Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

18 sept 2019

Urdangarin saldrá de prisión a partir del jueves dos veces por semana para hacer voluntariado

El cuñado del Rey trabajará con discapacitados en un hogar religioso de Pozuelo.

Iñaki Urdangarin sale de la Audiencia de Palma, en junio de 2018.
Iñaki Urdangarin, esposo de la infanta Cristina y cuñado de Felipe VI, empezará a salir a partir del jueves dos veces por semana durante un plazo máximo de ocho horas al día de la prisión abulense de Brieva, donde cumple una condena de cinco años y diez meses de prisión desde junio de 2018.
 Lo hará para desplazarse a la localidad de Pozuelo de Alarcón (Madrid) a hacer labores de voluntariado con discapacitados en el Hogar Don Orione, dependiente de una congregación religiosa.
 Así lo ha decretado el juez de Vigilancia Penitenciaria número 1 de Castilla y León, Florencio de Marcos, en una resolución notificada este martes y a la que ha tenido acceso EL PAÍS.
 Urdangarin, no obstante, seguirá clasificado en segundo grado penitenciario.
El magistrado sustenta su decisión al amparo del artículo 117 del Reglamento Penitenciario, que permite a los reclusos en segundo grado con “baja peligrosidad social” “acudir regularmente a una institución exterior para la realización de un programa concreto de atención especializada, siempre que este sea necesario para su tratamiento y reinserción social” y que no se adviertan riesgos de quebrantamiento de condena.
 Este artículo se ha aplicado en los seis primeros meses de 2019 a 263 reclusos, según fuentes penitenciarias. 
La decisión del magistrado se produce en contra del criterio de la Fiscalía y de la junta de tratamiento de la cárcel, en la que participan diversos profesionales de la prisión.
 La junta reflejó en su informe de julio que el riesgo de reincidencia del marido de la infanta es “medio-alto” dado lo elevado de la pena y el tipo de delito. 
La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias resolvió el pasado 1 de agosto mantener a Urdangarin en segundo grado al considerar que aún no había cumplido la cuarta parte de la condena ni, por ello, había disfrutado de permisos.
 Prisiones también consideró que su evolución en la cárcel no había sido suficientemente positiva para disfrutar del régimen de semilibertad.

Urdangarin es el único recluso del módulo masculino de la cárcel de Brieva, en la que ingresó tras hacerse firme la sentencia por el caso Nóos de corrupción.
 Instituciones Penitenciarias, que tenía potestad para cambiarle de centro, decidió mantenerlo en Brieva por motivos de seguridad, pese a que en esa prisión carece de relación con otros reclusos y su vida social se limita a las visitas de sus familiares.
 “La situación de aislamiento como forma de cumplimiento en la cual se encuentra el recurrente no es fruto de su elección, sino decisión de la autoridad penitenciaria.
 No es la voluntad de los internos la que determina el centro penitenciario de cumplimiento, pronunciamiento que, de nuevo, corresponde a la Administración”, recuerda el juez De Marcos en un auto insólitamente extenso (22 folios).
El magistrado señala que “el aislamiento como forma de cumplimiento está proscrito en la normativa internacional, las Reglas Mínimas Penitenciarias del Consejo de Europa y en la legislación nacional, la Ley Orgánica General Penitenciaria y el Reglamento Penitenciario".
 No obstante, recuerda que "cabe recurrir a él en orden a preservar la vida e integridad de los internos, de ahí la legalidad de la decisión adoptada por la Administración”. 
No obstante, afirma el juez que en estos casos “han de articularse medidas en orden a evitar la desocialización que comporta la soledad”.
"Que las situaciones de aislamiento continuado afectan con especial intensidad a [la] psiquis del sujeto es algo más que una mera intuición", añade en el auto, en el que también rechaza que sea cierta la "creencia popular" de que esa situación para cumplir una pena "es una ventaja, si no privilegio". 
Y recalca que "no es la vida de un eremita la que se postula como modelo".
 Por ello, considera necesario articular "en compensación con el excepcional régimen de vida" que supone el aislamiento penitenciario "mecanismos correctores de tal situación".
El magistrado recuerda que la decisión de mantener aislado a un preso del resto de reclusos por motivos de seguridad se ha adoptado anteriormente en otras tres ocasiones: con el ex director general de la Guardia Civil Luis Roldán; el ex gobernador civil de Gipuzkoa José Ramón Goñi Tirapu y el ex secretario de Estado de Seguridad Rafael Vera. 
También hace referencia a Oriol Pujol, hijo del expresidente de la Generalitat Jordi Pujol, a quien se le concedió la semilibertad recientemente.

