Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 dic 2019

La civilización del estupor........................Rosa Montero

Debería crearse una nueva asignatura que enseñara a los niños a discriminar las falsedades y a desarrollar espíritu crítico.



Debería crearse una nueva asignatura que enseñara a los niños a discriminar las falsedades y a desarrollar espíritu crítico
EL ÚLTIMO informe Pisa nos ha dejado bastante atribulados, y con razón, por el hecho de que los alumnos españoles hayan empeorado sus resultados en ciencias y matemáticas: es un varapalo. 
Pero creo que no le hemos prestado suficiente atención a otro dato del informe que me parece espeluznante: sólo el 8,7% de los chavales de la muestra total, es decir, menos de 1 de cada 10, es capaz de diferenciar entre lo que es un dato y lo que es una opinión.
Recordemos aquí, para agobiarnos un poco más, que PISA ha evaluado a 600.000 estudiantes de 15 años procedentes de 79 países. 
Lo que significa que a casi 550.000 de esos adolescentes, tiernos brotes del futuro, savia nueva de la OCDE y demás topicazos, les parece lo mismo e igual de creíble decir que en 2018 murieron 47 mujeres en España asesinadas por sus parejas o exparejas, que sostener, pongamos, que muchas de las denuncias por malos tratos son mentiras inventadas por féminas perversas.
Puede que una buena parte de esos estudiantes ya haya perdido la virginidad; algunos fumarán y beberán, y, en suma, se creerán mayores y muy listos, con esa tontería propia de la edad que todos conocimos; pero lo cierto es que son incapaces de interpretar y valorar la información más básica. 
Van ciegos y perdidos bajo el diluvio de datos en el que vivimos, un guirigay gritón y confuso que aturde al más templado y que puede desarbolar por completo a quienes están tan mal preparados como ellos.
 Eso sí que es un fracaso educativo. 
Un fracaso que se veía venir, porque estamos hablando de los quinceañeros, pero hay muchos adultos con la cabeza igualmente llena de serrín.
 No sólo debería crearse una nueva asignatura en los colegios que enseñara a los niños a discriminar las falsedades, a desarrollar espíritu crítico y moverse por la selva de fake news, sino que también habría que poner clases nocturnas de repesca para mayores.

Rosa Montero


La formidable Nuria Oliver, de la Real Academia de Ingeniería y una autoridad mundial en inteligencia artificial (le acaban de nombrar directora de una unidad de investigación Ellis), viene a decir en un capítulo del libro colectivo Los nativos digitales no existen (Deusto Ediciones) que las multitareas, como por ejemplo “chatear o navegar por Internet mientras se ve la televisión o se escucha música”, nos están fosfatinando literalmente el cerebro. Cita investigaciones internacionales que demuestran cosas alucinantes, como una que midió el impacto de las interrupciones en el trabajo de oficina: al parecer se necesitan al menos 25 minutos para recuperarse de una llamada o un e-mail y volver a ser igual de productivos que antes. 
Pero sobre todo menciona dos estudios que me dejaron pasmada. Uno fue hecho en 2014 en el University College de Londres sobre la influencia de la multitarea en la estructura del cerebro. Descubrieron que juguetear con el maldito móvil mientras se hace otra cosa nos afecta físicamente la sesera; y, así, cuanto más tiempo pasas chateando y viendo la tele,, por ejemplo, menor densidad de materia gris tienes en el córtex del cíngulo anterior, un rincón del cerebro de nombre complicado pero máxima importancia, porque ese córtex es esencial en el procesamiento de la información, así como en la detección de errores y conflictos.
 Lo cual me temo que resulta muy coherente con los resultados del informe PISA y con el desparrame mental que mostramos los humanos últimamente, más proclives que nunca, se diría, a tragarnos sin dificultad cualquier embuste (yo creía que la edad me estaba reduciendo las entendederas, pero ahora veo que es el móvil el que se está comiendo mi cerebro: esa parte casi es un alivio).
El otro estudio al que me refería no deja de tener su horripilante gracia.
 Lo hicieron en la Universidad de Londres y encontraron que las personas distraídas por la tecnología experimentaban una disminución de su coeficiente intelectual superior a si hubieran consumido marihuana. 
 Bueno, supongo que depende de la cantidad de hierba que te metas, pero de todas formas los que hemos vivido los años de la psicodelia sabemos de qué abismos de modorrez estamos hablando. Bienvenidos a la civilización del estupor, amigos. 

