Es la otra cara de las protestas, que dejó este viernes una nueva imagen insólita. En medio de los disturbios de la huelga general convocada en Cataluña,
un anciano decidió enfrentarse por su cuenta a los radicales . En el
vídeo se aprecia cómo se dirige con firmeza hacia ellos portando un
objeto negro en su mano mientras los independentistas radicales,
encapuchados, intentan que se aparte sin éxito. Cataluña vive este viernes su cuarta huelga generalen menos de dos años vinculada alproceso independentista,
convocada por los sindicatos independentistas Intersindical-CSC y
Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC) para protestar por lasentencia del procés. Esta nueva huelga general, no secundada por los sindicatos mayoritarios
(CCOO y UGT) y que ha sido convocada alegando diversos motivos
laborales y económicos, como la reclamación de la derogación de la
reforma laboral o la implantación de un salario mínimo catalán de 1.200
euros, coincide con las protestas a la sentencia del procés
Lamento lo que está sucediendo en esa ciudad que siempre ha aportado
belleza, creatividad y luz.
Me apena que yo no pueda hacer nada. Tan
solo pensar, al igual que Blanche, que la propia realidad se harte de sí
misma y huya hacia otra parte.
Antes o después volverá a la cordura.
Esta tarde podría aprobarse de una vez el Brexit para el próximo 31 de octubre
y a partir de entonces debemos verlo como una nueva oportunidad, una
experiencia que no es como esas que se anuncian en los cruceros, pero
que también tenemos que saber surfear.
Tendremos que adaptarlo a nuestra
vida.
Como dicen los cantantes que surgen de OT: llevarlo a nuestro
terreno.
Pero según leo en los tuits que se emiten durante la emisión de MasterChef, pareciera que la villana favorita del público es mi amiga y compañera Vicky Martín Berrocal.
No he podido hablarlo con ella, pero es que cada vez más el Brexit me
recuerda el carácter de Vicky: algo un pelín indomable pero que sin
embargo tienes que intentar integrar en tu vida.
Victoria, como prefiero llamarla porque una mujer de su dimensión no
puede determinarla un diminutivo, en mi opinión y no en su defensa,
aporta algo vital en una convivencia: enfrentamiento.
Porque es como un
toro, plantada ante ti, desafiando la estocada.
Y pienso que lo mismo
nos pasará ante el Brexit: igual que en toda convivencia, tenemos que
asumir lo complicado para saber qué va a suceder.
Cuál será el
desenlace. Y cómo adaptarte a él. Por todo eso encuentro que es
ligeramente machista volver villana a mi amiga Victoria.
Si fuera un
hombre, sería solamente un líder territorialista. Como es mujer, es
fácil afearle una lucha igual de interesante. No podría imaginarme nada
mejor que pelear junto a ella por ganar el concurso.
A veces conviene apartarse de la realidad. No tanto como Blanche,
pero lo justo para levantarte cuando te pisotea. Es lo que sentí durante
el recorrido por Sur Moderno, una exposición que estrena el
recién ampliado Museo de Arte Moderno de Nueva York. Esta exhibición
alberga una parte de la colección de Patricia Phelps de Cisneros
cedida a la institución y celebra la importancia del arte cinético en
Latinoamérica. Latinoamérica es una parte del mundo que no consigue
unificarse, sus países se empeñan en diferenciarse y pocas políticas la
concretan. Las telenovelas, por ejemplo, tan denostadas lo consiguieron. Y el arte cinético también. Durante cinco décadas, Phelps ha ido
reuniendo las obras que conforman ese mapa abstracto y específico.
Algunas obras pertenecen a creadores que huyeron de Europa por la
Segunda Guerra Mundial y encontraron en Suramérica una nueva
experiencia, esa oportunidad con la que Blanche siempre sueña.
En Sur Moderno,
una pared entera está dedicada a su obra, piezas que durante años
estuvieron separadas se reencuentran, expresando todo lo que Gego quería
decirnos.
Puedes huir de la realidad.
