El torero
ha anunciado en un comunicado que se están dañando su honor y su imagen
por las especulaciones vertidas sobre su matrimonio, "creando una
situación muy dolorosa" para él y su familia.
Después de días de especulaciones y rumores sobre él y sobre el estado de su matrimonio, Cayetano Rivera Ordóñez se ha cansado. El torero se ha visto atacado durante el fin de semana en los platós de Telecinco y ha decidido tomar cartas en el asunto: demandará a la cadena de televisión. Así lo ha explicado en un comunicado
emitido a través de sus redes sociales y firmado por él mismo en el que
trata de frenar las acusaciones de la forma más contundente, la
judicial. El nombre del torero ha salido a la palestra en Sálvame a causa de uno de los colaboradores del programa, Kiko Matamoros,
que sin terminar de citar al diestro le acusaba de haber sido "desleal"
a quien es su pareja desde hace una década y su esposa desde hace
cuatro años, la modelo y presentadora Eva González. "Ante las graves especulaciones vertidas sobre mi persona, dañando mi
honor, mi imagen y causando un profundo daño a mi familia, quiero hacer
las siguientes consideraciones", arrancaba su comunicado Rivera Ordóñez. "Desde el pasado jueves 28 de noviembre en el programa de Mediaset Sálvame
se vienen haciendo comentarios sobre mi persona relativos a una
infidelidad, deslealtad y traición en mi matrimonio basándose en unas
supuestas fotografías. El viernes 29 de noviembre, el colaborador Kiko
Matamoros pronuncia mi nombre después de dos programas especulando con
mi imagen, mi honor y creando una situación muy dolorosa para mi
familia, mi mujer y mi hijo, menor de edad. Situación de la que se han
hecho eco el resto de programas del grupo, Viva la vida y Socialité, entre otros".
Por tanto, Cayetano ha decidido tomar
cartas en el asunto:
"Ante esta situación que atenta contra mis derechos
fundamentales informo de mi firme intención de poner en manos de la
justicia el asunto y a todo aquel que colabore en la difusión de las
citadas especulaciones".
Aunque los colaboradores de Sálvame trataron constantemente
de evitar dar el nombre de a quién que acusaba, sí dijeron en el plató
que era "una persona famosa y casada" y que mantenía una relación
paralela con otra mujer desde hacía años; de hecho, llegaron a acusarle
de tener "una doble vida".
Sin embargo, a Matamoros hubo un momento en
el que se le escapó el nombre de su acusado: "Esta chica y
Cayetano son reincidentes", señaló, ante el asombro de sus compañeros de
focos, que continuamente trataban de no pronunciarlo.
Supuestamente,
llegaba a decir Matamoros sobre el hijo de Carmina Ordóñez y Francisco
RiveraPaquirri, existen unas fotografías que pronto
verán la luz y que son las que han precipitado que en Telecinco se hable
de esas informaciones.
Su naturalidad, su frescura y un desparpajo combativo marcaron las
noches catódicas de España durante años. Entrevistó a personalidades de
la política, la cultura y las finanzas.
Simbolizó el poder femenino en
la televisión.
Protagonizó veladas inolvidables junto a Jesulín de
Ubrique y Umbral, y acabó metida en las arenas movedizas de Gran
Hermano.
Todo ello y el desamor la sumieron en la depresión.
Pero nada
de eso pudo con ella. Resucitó. Y también volvió a la pantalla. Aquí se
confiesa.
ESTA PIONERA de la televisión en España lleva 45 años reinventándose en la pantalla.
Para una generación, Mercedes Milá (Barcelona, 1951) es la intrépida entrevistadora de Adolfo Suárez o Dewi Sukarno que destapó el egocentrismo de Francisco Umbral
al tardar en hablar de su libro.
Para otra, la presentadora que reveló
en Gran Hermano el placer de orinar en la ducha.