Sobre el voluntariado con discapacitados propuesto por Urdangarin, el magistrado destaca que será "sin contraprestación económica o material" e implica "por sí un elemento de asunción de valores prosociales".
   "En el ámbito de la delincuencia económica, cuyo eje es el egoísmo, el afán desmedido de lucro, además del desprecio al interés comunitario, la toma de contacto con la vida real, con los problemas de los demás, coopera a generar un elemento de conciencia de la trascendencia de la propia conducta delictiva", resalta el magistrado, que enmarca la labor que realizará el cuñado del Rey "en el concepto de justicia restaurativa, una forma de reparación a la sociedad".
Las reclamaciones de Urdangarin, condenado por malversación, prevaricación, fraude a la Administración, dos delitos fiscales y tráfico de influencias, ya fueron atendidas por el juez De Marcos el pasado diciembre, cuando le autorizó a tener una bicicleta estática en la cárcel para “ocupar las largas horas de soledad”.
 Entonces, el magistrado ya alertaba sobre el peligro para “la salud física y mental” que el cumplimiento de la pena en total aislamiento puede tener para un recluso.

 

17 sept 2019

Cuando los mediocres toman el poder.................. Alain Deneault...

La división y la industrialización del trabajo manual e intelectual han contribuido al advenimiento de una 'mediocracia', sostiene el filósofo Alain Deneault en su último libro.

triunfo de los mediocres
Getty Images / Vetta CSA
Deje a un lado esos complicados volúmenes: le serán más útiles los manuales de contabilidad. 
No esté orgulloso, no sea ingenioso ni dé muestras de soltura: puede parecer arrogante.
 No se apasione tanto: a la gente le da miedo.
 Y, lo más importante, evite las “buenas ideas”: muchas de ellas acaban en la trituradora. Esa mirada penetrante suya da miedo: abra más los ojos y relaje los labios. 
Sus reflexiones no solo han de ser endebles, además deben parecerlo.
 Cuando hable de sí mismo, asegúrese de que entendamos que no es usted gran cosa. 
Eso nos facilitará meterlo en el cajón apropiado. Los tiempos han cambiado. 
 Nadie ha tomado la Bastilla, ni ha prendido fuego al Reichstag, el Aurora no ha disparado una sola descarga.
 Y, sin embargo, se ha lanzado el ataque y ha tenido éxito: los mediocres han tomado el poder.
¿Qué es lo que mejor se le da a una persona mediocre? Reconocer a otra persona mediocre.
 Juntas se organizarán para rascarse la espalda, se asegurarán de devolverse los favores e irán cimentando el poder de un clan que seguirá creciendo, ya que enseguida darán con la manera de atraer a sus semejantes.
 Lo que de verdad importa no es evitar la estupidez, sino adornarla con la apariencia del poder. 
“Si la estupidez […] no se asemejase perfectamente al progreso, el ingenio, la esperanza y la mejoría, nadie querría ser estúpido”, señaló Robert Musil.
 