 

Mis vecinos de otro tiempo............................Javier Marías

Aún rondan por estas plazas y calles las sombras de mis vecinos de otro tiempo, admirables y dignos de remembranza.

SE CUMPLEN veinticinco años de vivir donde vivo la mayor parte del tiempo, en el Madrid de los Austrias, así que llevo ya largo rato paseando por sus calles. 
Esta capital y sus nefastos Ayuntamientos (pronto tocará un repaso al actual, a la bajura de los anteriores) se han caracterizado por destruir y demoler cuanto había, luego poco queda con antigüedad. Uno de sus escasos aciertos fue la colocación de placas conmemorativas en los muros, a la manera londinense.
 La mayoría (no todos, ay) son romboidales y de color crema, y se distinguen bien.
 Pero, como poco no fue arrasado, lo más frecuente es que recen: “Aquí estuvo la casa en la que se alojó Alexandre Dumas en 1846” (poco después de sus Tres mosqueteros), o “Junto a este lugar se erigió la Casa del Tesoro, donde vivió Velázquez de 1652 a 1660 y tenía el obrador en el que pintó Las Meninas”, o “… el Palacio del Conde de Lemos, editor de la Segunda Parte del Quijote”.
 Bien está que se recuerden los edificios fantasmas, que habitaron mis vecinos de otro tiempo, admirables y dignos de remembranza. 

Así sabemos algo de ellos, y nos cabe imaginar que vieron cielos parecidos a los que vemos y respiraron los mismos aires (más puros pero más hediondos).
 La gente que pasa por estas zonas apenas se fija y les trae sin cuidado: no sólo las hordas turísticas, que no saben quién fue nadie, sino los propios españoles, cada día más voluntariamente ignorantes.
 Y sin embargo aquí, en estas calles y plazas, anduvieron algunos de los mejores individuos que han pasado por nuestra historia.
 En la Plaza de Oriente no sólo vivió Velázquez, sino también Verdi en 1863, cuando vino a presentar La forza del destino, y Giovanni Battista Sacchetti, principal arquitecto del Palacio Real, muerto en 1764, y Herrera Barnuevo, arquitecto y pintor de Felipe IV, muerto un siglo antes, en 1671. 
Mucho más tarde, en 1918, el notable poeta uruguayo Vicente Huidobro, y también el mítico tenor Gayarre, sobre cuya vida vi de niño una película interpretada por Alfredo Kraus, y siempre que pienso en uno u otro me acuerdo de una deliberada metedura de pata de mi abuelo Emilio, médico tan simpático como impertinente, que tras una actuación del segundo fue a felicitarlo con este comentario demente: 
“Qué bárbaro, Kraus, cómo canta; de lejos parece una gallina”. Muy cerca, en la calle de Santa Clara, vivió y se mató el joven Larra en 1837, y algo más acá, en la del Espejo, tuvo Goya su casa en 1777, que también la tuvo en el 6 de la calle Santiago, al lado, aunque ahí no hay placa.
 Sí la hay, en cambio, de George Borrow, “Don Jorgito el inglés” en el barrio entre 1836 y 1840, al que hoy casi nadie lee, pero que escribió un divertidísimo libro viajero, La Biblia en España
 En la prolongación, en Milaneses, tuvo sus juegos callejeros de infancia Lope de Vega, junto a otra iglesia desaparecida, San Miguel de los Octoes.
 Y casi enfrente, ya en Mayor, vivió y murió Calderón de la Barca, y paseó Boccherini.
 En Mayor esquina a Coloreros fue asesinado en 1622 Juan de Tassis, Conde de Villamediana, de vida audaz y pendenciera y poesía que merece ser leída, y en la esquina con Almudena emboscaron y despacharon a Juan Escobedo, secretario de Don Juan de Austria, el hermano bastardo de Felipe II, el Lunes de Pascua de 1578. 
Muy cerca estuvieron las mansiones de la Princesa de Éboli, conocida tal vez por las masas como “la del parche en el ojo”, y en ellas fue arrestada por orden del mismo Rey en 1579.