Hoy confiesa, en su
último programa de Scott y Milá (Movistar +), cómo convive con la depresión, su dependencia de su perro y la dificultad para encontrar el amor.
Pertenece a una conocida familia barcelonesa. Su tío abuelo le encargó a Gaudí la Casa Milá —la Pedrera—;
sus tíos fueron destacados arquitectos y diseñadores, y su hermano es
el periodista Lorenzo Milá. Se crio en un ambiente cristiano y
monárquico —su padre formaba parte del consejo privado de don Juan, el
abuelo del Rey—. Ella renunció a ser condesa de Montseny, título que
Alfonso XIII concedió a su abuelo por apoyar la industria catalana. La entrevista se
realiza en la cocina blanca con paredes rojas de su piso en el barrio
madrileño de Salamanca. Nada más llegar, se ofrece a limpiarte las gafas
con lavavajillas. Las deja relucientes.
¿Las mujeres con poder asustan?
La fama te sitúa en una posición en la que, por lo menos, te escuchan.
¿Es posible llegar a esa posición sin arriesgar?
No. He hecho caso a
algo poco científico: intuición y deseo.
A lo que soy he llegado por
casualidad.
Y con ayuda: José Sámano decía que yo era una persona sin
vergüenza. Y sin vergüenza no te apuran algunas situaciones.
[El productor] José Sámano [su pareja personal y sentimental durante dos décadas] murió hace unas semanas. ¿Cuánto le debe?
Va a ser difícil hablar de él.
¿Se lo debe?
Se lo debo.
Éramos
dos haciendo uno.
Siempre se sentaba aquí, donde estoy. Era
terriblemente exigente. Nunca le parecía que habías afinado bastante.
Pero me educó, me trasladó un conocimiento que yo no tenía.
¿Qué le enseñó?
A organizar las
entrevistas con introducción, nudo y desenlace.
A hacer espectáculo, a
que el periodismo fuera lo más cercano al cine o al teatro que él hacía.
Con Gran Hermano la profesión me puso a caldo. Pero el público estaba fascinado.
Y a mí me daba la vida
En sus primeros programas —Dos por dosoBuenas noches— era incisiva pero contenida. ¿Se desbocó?
Probablemente.
Aunque por mis travesuras puede parecer otra cosa, siempre he trabajado con un guion férreo.
Ahora, en Scott y Milá,
voy sin guion, pero controladísima por mi productora.
Me pone límites,
como hacía José. Solo se puede poner límites queriendo. Y aceptarlos
confiando.
De entrevistar a Suárez pasó a entrevistar a concursantes de Gran Hermano.
Una persona que
lleva semanas aislada se pone en tus manos antes de regresar al mundo.
¿Puede haber mejor entrevista? Pues la profesión me puso a caldo. Los
críticos no sabían qué pensar y el público estaba fascinado. Sámano vio
enseguida que aquello era una bomba.
Ya no estábamos juntos, pero me
llamó: “No hagas caso a nadie. Estás haciendo lo que tienes que hacer.
No dudes.
Sigue ese camino de intuición”. Eso me serenó.
¿Fue el amor de su vida?
Totalmente.
¿Se equivocó cuando se separó de él?
No. No nos
equivocamos.
Nos quisimos demasiado como para destruirnos. El desgaste
de la convivencia estaba afectando a todo.
La batería se había acabado.
Fue una liberación. José me apoyó, ayudó y defendió toda la vida.
En el pasillo de TVE. Luego me lo encontré en la cola de un cine y me pidió el teléfono.
Llamó y quedamos.
Ese día llegaba Rafael Alberti
del exilio. Le di plantón para ir a la rueda de prensa.
Pensé: si es
buen tío, lo entenderá. Me dijo que había hecho bien. Era un tipo
completamente diferente a los que había conocido.
¿Por qué eligió la televisión?
No había visto
mucha. Mis padres no la compraron pronto. Eran austeros.
