Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

21 nov 2019

Cosas de comer......................................... Luz Sánchez Mellado

Nunca se sabe el efecto que una opinión no solicitada, por bienintencionada que sea, puede causar en los otros. Y cuando se sabe puede ser tarde para arrepentirse.

La actriz Scarlett Johansson camina por la alfombra roja en el 76° Festival de Cine de Venecia.
La actriz Scarlett Johansson camina por la alfombra roja en el 76° Festival de Cine de Venecia.
Hace muchos años estuve al borde del abismo, pero solo hace unos pocos que he visto el peligro. 
Tenía 25 agostos. Ya no era una niña, pero aún no del todo adulta de fachada para adentro.
 Empezaba en el oficio y un jefe de cuyo nombre me acordaré siempre aunque solo sea por eso me propuso, como halago, aparecer retratada en un reportaje de moda sobre chicas de talla grande.
 Él dijo “gorditas”, lo recuerdo con la misma exactitud que la herida que esa palabra produjo en mi autoestima. 
Me negué oprobiadísima, le mandé a salva sea la parte con la falta de respeto a los galones que solo se tolera en este gremio, y me puse a dieta esa misma tarde. 
Empezaba mi huida a ninguna parte. En casa decía que comía en el curro, en el curro decía que cenaba en casa, y ni comía ni cenaba en ningún sitio.
 Comencé a perder peso y a ganar autodominio. 
Me quedaba la ropa de miedo. Me cabían vaqueros que no me cabían ni en sueños
Me sentía poderosa negándome el pan, la sal y hasta el agua. 
Yo sabía, yo mandaba, yo controlaba.
 Me creí mis mentiras. Se me retiró la regla. Se me cayó el pelo.
 Se me marcó la calavera. Se me congeló el cuerpo y el ánimo. Me puse imposible.
 Hasta que dos colegas y aún así amigas llamaron a mi padre a mis espaldas y me hicieron entrar en vereda.
 Les retiré la palabra, las llamé traidoras, las odié a muerte. Nunca se lo agradeceré lo suficiente.
El otro día fue tendencia un tuit de una revista afeándole a Scarlett Johansson una barriga que solo veían ellos.
 Da igual. Aunque la tuviera cual sandía. Nunca le digan a nadie gordo si no se lo pregunta.
 Unas 400.000 personas sufren algún trastorno de la conducta alimentaria en España.
 Enfermedades graves que no se sabe cómo empiezan ni cómo acaban. Nunca se sabe el efecto que una opinión no solicitada, por bienintencionada que sea, puede causar en los otros. 
Y cuando se sabe puede ser tarde para arrepentirse.

 

De Warren Beatty a Mick Jagger: la frénetica vida amorosa de Margarita,

De Warren Beatty a Mick Jagger: la frénetica vida amorosa de Margarita, la princesa que se medicaba con alcohol.

El estreno de la tercera temporada de la exitosa serie de Netflix The Crown ha vuelto a poner de actualidad a la hermana rebelde y hedonista de la reina Isabel II, que ahora interpreta Helena Bonham Carter.

princesa margarita
La princesa Margarita con su marido Lord Snowdon en 1970. Foto: Getty
“Me dijo: tienes que fumar bien. 
Yo fumaba de una manera muy concreta.
 Recuerda esto –es un comentario importante– la boquilla del cigarro era un arma tanto para fumar como para expresarme”. Cuando la actriz Helena Bonham Carter decidió contactar con la princesa Margarita a través de una sesión de espiritismo para saber si debía aceptar el papel en The Crown –ríete tú de los actores del método–, lo que más parecía preocupar al fantasma de la fallecida es el look con el que sería representada en pantalla.
 Según ha contado la propia intérprete, durante la sesión de espiritismo Margarita no solo le dio su bendición para darle vida

“la otra actriz en la que pensaban era peor que tú”, sugirió–, sino que la apremió a cortarse el pelo y aparecer “más arreglada y pulcra”.

  Que, supuestamente desde el más allá, esta decidiera centrar su discurso en el aspecto físico es un hecho sintomático de la personalidad de la hermana de Isabel II. 

