14 mar 2020
13 mar 2020
La reivindicación del quimono como icono de la moda
El Victoria&Albert recorre más de cuatro siglos de historia de una prenda que ha superado en mucho su imagen de símbolo japonés y que han vestido desde Madonna a David Bowie.
Inolvidable es la imagen del añorado Freddie Mercury embutido en un quimono de color cereza, al tiempo que se sigue identificando en el vestuario de la saga de Star Wars la
misma impronta de esa prenda clásica japonesa, también inspiradora de
grandes nombres de la alta costura y el diseño:
Lanvin, Yves Saint
Laurent, Jean Paul Gaultier, John Galliano… “Y, sin embargo, cuando
pensamos en la moda, quizá el quimono no sea lo primero que nos venga a
la mente”, subrayaba el director del museo londinense Victoria&Albert,
Tristam Hunt, en la apertura de una exposición que lo reivindica como
un icono perdurable del estilismo gracias a su dinamismo y capacidad de
reinvención más allá de los corsés geográficos, culturales e incluso de
género.
Tras una sucesión de exitosas temporadas consagradas a tótems del diseño europeo y británico, desde Mary Quant a Alexander McQueen, pasando por Dior
y Balenciaga, el museo londinense rompe ahora una lanza por la visión
de una moda cuya invención y tendencias pueden nacer más allá del
etnocentrismo occidental anclado en las propuestas de París, Londres o
Nueva York.
Y toma como pieza estelar al quimono, símbolo definitivo de
Japón, que suele ser percibido como inmutable y tradicional por esas
hechuras perennes en las que la forma del cuerpo es irrelevante y el
armazón de tela se ajusta a partir del drapeado ceñido por un amplio
cinturón.
Pero la aparente simplicidad del patrón “implica que el
quimono puede ser desmontado y reconstruido de muchas maneras”, subraya
Anna Jackson, comisaria junto a Josephine Rout, de una muestra
consagrada a sus mutaciones a lo largo de cuatro siglos que han
desbordado las fronteras del imperio en el que nació.
Desde
la sofisticada cultura del Kyoto del siglo XVII —todavía hoy gran
epicentro de su producción— hasta la creatividad de la pasarela
contemporánea, el Victoria&Albert ha reunido más de un centenar de
estas prendas para explorar su impacto estético y cultural a lo largo
del tiempo. Más allá del exquisito regalo visual, el despliegue de
antiguas y su
ntuosas piezas que abren la exposición Quimono: de Kyoto a la pasarela
(abierta hasta el 21 de junio) relata la obsesión de las enriquecidas
clases medias de la era Edo (1615-1868) por las últimas tendencias de la
cultura y la moda.
Podría decirse que actores, artistas y cortesanas
ejercían entonces un papel similar al de las actuales influencers.
La sencilla estructura del quimono desplaza la atención
hacia la riqueza de los tejidos, los bordados en oro y los estampados
con motivos de hojas de arce, de nenúfares o pájaros exóticos, junto a
las pinturas de paisajes encargadas a artistas de renombre.
Una
mayor sobriedad, compensada por el lujo de las telas, marcaba entonces
los diseños destinados al usuario masculino.
Porque el quimono ha sido
una prenda de uso habitual para japonesas y japoneses hasta la última
posguerra.
Y destacados artistas de la contemporaneidad decidieron
apuntarse a la condición unisex de la prenda o, como David Bowie y su alter ego Ziggy Stardust, la incorporaron a un nuevo estilismo andrógino.
Mucho
antes de que lo que algunos describen como apropiación cultural se
tradujera en el vestido-quimono diseñado por McQueen para vestir a la
islandesa Björk en la portada de su álbum Homogenic, o de que Gaultier recreara a su manera el patrón japonés en el dos piezas rojo que lucía Madonna en el vídeo musical Nothing Really Matters, la sociedad europea de hace más de tres siglos ya se había rendido a los encantos de la prenda.
Retratos de aristócratas de ambos sexos luciendo vestimentas
que beben de sus hechuras son el reflejo del inicio de la exportación
de quimonos al Viejo Continente por los mercaderes holandeses a mediados
del siglo XVII.
Los crecientes intercambios con un mercado japonés más
abierto —y que también empezó a importar tecnología extranjera para su
industria textil— acabaron sellando en Europa la tendencia de una moda
potenciada más tarde por los pintores impresionistas y sus batas-quimono
para escenificar un espíritu bohemio y vanguardista.