En la recóndita Plaza del Biombo, en la iglesia de San Nicolás, fue bautizado Ercilla en 1533.
 Tampoco él es hoy muy leído, pero fue autor del célebre poema épico La Araucana, quizá menos olvidado en Chile; y si uno cruza Mayor hasta Pretil de los Consejos, verá el lugar que albergó el Estudio de Humanidades que dirigió López de Hoyos y del que fue discípulo el joven Cervantes.
 En Arenal se encuentra la iglesia de San Ginés, que considera hijos suyos a Quevedo, Lope de Vega y al gran músico Tomás Luis de Victoria, al primero por haber sido bautizado, al segundo por haber casado allí, y al tercero porque en 1611 falleció “cabe su muro”.
 Al subir una bocacalle, Fuentes, uno se entera de que en una pensión se hospedó, en 1862 y 1863, un Pérez Galdós veinteañero. Me parece bien que, pese a los tiempos que corren, se recuerde al torero “Frascuelo”, muerto en 1898, y en otro lugar el sitio donde estuvo el Gran Oriente, sede de los masones mucho antes de que los persiguiera Franco. 
También me gusta la placa de alguien cuyo nombre desconocía, en memoria del maestro José Cubiles, cuyo piano sonó en la Plaza de Oriente entre 1928 y 1971: cuarenta y tres años de melodías bien merecen un homenaje. 
En la Costanilla de San Andrés se erigieron las casas de Ruy González de Clavijo, justamente recordado por haber sido embajador del Rey Enrique el Doliente en la Corte de Tamerlán el Grande, en la remota Transoxiana, entre 1403 y 1405. 
Y también anduvo por aquí mi madre: vivió en Mayor 11 y 13 cuando era muy jovencita.
Ya que los edificios no perviven apenas, que al menos se sepa que aún rondan por estas plazas y calles las sombras de mis vecinos más distinguidos de los últimos cinco o seis siglos. Extrañamente, hacen compañía.

29 dic 2019

Tamara Falcó: “Hay gente que pensaba que era pija y tonta pero me daba igual”

La hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó, reciente ganadora de 'MasterChef Celebrity', vive una ola de popularidad.

 Se declara feminista y preocupada por seguir con los pies en la tierra.

Tamara Falcó, como imagen de la ginebra Tanqueray Ten, en Madrid, el pasado 11 de diciembre. En vídeo, perfil de Tamara Falcó. Foto: B.P (EL PAÍS) | Vídeo: EPV

Tamara Falcó frente a frente no habla con la boca cerrada ni sesea como una niña pija

Su voz suena segura, alta y clara. 

Se parece más que nunca a su madre, Isabel Preysler: una piel cuidada y un maquillaje suave. 

Viste de negro, un traje diseñado por ella. Está feliz. Aunque han pasado ya varias semanas de su triunfo en MasterChef Celebrity todavía le dura la alegría.

 "Una amiga mía me dice: 'Anda que la que has liado solo con freír un par de huevos". 

Pero Tamara sabe que su triunfo no ha sido solo el logrado en un concurso televisivo. 

Se ha ganado a la calle. "La gente ahora me para. Me felicitan y me dicen que no pensaban que fuera así". Y es que sabía la imagen que proyectaba

"Hay gente que pensaba que era pija y tonta, pero me daba igual". Pero Tamara Falcó no tiene un pelo de tonta. 

Cuando decidió entrar en el concurso de Televisión Española, además de hacerlo porque era una buena oportunidad de trabajo, pensó que tenía la posibilidad de darse a conocer de otra manera: "Sé la imagen que muchos tenían de mí. Tantas horas de televisión permiten que se te conozca más. Creo que lo he conseguido". 

El camino no ha sido fácil. "Durante todo el concurso conté con la ayuda de un coach. 

 Nadie se imagina lo duro y exigente que es el concurso. A veces, cuando estaba agotada, me preguntaba: ¿qué hago aquí?". 

Pero la constancia es una virtud de Tamara Falcó, de 38 años, que en ocasiones se convierte en cabezonería.

Como no es tonta quiere aprovechar el tsunami que vive. 

La llaman más que nunca para eventos y recibe a este periódico en uno de la ginebra Tanqueray. Se mueve entre estilistas, maquilladores y cámaras con comodidad.

 Vive la fama como algo cotidiano. La conoce desde niña: "Siempre he tenido un fotógrafo cerca".

 No le molesta. "Solo cuando dicen algo de mí que no es cierto o tergiversan algo", admite. 