Con motivo del estreno de la tercera temporada de la galardonada serie de Netflix, repasamos la intensa vida social y amorosa de la miembro más díscola, glamurosa y carismática de la familia real británica. 

“Margaritologistas”. Así se hacían llamar las hordas de fans estadounidenses de la princesa Margarita en la década de los sesenta. 

La nueva entrega de The Crown dedica su segundo episodio a reflexionar sobre la pasión que despertaba la hermana de la reina al otro lado del charco, haciendo gala de una personalidad mucho menos puritana e inflexible que Isabel. Con la misma vida privilegiada, pero sin la responsabilidad de sostener el peso de la corona sobre sus hombros.

 El capítulo se centra en el primer viaje de la princesa a Estados Unidos en 1965, en un momento de tensión diplomática entre ambos países, y narra la locura que desató su presencia marcada por una agenda con más de 60 eventos en apenas tres semanas. 

 Pero además de asistir a audiencias oficiales en la Casa Blanca, haciendo honor a su bien ganada fama verbenera, la princesa aprovechó para quemar Hollywood con estrellas de la talla de Frank Sinatra, Elizabeth Taylor o Judy Garland e incluso acudió al rodaje del clásico de Hitchcock Cortina rasgada con el mismísimo Paul Newman como guía privado.

princesa margarita
Helena Bonham Carter ha tomado el relevo de Vanessa Kirby como intérprete de la hermana de la reina
Según confesó un amigo íntimo de la princesa, el fotógrafo de revistas como Vogue le dejaba a su mujer notas escondidas por los cajones con todo tipo de ofensas y mofas escritas en ellas.
princesa margarita
Helena Bonham Carter ha tomado el relevo de Vanessa Kirby como intérprete de la hermana de la reina en la nueva temporada de ‘The Crown’. Foto: Netflix
Al viaje acudió acompañada de su marido, el fotógrafo Antony Armstrong-Jones (interpretado por Ben Daniels en la serie), un plebeyo –el primero en cuatro siglos en la realeza británica– tan hedonista como ella, con el que se había casado cinco años atrás en la considerada como primera boda moderna de la historia. 
Fruto de su unión nacieron sus dos hijos, David y Sarah, pero el matrimonio supuso una tortura para la princesa, que tuvo que soportar infidelidades periódicas, desprecios e insultos en público hacia su persona y hacia la familia Windsor por parte del después conocido como Lord Snowdon. 
Según confesó un amigo íntimo de la princesa, el fotógrafo de revistas como Vogue le dejaba a su mujer notas escondidas por los cajones con todo tipo de ofensas y mofas escritas en ellas.
Los expertos relacionan la infelicidad que le provocaba su matrimonio con su cada vez más acentuada adicción al alcohol y al tabaco, con una media de consumo de casi sesenta cigarrillos al día y una copa de vodka y media botella de vino antes de la una del mediodía.
 Margarita llegó a pegar la superficie de raspado de las cajas de las cerillas en los vasos para poder encender cigarrillos sin tener que dejar de sostener la copa y Snowdon la introdujo a drogas como la marihuana y el popper, que el artista inhalaba de manera periódica. Bonham Carter se adhiere al pensamiento de que su adicción era resultado de su sempiterna pesadumbre vital: 
“Ella sufría un gran dolor y se automedicaba con el alcohol y el tabaco”, explica.
Juntos se erigieron como el epicentro de la vida nocturna londinense, con fiestas que se extendían durante la madrugada y que ninguna socialité que se preciara de serlo podía ignorar. Aunque no hacía ascos a ningún tipo de bebida alcohólica, su favorita era un vaso de whisky Famous Grouse con una pizca de agua y rechazaba tajante cualquier otra marca que no fuera la escocesa. 
Con la edad y la embriaguez crónica, su carácter se tornó en déspota y maleducado. 
Tampoco tenía reparos en responder a los periódicos affaires de su marido –algunos incluso con hombres– con distintas aventuras.
 Un historial con nombres como los de los actores Richard Harris, Peter Sellers y Warren Beatty, la estrella de rock Mick Jagger, el pianista Robin Douglas-Home o Anthony Barton, amigo personal de su marido.

