Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

17 feb 2020

La desconocida y buena relación de Felipe de Edimburgo y Diana de Gales

Al contrario de lo que se pensaba, el marido de Isabel II mantenía una excelente relación con Lady Di, a quien apoyó en la separación de su hijo Carlos de Inglaterra.

Felipe de Edimburgo y Diana de Gales
Lady Di y Felipe de Edimburgo, en el palacio de Buckingham, en 1981.
En 1992, Lady Diana y el príncipe Carlos se separaron después de 11 años de matrimonio y el nacimiento de dos hijos, los príncipes Guillermo y Enrique. 
Un divorcio que supuso también un cambio en la relación que la princesa de Gales había establecido con sus suegros, en particular con Felipe de Edimburgo. 
 De ese momento, el programa de la televisión France 3 Secrets d'Histoire - que analiza en profundidad la vida de personajes de gran calado histórico- ha emitido importantes revelaciones.
La imagen que se ha tenido siempre de Felipe de Edimburgo era la de un hombre frío especialmente con la princesa Diana, que se casó con el heredero del trono británico cuando tenía apenas 20 años. Una relación que estaba marcada por la presencia en la sombra de Camilla Parker Bowles, el verdadero amor del príncipe, y que acabó convirtiéndose en su segunda mujer.
Los detalles de este divorcio han permanecido en secreto durante mucho tiempo, pero la investigación sobre la trágica desaparición de Lady Di reveló algunos, según el programa de televisión.

En 2008 una confidente de Diana explicó a la policía que la princesa había recibido varias cartas incendiarias de su suegro. En ellas enviadas entre 1994 y 1995, el esposo de Isabel II criticó enérgicamente el comportamiento de su ex nuera en el momento de la separación.

 Loca de rabia, Lady Di informó a una amiga de lo sucedido, según esta ha revelado. "Diana me leyó una porque estaba absolutamente furiosa", explicó.

 Cuando durante la investigación sobre su muerte un juez le preguntó si el duque de Edimburgo había hecho "comentarios crueles y despectivos" sobre el comportamiento de la princesa, ella asintió.

 La testigo también admitió que las cartas habían sido "extremadamente despectivas", una de las cuales incluso dejó a Diana "roja de ira".

 Ese mismo año, la justicia quiso que el príncipe Felipe testificara pero el Palacio de Buckingham movió los hilos para impedirlo.

 Fuentes de palacio siempre han negado estas acusaciones, afirmando que lo que hizo fue enviar varias cartas de apoyo a Lady Di después de que se descubriera la relación extramarital de su hijo Carlos.

 Ahora testimonios ofrecidos por el programa de televisión dan una imagen de la relación bien distinta. 

"Al ver que la situación se deterioraba desde el nacimiento de los príncipes Guillermo y Enrique, Felipe no dudó en intervenir con su nuera para resolver la situación", explicó el programa Secrets d'Histoire. 
 "Durante mucho tiempo, le envió cartas largas y afectuosas en las que le dio consejos. 
Entendió la dificultad que ella tenía. Él mismo sabía, mejor que nadie, la dificultad que tienes que integrarte en una familia así ", señala un historiador al programa.
 Una versión confirmada por otro experto de la Corona: "Felipe trató de actuar como intermediario entre Carlos y Diana.
 Quizás también porque se sentía un poco culpable. La reina y él habían presionado mucho a este matrimonio".

La comisión que investigó la muerte de Diana de Gales examinó la correspondencia que en 1992 se intercambiaron la princesa y Felipe de Edimburgo.
 En dichas cartas, la por entonces esposa del príncipe Carlos pasaba un mal momento en su matrimonio y decidió pedir ayuda a su suegro quien se ofreció amablemente a aconsejarla.
Las misivas están fechadas entre los meses de junio y septiembre de 1992 y, en ellas Diana, que siempre escribía a mano, se dirige al duque como querido papá, un saludo que desmiente las frías relaciones que, según los rumores, mantenían ambos.
En la primera carta de la que se tiene constancia, Diana agradece a Felipe su disposición a ayudar y ambos se ponen de acuerdo para continuar enviándose cartas ya que, en aquella "situación", la consideraban la única forma efectiva de comunicación.
El Express reveló hace unos meses las tiernas palabras escritas por el príncipe Felipe para animar a su nuera.
 "Es estúpido que un hombre con el estatus de Carlos arriesgue todo por Camilla", se lamentó. 
"Nunca imaginamos que podría dejarte por ella. Tal probabilidad nunca se nos pasó por la cabeza- 
No me puedo imaginar que una persona sensata pueda dejarte por Camilla ".

