La hija de
Elvis Presley, que está en plena lucha por la fortuna de 100 millones
de dólares de su padre, está en bancarrota y solo ha recibido 100.000
euros por el divorcio de su exmarido.
Por lógica, Lisa Marie Presley, la hija de Elvis Presley,
debería vivir en la abundancia. La única heredera del rey del rock, con
dos décadas de carrera, nominado a 14 premios Grammy y casi 700
grabaciones, debería haber heredado una fortuna de más de 100 millones
de dólares (unos 90 millones de euros). Sin embargo, por el momento el
control del legado y del dinero de su padre no está en sus manos. Y,
además, pese a intentar crear su propia carrera como cantante, está en
bancarrota.
La propia Lisa Marie, de 51 años, lo dio a conocer hace un año y medio: le quedaban menos de 10.000 euros
en el banco y tenía deudas por valor de 14 millones de euros. Algo que
ha empeorado el divorcio de su cuarto marido, Michael Lockwood. Ahora se
ha sabido que, al menos, el año no va a terminar tan mal para Presley. Como explica el medio estadounidenseThe Blast,
un tribunal de Los Ángeles, California, ha condenado a su exmarido
pagarle 126.000 euros, de los que 10.600 irán para tasas legales. Pero
al menos unos 115.000 podrán ser para que Presley abone los costes de
los abogados y pueda tener un respiro. La pareja llevaba casada una
década y está inmersa en este proceso legal desde hace casi tres, ya que
están luchando por la custodia de sus hijas gemelas, de 11 años. Lockwood es el cuarto marido de Lisa Marie Presley después de sus matrimonios con Danny Keough (con quien tuvo dos hijos), Michael Jackson (duraron menos de dos años)
y Nicolas Cage (también apenas dos años). Pero este divorcio está
siendo especialmente agrio, con una dura batalla por los detalles de la
custodia y la manutención de las niñas, que durante un tiempo han vivido con Priscilla, su abuela materna. La fecha de su juicio está fijada para el verano de 2020.
Las maravillosas cenas familiares. Y los piropos maliciosos entre cuñadas: “Qué guapa estás, no pareces tú”.
Los mensajes por WhatsApp,
algunos más cursis que un repollo: “Si mi sonrisa te sirve de adorno en
Navidad cuenta con ella, si mi mano te es de ayuda tienes las dos, si
mi corazón te trae felicidad es todo tuyo” o “Que esta Navidad convierta
cada deseo en flor, cada dolor en estrella, cada lágrima en sonrisa y
cada corazón en una dulce morada”.
Los clásicos navideños en la tele:Qué bello es vivir, de Frank Capra; Solo en casa, o alguna de las infinitas adaptaciones al cine de A Christmas Carol (Cuento de Navidad), de Dickens.
Los villancicos:
“Y beben y beben y vuelven a beber. Los peces en el río”. No son los únicos, verás la resaca de estos días.
Los Triglicéridos, ese grupo musical que le gusta tanto a tu médico.
Las nécoras, los centollos, las gambas y los gambas.
La decoración urbana. Ojo: las cacas de perro y las hojas en las aceras no son adornos.
El turrón, los polvorones y, desde hace algunos años, los panetones.
Los anuncios de perfumes con frases en inglés. Si con ellos no ligas, NO te devuelven el dinero.
Los programas especiales de Nochebuena. Imaginación a raudales + el mensaje del Monarca, real, como la vida misma.
Los programas especiales de Nochevieja.
Imaginación a raudales, pero con 12 uvas (tienes hasta las 12.00 para
aprenderte la maniobra de Heimlich, por si alguien se atraganta) y más
suspense: ¿se volverán a equivocar los presentadores con las campanadas?
Los programas especiales de Nochevieja.
Imaginación a raudales, pero con 12 uvas (tienes hasta las 12.00 para
aprenderte la maniobra de Heimlich, por si alguien se atraganta) y más
suspense: ¿se volverán a equivocar los presentadores con las campanadas?
Papá Noel
(¿no bastaba con los Reyes Magos?), y los juguetes éxito de ventas.
Que
casualmente son todos los que se ha pedido tu niño. Los mismos que ya
se han agotado en todas las tiendas. Cuéntale ahora eso de que el mejor
juguete es una caja de cartón o que jugar al parchís también mola.
Los Reyes Magos. Barriguitas, Mocosete y las otras muñecas de Famosa ya se han hecho mayores. Ahora juegan al Fortnite.
Los remordimientos.
Por no haber cumplido ninguno de los buenos propósitos que juraste
cumplir hace un año.