Consideraron
que todavía no era necesaria. Me apasionó el periodismo por mis
profesores: Miguel Ángel Bastenier, Enrique Sopena, Manuel Vázquez
Montalbán…
En 1977, para un programa tienen a la estrella de la tele, Isabel Tenaille, y reparan en usted.
Solo había hecho radio y deportes, pero me ilusionaba trabajar con la mejor presentadora del momento.
En el anuncio de ese programa, Dos por dos,
aparece conduciendo una Impala, sin casco, llevando a Tenaille.
Sus
inicios coincidieron con los de la democracia. ¿Había más esperanza y
menos mala leche?
Sí. A poco que hicieras, sobresalías.
Un compañero me dijo: “Tú fíjate en el piloto rojo”. Y eso hice, me agarré al piloto.
Se agarró, pero no se agarrotó.
¡Gozaba! Llegar a tanta gente me fascinaba.
Pero me quito el sombrero ante Isabel.
¿La ha vuelto a ver?
Alguna vez. Tuvo dos hijos y se retiró de la imagen pública. Trabaja en 24 Horas.
Ha entrevistado a cientos de personajes, pero hubiera querido entrevistar al rey Juan Carlos. ¿Qué le hubiera preguntado?
Tendría que pensar adónde quiero ir.
Una pregunta.
Le diría: “Ay,
señor, cuántos errores.
Y cuántos aciertos.
Los aciertos los dejo para
mañana”.
Entonces le preguntaría por qué juró los Principios del
Movimiento. Por qué aceptó las condiciones de Franco.
¿Se iría al principio?
Sí. Y al final le
diría: “¿Qué problema tienen ustedes los Borbones con el sexo?
¿Cuántas
veces se ha arrepentido de matar a aquel animal?”.
Quién le ha dicho que se haya arrepentido?
No puede no haberse arrepentido. Vanagloriarse de matar a un animal así empequeñece su figura.
Hacía poco que había pasado lo de Umbral; se levantó y pensé: “Otro que
se va, me van a echar”. Se bajó los pantalones y mostró la cornada.
Me
hizo el regalo de mi vida.
¿Le interesa más el periodismo de hacerse el inocente de Évole o el agresivo de Ana Pastor?
Uno pregunta como
es.
Évole es brillante. Lo que ha hecho, yo no lo sé hacer. Al conocerlo
te das cuenta de que no tiene que esforzarse demasiado.
Es así. Lo
adoro.
Adora a
Évole. Y abraza a los periodistas. Ferreras, marido de Ana Pastor,
apareció en Twitter abrazando al exministro del Interior Jorge Fernández
Díaz. ¿Esos afectos siembran dudas en la credibilidad?
Entiendo que al final se resienta la transparencia con tanta camaradería. Tomo nota.
¿Hoy se valora más reírse que estar informado?
El intermedio
demuestra que se pueden hacer las dos cosas a la vez. Los informativos
se han quedado pobres.
Es la jodida vida nuestra: o te percatas a tiempo
de que ya no sirve lo que haces.
Para mí, falta información con
prestigio.
Necesito que los informadores de los que me fío me traduzcan
lo que está pasando.
¿Se fía al 100% de algún informador?
Escucho a Iñaki
Gabilondo.
Ansío leer a los articulistas que sé que hablan de lo que
saben, aportan datos y analizan, como Enric Juliana.
Pero también a
Manuel Jabois, que cuenta las historias desde la calle y me emociona.
Le
he escrito. Me gusta aplaudir lo que está bien.
Ha sido pionera profesional y personalmente. ¿En qué terreno se paga más cara la independencia?
No soy una abanderada de nada. Pero fue difícil decirles a mis padres que no pensaba casarme.
¿Por qué no quiso?
No lo consideré
necesario.
Pero sí quería vivir con José. Me tuve que tirar a esa
piscina. Les dije: “Tengo que deciros algo”, esa frase que para los
padres debe ser horrorosa,
“José y yo vivimos juntos y no nos vamos a
casar”.