Marie-Chantal de Grecia, el millonario patrimonio de la prima de Felipe VI

Pablo de Grecia y su esposa, escritora y creadora de una firma de ropa infantil, acaban de adquirir una mansión por más de 15 millones de euros en los Hamptons.

Marie-Chantal Miller y Pablo de Grecia en mayo de 2018 en Copenhague, en el 50º cumpleaños de Federico de Dinamarca.
Marie-Chantal Miller y Pablo de Grecia en mayo de 2018 en Copenhague, en el 50º cumpleaños de Federico de Dinamarca. Getty Images

 

Es buen momento para comprar en los Hamptons. 
Bueno para quien tenga decenas de millones para gastar, claro. 
Esta zona de villas junto al mar a 150 kilómetros al noreste de Nueva York está cuajada de casas frente al mar, donde pocas valen menos de cuatro millones de euros y las más caras superan con facilidad los 25 millones, según cálculos de las inmobiliarias de la zona. 
Entre medias de esas cifras está la mansión que acaban de adquirir Marie-Chantal Miller y su marido, Pablo de Grecia, primo hermano del rey Felipe VI. 
Por ella han desembolsado 15,2 millones de euros.
La jugada les ha salido redonda.
 La propiedad costaba casi 25 millones en 2009, cuando salió al mercado por primera vez. 
Después ha tenido altibajos de precio pero ahora han conseguido hacerse con ella por el precio más bajo de todos. 
Es decir, que el 385 de Great Plains Road ha resultado ser una ganga, como ha dado a conocer el portal especializado The Real Deal, que ha filtrado la venta.
La propiedad, a cinco minutos en coche de la playa, es prácticamente inaccesible.
 Desde fuera nada la distingue, más que un cuidadísimo seto de brillante color verde y una valla blanca de madera con su perfecto buzón a juego. 
La casa se construyó a principios de la década de los 2000. En sus 1.200 metros hay 10 dormitorios y ocho cuartos de baño; fuera de ellos se puede disfrutar de pista de tenis y piscina.
 La mansión pertenecía a Ulla Parker, divorciada de un tiburón financiero de Wall Street, Kevin Parker, que fue director financiero de Deutsche Bank durante 15 años y que ahora comanda un fondo de capital riesgo.

Pese a la inversión realizada, esta no será la residencia principal de los De Grecia-Miller. 
La familia seguirá viviendo en Nueva York, donde ya posee una impresionante mansión al lado de la Colección Frick, es decir entre la 5ª Avenida y la calle Setenta, en una de las zonas más exclusivas de la ciudad.
El príncipe de la derrocada monarquía y la hija del fundador de los duty frees se conocieron en una cita a ciegas en 1992 cuando ella era estudiante de la New York Academy of Arts y vivía con sus padres en esa casa de 1913 a la que ahora han vuelto.
 En 1995 se casaron y se marcharon a vivir a Londres, pero hace unos años, cuando sus hijos mayores decidieron estudiar en EE UU, todos regresaron a esa mansión neoyorquina que estaba vacía. Entonces Miller decidió "refrescarla" con un famoso decorador y buen amigo, François Catroux, como contó a la revista especializada AD y volver a colgar de sus paredes obras de Damien Hirst, Juergen Teller o Jean-Michel Basquiat
 Pese a que ya tiene su propia casa en la ciudad, allí vive todavía su hija mayor, Olympia, la única chica de los cinco, que tiene ya 23 años y es ahijada de Carlos de Inglaterra. 
 
