Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 mar 2020

.Los secretos políticos y de alcoba de Hillary Clinton .

Un documental cuenta la vida de la política demócrata, condicionada por ser mujer, ser señora de y por el escándalo.

Hillary Clinton, en la presentación de su documental en Nueva York. En vídeo, el tráiler. EVAN AGOSTINI ( GTRES | VÍDEO: HULU)
Una canción de corte punk sirve para abrir el documental sobre siete décadas de vida de quien podría haber sido la primera mujer presidenta de EE UU. 
El título de la melodía es casi una invitación del grupo The Interrupters a la revolución, a “recuperar el poder” (Take Back the Power), ese que Hillary Clinton nunca alcanzó porque se lo arrebató Donald Trump. 
“¡Hasta el día de hoy no entiendo qué pasó!", relata una serena Clinton (1947).
 Atrás quedaba el reconocimiento, con humor, de que en su día, con la herida todavía abierta, había bebido una cantidad considerable de Chardonnay para olvidar.
Por supuesto que la antigua secretaria de Estado acarreará hasta la tumba el peso de haber perdido el asalto a la Casa Blanca, pero si hay algo que le duele todavía más es haberlo hecho contra Trump —“No contra un republicano normal”—.
 “Ha sido terrible para el país, y cuatro años más pueden ser devastadores. Pensé, es ahora o nunca. No me presento a ningún cargo. Podría contar mi historia. Quizá le interese a alguien”, explica. Hillary siente que, por fin, puede hablar libremente sin que sus palabras la dañen en las encuestas. Otra cosa es que lo que cuente sea nuevo. En Hillary no se sacan cadáveres escondidos en los armarios. La máxima animadversión es cuando la política critica al que fue su rival en la nominación, Bernie Sanders: “Francamente, Bernie me volvía loca. No le caía bien a nadie”. 
Durante cuatro horas, el documental entrelaza el matrimonio y la carrera política de Hillary Clinton con el feminismo y las guerras políticas y culturales de la última década de 1990 y la primera del 2000.

  Toda una vida al servicio de una causa política, condicionada por ser mujer, por ser señora de y por el escándalo sexual más famoso del siglo XX.

Con su estreno el viernes 6 de marzo en la plataforma Hulu, Hillary expone al público miles de fotogramas tomados durante la campaña presidencial de 2016, en lo que iba a ser el archivo documental para la posterioridad de la primera mujer en ocupar el despacho Oval. 
A todo ese material la directora de la obra, Nanette Burstein ha sumado 35 horas de entrevistas con la ex senadora de Nueva York.
 Hasta un total de 45 personas participan en la cinta. Desde Barack Obama hasta amigos de la infancia pasando por asesores de campaña como John Podesta y Jennifer Palmieri. Por supuesto, está Chelsea
No aparece Donald Trump. Según The Hollywood Reporter, Burstein intentó que estuviera en el reportaje Newt Gingrich, azote republicano en el Congreso de Clinton, y este declaró lo siguiente: “Antes prefiero que me metan agujas en los ojos”.

Hillary y Bill Clinton fotografiados en enero de 1999, en medio del escándalo Lewinsky.
Hillary y Bill Clinton fotografiados en enero de 1999, en medio del escándalo Lewinsky.
Bill Clinton habla largo y tendido, incluso cae en el psicoanálisis al lamentar el imperdonable error que cometió al mantener sexo oral con la becaria Monica Lewinsky. 
Cuenta el expresidente que lo hizo para “manejar la ansiedad”, ya que la presión del cargo le hacía sentirse como un boxeador tras 30 asaltos en el ring.
 La antigua primera dama relata en el documental que estuvo “semanas” sin hablar a su esposo una vez que admitió lo sucedido. Con franqueza ingenua, Hillary explica que ambos necesitaron pasar por el terapeuta de pareja tras el escándalo.

Se define a sí misma como “la persona inocente más investigada” de Estados Unidos y narra con humor cómo uno de sus asesores en una ocasión se mostró contento porque un sondeo le resultaba favorable, ya que solo un 5% aseguraba odiarla. La respuesta inmediata de Clinton fue:
 “¿Eres consciente de que eso son 25 millones de personas?”.
 Ella considera que el visionado del documental ha supuesto una experiencia “edificante”, sobre todo para entender por qué la gente ve a una Hillary en la que ella no se reconoce. 
Asegura que hizo todo lo mejor que pudo con lo que la vida le dio y que cuando apostó por la Casa Blanca no tenía modelos en los que fijarse.
 Es perfectamente consciente del doble estándar.
 Del sexismo.
 De que las mujeres no pueden permitirse lujos como los hombres. Y pone un ejemplo que cuantifica en días: 25. Hillary Clinton ha hecho el cálculo y esos fueron los días que perdió en peluquería y maquillaje durante la campaña de 2016. Ningún hombre emplea ese tiempo en su aspecto.
 “Boris Johnson se alborota el pelo adrede, Bernie Sanders está desaliñado”, comenta.
 “La gente me dice que una mujer puede hacer lo mismo y yo les digo, seguro, muéstrenme una”.