No volvieron a preguntar. Mis padres han sido el ejemplo más
extraordinario de respeto que he encontrado en la vida.
Tendrían
curiosidad, pero no preguntaron.
Tampoco quiso tener hijos.
Siempre pensé que
llegaría el día en que me arrepentiría.
Pero no ha llegado. Adoro a mis
10 sobrinos. He conseguido que confíen en mí.
Sobre su familia dijo que usted gustaba fuera por lo que le criticaban en casa.
En mi casa Gran Hermano era “la bicha”, no se hablaba del tema.
Cuando algún sobrino me preguntaba qué había pasado, sus padres me decían: “No les hables de ese programa”.
Observar a un grupo de gente encerrado tiene todo
lo que buscamos: voyerismo y frescura.
Cuando me lo ofrecieron pregunté
si buscaban rigor o morbo.
Me demostraron que iban en serio y me tiré a
la piscina.
El prestigio, si se daña, ya se recuperará. Gocé todas las
semanas. Incluso disfruté los dos últimos años que me excedí, y ese
estrés acabó en una depresión.
Gran Hermano me daba la vida.
¿Se provocaba el mal rollo?
Ninguna de esas leyendas fue verdad. Lo dije: o jugamos limpio, o me voy.
Los Gobiernos de Madrid han demostrado desconocimiento e incultura en el tema de Cataluña
¿Se está acabando la televisión tal como la conocíamos?
Sí. No soy una
seguidora de series ciega.
Y como para conseguir dormir no puedo
utilizar pantallas, después de las diez de la noche leo.
Para mí los
libros han ganado la batalla, aunque la estén perdiendo.
Tiene una librería en Barcelona, +Bernat, y defiende la lectura con la misma vehemencia con la que atacó el tabaquismo.
¿Cómo no voy a ser una loca contra el tabaco con lo que he visto hacer dentro de la casa de Gran Hermano?
Hacían cigarrillos con bolsas de té… Utilizo los medios a mi alcance para luchar por lo que puede mejorar la vida.
¿Fumó alguna vez?
Poco. José fumaba mucho.
Teníamos muchas sábanas quemadas. Yo fumaba porros, eso sí.
Su otra causa es la lectura. ¿Qué autor, que no sea Stefan Zweig, le ha permitido ver de otra manera?
Cuando leí España invertebrada, de Ortega y Gasset, entendí el problema de Cataluña.
¿Cuál cree que es?
A diferencia de
muchos ciudadanos, el Gobierno central no ha querido entender la
importancia de la convivencia.
Los Gobiernos de Madrid han demostrado
prepotencia, desconocimiento e incultura en el tema catalán.
Eso ha
provocado el callejón sin salida donde estamos. La solución es difícil y
exige generosidad.
Concrete, por favor.
Cuando Zapatero
dice: “Aceptaré el Estatuto que salga del Parlament” es el momento
clave.
Pero llega Alfonso Guerra y le hace recortes. El presidente del
Gobierno debería haber mantenido su palabra.
Y así hasta el peor de
todos: Mariano Rajoy.
¿El peor no es Jordi Pujol?
Pujol es la
vergüenza del pueblo catalán.
Pero Rajoy se quedó paralizado. Los
problemas no se pueden congelar. Por eso está en manos de los jueces,
porque no le dio una solución política.
Hubo quien los atizó. Artur Mas, por ejemplo, a quien besa en uno de los programas de Scott y Milá.
Un beso no es un apoyo. Es un saludo.
¿Es independentista?
En absoluto. Estoy dispuesta a que me llamen lo que sea con tal de poder expresar mi opinión.
¿Es monárquica?
No. Mi familia lo es, pero yo no.
¿Una monarquía en el siglo XXI es un anacronismo?
Tiene sentido mientras sea útil como mecanismo de gobernanza.
¿La actual española es útil?
De momento, sí.