Isabel Preysler, Tamara Falcó, Mario Vargas Llosa y Xandra Falcó, tras la final de 'MasterChef Celebrity'.
Isabel Preysler, Tamara Falcó, Mario Vargas Llosa y Xandra Falcó, tras la final de 'MasterChef Celebrity'.
Estos días acapara más portadas que su madre, la reina del papel cuché, y muchos ven en ella a su sucesora.
 "Lo de mami es imposible de conseguir. Ella tiene una fama mundial".
 Se nota que está muy unida a ella, que es su referente.
- ¿A quién quiere más, a papá o a mamá?
- A los dos. Mi padre [Carlos Falcó, marqués de Griñón] ha estado en todos mis momentos importantes, pero yo he vivido siempre con mi madre.
Tamara Falcó se independizó, pero duró poco en su piso de soltera. Regresó pronto a Miraflores, la casa familiar de la urbanización madrileña de Puerta de Hierro.
 Allí convive, además de con su madre, con su abuela y con el escritor y pareja de Isabel Preysler, Mario Vargas Llosa
He tenido mucha suerte con todas las parejas de mi madre.
 Tío Julio [Iglesias] siempre cuenta conmigo y me dice que por poco no soy hija suya; con tío Miguel [Boyer] he crecido, él me educó.
 Ahora con Mario todo es muy fácil.
 Es tan inteligente. Me gusta hablar con él de política internacional. El otro día me estuvo explicando lo que sucede en Bolivia.
 La de España la sigo, aunque a veces es difícil entender algunas cosas". Todavía no ha leído el último libro de Vargas Llosa, Tiempos recios. 
Tiene otro entre manos.
 "Me ha dicho que si lo leo me lo regala. 
Y le he respondido: ¿Y si no, lo tengo que pagar?". 
Tamara Falcó junto a dos de sus hermanos, Enrique Iglesias y Ana Boyer, y la pareja de esta última, el tenista Fernando Verdasco, tras el concierto de Enrique en Madrid, a principios de diciembre.
Tamara Falcó junto a dos de sus hermanos, Enrique Iglesias y Ana Boyer, y la pareja de esta última, el tenista Fernando Verdasco, tras el concierto de Enrique en Madrid, a principios de diciembre.
Estudió Ciencias de la Información, pero dice que lo suyo es la moda.
 Quiere seguir diseñando, pero sin olvidar los fogones. "Alessandro Michele, director creativo de Gucci, es skater, por ejemplo. Yo puedo ser diseñadora y chef". 
Cree que no está en condiciones de abrir un restaurante, ni tan siquiera asociarse con nadie.
 Pero ha pensado algo:
 "Quiero lanzar unos vídeos de recetas de cocina sana. Algo que ayude a la gente".

Hace un par de años, Tamara Falcó engordó por un problema de tiroides. Su aumento de peso ocupó portadas.
¿No es excesivo el culto al cuerpo que impera en estos tiempos?
-Claro que sí. Todos se fijaban en mis kilos de más, pero yo no estaba gorda, estaba enferma.
 Ahora como más que nunca, pero como sano con ayuda de mi nutricionista.
 Cuanto mejor comes mejor te encuentras. 
Ahí están las Kardashian, que no son mi estilo, pero olé, se atreven con todo con las curvas que tienen.
-La gente está empeñada en buscarle pareja. ¿No le resulta incómodo?
-La vida es mejor compartida, pero soy de esas personas que no he tenido suerte.
 También creo que estar con alguien por estar con alguien no es lo que quiero.
 A los hombres también les pasa a cierta edad: si ese no se ha casado algo tiene que tener, se suele decir. Nos pasa a las chicas pero a ellos también.
-¿Qué piensa del feminismo?

-Si el feminismo es igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, soy feminista
 Pero no creo que los hombres sean inferiores. 
En algunos deportes, por ejemplo, estamos en desventaja, pero no por ello somos inferiores nosotras; ellos tienen unos atributos y nosotras, otros.
-¿Ha seguido el movimiento Me Too?
- Si es verdad que hay tantas violaciones, tantos acosos como se han denunciado es un espanto. Si hay gente que está jugando con este tema me parece un horror.
Otra prueba de que no tiene un pelo de tonta es que está viendo cómo gestionar esta creciente fama y el dinero que está generando: "Tengo a mi hermana Ana, que es muy buena con los números, para que me ayude".