“Me dijo: tienes que fumar bien. Yo fumaba de una manera muy concreta. Recuerda esto –es un comentario importante– la boquilla del cigarro era un arma tanto para fumar como para expresarme”. Cuando la actriz Helena Bonham Carter decidió contactar con la princesa Margarita a través de una sesión de espiritismo para saber si debía aceptar el papel en The Crown –ríete tú de los actores del método–, lo que más parecía preocupar al fantasma de la fallecida es el look con el que sería representada en pantalla. Según ha contado la propia intérprete, durante la sesión de espiritismo Margarita no solo le dio su bendición para darle vida –“la otra actriz en la que pensaban era peor que tú”, sugirió–, sino que la apremió a cortarse el pelo y aparecer “más arreglada y pulcra”. Que, supuestamente desde el más allá, esta decidiera centrar su discurso en el aspecto físico es un hecho sintomático de la personalidad de la hermana de Isabel II. Con motivo del estreno de la tercera temporada de la galardonada serie de Netflix, repasamos la intensa vida social y amorosa de la miembro más díscola, glamurosa y carismática de la familia real británica.
“Margaritologistas”. Así se hacían llamar las hordas de fans estadounidenses de la princesa Margarita en la década de los sesenta. La nueva entrega de The Crown dedica su segundo episodio a reflexionar sobre la pasión que despertaba la hermana de la reina al otro lado del charco, haciendo gala de una personalidad mucho menos puritana e inflexible que Isabel. Con la misma vida privilegiada, pero sin la responsabilidad de sostener el peso de la corona sobre sus hombros. El capítulo se centra en el primer viaje de la princesa a Estados Unidos en 1965, en un momento de tensión diplomática entre ambos países, y narra la locura que desató su presencia marcada por una agenda con más de 60 eventos en apenas tres semanas. Pero además de asistir a audiencias oficiales en la Casa Blanca, haciendo honor a su bien ganada fama verbenera, la princesa aprovechó para quemar Hollywood con estrellas de la talla de Frank Sinatra, Elizabeth Taylor o Judy Garland e incluso acudió al rodaje del clásico de Hitchcock Cortina rasgada con el mismísimo Paul Newman como guía privado.
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Helena Bonham Carter ha tomado el relevo de Vanessa Kirby como intérprete de la hermana de la reina en la nueva temporada de ‘The Crown’. Foto: Netflix


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Fotografía de la princesa Margarita y Antony Armstrong-Jones, tomada el día del anuncio de su compromiso matrimonial. Foto: GETTY

Todavía hoy se especula acerca de las razones que llevaron a Margarita a dar el ‘sí, quiero’ a Lord Snowdon, pero una de las teorías más extendidas es la que sostiene que la princesa aceptó casarse como venganza ante su expareja.
 Buena parte del cariño que la opinión pública tenía por la joven fue producto del romántico pero malogrado primer amor de su vida y que sirvió como una de las tramas vertebrales de la primera temporada de The Crown
Margarita apenas había llegado a la veintena cuando inició una relación con el capitán Peter Townsend, héroe de guerra y posterior caballerizo y hombre de confianza de su padre, el rey Jorge VI. 
A pesar de los 16 años de diferencia entre ellos, mantuvieron su pasional relación en secreto durante varios años, hasta que la prensa terminó por destapar el romance por un involuntario gesto de cariño en público de ella hacia él.
 Para desgracia de Margarita, Townsend era un hombre divorciado y, pese a los esfuerzos del Gobierno del país y de la propia reina por intentar complacer su deseo, la Iglesia se opuso de forma enérgica, viéndose obligada a comunicar en la prensa el cese de su relación. 
Años después, cuando la princesa se enteró de que Townsend estaba comprometido con una joven belga de 19 años, decidió contraer matrimonio ipso facto con Snowdon.
the crown reparto
El matrimonio de la princesa Margarita y Lord Snowdon fue tan controvertido como popular en la vida nocturna londinense. A la derecha, fotograma de ‘The Crown’. Foto: Getty/Netflix
En 1973, la ruptura oficiosa de su matrimonio era un secreto a voces. 
 Mientras el fotógrafo pasaba largos periodos fuera del palacio marital de Kensington, Margarita se embarcó en el que sería el último amor –público, al menos– de su historial. 
A los 43 la princesa conoció a un jardinero 17 años menor que ella, llamado Roddy Llewellyn, con quien mantendría una relación hasta 1981.
 “Cuando se conocieron congeniaron de inmediato y él proporcionó algo que ella nunca había tenido: afecto y, según su punto de vista, también amor”, declaró Christopher Warwick, autor de su biografía autorizada.
 La relación dañó considerablemente la imagen de Margarita, sobre todo tras la publicación en la portada del periódico News of the World de varias imágenes de la pareja en el retiro paradisiaco de Mustique, y llegó a ser carne de debate en la Cámara de los Comunes. Cansada y sumida en la tristeza, en una ocasión llegó a consumir de una tacada un blíster de somníferos “para poder dormir y descansar”, episodio que cierta prensa interpretó como un intento de suicidio.
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La princesa Margarita y Roddy Llewellyn, fotografiados de camino al aeropuerto. Foto: Getty