¿Qué debe hacer un rey para ser útil?
Bajar a la calle.
Escuchar. El rey Felipe ha tenido una oportunidad de oro en la crisis
catalana y no la ha sabido utilizar.
La historia demuestra que quienes
ven a años vista toman decisiones que los que les rodean no entienden
hasta que pasa el tiempo.
Él debía haber arriesgado más para encontrar
el engarce de Cataluña en España.
Aunque la Constitución lo limite,
hubiera encontrado la manera. Hubiera tenido o un gran fracaso —en cuyo
caso hubiera acabado— o habría logrado la aportación de su reinado.
¿Su familia era franquista?
Por desgracia, sí.
Aunque dejaran de serlo en seguida. Mi familia es burguesa
aristocratizada, porque Alfonso XIII le dio a mi abuelo un título.
Son
conservadores, cristianos y católicos, pero no ciegos. Mi abuelo fue
presidente de la Diputación. Creyó, como tantos, que había que acabar
con el desorden que la República estaba provocando en Cataluña.
La
decepción llegó cuando se dieron cuenta de que se habían metido en una
ratonera con ese ser deleznable, el general Franco, que iba a acabar con
el país.
A mi abuelo lo echaron y mi padre empezó a militar para
conseguir que volviera don Juan.
La idea había sido un disparate: el
general soluciona la inestabilidad de la República —un Gobierno legal,
digno y con grandes políticos— con gente horrenda que se dedica a poner
palos en las ruedas.
Luego vendría don Juan y haría un país decente. Fue
un mal cálculo.
A ver, mi
aristocracia es tan relativa…, no tengo nada que me una a ella porque en
realidad, ellos no lo saben, pero la aristocracia ya no existe. La
monarquía puede hacer algo.
La aristocracia no tiene nada que hacer.
La frescura o la naturalidad ¿se construyen?
En mi casa aprendí
que el respeto no debe ser nunca reverencial.
El respeto es por el ser
humano, sea quien sea: tíos, tatas o el portero, no por los cargos.
Respeto sí, reverencia no.
¿Para ser natural hay que hablar de pipí y caca?
Quizá soy una
petarda y me río con el “caca, pedo, culo, pis”. Pero la verdad es que
eso provoca la risa. Por eso tienes la tentación de utilizarlo. Pero no
pasa nada. Todos cagamos.
¿Habla de los pedos para no abordar cuestiones personales más profundas?
¿Por ejemplo?
¿Se puede ser progre y aristócrata a la vez?
Desde luego, soy progresista.
Cedió el título de condesa a su hermano.
A ver, mi
aristocracia es tan relativa…, no tengo nada que me una a ella porque en
realidad, ellos no lo saben, pero la aristocracia ya no existe. La
monarquía puede hacer algo. La aristocracia no tiene nada que hacer.
La frescura o la naturalidad ¿se construyen?
En mi casa aprendí
que el respeto no debe ser nunca reverencial. El respeto es por el ser
humano, sea quien sea: tíos, tatas o el portero, no por los cargos.
Respeto sí, reverencia no.
¿Para ser natural hay que hablar de pipí y caca?
Quizá soy una
petarda y me río con el “caca, pedo, culo, pis”. Pero la verdad es que
eso provoca la risa.
Por eso tienes la tentación de utilizarlo. Pero no
pasa nada. Todos cagamos.
¿Habla de los pedos para no abordar cuestiones personales más profundas?
¿Por ejemplo?
Sexualidad, desamor…
Scott y Milá
es un programa de emociones que si te llega y te sirve, mejor.
He
explicado bastante mi depresión motivada por el desamor, el estrés y la
obsesión cuando veía Gran Hermano 24 horas al día. Ahora estoy aprendiendo a tomarme las cosas con tranquilidad.
Para lo vehemente que es, se muestra cauta ante el cambio climático.
Es una urgencia,
pero el catastrofismo es contraproducente.