Su simplicidad y especial atención a los materiales sedujo a modistos de principios del siglo XX, como Paul Poiret, Mariano Fortuny o Madeleine Vionnet,
para abandonar los estilos encorsetados a favor de las capas sueltas de
tejido que envuelven el cuerpo.
Tomaron el testigo de esa fascinación
muchos diseñadores a los que hoy se considera vacas sagradas de la
pasarela de las últimas décadas.
La túnica de Obi-Wan Kenobi en el primer filme de la franquicia Star Wars
(1977), que exhibe el museo londinense, participa de la estela de una
tendencia plasmada en el cine, en el ámbito de la música o de la
televisión, con el estilismo de la asesina protagonista de la serie Killing Eve.
Adaptado o recreado con toda libertad, el quimono trasciende del manido tópico de la geisha.
Ha sido y es una influencia importante en la historia de la moda, y el
Victoria&Albert reclama ahora que se le otorgue ese cetro.
Tom Hanks y Rita Wilson comparten la primera imagen de su aislamiento por coronavirus
El actor y su esposa, positivo en la Covid-19, han pedido cautela y han dado las gracias al personal del hospital de Australia que les ha atendido.
El matrimonio de actores formado por Tom Hanks y Rita Wilson, en aislamiento en un hospital australiano tras haber dado positivo al coronavirus, han hecho un llamamiento el viernes para seguir las recomendaciones de los especialistas.
En un mensaje en las redes sociales,
el matrimonio afirmó vivir este período “día a día” y agradeció a
“todos aquellos que, aquí en Australia, nos cuidan muy bien”. “Tenemos
el COVID-19 y estamos en aislamiento, por lo que no se lo estamos
transmitiendo a nadie más”, declaró el actor, que se encontraba en
Australia para prepararse para el rodaje de una película sobre Elvis
Presley.
Por su parte, Wilson había acudido al programa de televisión Today Extra.
Según han explicado desde ese espacio, el equipo que estuvo en contacto
estrecho con la actriz ha sido puesto en cuarentena, entre ellos los
presentadores del mismo.
Wilson no tenía síntomas durante la grabación.
“Para algunos esto puede degenerar en una enfermedad muy
grave”, recuerda Tom Hanks, acompañando su mensaje de una fotografía en
la que la pareja parece relajada, con una gorra de béisbol en la cabeza,
vestidos de modo informal y sin maquillaje. “Hay cosas que todos
podemos hacer para seguir las recomendaciones de los especialistas y
para cuidarnos a nosotros mismos y a los demás ¿verdad?”, ha escrito el
intérprete.
“Recordad que, a pesar de los acontecimientos
actuales, nadie llora en el béisbol”, dijo el actor, refiriéndose a una
cita de la película de 1992 Ellas dan el golpe, que protagonizó con Geena Davis, Madonna o Rosie O’Donnell y en la que interpreta el papel de un entrenador de béisbol.
Tom
Hanks y Rita Wilson, ambos de 63 años, son las primeras estrellas de
Hollywood en anunciar que han contraído el nuevo coronavirus.
Los dos
están en aislamiento en el Hospital Universitario de Gold Coast, una
ciudad en la costa este de Australia.
La noche del miércoles, Hanks anunció a través de otro mensaje que tanto él como Wilson habían dado positivo en la Covid-19.
“Hola amigos”, decía Hanks en un mensaje que ilustraba con la imagen de
un guante en un cubo de basura.
“Rita y yo estamos aquí en Australia.
Nos sentíamos un poco cansados, teníamos resfriado y algunos dolores.
Rita tenía escalofríos que iban y venían.
También algo de fiebre. Para
hacerlo bien, como necesitamos ahora mismo en el mundo, nos hicieron la
prueba del coronavirus y hemos dado positivo”.
“Bueno, y
ahora ¿qué hay que hacer? Las autoridades médicas tienen protocolos que
hay que seguir.
A los Hanks nos van a hacer pruebas, observar y aislar durante el tiempo que sea necesario
por ley y por seguridad.
No hay mucho más que hacer que tomárselo día a
día, ¿no? Mantendremos al mundo informado. ¡Cuídense!”, concluía.