¡Todo cambio puede ser una oportunidad! El Brexit será uno que
aportará algo todavía sin saber. También había incertidumbre en 1980,
una banda pop como Radio Futura cantaba que el futuro estaba aquí y se enamoraban de la moda juvenil. De los chicos y las chicas y los maniquíes, como cantaba Javier Pérez Grueso, fallecido esta semana. Es una de mis canciones favoritas que sin pretenderlo es vigente.
Desafiante por divertida. Compuesta en un momento único de nuestra
historia reciente, donde como país nos enfrentábamos al futuro armados
de humor y confianza. Quizás los eventos de esta semana nos hagan sentir
nostalgia por aquel torbellino pero, como Blanche, confiemos en los
extraños.
La
precariedad de algunas viviendas sin rehabilitar no ayuda, pero los
efectos negativos del trastorno se producen con más frecuencia en
construcciones inteligentes.
Todo comenzó cuando tu empresa se mudó al nuevo edificio, una mole de
cristal y acero firmada por un mediático arquitecto.
Trabajar en un
espacio diáfano ventanas que se prolongan hasta el techo te hacía
ilusión, algo comprensible tras pasar años encerrado en una minúscula,
oscura y decrépita oficina. Pero bastaron unas pocas semanas para que
comenzaran los primeros síntomas
. Dolor de cabeza,
sequedad de garganta, ojos llorosos, irritados, nariz taponada, piel
seca y hasta náuseas.
Al principio no lo comentaste con nadie, pero te
animaste al ver que a otros compañeros les ocurría lo mismo:
durante el
fin de semana no notabais ningún síntoma, pero el malestar era
generalizado en el trabajo.
Tras atar cabos llegó la inspección, y con
ella el diagnóstico: padecíais el Síndrome del Edificio Enfermo (SEE).
El nombre no es novedad, lo acuñó la Organización Mundial de la Salud
(OMS) en 1982 para definir "el conjunto de molestias ocasionadas por la
mala ventilación, la descompensación térmica, las cargas
electromagnéticas y las partículas y vapores de origen químico en
suspensión que circulan por el edificio en el que vivimos o trabajamos".
Han pasado casi cuatro décadas y, a pesar de la nueva construcción y
las rehabilitaciones de edificios llevadas a cabo de acuerdo con las
nuevas normativas, el número de casos de SEE ha aumentado.
La OMS estima que este síndrome afecta a un 30% de los edificios
modernos y a entre el 10 y el 30% de sus ocupantes. Entre los últimos,
por un lado están los que ya acarreaban enfermedades como alergias,
asma, rinoconjuntivitis y dermatitis atópica, que experimentan síntomas
que se agravan por la exposición a alérgenos y por las condiciones
microambientales del interior de estos espacios.
Por otro lado, están
las personas que sufren enfermedades específicas producidas por causas
circunscritas al propio edificio, entre las que destacan las siguientes.
Edificios enfermos: estos son los problemas de salud que nos contagian las casas y oficinas
La
precariedad de algunas viviendas sin rehabilitar no ayuda, pero los
efectos negativos del trastorno se producen con más frecuencia en
construcciones inteligentes
Según la neumóloga y coordinadora del área de Medio Ambiente de la
Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, Isabel Urrutia, se
cataloga como SEE "al conjunto de síntomas que se asocian a un tipo de
edificios, pero no se puede hablar del reconocimiento por la comunidad
científica de una enfermedad como tal. Los síntomas son muy generales, desde malestar hasta dolor de cabeza o irritabilidad,
algo que si ocurre de manera individual no tiene mayor trascendencia. Solo se considera que se sufre cuando se ha podido acreditar un número
determinado de casos". La neumóloga recuerda el caso más claro que ha
habido en España. Fue en el 2007, cuando Barcelona registró un brote de
1.137 casos de lipoatrofia muscular, también conocida como la enfermedad de las oficinas. "Se trata de un trastorno benigno del tejido subcutáneo que se
caracteriza por unos hundimientos semicirculares en la cara delantera de
los muslos provocados por una atrofia del tejido graso subcutáneo, pero
que no llegan a afectar los músculos ni a la piel",
explica Urrutia . Aquellos casos se denunciaron a la administración
laboral y sanitaria, y se estableció una investigación para dar con lo
que podía haber ocasionado aquellas marcas en las piernas. El resultado
concluyó que fueron tres factores los que influyeron en su aparición: la
presión que hacemos de nuestros muslos contra la mesa, junto con la
exposición a campos electromagnéticos (todo el cableado estaba debajo la
mesa), la electricidad estática y una baja humedad relativa en el
ambiente.