Matar a Woody Allen.............................. Elvira Lindo

Hoy la furia es la expresión con más prestigio de todo el catálogo de sentimientos.

El cineasta Woody Allen en una imagen de archivo.
El cineasta Woody Allen en una imagen de archivo. AP

Un amigo que anda escribiendo sobre lo distópico desde antes de que ese adjetivo se colara en el lenguaje común me confesó esta semana que siente como que esa distopía que ocupaba sus horas de estudio le ha alcanzado.
 Lo comparto.
 La sensación de que en este momento es el futuro el que nos pisa los talones y nos obliga a andar con la lengua fuera, huyendo de todos aquellos temores que nos inculcaron desde Orwell hasta el terrorista antitecnológico Unabomber.
 Apareces en televisión, por poner un ejemplo, hablando de una novela y los realizadores tienen a bien colocarte de fondo de pantalla el ya familiar dibujito del coronavirus, con lo cual toda tu historia y la de tus personajes se ve infectada por esa enfermedad distópica que nos obliga a saludarnos con el codo, realizar programas sin público y a que cada redactor lleve en el bolsillo su propio capuchón del micrófono. 
 También a considerar estúpido hacer planes para las vacaciones de Semana Santa, que ya están aquí.
 Hay un sentimiento de alarma, que los medios alimentan, y en este 8 de marzo, en vez de preguntarnos por los logros, retrocesos o anhelos pendientes de las mujeres, hurgamos en las guerrillas existentes dentro del movimiento, reduciéndolo todo a si estamos de acuerdo en un eslogan más o menos afortunado o a si permitimos que los trans compartan una pancarta feminista. 
Y tú te niegas a definirte en 30 segundos. 
No por cobardía, sino porque hay matices en cada postura que puedes comprender, y a su vez experimentas la necesidad imperiosa de un debate sereno. 
Pero el ambiente no ayuda. 
 Hoy la furia es la expresión con más prestigio de todo el catálogo de sentimientos. Si lo que se defiende no se expresa con furia aparece como desinflado, fofo.
 Es una especie de virus del comportamiento tan contagioso como el de Wuhan.
Infectados por esa enfermedad social de la furia, los empleados americanos de la editorial Hachette salieron a la calle para protestar por la publicación de las memorias de Woody Allen, A Propos of Nothing.
  Parece no importar que la justicia haya desestimado dos veces la culpabilidad del director en los abusos que le achaca su hija. 
No basta con que actores y actrices hayan renegado públicamente de él cuando hasta antes de ayer se rendían babosamente a sus pies; no resulta suficiente castigo el que ya no se estrenen las películas en su país, o que se haya convertido en un apestado social en esa ciudad que en parte inventó.
 Hay que matarlo. Se trata de la damnatio memoriae que se practicaba en la Antigua Roma con los considerados enemigos del Estado, aunque allí, al menos, se esperaba a que el condenado falleciera para borrar todo aquello que lo recordara.

 

Horas después de que Hachette anunciara la publicación del libro, el hijo herido, Ronan Farrow, comenzó su campaña destructiva en Twitter amenazando a los editores con retirar su propio libro, Catch and Kill, que narra su esforzada investigación para sacar a la luz los abusos del mafioso Weinstein.
 Nadie le niega la impecable y tozuda labor de desenmascaramiento que realizó con el gran pope de cine, pero se le adivina, en esa furia sin tregua que se desata en él en cuanto advierte que alguien le abre una puerta a su progenitor, una insólita dureza de corazón, un rencor turbio, una negación del otro como ser humano tan obsesiva que acaba inhabilitándole como juez de esta historia.
La editorial se ha rendido y no publicará las memorias. 
 Colaboran, pues, en borrar las huellas de Allen de su país como se desinfecta un virus muy contagioso.
 Y no sé quién puede alzarse con esta dudosa victoria, si Mia Farrow, la hija que lo acusa, el hijo herido o cierto feminismo hollywoodiense, que compatibiliza el brilli brilli con una falta de compasión implacable. 
Hay tantas razones hoy para estar asustada, tantas, que destinar la furia a matar a Woody Allen es un síntoma distópico en sí.

7 mar 2020

Un beso....................................

Un beso en mi boca fría,
ensombrecida,
en el que resalta
la luz roja
de tus labios,
refulgentes,
cálidos,
calor suave
de tus palabras
interrumpidas.
Un beso
que otros labios
comenzaron,
otros continúan
y ninguno
cerraron.
Un beso
que, en la soledad,
es una llama
consumida
de brillo apagado
en la húmeda
oscuridad,
donde tus claveles
sangran
cubriendo
los arriates
de los míos morados.
Atardece,
sin tu beso,
derrotado el día.
Será otra noche
igual e indistinta,
de luna imparable
que anega la sombra
de tu añorado
y esperado abrazo.

No hay ‘filin’....................................Boris Izaguirre

En Suiza se investiga qué calidad de regalo serían los más de 60 millones de euros que el rey emérito habría regalado a Corinna Larsen. La examiga se confirma como virus.