Si quisiera, la familia podría residir en casi cualquier zona del mundo, por donde tiene repartida media docena de exclusivas propiedades. Su cuartel general ha estado durante años en Londres, donde estuvieron asentados en el exclusivo barrio de Chelsea, en una casa que todavía mantienen. De sus paredes cuelgan los retratos que Andy Warhol le hizo a Miller, que trabajó con él como becaria. En el Reino Unido, además, poseen una casa en la campiña, en concreto en la zona de los verdes Costwolds, al oeste del país. Decorada de forma rústica, está situada sobre un vasto terreno verde que se aprecia desde sus grandes ventanales. Además, también disponen de otra propiedad en Yorkshire con su propio coto privado de caza. Cuando buscan un clima más cálido, Pablo y Marie-Chantal a quienes sus íntimos llaman por sus iniciales, MC, léase emsi—  vuelan hasta las Bahamas. Si en las Navidades no esquían en Gstaad, Suiza, pasan allí sus vacaciones, en la zona de Harbour Island.
Nacida en Londres y criada en Hong Kong, a sus 51 años Miller —que se hace llamar por el apellido de Grecia— es una de las mujeres más conocidas de la alta sociedad mundial gracias a su exclusiva firma de moda infantil. Pero también por sus relaciones personales con actores, diseñadores y familias reales de media Europa, puesto que su marido es hijo de quien fue rey de Grecia, Constantino II (hermano de la reina Sofía) y de su esposa, Ana María (a su vez hermana de Margarita de Dinamarca). A primeros de marzo lanzará un libro de buenos modales para niños que probablemente vuelva a ponerla en el candelero tanto como cuando criticó a su prima política, la reina Letizia, tras el encontronazo con la reina Sofía en la misa de Pascua de 2018. Y que la ayudará a aumentar ese ingente patrimonio que le abre las puertas del mundo.
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Ray Bradbury viste de luto Marte

Luto en Marte y en nuestros corazones.
 La muerte el martes por la noche a los 91 años de Ray Bradbury, maestro de la ciencia ficción más lírica, les deja huérfanos a ellos, los marcianos de ojos amarillos en sus crepusculares canales de ensueño, pero también a todos los de aquí abajo, sus hijos lectores, los que hemos viajado con él en astronaves a las estrellas y hemos bebido el licor del verano de las infancias perdidas bajo los porches de la mítica Green Town, Illinois.


Bradbury, que dispone ya de un cráter en su honor en la luna y que pidió que sus cenizas sean esparcidas en el planeta rojo, será recordado por muchas cosas, por las Crónicas marcianas, esa excepcional colección de relatos sobre la colonización del planeta Marte que cambió para siempre el género fantástico y entusiasmó a Borges;

 por El vino del estío y La feria de las tinieblas, dos de las novelas más conmovedoras jamás escritas sobre el delicado momento en el que los niños descubren la existencia del tiempo, de la muerte y de la responsabilidad;
 por la distopía Farenheit 451 con su mundo de libros perseguidos por bomberos flamígeros pero salvados por lectores contumaces en una de las más hermosas fábulas sobre la perennidad de la lectura -un tema tan actual-.
 Se le recordará también por sus estremecedores cuentos sombríos, los de El país de octubre, que tanto han influido en autores de terror como Stephen King.
 Pero sobre todo recordaremos de Ray Bradbury su capacidad para mezclar en un combinado único la fantasía, la poesía, la maravilla, la nostalgia y la inocencia.
Criado en los sueños, esperanzas y pesadillas de los EE UU que pasaron en pocas generaciones de ser una sociedad básicamente rural a abrazar las más portentosas y abracadabrantes tecnologías, Bradbury (Waukegan, Illinois, 1920) se entusiasmó, recelando al tiempo, con las novedades y artefactos, mostrando en sus historias lo prodigioso de la ciencia y a la vez advirtiendo de que el ser humano no debería perder su alma en aras de ella. 


"No debemos llevar nuestros pecados a otros mundos", le escuche decir en una ocasión, en su única visita a España, en 1991.