No pasa nada: tienes otro año por delante para
dejar de fumar, empezar a practicar un deporte, adelgazar, dedicar más
tiempo a la familia, prestar más atención a tu pareja (es decir, más
sexo; ¿has oído hablar del succionador?), aprender un idioma, sacarte el
carné de conducir, ver menos la televisión, leer más libros…
Los buenos consejos: “Comienza el año de forma positiva, pierde un electrón”.
En la Tierra, debe de haberlo visto casi todo. De ahí que, para cazar
nuevos sueños, Catherine Deneuve levante la mirada hacia el cielo. “Quiero ir a la Luna”, dice. Y sonríe. Casi seguramente bromea, aunque
algo en su tono invita a no descartar nada. Al fin y al cabo, tampoco le
quedaría tan lejos: hace tiempo que la diva habita aquel rincón
exclusivo del firmamento reservado a las estrellas más relucientes. De ahí, cuando el monumento, a sus 76 años, cruza la puerta, una estela
de respeto y admiración se cuele por la habitación. Se difunde,
incluso, cierto temor reverencial. Firmeza y libertad también son parte integrante de su mito.
Y ella lo sabe. Al parecer, hasta los directores se empequeñecen ante
su figura. “A veces es difícil encontrar desafíos en los papeles. Me
tratan como una institución y soy consciente de ello. Tengo cuidado,
para no dormirme en los laureles. Mi curiosidad me ayuda”, asegura.
De momento, la Luna tendrá que esperar.
Deneuve pasó casi un mes hospitalizada, tras el leve accidente cerebrovascular que sufrió en pleno rodaje de De son vivant.
Fue dada de alta a mediados de diciembre, y se recupera entre los
suyos.
Tal vez en Navidad le pregunte a su madre, Renée-Jeanne Simonot,
la formula secreta para derrotar a la edad: tiene 108 años, vive sola y
juega al bridge, según contó la actriz en septiembre, en el Festival de
Venecia.
De ello habló entonces, con una decena de periodistas.
Y de mucho más:
cine, vida, fama y, cómo no, cigarrillos.
En La verdad encarna a otra diosa del cine: una actriz tan
venerada como implacable, ególatra, reina en el plato y en su casa .
Extraordinaria, en todos los sentidos. Y desesperante para su hija
(Juliette Binoche), que acude a visitarla. Por si algo suena peligrosamente familiar, Deneuve se apresura a borrar
paralelismos: “Espero que no sea un autorretrato. Tenía que imaginarlo,
es muy distante de mí como actriz y persona”. Con su personaje
comparte, eso sí, el talento: su trabajo fue encumbrado por encima de la película. Eso si, a Kore-eda no le ha faltado valor. Por primera vez filma fuera de su Japón natal, en Francia, con dos
estrellas del país, el idioma y hasta algún guiño local. Aunque, al
parecer, en el rodaje ofrecía la imagen opuesta. “Es muy discreto,
timido y humilde. Estuvo mucho en París antes de la película, pero nunca
me preguntó nada. La presencia del traductor también cambia la
relación: la gente tiene más cuidado con lo que dice”, relata Deneuve. Así que, curiosamente, a menudo era la actriz que interpretaba al
director: “Tratas de leer su cara al final de la toma, para ver si está
contento o no. Primero, te deja hacer la secuencia como quieras. Luego
ya sí dice algo”.
En el fondo, Deneuve siempre ha defendido que el cine es un medio de
directores y que ella necesita alguien tras la cámara que la guíe. En su
caso, a menudo se ha tratado de genios, como Bunuel, Truffaut o
Polanski. Nacida en octubre de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial,
hija de actores, de pequeña se planteó más bien otros caminos:
arqueóloga, o diseñadora de interiores. Hasta que un día de verano de
1957, acompañó a su hermana, la también actriz Françoise Dorleac, a un
rodaje, y acabó reclutada en Les collegiennes. Era el comienzo de la leyenda: llegaron El vicio y la virtud, Los paraguas de Cherburgo, Belle de jour y la adoración mundial.
Su nombre ha sido asociado a libros, canciones, perfumes, ropa,
cuentas falsas en redes sociales, listas de las más sexy del planeta o
campañas en defensa del aborto. Hasta debió demandar a una revista que
pretendía llamarse como ella. Fue nominada al Oscar una vez, en 1993,
por Indochina, y es la segunda actriz con más candidaturas a
los César (14), tras Isabelle Huppert. De ella, por cierto, Deneuve dice
que es la única intérprete “capaz de llorar de repente”. Aunque tal vez
el mejor resumen de su importancia llegó cuando, en los ochenta, su
rostro representó a Marianne, el símbolo nacional de la república
francesa. No por nada, hace tiempo que le llueven ofertas para editar su autobiografía.
