha conseguido revertir las encuestas de popularidad en las que era penalizada por su rivalidad con Diana de Gales.
Patricia Tubella
Se conocieron cuando eran dos veinteañeros y la atracción
fue instantánea, según el relato que a lo largo de los años han venido
desgranando allegados de Carlos de Inglaterra y de la que hoy es su segunda mujer, Camilla, duquesa de Cornualles.
La pareja de septuagenarios festeja este 9 de abril sus tres lustros de casados.
Y, quizás en privado, también las casi cinco décadas de una relación
con intermitencias, pero muy sólida, que sobrevivió a sus respectivos e
insatisfactorios matrimonios con otros cónyuges hasta convertirlos en
los amantes-protagonistas de una de los grandes culebrones de la
monarquía inglesa contemporánea.
El grueso del público británico mira
hoy por encima del lejano Dianagate y, aún más en tiempos del Covid-19, celebra benévolo que el heredero de la corona haya superado el periodo de aislamiento al que le obligó el leve contagio del virus para reunirse de nuevo con la mujer de su vida.
Por aquel entonces solo un 7% de los británicos sondeados
por YouGov aceptaban la idea de una Camilla reina, ante el supuesto de
la muerte de Isabel II y la consiguiente ascensión al trono de Carlos.
Hace pocos meses, en cambio, un 55% de los consultados por la misma
empresa ya aceptaban la idea de Camilla como reina “consorte”, y solo un
32% exigía relegarle a un título inferior, aunque siempre subrayando su
papel de compañera del ocupante del trono.
Foto
oficial de la boda del príncipe Carlos de Inglaterra y Camilla (en el
centro). A la izquierda de él, sus hijos Enrique y Guillermo. A la
derecha de ella, sus hijos Tom y Laura. Sentados, de izquierda a
derecha, el duque de Edimburgo y su mujer, la reina Isabel II; y el
padre de la novia, Bruce Shand
Por
razones de prevención médica la pareja permanece recluida en su querido
rincón escocés de Birkhall, el mismo donde pasaron su luna de miel tras
una boda consagrada por la Iglesia de Inglaterra, todo un hito al ser
ambos divorciados por causa de adulterio.
Aquel 9 de abril de 2005, la
mujer a la que en su día Diana de Gales denunció
como “la tercera persona” en su matrimonio con Carlos desembarcaba en
la familia real para quedarse.
El heredero de la corona se puso al mundo
y a su madre monarca por montera al desposar a Camilla en una modesta
ceremonia en un juzgado de Windsor.
Hasta Isabel II, tan opuesta inicialmente al enlace, acabó brindando por el futuro de la pareja en el ágape posterior en el castillo de Windsor ante ochocientos invitados.
Se dice que el tiempo lo cura casi todo, pero ese cambio
obedece sobre todo a una cuidadosa coreografía diseñada desde palacio
para reemplazar la imagen de “rottweiler” (acuñada por Lady Di sobre su
rival) por la de una dama que ejerce de soporte del príncipe y es casi
tan trabajadora como él. Camilla preside hoy nueve decenas de
organizaciones benéficas y cada año suma centenares de actos públicos.
Y
aunque la duquesa de Cornualles solo ocupa el undécimo lugar entre los royals más
queridos por los británicos —según el último sondeo de hace un año— ha
sido finalmente aceptada por la opinión pública.
Ante todo porque Carlos
aparece hoy a su lado como un hombre feliz y mucho más afable y
relajado.
La fijación del príncipe por Camilla Shand —su
apellido de soltera— data de 1972, cuando ambos se conocieron en un
torneo de polo.
El flechazo fue inmediato, pero ella estaba entonces
comprometida con el oficial del Ejército Andrew Parker Bowles y solo
entabló una breve relación con Carlos para vengarse de las reiteradas
infidelidades de su novio.
Acabó casándose con este militar, muy amigo de la reina madre,
y se dedicó a la crianza de sus dos hijos.
La amistad con el heredero
se mantuvo a lo largo de los años, y acabó deviniendo de nuevo en affaire amoroso al constatar Camilla que su marido no había abandonado sus prácticas de mujeriego.
El heredero, sin embargo, cortó en seco en 1981, a raíz de la “boda del siglo” que protagonizó con la jovencísima Diana Spencer en la catedral de San Pablo.Pero regresó a los brazos de Camilla cuando tuvo claro que no tenía nada en común con Lady Di y que aquel matrimonio estaba roto de facto.
En 1993, un año después de que se oficializara la separación de los príncipes de Gales, salieron a la luz unas cintas que recogían las conversaciones íntimas del hijo mayor de Isabel II con su amante. Camilla.
—que a su vez acabó también divorciándose— se convertía a ojos del público en la “mala” de la historia, la gran culpable de las desventuras de Diana, cuya muerte en el verano de 1997 todavía ensalzó más la figura de la princesa triste en los altares de los círculos monárquicos más nostálgicos.
Ni
cuando hace tres lustros se casó con el futuro rey, ni ahora a sus 72
años (es un año mayor que su marido), Camilla ha intentado competir con
el fantasma de “la princesa del pueblo”.
Le basta con ser tolerada y, sobre todo, con seguir al lado de Carlos.