El problema de tender la ropa dentro de casa
Un origen frecuente de los trastornos que provocan los edificios es
la humedad, que es más frecuente en las construcciones antiguas. De
media, alrededor del 15% de la población europea tiene problemas de humedad en casa, lo que conduce a la aparición de microorganismos que afectan negativamente a la calidad de vida. "En edificios antiguos con mala ventilación suele haber más zonas de humedad y, por lo tanto, hongos. Su presencia en nuestro aparato respiratorio puede llegar a provocar
una enfermedad que se llama neumonitis por hipersensibilidad, una
inflamación aguda pulmonar cuyos síntomas son una tos seca, fiebre y
escalofríos. Para que nos hagamos una idea del daño, en una radiografía
de tórax de una persona afectada por neumonitis se observan unas
imágenes muy similares a las que se observan con neumonía. Si no se
diagnostica a tiempo, puede derivar en una fibrosis pulmonar, aunque
también hay que advertir que se trataría de un caso muy extremo", dice
Urrutia.
Las humedades no siempre están provocadas
por un estado deficiente del edificio (daños ocasionados por el agua,
por filtraciones en la cubierta o deterioro de ventanas y suelos); a
veces lo provocamos nosotros mismos, por ejemplo, cuando tendemos la ropa dentro de casa.
Esta práctica se asocia con un incremento de la alergia a ácaros del polvo y a la multiplicación de esporas de moho que pueden causar infecciones pulmonares, en personas que tienen debilitado el sistema inmunológico.
Cuando el aire en casa está más sucio que en la calle
Estar bajo techo no te libra de la contaminación. El urbanita pasa
entre el 80 y el 90% del tiempo en ambientes cerrados, y algunos
estudios afirman que la concentración de partículas contaminantes en el interior del hogar puede llegar a ser entre 2 y 5 veces mayor que la del exterior. La calidad del aire del hogar o el centro de trabajo depende tanto de los contaminantes que emite la propia vivienda o la oficina como de los que vienen del exterior,
a través de la infiltración y la ventilación. Los primeros van "desde
tóxicos que están en el ambiente porque vienen de materiales de
mobiliario o la maquinaria hasta los productos que se utilizan para la
limpieza del hogar, ciertos compuestos químicos que se utilizan para la
fabricación de plásticos, fibras de vidrio o los compuestos que sueltan
estufas, quemadores de gasóleo, el humo del tabaco, las impresoras,
fotocopiadores, las pinturas, disolventes y barnices…", enumera Urrutia. No existe ninguna legislación que regule los niveles máximos de
contaminantes en espacios interiores, lo que sí hay son recomendaciones. La OMS ha publicado recientemente una guía para la calidad el aire
interior en la que se describen los principales contaminantes,
su origen y sus efectos sobre la salud de las personas. El problema es
que, debido a la gran variedad de fuentes de las que pueden provenir
estos contaminantes y al influir otros factores, como el número de
trabajadores o habitantes concentrados en una misma habitación, los
metros de ese espacio y su tipo de ventilación, se hace prácticamente
imposible, por el momento, establecer una legislación al respecto.