Cuando los números superan tu
propia capacidad piensas que no puedes hacer nada y acabas no haciendo
nada. Por eso me centro en lo que pueden hacer las personas.
Al regresar
de la India tras entrevistar a Afroz Shah, que puso en marcha un
movimiento para recoger toneladas de plásticos, regresé a mi casita de
la sierra y vi que los dos prados que la rodean estaban llenos de
plástico.
Cogí una bolsa de basura y me dije: “No va a ser que me voy a
la India a recoger plásticos y vengo aquí y no los recojo”.
¿El precio de la fama es que se hagan fotos con usted o no poder fiarse de la gente que conoce?
Si estás bien y
sabes poner límite, la fama no cuesta nada. El tema es que llegue a
cambiar tu cabeza. Mi hermano me lo decía: no puede ser bueno que te
digan a todo que sí.
Defiende que solo se educa con amor. ¿Se educa también con límites?
Sin duda.
Lo
aprendí hace años con una frase de un tío mío al que adoraba llamado
Manolo Salinas: la hiedra crece contra la pared. Se agarra a la pared
porque tiene un límite, crece por eso.
¿El precio de la fama es que se hagan fotos con usted o no poder fiarse de la gente que conoce?
Si estás bien y
sabes poner límite, la fama no cuesta nada.
El tema es que llegue a
cambiar tu cabeza. Mi hermano me lo decía: no puede ser bueno que te
digan a todo que sí.
Defiende que solo se educa con amor. ¿Se educa también con límites?
Sin duda. Lo
aprendí hace años con una frase de un tío mío al que adoraba llamado
Manolo Salinas: la hiedra crece contra la pared. Se agarra a la pared
porque tiene un límite, crece por eso.
EL AUTORRETRATO es una de las formas de la autoficción, solo que en
la pintura tiene mejor prensa que en la literatura. Hay gente que está
hasta la coronilla de las biografías noveladas, pero no se sabe de nadie
que haya salido echando pestes de la Galería de los Uffizi, donde se obtuvo esta instantánea. Al contrario, siente uno envidia de ese visitante plantado frente a uno
de los cuadros, ignoramos de quién. Daríamos cualquier cosa por
encontrarnos en Florencia y, más concretamente, perdidos en ese
laberinto de rostros que tienen algo de espejos, pues en todos nos
reconocemos un poco. Si la vista no nos engaña, los autorretratados son,
sin excepción, hombres, lo que algo debe de significar. Solo aparece la
mujer en uno de los cuadros: el situado sobre el vano que da al pasillo
donde se encuentra el visitante. Pero la vemos acompañada de un varón
protector que es seguramente el autor de la pintura. Si la exposición se
hallase en un museo antropológico, pensaríamos que la muestra iba de
eso, de antropología, no de arte, aunque quizá el arte sea una rama de
la antropología como la teología, según Borges, es una rama de la
literatura fantástica.
En definitiva: no solo autoficción, sino autoficción masculina. Quiere decirse que el mito de Narciso no podría haber sido el mito de
Narcisa. Hay cuestiones que están en la naturaleza de las cosas. Pero,
como decíamos, este exceso pictórico no produce el cansancio del que
algunos se quejan cuando abren un libro de memorias. ¿Por qué? Porque
atribuimos a la pintura una calidad de real que le negamos a la
escritura. Creo.
Las cifras y la realidad de las personas sin hogar deprimen, sobre todo porque es un infierno que podría evitarse.