Siéntase cómodo al ocultar sus defectos tras una actitud de normalidad; afirme siempre ser pragmático y esté siempre dispuesto a mejorar, pues la mediocridad no acusa ni la incapacidad ni la incompetencia.
 Deberá usted saber cómo utilizar los programas, cómo rellenar el formulario sin protestar, cómo proferir espontáneamente y como un loro expresiones del tipo “altos estándares de gobernanza corporativa y valores de excelencia” y cómo saludar a quien sea necesario en el momento oportuno.
 Sin embargo –y esto es lo fundamental–, no debe ir más allá.
El término mediocridad designa lo que está en la media, igual que superioridad e inferioridad designan lo que está por encima y por debajo.
 No existe la medidad 
. Pero la mediocridad no hace referencia a la media como abstracción, sino que es el estado medio real, y la mediocracia, por lo tanto, es el estado medio cuando se ha garantizado la autoridad. La mediocracia establece un orden en el que la media deja de ser una síntesis abstracta que nos permite entender el estado de las cosas y pasa a ser el estándar impuesto que estamos obligados a acatar. 
Y si reivindicamos nuestra libertad no servirá más que para demostrar lo eficiente que es el sistema.
La división y la industrialización del trabajo –tanto manual como intelectual– han contribuido en gran medida al advenimiento del poder mediocre. 
El perfeccionamiento de cada tarea para que resulte útil a un conjunto inasible ha convertido en “expertos” a charlatanes que enuncian frases oportunas con mínimas porciones de verdad, mientras que a los trabajadores se les rebaja al nivel de herramientas para quienes “la actividad vital […] no es sino un medio de asegurar su propia existencia”.
[…] Laurence J. Peter y Raymond Hull fueron de los primeros en atestiguar la proliferación de la mediocridad a lo largo y ancho de todo un sistema. 
Su tesis, El principio de Peter, que desarrollaron en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, resulta implacable en su claridad: los procesos sistémicos favorecen que aquellos con niveles medios de competencia asciendan a posiciones de poder, apartando en su camino tanto a los supercompetentes como a los totalmente incompetentes.
 Se dan ejemplos impresionantes de este fenómeno en los colegios, donde se despedirá a un profesor que no sea capaz de seguir un horario ni sepa nada sobre su asignatura, pero también se rechazará a un rebelde que aplique cambios importantes a los protocolos de enseñanza para lograr que una clase de alumnos con dificultades obtenga mejores calificaciones –tanto en comprensión lectora como en aritmética– que los alumnos de las clases normales.
 Asimismo, se desharán de un profesor poco convencional cuyos alumnos completen el trabajo de dos o tres años en solamente uno. Según los autores de El principio de Peter, en este último caso al profesor se le castigó por haber alterado el sistema oficial de calificaciones, pero sobre todo por haber causado “un estado de ansiedad extrema al profesor que habría de encargarse al año siguiente del grupo que ya había realizado todo ese trabajo”. 
Así es el proceso que va dando lugar a los “analfabetos secundarios”, por emplear la expresión acuñada por Hans Magnus Enzensberger.
Este nuevo sujeto, producido en masa por instituciones educativas y centros de investigación, se precia de poseer todo un acervo de conocimiento útil que, sin embargo, no lo lleva a cuestionarse sus fundamentos intelectuales […]

La norma de la mediocridad lleva a desarrollar una imitación del trabajo que propicia la simulación de un resultado. 
El hecho de fingir se convierte en un valor en sí mismo. 
La mediocracia lleva a todo el mundo a subordinar cualquier tipo de deliberación a modelos arbitrarios promovidos por instancias de autoridad. 
Hoy figuran entre sus ejemplos el político que explica a los votantes que se tienen que someter a los designios de los accionistas de Wall Street; o el profesor universitario que considera que el trabajo de un alumno es “demasiado teórico y demasiado científico” cuando sobrepasa las premisas que se habían expuesto previamente en un PowerPoint; o el productor cinematográfico que insiste en adjudicarle a un famoso un papel protagonista en un documental sobre un tema con el que este no tiene ninguna relación
; o el experto que demuestra su “racionalidad” argumentando largamente a favor de un crecimiento económico (irracional). Zinoviev ya era consciente de las posibilidades del trabajo simulado como fuerza psicológica para alterar las mentes:

"La imitación del trabajo al parecer solo precisa de un resultado, o más bien de la mera posibilidad de justificar el tiempo que se ha invertido: la comprobación y la evaluación de los resultados las llevan a cabo personas que han participado de la simulación, que guardan relación con ella y tienen interés en perpetuarla". 
Cabría pensar que un rasgo común entre quienes comparten este poder sería el de una sonrisa cómplice.
 Al creerse más listos que todos los demás, se complacen con frases cargadas de sabiduría tales como: 
“Hay que seguir el juego”. 
El juego –una expresión cuya absoluta vaguedad encaja perfectamente con el pensamiento del mediocre– requiere que, según el momento, uno acate obsequiosamente las reglas establecidas con el solo propósito de ocupar una posición relevante en el tablero social, o bien que eluda con ufanía tales reglas –sin dejar nunca de guardar las apariencias–, gracias a múltiples actos de colusión que pervierten la integridad del proceso.
Alain Deneault es filósofo y escritor, profesor de Sociología en la Universidad de Québec y autor de Paraísos fiscales. Una estafa legalizada (2017). Este texto es un extracto de su libro Mediocracia. Cuando los mediocres toman el poder, que publica Turner el 4 de septiembre.
 

 

Los hombres que amó y usó Coco Chanel

La diseñadora mantuvo relaciones sentimentales con artistas y aristócratas que le ayudaron a forjar su imperio en la moda.

Coco Chanel, en su estudio de diseño, en una foto realizada en los años cincuenta.
Coco Chanel, en su estudio de diseño, en una foto realizada en los años cincuenta. Conde Nast via Getty Images

 

Slavoj Zizek: “La gente está drogada, dormida, hay que despertarla”

El filósofo esloveno dice que no defiende el viejo comunismo, sino un nuevo comunalismo globalista.

 Los nuevos retos, afirma, son la ecología, renovar el Estado del Bienestar y evitar la "guerra digital cognitiva".