Prejuicios.......................................................Ignacio Medina
He preparado este viaje para visitar comedores que antes ignoré y cumplo casi todo el programa, aunque con resultados desiguales.
Ignacio Medina
La carta de Proper es ajustada, ni corta ni larga.A la vista del espacio, los medios y el personal disponible, su veintena de propuestas son una muestra de sensatez.
Además, es de las que apetecen.
Empiezo a leerla mientras cumplo la espera marcada por la lista de llegada y no veo fácil elegir tres o cuatro platos; es uno de esos días para pedir de más.
Me gusta lo perspectiva que ofrece esa suerte de galpón informal, sin mucho esfuerzo decorativo, con la cocina compartiendo espacio con el comedor, el horno de leña presidiendo la cocina y marcando el ritmo del restaurante, mesas sencillas, a menudo compartidas, y una carta que invita a encelarte.
Tiene buena pinta. Empiezo con las berenjenas asadas, que sirven con la stracciatella elaborada por el patagónico Mauricio Couly en Neuquén, ciruelas encurtidas, hojas de albahaca y de alcaparra, y la primera impresión se confirma.
Ya no puedo parar. Apenas he dado tres bocados y me asaltan sensaciones encontradas.
Me emociona este plato sedoso, amable y también complejo en el que nada está por estar, pero también siento el sabor de la decepción cuando entiendo que he llegado a Proper cuatro años después de lo debido.
No necesito pensar mucho para encontrar las razones que me llevaron a ignorar una cocina que hoy se me revela tan estimulante, fresca y viva como la que estoy descubriendo, porque lo tengo muy claro: volví a ser víctima de mis prejuicios.
La
perspectiva con que contemplamos la cocina está marcada por nuestros
prejuicios.
Con ellos en la mano, ninguneamos a los más humildes,
condicionamos nuestra relación con los grandes o penalizamos a los
jóvenes o a los comedores de moda.
En mi caso, sucede más de lo debido
-hoy lo entiendo- cuando la referencia llega engarzada en esas cortinas
mediáticas tejidas a golpe de elogios fáciles y adjetivos rimbombantes.
Te escudas en que en este viaje debes ver a los que cuentan...
O
deberían contar, o en que este otro es para lo bodegones y las cocinas
populares, aunque acabes volviendo la vista a los nombres de siempre, y
vas dejando de lado esas recomendaciones que las agencias de
comunicación acaban haciendo sospechosas.
Llega el momento en que te
arrepientes.
He preparado este viaje para visitar comedores que antes
ignoré y cumplo casi todo el programa, aunque con resultados desiguales.
Disfruto la carta y la cocina de Proper, tanto como la de El Niño
Gordo, uno de esos raros espacios -sobre todo la barra- concebidos para
que el cliente goce como si fuera un cerdito lanzado al centro de una
charca, aunque por el lado contrario choco con las decepciones de Alo’s y
Sacro, dos cocinas que necesitan un profundo examen de conciencia;
quedan muy lejos de lo que pregonan sus propagandistas.
Te hacen sentir
que algunos críticos visitan restaurantes y comen de cartas que no
guardan relación con lo que luego encuentra el público.
De
vuelta a Proper, el recorrido por la carta proporciona momentos tan
brillantes como los calamares con brécol asado y alioli de porotos
fermentados, un plato que abunda en la sorpresa, potente y llamativo, en
el que nada debería cuadrar pero todo encaja.
Brillan las anchoas en
salazón que hace Hernán Viva en Mar de Plata, servidas con un taco de
mantequilla casera; las veo mejorar con cada temporada.
En cualquier
caso, la parte vegetal es la más vibrante del menú. Disfruto la sutileza
de la ensalada de hinojo, naranja, eneldo y aceitunas negras, un plato
con memoria mediterránea, y me enamoro de los zucchini (calabacines)
tostados en el horno, adornados con semillas de zapallo tostadas y
bañados en un agua de pepino que los lleva muy lejos.
El encuentro del radicchio y la granada se traduce en un feliz choque entre dulces y amargos.
La textura pastosa de unos riñones de cordero pasados de cocción desdibuja la esencia de un plato construido sobre una lograda base de extracto de tomate, porotos y manzana, mientras la ensalada de papa y huevo sufre el peso de un mostaza casera que domina en lugar de acompañar.
La trucha con polen y ajoblanco de almendra amarga necesita una profunda revisión.
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