Bradbury en 1984 / J.P COUDERC (ROGER-VIOLLET/CORDON PRESS)
 
Era un gran moralista, con un lado indudablemente ingenuo y paternalista, incluso reaccionario, que a veces le lastraba, pero tenía el don de transportarte a un mundo de emociones y sentimientos prístinos e irresistibles. 
Sus diáfanas metáforas son como encajes de cristal que te arañan el corazón y te anegan los ojos de lágrimas.
Había sin embargo en él junto a la luz y el optimismo un lado oscuro, de miedo y culpa, en el que crecía fértil el musgo de lo espectral y de lo macabro.
 Pocos autores han escrito como Bradbury sobre la muerte y la pérdida.
 Es imposible recordar algunos de sus historias sin estremecerse, la del bebé asesino, la del perro que regresa de ultratumba, la del hombre que se hace cargo de la guadaña de la muerte y siega el campo de la vida hasta encontrar los tallos que son su mujer y sus hijos… En relatos y novelas esa sombra, ese otoño, es el contrapunto insoslayable de un gran canto vital de celebración de la existencia y de la belleza del universo.
En esencia, con toda su cultura y sabiduría, Bradbury -y él mismo lo reivindicaba- nunca dejó de ser un niño de 12 años, el asombrado y vivaz Douglas Spaulding con zapatillas de deporte nuevas de El vino del estío (1957), la preciosa novela en la que relató su infancia trasmutando su Waukegan natal en Green Town, su pequeña arcadia personal de cometas y zarzaparrilla. 
Ese lugar soñado hubo de abandonarlo a los 14 años cuando su padre, empleado ferroviario afectado por la depresión, se trasladó con la familia a Los Ángeles. Gran lector de literatura pulp, amante de los tebeos, empezó a publicar en fanzines y en 1941 vendió su primer cuento.
 En 1950 publicó la obra por la que será especialmente recordado, Crónicas marcianas, un conjunto de cuentos vagamente unidos por el nexo de la invasión humana de Marte que llenan de asombro y transpiran una atmósfera de sobrenatural melancolía y soledad.
 Cuando el año pasado visité la vieja casa de Bradbury junto a la playa de Venice, California, donde el escritor vivió con su mujer Maggie al casarse en 1947, no pude dejar de pensar en la influencia de esa pequeña Venecia con sus minúsculos canales en la creación del Marte de las crónicas.
No hay mucha ciencia-ficción en el sentido convencional en el libro, como no la hay en sus otras novelas y en sus centenares de relatos, agrupados en títulos tan conocidos como El hombre ilustrado o Las doradas manzanas del sol.
Una de las cumbres del género, Bradbury es sin embargo muy diferente de otros populares maestros contemporáneos suyos como Isaac Asimov (+1992) o Arthur C. Clarke (+2008). 
Solo ahora, releyendo, caigo en la cuenta de qué solos nos hemos quedado en el universo al completarse la pérdida de la gran tripleta espacial.
Poco sexo en Bradbury, les advierto, un autor que dejó escrito:
 "Igual que mi amigo Ray Harryhousen concentró toda su libido en los dinosaurios, yo la puse en los cohetes, en Marte, en los extraterrestres y en una o dos muchachas que cuando me decidía a leerles mis historias huyeron muertas de aburrimiento".  
 
 
 

Lolita: “Con los años, una aprende a aguantar a la fiera. Si no, estaría presa”

La hija de Lola Flores y El Pescaílla ha vivido siempre bajo la alargada sombra de sus padres. 
También es una cantante con discos de oro, intérprete ganadora del Goya a la mejor actriz revelación y personaje de la vida pública española que asegura: 
“Más que reinventarme, me han reinventado”. La industria de la música, dice, le cerró la puerta. 
“Y yo se la he cerrado a ellos”. Del cine a la televisión y el teatro, hoy reivindica su renacimiento en la madurez. “Verte tú te libra de hacerte invisible”.