Roman Polanski: “Es aberrante y estúpido decir que me creo Dreyfus”

El director sostiene que "hace mucho tiempo" que es "víctima de mentiras". El 'caso Dreyfus' centra su nueva película, 'El oficial y el espía'.

 

Roman Polanski, en el estreno de gala en París el pasado 4 de noviembre de 'El oficial y el espía'. AFP

 

 

El director Roman Polanski (París, 1933) retrata en su nueva película, El oficial y el espía, que se estrena en España el miércoles 1 de enero, el caso Dreyfus, que marcó la historia de Francia a finales del siglo XIX.
 La injusta condena a Alfred Dreyfus, un oficial judío, por un espionaje del que era totalmente inocente dividió a la sociedad e impulsó uno de los textos fundacionales del periodismo moderno, Yo acuso, de Émile Zola. 
 Los ecos de aquel escándalo llegan hasta nosotros, como ha demostrado el éxito que ha tenido el filme en Francia, donde se estrenó en noviembre.
La película recibió el León de Plata en el Festival de Venecia y se suma a una de las filmografías más sólidas y sorprendentes del cine mundial. 
 Polanski es autor de títulos como El pianista, Tess, Chinatown, La semilla del diablo o El quimérico inquilino
Superviviente del Holocausto, gran parte de su familia fue masacrada en Auschwitz.
 En 1969, su esposa Sharon Tate fue asesinada de una forma atroz cuando estaba embarazada. 
En 1977, violó a una menor de 13 años, Samantha Geimer, un delito que ha reconocido y por el que no puede volver a Estados Unidos.
  El estreno francés de El oficial y el espía coincidió con una nueva acusación de violencia y abusos sexuales, en 1975, contra una joven de 18 años.
 El director casi no ha concedido entrevistas desde entonces.

Esta conversación tuvo lugar por teléfono hace 10 días y los agentes de Polanski pusieron dos condiciones: que durase 20 minutos y que se centrase en la película, sin preguntas concretas sobre las nuevas acusaciones contra él, que solo unos días antes en una entrevista con Paris Match calificó de “falsas” y “aberrantes”. 
Sin embargo, finalmente, sí aceptó ser preguntado sobre cómo todo esto afecta a su reputación y a su película.
R. Cuando rodábamos la secuencia del auto de fe contra Dreyfus y las escenas en las que la gente escribe eslóganes antisemitas en las vitrinas de las tiendas, justo en ese momento hicieron lo mismo a unas pocas calles del lugar donde trabajábamos.
 Escribieron jude en un restaurante. También pusieron cruces gamadas en retratos de Simone Veil.
P. Ha vuelto a trabajar con el escritor británico Robert Harris, que ya adaptó en El escritor
¿Eligió al personaje de Picquart, el militar que investiga el caso, como protagonista porque ya lo es en la novela en la que se basa el filme?
R. No ocurrió así.
 Llevaba mucho tiempo dándole vueltas a dirigir una película sobre el caso Dreyfus, pensaba que era un tema muy bueno para un filme.
 Creo que es un tema importante y que hacer películas sobre temas importantes siempre es más satisfactorio. 
Después de haber colaborado en El escritor, le propuse a Harris trabajar sobre Dreyfus. Nos pusimos a escribir, pero no funcionaba. 
Tratamos de contar la historia desde el punto de vista de su protagonista y nuestros primeros esfuerzos se centraban en Dreyfus. 
 Pero comprendimos que el problema era este, porque todo lo que resultaba interesante durante este caso tuvo lugar en París mientras que él se pudría en la isla del Diablo.
 ¿Qué podemos contar desde ese confinamiento? Le encadenaban por la noche, le liberaban por la mañana.
 Y a Robert Harris se le ocurrió adoptar el punto de vista de Picquart.
 Me pareció muy buena idea, pero yo hacía mucho tiempo que no trabajaba y le dije que tenía que hacer una película para ganarme el pan. Me dijo: 
‘Haz otra película y yo escribo el libro’.
 Es lo que hicimos.
 Rodé La venus de las pieles y él publicó El oficial y el espía
Harris suele escribir sobre acontecimientos históricos y realiza investigaciones a fondo


Pregunta. ¿Cree que el caso Dreyfus sigue siendo un asunto que habla del presente?
Respuesta. Mucho. En el fondo habla de la verdad y la forma de establecer la verdad. 
Si dejamos a un lado el problema del antisemitismo, eso es lo que queda, lo más importante en todo caso.
P. Usted vive en Francia, donde existe un gran problema de antisemitismo
¿Le trae los recuerdos más terribles de su infancia?
 Eso facilitó la reescritura del guion. Pero el libro lo escribió después del primer borrador.
Roman Polanski: “Es aberrante y estúpido decir que me creo Dreyfus”
P. Georges Picquart es un antisemita que no defiende a Dreyfus porque considere que es indignante que un inocente esté en prisión, sino para defender al Ejército. Acaba convertido en un héroe, pero, ¿cree que es un héroe por los motivos equivocados?