Margarita y Lord Snowdon se divorciaron en 1978. 
Este se casó con otra mujer solo unos pocos meses después y la princesa pasó los siguientes años acusando la factura que los excesos habían causado en su salud. 
En los ochenta tuvieron que extirparle una parte del pulmón y vivió aquejada de migrañas, laringitis, hepatitis y bronquitis el resto de su vida. 
Murió en febrero de 2002, a los 71 años, debido a una apoplejía. The Crown ha recuperado su leyenda como mujer rebelde y hedonista, convirtiéndose en la favorita de la audiencia millennial que desconocía su perfil, y su relación con Isabel II sigue dando pie hoy a paralelismos con la mantenida, por ejemplo, por Kate Middleton y Meghan Markle.
 Pese a todo, su familia no ha aceptado bien el retrato de ficción de la princesa, y más concretamente su hijo David, que ha sido muy crítico y en los próximos meses lanzará un libro con la intención de limpiar la imagen de su madre y destacar su trabajo y compromiso con la corona británica. 
Veremos si el fantasma de Margarita aprueba su contenido. 

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La princesa Margarita, fotografiada en 1969. Foto: Getty



 

 

20 nov 2019

Los Alba, una familia rota cinco años después de la muerte de la duquesa

La publicación del libro de Cayetano Martínez de Irujo ha destapado los entresijos de la familia con más títulos de España y marcado la distancia definitiva entre los seis hermanos.

Los hijos de la duquesa de Alba y su viudo, Alfonso Díaz, en el funeral de su madre, el 21 de noviembre de 2014 en Sevilla. GtresOnline

Los hijos de la duquesa de Alba y su viudo, Alfonso Díaz, en el funeral de su madre, el 21 de noviembre de 2014 en Sevilla.  

El 20 de noviembre de 2014 Cayetana de Alba moría en el palacio de Dueñas, en Sevilla, y desaparecía con ella la argamasa que unía, aunque fuera de forma frágil, a los seis hijos que había tenido junto a Luis Martínez de Irujo.
 En los primeros momentos, la familia aparentó ser una piña
. Juntos acudieron al sepelio de su madre, juntos aparecieron al lado de su viudo, Alfonso Díez, y juntos mostraron su pena, aunque cada uno la llevara a su manera: 
Carlos, Alfonso y Jacobo circunspectos, Fernando con triste serenidad y Cayetano y Eugenia, desbordados por la pérdida.
Cinco años después, la propia Cayetana de Alba se sorprendería de cómo están las cosas en esa familia que se reunía siempre por Navidad en uno de los salones del madrileño palacio de Liria siguiendo unos ritos y un menú que se repetían año tras año.
 Este año, en cambio, no tendrá lugar esa reunión de la familia al completo, porque como tal, cada uno va por su lado.
Su viudo, Alfonso Díez, ha seguido fiel a la discreción y devoción que demostró por su tardía esposa y no ha dado un mal disgusto desde su muerte. 
El exfuncionario del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), de 69 años, se deja ver muy poco y hace una vida discreta. Tal y como dejó establecido su esposa, recibió una cifra cercana al millón de euros, según publicó LOC en 2016, una casa de algo más de 220 metros cuadrados en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y 3.000 euros mensuales de por vida que le entrega la Fundación Casa de Alba.
 Un patrimonio que unido a su pensión como jubilado le permite llevar un retiro holgado y relajado. 
Sus escasas palabras en público son siempre para hablar bien de quien fue su esposa durante sus tres últimos años de vida.
 "Ha sido fundamental en mis sentimientos en el pasado.