GANADORA DE DISCOS de oro como cantante y del Goya a la actriz revelación; jurado de concursos televisivos e, inequívocamente, miembro de una de las familias más populares de España, María Dolores González Flores (Madrid, 61 años) es abuela y sigue siendo Lolita.
 Ha vivido rodeada de artistas.
 Su padre, El Pescaílla, fue uno de los fundadores de la rumba catalana; su hermano, el desaparecido Antonio Flores, fue cantante; su hermana, Rosario, combinó flamenco y pop para hablar con voz propia.
 Su hija, Elena Furiase, es actriz. 
Lo mismo que su sobrina Alba. A su madre, Lola Flores —sobre la que preparan una serie de televisión—, la resume su apodo: La Faraona. 
 Ella, Lolita, ha cosechado éxitos en varios campos. Atraviesa un momento de plenitud como jurado del programa Tu cara me suena y de gira nacional (hasta 2021) con la obra de teatro La fuerza del cariño.
 La entrevista tiene lugar en el Café Comercial de Madrid.
 Lolita no tiene reparo en posar por el suelo, vestida tal como llega.
 No se queja de la sesión de fotos, aunque advierte de cuál es su mejor perfil: el izquierdo. “Son muchos años y me conozco: el otro lo tengo muy duro”.
¿Qué hace que una persona de 61 años mantenga su diminutivo?
Toda mi vida he sido Lolita para quien no me conoce. 
Lola era mi madre.
¿Ante ella tuvo que ser siempre pequeña?
Sin querer, hacía pequeño al que se pusiera a su lado.
¿Les dejaba ser ustedes mismos?
Siempre nos apoyaba. 
Al lado de ella era imposible ser grande. 
Y sin embargo los tres hijos éramos buenos. Somos buenos.
¿Qué hace que Lola Flores sea insuperable?
No admite adjetivos.
 Ella es Lola Flores y punto. No hace falta decir más.

El caso es que usted, llevando el diminutivo, es hoy una mujer fuerte.
Me he hecho fuerte a base de resistir los palos que me ha dado la vida. 
Pero no me considero fuerte. Tengo mucho temperamento y nunca lo he escondido.
“Tuvo que morirse mi madre para que la gente se diera cuenta de que yo no era solamente un volante en la bata de Lola Flores”
Igual al principio, cuando con 17 años debutó cantando Amor amor, con las cejas depiladas por su amiga Carmina Ordóñez y el pelo liso…
La timidez se llevaba entonces.
 Y ser tímido no está reñido con ser fuerte. Era muy tímida y sigo siéndolo.
 Sobre un escenario, la timidez me la he tenido que comer. No me la puedo permitir. 
Pero en el ámbito privado es otra cosa. Ahí soy yo.
¿Cuándo llegó Lolita?
En el minuto uno. Pero en España tuvo que morirse mi madre para que la gente se diera cuenta de que pensaba y no solamente era un volante de la bata
de cola de Lola Flores. ¿Cuál ha sido el precio para llegar a la plenitud en la que se encuentra ahora?
Que se fuera mi familia. Creo que es bastante caro.
¿La muerte de los padres permite que seamos otros?
No. Yo he sido la misma, con más tristeza en los ojos, pero la misma.
¿No tener que dar explicaciones permite correr más riesgos?
En absoluto. Tengo dos hijos.
 Y a mí me juzga España entera y parte del extranjero.
 Mis padres no nos juzgaron nunca. Tampoco nos cortaron las alas: tuvimos libertad dentro de un respeto.
 Estoy intentando educar a mis hijos así.
¿Le está saliendo bien?
Me han salido de puta madre.
Enhorabuena. ¿Qué ha hecho?
Darles amor y confianza.
 Que sepan quién eres tú para que se puedan abrir a ti y que tú sepas quiénes son ellos. Claro que pierdo los nervios y damos portazos.
 Pero luego, o he pedido perdón o ellos han sabido pedirlo. También los padres tenemos que saber pedir perdón. 
El respeto es fundamental, no porque sea su madre, porque creo que a la gente hay que respetarla: sea tu amiga, tu padre, tu novio o alguien que pasa por la calle.