R. Es un héroe, es alguien que es justo porque su objetivo es defender la verdad. 
Me gusta mucho una de sus réplicas: “Hubiese preferido que fuese culpable porque la vida sería mucho más fácil”.
P. ¿Y cree que la verdad está en peligro en Europa en estos momentos?

R. Sin duda, absolutamente. 
No hay verdad, está lo que llamamos posverdad. Solo importan las emociones. 
La verdad histórica o científica no tiene ninguna importancia.
 Decimos que algo es la verdad porque nos viene bien. 
Es algo muy triste. No pienso que la verdad histórica o científica tenga una oportunidad en nuestras sociedades.
P. ¿Lo dice también por las acusaciones contra usted? ¿Se ha preguntado por qué casi nadie le cree?
R. Hace mucho tiempo que soy víctima de mentiras.
P. ¿Le preocupa que se piense que la película es una metáfora sobre su propio caso?
R. Es realmente aberrante y estúpido decir que me creo Dreyfus.
 Es otra mentira, otra forma de insultarme.
P. ¿Le preocupa que esto afecte la forma en que se ve la película y la forma en que se verán sus películas en el futuro?
R. Depende del espectador. No se puede generalizar. No se puede meter a todo el mundo en el mismo saco.
P. Dreyfus, que es la víctima sin duda, no es un personaje nada simpático.
R. Es otra razón por la que no funcionaba al principio, porque no era nada simpático. 
Era muy frío. Era otra de las razones fundamentales para contar esta historia desde un punto de vista exterior y no desde su propia mirada.
P. Hay un momento en que Picquart va a visitar a su antecesor en los servicios secretos y este le lanza un discurso sobre que no reconoce ya a Francia porque está llena de extranjeros. 
¿No le da la sensación de que estamos escuchando a alguien del Frente Nacional?
R. No solo los documentos que aparecen reproducidos en la película son exactos: todo es auténtico en este filme. La mayoría de los diálogos están, al menos, basados en diálogos auténticos.
 Como el caso pasó por diferentes procesos, todo fue estenografiado y se puede encontrar lo que se dijo. Reconstruimos diálogos que son verídicos.
P. ¿Piensa que hay alguien en Europa actualmente que tenga la fuerza moral que Émile Zola demostró en esta historia?
R. Yo mismo me lo pregunto, si alguien así pertenece más al pasado que al mundo de hoy. 
Sinceramente no puedo responder a esta pregunta, porque de vez en cuando nos vemos sorprendidos por el heroísmo de cierta gente.
R. Yo mismo me lo pregunto, si alguien así pertenece más al pasado que al mundo de hoy.
 Sinceramente no puedo responder a esta pregunta, porque de vez en cuando nos vemos sorprendidos por el heroísmo de cierta gente.
P. ¿Está trabajando en algo?
R. No, lo siento, no soy de esa clase de directores que puede pensar en otra película cuando estoy metido en una. Es algo que me ha ocurrido.
 Me absorben tanto los rodajes que no consigo concentrarme en ninguna otra cosa.
P. ¿Ha hecho un esfuerzo de divulgación en el planteamiento de la película?
 Si se lee Yo acuso en la actualidad el caso es tan complicado y enrevesado que resulta muy difícil de comprender.
R. Estudiamos muchísimo. 
Tengo muchos libros sobre Dreyfus, no todos, porque hay más de 500.
 Desde hace un siglo no han parado de escribirse ensayos sobre el caso. 
Comenzamos a trabajar en este asunto hace siete años. Simplificamos algunas cosas y nos concentramos en lo esencial.
P. ¿Cree que su película podrá verse en Estados Unidos?
R. No lo sé. Habrá que preguntar a otros.
 Hacemos películas para que la gente vaya a verlas y la esperanza de cualquier director es que multitudes vayan a ver su trabajo. 
No soy diferente de los demás.