Barcelona vivió ayer su quinta noche consecutiva de disturbios. Los
altercados de la jornada fueron especialmente virulentos por su
duración, su intensidad y la dosis de violencia que emplearon los
manifestantes. Más allá del rechazo a la sentencia emitida por el
Tribunal Supremo contra los líderes del procés, los jóvenes pusieron en el centro de la diana a los policías. Miles de jóvenes se enfrentaron con gran violencia y durante horas a la policía. Los violentos cercaron la sede central de la Policía Nacional, donde arrojaron objetos, levantaron barricadas e incendiaron contenedores. Al anochecer, la protesta se trasladó al centro, donde los Mossos
emplearon una tanqueta con cañón de agua. Al menos tres policías
resultaron heridos. Una multitud reivindicó este viernes en Barcelona su firme rechazo a la
sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del proceso
independentista catalán. Lo hicieron con una masiva concentración,
en paralelo a una huelga general que colapsó los accesos a la ciudad
durante casi todo el día. Esta manifestación multitudinaria transcurrió
pacíficamente. Pero la violencia acabó, de nuevo, empañando otra jornada
en Barcelona. Grupos de jóvenes ajenos a la convocatoria de las
entidades secesionistas volvieron a protagonizar una batalla campal
contra la Policía Nacional y los Mossos con barricadas a menos de un
kilómetro de la marcha principal.
Una
multitud reivindicó este viernes en Barcelona su firme rechazo a la
sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del proceso
independentista catalán. Lo hicieron con una masiva concentración,
en paralelo a una huelga general que colapsó los accesos a la ciudad
durante casi todo el día. Esta manifestación multitudinaria transcurrió
pacíficamente. Pero la violencia acabó, de nuevo, empañando otra jornada
en Barcelona. Grupos de jóvenes ajenos a la convocatoria de las
entidades secesionistas volvieron a protagonizar una batalla campal
contra la Policía Nacional y los Mossos con barricadas a menos de un
kilómetro de la marcha principal. El lunes, con la sentencia recién publicada, el escenario escogido fue el aeropuerto de El Prat:
una acción espectacular para llamar la atención del mundo. Hubo
enfrentamientos y los Mossos y la Policía Nacional respondieron con
contundencia. El martes lo fueron las delegaciones del Gobierno en Cataluña, símbolo del poder del Estado “opresor”. El miércoles y el jueves, los disturbios —organizados y liderados por grupos de independentistas revolucionarios y anarquistas y secundados por estudiantes—
se extendieron sin control por todo el centro de Barcelona. Adoptaron
ya entonces un cariz antipolicial: la protesta por el fallo del Tribunal
Supremo se transformó en una revuelta contra las fuerzas de seguridad,
fuese cual fuese el color del uniforme. Este viernes esa animadversión llegó a su punto álgido con la quinta
jornada consecutiva de incidentes. Durante siete horas, miles de jóvenes
cercaron la Jefatura Superior del Cuerpo Nacional de Policía. Por la
noche, los incidentes se extendieron por el corazón de Barcelona. Los
disturbios han dejado un reguero de heridos (182 en Cataluña, 152 de
ellos en Barcelona), 83 detenidos y destrozos. Al menos tres agentes,
además, resultaron heridos al ser alcanzados por el impacto de objetos. Un nutrido grupo de jóvenes permaneció ajeno a la convocatoria
pacífica que congregó en Barcelona a cientos de miles de personas
llegadas de toda Cataluña. Tras una manifestación de estudiantes contra la sentencia y la “represión” policial,
miles de ellos se plantaron frente al número 43 de la vía Laietana. Allí está la principal sede en Cataluña de la Policía Nacional,
responsable de las cargas policiales del 1 de octubre de 2017 contra los
votantes del referéndum. Unos 50 mandos y agentes del cuerpo permanecen
investigados por supuestas malas prácticas. Aquella actuación acrecentó
la animadversión del independentismo hacia la Policía Nacional.
Mientras todo ocurría, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, volvió a guardar un clamoroso silencio
Mientras esto ocurría, el presidente de la Generalitat, Quim
Torra, volvió a guardar un clamoroso silencio. Aunque optó por no
participar en las marchas independentistas y mantener largas reuniones
con sus colaboradores, la oposición al completo reclamó su dimisión. Asediado por tierra, mar y aire, Torra tiene a su Gobierno pendiendo de
un hilo por las incoherencias internas. "¿Dónde está el president?
Todo esto es inaceptable y tiene que dimitir", dijo el líder del PSC,
Miquel Iceta. Sí compareció a las 21.30 el consejero de Interior, Miquel
Buch, que atribuyó los actos de "violencia extrema" a "grupos
organizados" y pidió a los ciudadanos que los "aislaran".Torra no da ningún comunicado en contra asi que lo destituyan, la cosa se pone muy fea y él sigue con la misma cara....obligarán a que se tome medidas más dr´sticas.