Se ha reinventado varias veces.
Me han reinventado. 
Sigo siendo la misma. No es tan fácil cambiar. Físicamente las casas de discos son las que te cortan el pelo o te hacen cantar un tipo de canción.
 Ahora, haciendo teatro, soy más yo que nunca.

¿Qué piensa hoy que no pensara hace 20 años?
Que he sido demasiado buena, permisiva y tolerante.
 He pensado más en los demás que en mí.
 Ahora pienso un poquito más en mí.
 Ya no les hago tanta falta a mis hijos o a mi hermana.
¿Hizo de madre de su hermana Rosario?
No. Tuvo a su madre. He hecho de hermana mayor. Aunque a veces ella también sea mi hermana mayor.
 Depende del día.
Como cantante ganó discos de oro y de platino, y luego…
La industria de la música me cerró la puerta.
 Y yo se la he cerrado a ellos. Sigo cantando en América. Y este año, que cumplo 45 años en la música, tal vez me presente en Madrid y en Barcelona.
 Pero no tengo por qué tener una casa de discos detrás.
 No estoy dispuesta a ponerme un short o el pelo de tres colores para vender discos. Por ahí no paso.
¿Eso piensa de la música actual?
El espectáculo gana y yo para espectáculo prefiero el teatro.
Hizo Fedra por toda España, Asamblea de mujeres y ahora representa La fuerza del cariño.
Hasta febrero de 2021. Haciendo teatro puedo ser como soy y la gente se sorprende.
Joan Ollé la llamó para hacer de Colometa en La plaça del Diamant, de Mercè Rodoreda
Y me dijo que me iba a quitar el león que llevo dentro.
 
¿Lo puede encender y apagar?
No. Está siempre dentro, pero con los años, y la profesionalidad, una aprende a aguantarse la fiera. 
Si no, estaría presa. No puedes sacar tu temperamento cuando quieres porque convivir es mantenerlo a raya.
 Pero hay veces que me sacan de quicio. Entonces pego un grito y me voy porque, si sigo, termino en la cárcel.
 La gente a veces no tiene en cuenta que las personas públicas son seres humanos.
Con la película Rencor ganó el Goya a actriz revelación en 2003. ¿Fue una revelación para usted descubrir que podía actuar tan bien?
Mi familia me dijo que estaba loca al aceptar un papel de drogadicta. 
Dije que sí a una mujer herida igual que dije que sí a Fedra. Me gusta meterme en la piel de otras mujeres.
 Me sorprendió cómo me apoyaron. Sería falsa modestia si dijera que no sé si soy buena actriz, pero yo tengo un problema: no sé valorarme.

¿Por qué le sucede?
Quizá mi ego está dormido.
 Ha tenido que pasar mucho tiempo para que la gente me viera. Durante lustros he sido “la hija”.
 Me costó encontrar mi sitio. Hoy me aplauden y lo agradezco, pero no mataría por esta profesión.
 No tengo esa ambición desmedida de recibir reconocimiento.
No es una diva.
En mi casa no lo son.
La casa de su infancia, El Lerele, debía de ser un desfile de divos…
Tampoco tanto.
 Os pensáis que pedíamos el desayuno con la flor en la cabeza y la guitarra en la mano, ¿no? Nuestra casa era normal, a no ser que hubiera una fiesta.
 Llegabas y mi madre estaba con las gafas leyendo el periódico. Y mi padre, probando su guitarra con una gamuza sobre las cuerdas, para hacer manos, y viendo su tele. 
Había normalidad, libertad y orden.
 Con 18 años mi padre no me dejaba llegar más tarde de las diez de la noche.
Cuando empecé a llegar tarde, poco antes de las tres de la tarde me despertaba: la comida era sagrada. 
El primer cigarro delante de mi padre me lo fumé con 36 años, el día que enterré a mi hermano. 
Él me dejaba el mechero, pero delante de él no se fumaba. 

