Resulta ridícula la pretensión de Kardashian de vendernos sus fajas integrales como el colmo de la modernidad y la libertad femenina solo porque las tiene en todas las tallas y tonos del color carne.
Hace
no tanto, cuando me divorcié tras dos décadas de matrimonio, tiré toda
mi ropa interior a la basura, aunque la hubiera estrenado la víspera.
Nada insólito, supongo