Siete horas de cerco Los incidentes comenzaron pasado el mediodía del viernes. Los
manifestantes lanzaron petardos, botellas y pintura a los policías y a
los furgones que, protegidos detrás de unas vallas, custodiaban el
edificio. Tras una pequeña carga, hubo una breve tregua que coincidió
con la hora de comer. Poco antes de las cuatro de la tarde, sin embargo,
un grupo aún más numeroso de manifestantes tomó posiciones en la parte
alta de la calle. Algunos de ellos, los de primera fila, se sentaron en
el suelo. Los antidisturbios de la Policía Nacional también tomaron posiciones y
se pertrecharon fuera del edificio. Ambos bandos permanecieron
encarados largo rato. Los agentes dedicaron su esfuerzo a ganar metros
para evitar un asalto a las dependencias policiales. Se reprodujo el
lanzamiento de objetos contra la línea policial. La tensión creció. Los
jóvenes acudieron preparados para el combate: la mayoría de ellos iban
encapuchados, se habían tapado la boca con un pañuelo e incluso lucían
cascos de moto y gafas de protección. Algunos llevaban escudos caseros
con el dibujo de un ave fénix, símbolo de las corrientes más
identitarias del independentismo.
Sobre las seis de la tarde, mientras el gran acto independentista se
celebraba en el paseo de Gràcia —a unos cientos de metros—, comenzó una
batalla campal y se registraron los incidentes más graves. Los
manifestantes emplearon objetos contundentes, como bolas de acero.
También quemaron contenedores, levantaron barricadas y cortaron señales
de tráfico
. Como en las últimas jornadas, el fuego hizo acto de
presencia con contenedores quemados y hogueras encendidas Uno de esos objetos alcanzó a un policía, que quedó temporalmente
inconsciente y tuvo que ser apartado en volandas por sus compañeros.
Los
agentes cargaron con fuerza. Uno de los heridos lo fue por contusión
ocular.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, informó de
que en lo que va de semana ha habido 207 agentes heridos, 128 violentos
detenidos, 800 contenedores quemados y 100 vehículos policiales dañados.
Los policías lograron empujar a los jóvenes, alrededor de las ocho de
la tarde, hacia la plaza de Urquinaona, que se convirtió en un nuevo
escenario de enfrentamientos. Los manifestantes levantaron barricadas
con material de obra, contenedores y maceteros y reprodujeron el
lanzamiento de piedras, latas y botellas. Sobre las 20.30, los Mossos
d’Esquadra se incorporaron para proteger esa zona. La Policía Nacional
intentó dispersar a los manifestantes usando pelotas de goma, botes de
humo y gases lacrimógenos. No fue suficiente. Los Mossos emplearon, por
primera vez estos días, una tanqueta: primero, para retirar escombros de
la calzada y, más tarde, para disparar agua y dispersar a los
manifestantes. Algunos se escondieron en un hotel en obras. Poco antes
de la medianoche, la gran concentración se había disuelto, pero grupos
dispersos de jóvenes seguían provocando altercados en el centro, en el
juego del gato y el ratón de cada noche.
"Así no": independentistas increpan a los violentos en Lleida
Aunque los disturbios más violentos se concentraron en Barcelona, los
incidentes se reprodujeron una noche más en distintas ciudades
catalanas. En Lleida, los independentistas más radicales elevaron la
tensión con nuevos lanzamientos de objetos contra la policía. Otro grupo
de manifestantes, sin embargo, terció para evitar incidentes y se
interpuso entre los radicales y la policía. “Así no” y “no queremos
encapuchados”, gritaron mientras permanecían sentados frente a los
violentos. La barrera pacifista no impidió, sin embargo, que se produjeran
enfrentamientos al anochecer. Los Mossos d’Esquadra respondieron con el
lanzamiento de proyectiles de foam frente las piedras y botellas que arrojaron los manifestantes.
Con información de Alfonso L. Congostrina y Rebeca Carranco.