En el presente, forma parte de mis pensamientos. En el futuro, cuando piense en ella, formará parte de lo mejor que he tenido en la vida", ha dicho a la revista ¡Hola! con motivo del aniversario de su muerte. 

La duquesa de Alba y Alfonso Díez en una de sus últimas imágenes juntos, el 4 de octubre de 2014 en Sevilla.
La duquesa de Alba y Alfonso Díez en una de sus últimas imágenes juntos, el 4 de octubre de 2014 en Sevilla. GtresOnline
Pero entre sus hijos las aguas no andan tan calmadas.
 Carlos Fitz-James Stuart, el primogénito, es el nuevo duque de Alba y como tal toma en solitario las decisiones que afectan a lo que en la familia se conoce como La Casa. 
Según su hermano Cayetano, su madre dejó una carta en la que establecía que él continuara al frente de los negocios de la familia. Pero su hermano Carlos le quitó todas sus atribuciones menos de dos meses después de la muerte de la duquesa y le invitó a marcharse del apartamento que ocupaba en el palacio de Liria. 
"Los tres mayores me han quitado todo.
 Fue una reacción que yo no esperaba ni en el peor de los sueños", ha dicho reiteradamente Cayetano Martínez de Irujo en las entrevistas que ha concedido por la publicación del libro De Cayetana a Cayetano en referencia a sus hermanos Carlos, Alfonso y Jacobo.  
Este libro ha sido precisamente el que ha destapado algunos de los entresijos familiares y ha provocado la ruptura entre los hermanos, hasta tal punto que cuando recientemente Cayetano ha tenido que ser operado de urgencia nuevamente, ninguno de ellos, a excepción de Fernando –y lo hizo una semana después de su ingreso–, acudieron a visitarle al hospital. 
Ni siquiera lo hizo Eugenia, la pequeña del sexteto que siempre ha estado muy unida a él. 
Todo un símbolo de que lavar los trapos sucios de la familia en público no ha caído bien a ninguno de ellos.
Cayetana fotografiada en su casa de Madrid el 23 de enero de 1961.
Cayetana fotografiada en su casa de Madrid el 23 de enero de 1961. Corbis
El libro retrata a una madre poco cariñosa, excepto con la menor, Eugenia; una infancia de unos niños cuidados por niñeras que en algunos casos hacían uso del maltrato físico, y dos líneas de hermanos separados por la edad y el carácter: por un lado Carlos, Alfonso y Jacobo, los mayores, más fríos los dos primeros y más bohemio y a lo suyo el tercero; y por otro lado Fernando, apocado y poco dado a protestar, Eugenia, la niña mimada de su madre, y Cayetano, que se pinta como el gran sufridor y el artífice de los grandes cambios de la Casa de Alba en los últimos años de vida de su madre.
En mitad de todo esto, el libro también ha descubierto que el segundo marido de Cayetana de Alba, Jesús Aguirre, significó un infierno para los tres hijos menores de la duquesa de Alba y que algo pasó entre el matrimonio que significó que durante los últimos años de vida de Aguirre su esposa se distanciara totalmente de él en privado aunque mantuvieran las formas en público.
 Detalles económicos, miserias familiares y complejos personales han quedado al descubierto y nada es ya lo mismo entre los hermanos.
 Cada uno funciona por su lado y de familia queda el título. 
Eugenia se casó en Las Vegas con Narcís Rebollo, presidente de la discográfica Universal, precisamente cuando se cumplían los tres años de la muerte de su madre y sin decírselo a sus hermanos. Carlos solo habla para contar las nuevas actividades en torno al patrimonio de la Casa de Alba, que incluye abrir al público el palacio de Liria, y para desmentir a su hermano Cayetano afirmando que "es como es y no hay que hacerle ni caso". Y el resto calla pero actúa distanciándose del hermano díscolo. Nada es lo mismo en la Casa de Alba, cinco años después de la muerte de Cayetana.