¿Su padre ponía las normas?
Nos criaron los dos. 
Eso sí, con 13 años, mi padre me decía: “Arréglate, te voy a llevar a comer caviar”. Y me llevaba a Cortés, a la plaza del Carmen, y me ponía dos dedos de vino rosado con hielo.
 Fue mi profesor de la vida. Me llevó hasta a la discoteca.
 He hecho eso con mis hijos. No les he escondido el día que he llegado con tres copas de más. 
Es más, los he despertado porque les quería dar besos. “Mamá, has tomado copas”. “Pues sí, ya te las tomarás tú”. Ahora me despiertan ellos. 
En casa siempre hemos hablado claro. Si quieres aprender a comer con cinco tenedores, vete a la escuela: en mi casa se comía en la cocina.


Han sido protofeministas: su padre, Antonio González, El Pescaílla, uno de los fundadores de la rumba catalana, pasó a un segundo plano…
Mira, yo no quiero herir la sensibilidad de nadie, pero creo que nos estamos pasando un poco con el feminismo y el machismo. 
El que es hijo de puta es hijo de puta sea machista o no.
 El que viola tiene que ir a la cárcel. Quien mata, también.
 Pero hay muchas mujeres maltratadoras y muchos hombres maltratados.
 Por supuesto, tiene que haber igualdad laboral y de salarios, pero no perdamos la cabeza.
 Para coger una maleta de siete kilos tengo que pedirle a mi hijo que me ayude.
Seguro que también hay hombres maltratados, pero matan más los hombres.
Tienen más fuerza.
Y la utilizan. Se puede matar con pastillas.
El machismo obnubila. 
Pero no lo he sentido nunca. Ni me han intentado meter mano. 
Mi padre se quedó en casa porque les pagaban lo mismo si iba uno o los dos. 
Que él estuviera en casa tranquilizaba a mi madre.
 Eso saldrá en la serie.
¿Qué serie?
La que estamos preparando sobre la vida de Lola Flores.
¿Quién hace de Lola Flores?
Todavía no se sabe. Es muy difícil.
Con los problemas de drogas que ha habido en su familia…
No ha habido tantos.
 Antonio entraba y salía, tampoco era continuo.
Pero murió de sobredosis. ¿Ha sentido la necesidad de advertir a sus hijos?
No. Ellos han nacido en una época en la que había mucha más información. 
Es un tema que no quiero tocar.
De Antonio se dijo que “escupía canciones”.
Su música sigue estando viva.
 Fue de los primeros que dijeron “no a las armas” y reivindicó devolver a los campos las flores arrasadas.