Todo ello conlleva una gran responsabilidad: “Tengo mucho cuidado con
los proyectos que hago. Y hoy más aún. No me fijo solo en mi personaje,
sino en el guion en sí”. Aunque también ha forjado su independencia. Reconoce que el humor no es “la base” de su manera de ser, y una vez
confesó que su palabra favorita es “no”. Deneuve, en definitiva, nunca
renuncia a ser ella misma. “Hay prioridades en la vida. Y ser actriz no
lo es todo el tiempo”, suelta. “Hay ciertos sitios a los que no puedo ir, como una playa en el sur
de Francia en agosto. Aunque tampoco me apetece. La mayoría del tiempo
hago lo que quiero. Saco a mi perro, voy al mercado, he estado sola en
un cine”, relata. Sostiene que su familia la ha cuidado desde pequeña,
enseñándole a evitar demasiada exposición, y que se siente libre de
decir lo que quiera. O casi. Porque el revuelo causado por un manifiesto
que firmó junto con otras personalidades donde defendía el “derecho a
incomodar” de la seducción le ha dejado una huella: “No me voy a
expresar más sobre el movimiento MeToo, es imposible estar segura de que
salga exactamente lo que digas”. Hay algún asunto más que se le resiste. Siempre le ha tenido miedo a
subirse a un escenario. Y tres veces quiso dejar de fumar. Cuando le
preguntan por el intento más reciente, directamente se ríe. Quizás ahora
los médicos se lo hayan ordenado. O suplicado. Porque al final, como
siempre, decidirá ella. Seguro que, si quiere, hasta irá a la Luna.
El
Ministerio Público cree que, aunque el hijo de la baronesa asegura que
residía en Andorra, existen pruebas de que vivía en España pero "no han
sido valoradas", como tampoco las declaraciones de los testigos.
La Fiscalía ha recurrido la sentencia del Juzgado de lo Penal 22 de Madrid que absolvió a Borja Thyssen-Bornemisza, hijo de la baronesa Thyssen, de un delito de fraude fiscal,
al mismo tiempo que ha solicitado la repetición del juicio al
considerar que el fallo carece de argumentos para exculparle. El juicio
de Borja Thyssen se celebró el pasado 13 de noviembre, mientras que la
sentencia se dio a conocer apenas un mes después, el 16 de diciembre. Por ello, según informa la Fiscalía, el Ministerio Público
cree que sí existen pruebas de que vivía en España pero "no han sido
valoradas", como tampoco las declaraciones prestadas por los testigos
durante la instrucción de la causa y sus contradicciones en el juicio. Quedó comprobado en la vista oral, según el Ministerio Fiscal, que Borja Thyssen
residió en España en 2007 de forma "ininterrumpida" más de 183 días, es
decir durante más del medio año que fija la normativa para justificar
la tributación en otro país. Por ello, la versión dada por el acusado para "generar la apariencia
de su residencia en Andorra, aportando diversa documentación que nada
acredita", es insuficiente para disculpar el presunto fraude en un
"paraíso fiscal". La Fiscalía pedía para el hijo deCarmen Cerverados
años de prisión y una multa de 595.000 euros, además del pago de
592.557,72 euros en concepto de deuda tributaria. Esta última cantidad
es la que corresponde a los reportajes que hace 12 años hizo con la
revista ¡Hola! y cuyos pagos Borja Thyssen no llegó a declarar. La citada publicación ofreció en ese ejercicio fiscal la primicia delanuncio de su boda con Blanca Cuestay el primer embarazo de la pareja. Exclusivas por las que se pagaron 1.400.000 euros, según la Fiscalía.
El
Ministerio Público sostiene que la decisión de absolver al acusado de
defraudar 592.557 de euros del IRPF de 2007 no tuvo en cuenta la falta
de "coherencia" de las pruebas practicadas sobre el país de residencia
de Borja Thyssen.
Según el juez, no quedó probado que el acusado residiera en España,
mientras que la Fiscalía, que pedía dos años de prisión, entiende que el acusado aparentaba vivir en Andorra
para evitar el pago del impuesto de la renta a la Hacienda española por
los ingresos obtenidos (de 1,4 millones de euros) con la venta de
noticias a una revista. Además, la abogada del Estado Rosa María Seone —la misma que se encargó de la acusación penalen el juicio del procés—,
que representaba al Ministerio de Hacienda, solicitó tres años y cuatro
meses de cárcel para el acusado. La letrada, al igual que la fiscal,
insistieron en que las pruebas aportadas por Thyssen para demostrar quesu residencia se encontraba en Andorra y no en España, como la licencia para conducir, no eran suficientes.