 

El vestido con el que Lady Di bailó con John Travolta, a subasta por tercera vez

La casa Kerry Taylor Auctions calcula que la prenda que lució la princesa de Gales, diseñada por Victor Edelstein, tiene un valor de entre 292.000 y 409.000 euros.

John Travolta y Diana de Gales, en la Casa Blanca (Washington, EE UU), en 1985.
John Travolta y Diana de Gales, en la Casa Blanca (Washington, EE UU), en 1985. Cordon Press

 

Uno de los vestidos más recordados de Diana de Gales es un diseño de Victor Edelstein que lució en una cena de gala que organizaron Ronald y Nancy Reagan en la Casa Blanca, en noviembre de 1985.
 Al ritmo de las canciones de GreaseFiebre del sábado noche, la princesa bailó con el actor estadounidense John Travolta y dejó una de las imágenes más icónicas de su biografía, en la que lucía un vestido que se subasta ahora por tercera vez.
La venta, organizada por Kerry Taylor Auctions, será el 9 de diciembre en Londres y la empresa calcula que su valor ronda entre las 250.000 y 350.000 libras (entre 292.000 y 409.000 euros).
 La primera vez que se subastó fue en 1997 —apenas dos meses antes de que Lady Di falleciera en un accidente de tráfico en París— con el objetivo de recaudar fondos para diferentes organizaciones benéficas que trabajaban con enfermos de sida.
 En aquella ocasión lo compró Maureen Dunkel, una empresaria afincada en Florida (EE UU), por 117.000 euros. 
 Sin embargo, esta mujer decidió en 2011 que la prenda se volviera a subastar tras declararse en quiebra. 
El vestido no encontró dueño hasta dos años después, cuando un hombre británico lo adquirió por 281.000 euros para regalárselo a su esposa. 
Lucy Bishop, una de las encargadas de evaluar y catalogar las piezas que se subastan en Kerry Taylor Auctions, ha explicado al diario británico Daily Mail:
 "Este es posiblemente su vestido más icónico. 
Las fotos de ella bailando sobre la pista con un atractivo John Travolta en la Casa Blanca causaron sensación en aquel momento. Y hoy todavía se recuerda". 
Un diseño que rompió con el protocolo marcado para la fiesta, que exigía vestir de manera recatada, y que además era poco frecuente ver en miembros de la realeza.
Se trata de un vestido ajustado, con los hombros al aire y que acaba con una falda de vuelo a partir de las rodillas. 
Diana de Gales vio la prenda en la tienda del diseñador Victor Edelstein, situada en Kensington, en la capital británica, una zona que solía frecuentar, y le pidió el mismo modelo, pero en azul marino. 
La princesa quedó encantada con el resultado y lo combinó con un exclusivo collar. 
Fue tal la admiración que sintió por la prenda que la lució en más de una ocasión. En 1986, un año después de la cena en la Casa Blanca, lo llevó en un viaje oficial a Austria y en 1991, para acudir a la Royal Opera House de Londres.
 Lord Snowdon, exmarido de la princesa Margarita, retrató a Lady Di en 1997 con el mismo vestido y el mismo collar.
Pero, sin duda, el vestido será recordado por ser el protagonista en el baile de Diana de Gales y John Travolta.
 La entonces primera dama Nancy Reagan se acercó al actor y le dijo que la mujer de Carlos de Inglaterra estaba deseando bailar con él. 
Y Travolta cumplió el deseo de la princesa, llenando la pista de baile juntos durante unos 20 minutos. 
Algo que el intérprete siempre ha recordado como "un cuento de hadas".