Creo que en [la canción] No dudaría está dicho todo.
 Mi madre lo admiraba.
¿Su madre tuvo un mal final?
Mi madre lo que tenía lo repartía. 
Siempre decía que, si Jesucristo estuviera vivo, ella sería uno de los apóstoles. Creía en Dios. Yo también. No soy apostólica y romana. Pero creo en la gente, en la verdad y en la lealtad.
¿Ha educado a sus hijos en el catolicismo?
Hicieron la comunión porque la hacían sus amigos. Pero mi hija se ha leído la Biblia entera. Y yo no.
¿Siente todavía inseguridad económica?
En este país, ¿quién no la siente? Me gano bien la vida. La nevera la tengo llena. Pero hay veces que no llego al 31.
¿En serio?
Mucha gente depende de mí. 
Vivo de alquiler. Tuve una casa, pero la vendí para pagar a Hacienda.
 Hacienda somos todos y tenemos que contribuir.
Trabajo no le falta. Es versátil: además de actriz y cantante, es jurado en concursos de televisión, ha sido presentadora y llegó a desnudarse en la revista Interviú, como su madre. Ella lo hizo para pagar a Hacienda. ¿Usted?
Me desnudé para recaudar dinero para una organización que lucha contra el sida.
 Para Interviú hice toples. 
Ya lo hacía en la playa y lo sigo haciendo. Me pagaron y fue un dinero que me vino muy bien. Es una ridiculez que centremos el escándalo en eso.
 Lo escandaloso son ciertas actitudes, no unos pechos. 
 Desnudos —bonito o colgando— tenemos todos lo mismo: dos tetas y un culo.
En la foto de perfil de Twitter ha salido en toples.
Y lo escribo yo ahí con el corazón. A medida que me hago mayor, me importa menos la opinión de la gente.
Lolita: “Con los años, una aprende a aguantar a la fiera. Si no, estaría presa”
Describe una infancia muy natural. ¿Tuvo también algo de niña pija?
Era la época. 
Tenía amigas pijas. Mi hermana tuvo su momento pijo: esa que veis tan hippy… 
 E incluso mi hermano se iba a la calle de Orense… Vamos a ver, ¿qué malo es haber sido pijo en un momento? ¿Le he hecho daño a alguien?
 Al final salió lo que tenía que salir. Es como la que estudia Medicina y luego se convierte en actriz. ¿Por qué me tienen que pedir explicaciones por una cosa y la contraria?
 Que si he sido de derechas, que si pija… Mira, yo he hecho toda la vida lo que me ha dado la gana.
Políticamente, ¿dónde está?
En ninguna parte, en mi casa
. Ocupada en trabajar todos los días para poder pagar mis impuestos.
¿Se siente gitana?
Soy gitana. No es un sentimiento. Lo soy como la que es china o la que es negra.
¿Y ha sentido racismo alguna vez?
En el colegio, el LAE [Liceo Anglo-Español], había niñas que se metían conmigo por ser gitana.
Y eso que era la hija de Lola Flores…
Es que ella también despertaba el racismo.
 Y sigue existiendo, como la homofobia con un niño que podría ser gay o la manía que se le tiene a una niña que lleva gafas.
 Pero yo no he sido maltratada. No he sufrido por eso. Tuve una infancia feliz con una familia normal: extraordinarios como artistas, pero normales en casa, y es lo que quiero seguir siendo.
 Una cosa es Lolita Flores en un escenario y otra Dolores González Flores, que está aquí charlando contigo. 
Basta ya de poner el foco en la familia Flores como si las tostadas que nos comemos por la mañana fueran de pan de oro.
 No: son de pan integral.
Se le nota. ¿Hace mucho deporte?
No piso un gimnasio.
Reivindica a la mujer pasados los 50.
La actitud de verte tú es lo que te libra de hacerte invisible. Físicamente, la vejez es fea.
 Pero hay que aceptarla y potenciar el lado mental, la actitud. Todavía no me he tocado la cara.
 Mis huellas son mi biografía.
 Manel Fuentes dice que soy la abuela más sexy de España. 
No sé, pero sí te digo una cosa: a mí me gusta que me echen piropos.
“Que si he sido de derechas, que si pija… Mira, yo he hecho toda la vida lo que me ha dado la gana”
¿Cómo se mantiene tan en forma?
Mirándome el brazo y diciéndole: “No te vas a caer”.
 A ver, como bien y no paro de trabajar. 
Pero estoy harta de que se asocie la familia Flores a extremos: la juerga y el llanto.
 Hemos llorado cuando hemos tenido desgracias.
 Pero no hemos llamado a fotógrafos para que nos hagan fotos delante de una tumba. Eso no lo hacemos nosotros.
Sí los llamó para casarse.
Es distinto.
 ¿No? Me dieron dinero para fotografiar mi boda con Guillermo Furiase y lo trinqué. 
Ya me iba a casar. No cambié nada. Y en mi segunda boda, lo mismo. 
Y como tenga una tercera, también trincaré.
¿La va a tener?
Ah…, nunca se sabe. De momento, no [risas].
¿El amor tiene siempre fecha de caducidad?
No tiene por qué. Para mí lo ha tenido, pero mis abuelos estuvieron toda la vida juntos.
 No me arrepiento de nada de lo que he hecho. Eso ha sido lo que me ha llevado hasta aquí y estoy en un momento tranquilo y creativo
. Como decía la protagonista de Rencor: “No estoy igual que hace 10 años, estoy mucho mejor”. Sigo caminando.