Adnan Khashoggi y su esposa Shahpari, en París, en 1992.
Adnan Khashoggi y su esposa Shahpari, en París, en 1992.Pool ARNAL/GARCIA / Gamma-Rapho via Getty Images

 

Nunca he sabido diferenciar una amistad de un virus.
 Cuando engancho con alguien es como una enfermedad. Hasta que no se me pasa la fiebre, no me desprendo.
Soy así de intenso. María Jiménez pareciera haber vivido todavía más de la misma manera, al límite de la salud, de la lógica, entregada a la pasión. 
Así recordamos su febril relación con Pepe Sancho, llena de altibajos, regresos, golpes y acusaciones. 
Garras y plumas. Pasión de gavilanes.
 En su reaparición, o resurrección como ella misma lo califica porque resucitó de verdad tras tres meses en coma, Jiménez dijo en verso que lo pasado es pasado pero que el amor es otra cosa. Aprovechó para hablar un poco de Isabel Pantoja. 
 Dijo que cada quien selecciona sus amistades.
 Y agregó: “No hay filin”. Jiménez activó un virus hacia Pantoja, manteniendo esa eterna y rentable tradición de la rivalidad entre las folclóricas.

España tiene el don de forjar grandes figuras femeninas y que de alguna forma deberían ser consideradas feministas a su manera. Como Pantoja y Jiménez.
 Son propietarias de las tres F: figura, femenina y folclórica.
 Esto puede poner los pelos de punta a Irene Montero pero me gusta pensar que España, un país tan machista como cualquier otro, ser una figura de referencia siendo mujer implica una lucha.
 Si sumamos ser madre, esposa y artista, a base de corazón, pasión y talento, la conclusión es que nuestras folclóricas representan otras formas de ser mujer. 
Debería ser materia obligada asistir a uno de sus conciertos.
 Ambas lo han pasado muy bien y muy mal, con sus obstáculos y sus hombres.
 Jiménez luchó por regresar a esta vida. Pantoja pagó condena en la cárcel.
  Y se lanzó a las aguas de Supervivientes sabiendo que ese salto la devolvería a su mejor estatus: estrella.
Ahora denuncian que la reina de la copla podría haberse quedado con un vestuario que era prestado.
 Marlene Dietrich jamás devolvía la ropa que vestía en sus películas, al punto que terminó por involucrarse en su diseño. Travis Banton, su encargado de vestuario favorito y ella probaron más de cien tipos de plumas hasta dar con las de un gallo asiático para el tocado con el que aparece en el primer plano de La Dama de Shanghái
 Todo esto mucho antes de la gripe aviar y del coronavirus, por supuesto.
 Hoy sería impensable probar plumas de ningún tipo. Marlene consideraba un derecho tácito quedarse con la ropa. Lo mismo puede hacer Pantoja. 
¿Realmente puede ponérselo alguien más? Sobre todo en este mundo paranoico que vivimos.
 En una fiesta benéfica en la que estuve el pasado verano, Marlene Morreau se ofreció a modelar un vestido que estaba en subasta. Una vez exhibido en sus deliciosas curvas francesas, la gente regateó el precio porque lo consideraba usado. 
Me pareció ruin. 

La princesa Corinna, en San Petesburgo, en 2017.
La princesa Corinna, en San Petesburgo, en 2017.Mikhail Metzel / Mikhail Metzel/TASS
Muchas veces sentimos lo difícil que es devolver algo. 
Sea un vestuario o un regalo. 
En Suiza se investiga qué calidad de regalo serían los más de 60 millones de euros que el rey emérito habría regalado a Corinna Larsen
 La examiga se confirma como virus. Un estornudo suyo puede ser estremecedor. Sin embargo, ella luce sana y serenísima. 
Me encantaría recibir un regalo como el suyo pero también obtener ese don para estar supertranquila en momentos superintranquilos. ¿Puede ser que adquieras ese temple solo con viajar en vuelos privados? Según Corinna los hacía por insistencia de Juan Carlos aunque pagados por Álvaro Orleans.
 “Por discreción y yo cumplí”, publicó este diario.
 Parece que, al terminar su amistad, como así ocurre en los divorcios, le pidieron que los reembolsara. 
Un detalle de jet set que me ha dejado mal cuerpo pero por lo visto a ella no.
El sitio para aislarse vuelve a ser Ginebra. 
Debido a la investigación en curso ha reaparecido otro tiburón de los negocios con aspecto de mujer despampanante, Shapari Zangeneh, la viuda de Adnan Khashoggi, el millonario por excelencia de los años ochenta. 
 Altamente exótica coronada por una belleza felina, casi inquietante, ha negado tener ninguna relación financiera con los supuestos pagos por las negociaciones del AVE a la Meca. 
Se confirma que es amiga de Larsen o que probablemente haya formado parte de un hipotético y sexi Team Corinna.
 Lo que no ocurre con Álvaro Orleans de Borbón. Como dijo María Jiménez recordando a Pantoja:
 “No hay filin. Cada una tiene sus amistades”.