CUANDO LLEGAN las primeras heladas del invierno a mordernos las manos
y la cara, los vecinos del barrio que viven en la calle siempre se me
hacen más evidentes, como ateridas golondrinas que vuelven cada año a
concienciarme del frío y de la desigualdad en la que vivimos. Y fíjate
bien en lo que he dicho: las manos y la cara. Calentita y abrigada voy
en el resto del cuerpo. Ahora imagina lo que es dormir al raso y mal
pertrechado. No me extraña que su esperanza de vida sea 30 años menor
que la de la población general, y su tasa de mortalidad, entre tres y
cuatro veces superior (datos de la asociación Aires). Por no hablar de
la violencia de la que son objeto: según un informe de 2017 del
Ayuntamiento de Madrid, el 42% de la gente sin hogar ha sufrido alguna agresión. Y aún peor si eres mujer (alrededor del 20% del colectivo). Frío, soledad, angustia y miedo. Es una tragedia que se desarrolla ante nuestros ojos, pero que no
vemos. El médico Francisco Javier Barbado ha hecho un precioso y
conmovedor estudio de lo que él llama la “literatura de cartón”, los
escritos que la gente sin hogar pone en sus carteles. Junto al Templo de
Debod, en Madrid, vio un cartón enmarcado y colocado encima de un banco
vacío: “Aunque no me veas estoy aquí. Soy invisible”. Supongo que el
ingenioso individuo al que se le ocurrió escribir ese afilado dardo se
hartó de que la gente lo ignorara; y escalofría pensar que es muy
probable que así saque más dinero que estando presente. Es la creciente
aporofobia, esa gran palabra acuñada por la filósofa Adela Cortina para
definir el miedo o rechazo a los pobres.
Pero lo más terrible es que cada día tenemos que empeñarnos en cerrar
más los ojos, porque el incremento de los que viven en la calle es
vertiginoso: en Europa hay 700.000 personas sin hogar, un 70% más que
hace 10 años (en España son entre 30.000 y 40.000).
Según datos del INE de 2018, los albergues tienen una media de
ocupación de 18.000 personas al día, lo que supone casi un 10% más que
en 2016. Al menos 8.000 personas duermen en las aceras, y el 44% de
ellas llevan más de tres años. El último censo de la gente sin hogar del
Ayuntamiento de Madrid muestra que en diciembre de 2018 había 2.772
personas (713 más que en 2016), y 650 de ellas vivían en la calle.
Son cifras que deprimen, sobre todo porque es un infierno que podría
evitarse. Finlandia, ya se sabe, lo está consiguiendo; creó en 2007 el
plan Housing First
(La Casa Primero), una idea obvia y luminosa: no había que esperar a
que los sin hogar dejaran de beber o de drogarse para darles una
vivienda, sino hacerlo al revés. Un hogar les da la dignidad y la fuerza
para recomenzar su vida. Mientras en todo el mundo ha subido la cifra
de los sin techo, en Finlandia la han reducido un 35%.
En España hay una ONG, Hogar Sí
que está haciendo lo mismo. Han conseguido facilitar más de 300
viviendas en toda España, y el 95% de los que entraron en ellas siguen
residiendo ahí dos años después y han mejorado significativamente en salud, seguridad y calidad de vida.
Pero
se necesitan muchos más pisos.
Por eso Hogar Sí se ha unido a un
movimiento internacional que intenta reunir a 50.000 personas en 50
ciudades de todo el mundo para que duerman una noche en la calle y
recaudar fondos.
El evento será el próximo 7 de diciembre y contará con
el apoyo de artistas como Will Smith o Helen Mirren.
En Madrid será en
el Matadero; habrá actuaciones musicales, lecturas de escritores, una
auténtica fiesta; luego los que quieran pasarán la noche al raso en la
explanada.
También hay un crowdfunding
para dar dinero si no vas. El 50% de lo recaudado en el mundo irá a un
proyecto de refugiados a través de Unicef y Malala Foundation.
El otro
50%, a proyectos de viviendas para gente sin hogar. Déjame citarte
algunos de los desgarradores textos que recogió de los humildes cartones
el doctor Barbado:
“Estoy en la calle mal, los últimos días de mi
vida”, “Todo lo que tengo lo llevo conmigo”, “Es que no tengo nada, solo
el hambre grande”, “Perdido trabajo, perdida casa, perdido todo. Una
ayuda, gracias”.