Slavoj Zizek, el gran provocador. Genial, paradójico, contradictorio, torrencial, mediático.
 Las reflexiones sobre la actualidad de este filósofo esloveno de 69 años, posmarxista, psicoanalítico, cinéfilo hasta el infinito y enamorado de los chistes como espejo cóncavo de la vida siguen provocando pasiones. Jamás deja a nadie indiferente.
El autor del trepidante Problemas en el paraíso, entre otros muchos títulos, acaba de publicar dos libros: El coraje de la desesperanza (Anagrama) y una minisíntesis de su obra (“siempre me canibalizo, me autoplagio”, alega).
 La titula La vigencia de ‘El manifiesto comunista’, aunque en ella sostiene que “hoy en día el comunismo no es el nombre de una solución, sino el nombre de un problema”. 
Desmadejado y de verbo seductor, nos recibe entre sus libros, en su casa de Liubliana. 

PREGUNTA.Usted dio la bienvenida a Donald Trump.

RESPUESTA. Porque Trump es una bendición, aunque protagoniza un tipo de conducta horrible, capaz de todas las rupturas. 
Precisamente por eso puede despertar, desencadenar, alguna reacción. Lo que hace Trump es una locura, pero antes ocurría lo mismo paulatinamente. 
Con el medio ambiente, con todo. Algunos izquierdistas hacen comparaciones erróneas. Si te disgusta Trump o el nuevo autoritarismo, y eres vago para analizarlo, la analogía es cómoda: “¡Oh, es fascismo!”. 
Esa analogía con los años treinta es demasiado sencilla. 
Es más adecuado remitirnos a la decadencia anterior a la Primera Guerra Mundial cuando, igual que hoy, todos se preparaban para la guerra, pero nadie la creía posible.
P. La tesis leninista de “cuanto peor, mejor” nunca trajo nada bueno.
R. Lenin sostuvo que la guerra era buena porque traería la revolución. 
Dudo que ahora una guerra aportase nada.
 Mi afirmación era específica para EE UU, no para otros casos. Ahora están pasando cosas cruciales en el Partido Demócrata, surgen los nuevos demócratas de izquierdas.
 Eso no habría ocurrido sin Trump.
 Fue quien rompió el consenso liberal centrista. 
Las democracias son homogéneas y funcionan muy bien; todas las luchas se producen compartiendo un trasfondo de valores y procedimientos. 
Por eso cuando la derecha llegó por primera vez al poder en Suecia, mantuvo el sistema socialdemócrata. 
Republicanos y demócratas también compartían muchas cosas. Ahora ese pacto se está quebrando.
P. Mientras, mucha gente sufre más con Trump que sin él. Esa pretendida buena noticia cuesta cara a ciudadanos concretos.
R. Sí, pero no idealice el estado de las cosas antes de Trump. ¿Qué le llevó al poder? El abandono a la clase media y baja. 
 Este proceso ya existía antes. No culpe de todo a Trump. ¿De dónde llegó? ¿De la luna?
P. Es al revés, la reforma sanitaria de Obama protegía a la clase media baja.
R. Estoy de acuerdo en que la señal de Trump puede ser extremadamente peligrosa. EE UU atraviesa un estado de guerra civil fría interna. 
Las corrientes políticas no hablan el mismo lenguaje.
 No pueden pactar. Eso no durará. Habrá que ir hacia otro consenso, que será más radical, algo más a la izquierda.
 Ya ocurre con Sanders y sus seguidores. O con el milagro de Jeremy Corbyn.
P. Usted sostiene que los problemas de la inmigración no son solo culpa nuestra, sino también de ella.
R. Por decir esto, ¿sabe cuántos izquierdistas ya me tildan de neofascista? El gran error de la izquierda no es pensar que no hay problemas, sino que el único culpable es nuestro racismo, que nuestro colonialismo ha provocado la desgracia en todo el mundo, por tanto, pase lo que pase, somos culpables.
 Que no somos bastante abiertos para integrar a los inmigrantes. ¿Por qué suponemos que quieren integrarse? Muchos no quieren, prefieren mantener su estilo de vida.
 No forman un grupo único.
 En Alemania muchos jóvenes se vuelven más radicales que sus padres.

P. Entonces, ¿hay que cerrar fronteras?

“Abogaría por una cierta apertura de fronteras [a la inmigración]. Pero con condiciones”
P. ¡Vaya milagro! No es un heraldo del futuro, sino del pasado.
R. Le entiendo, ni siquiera tiene grandes ideas. 
Pero es un milagro en el sentido de que nadie lo habría previsto hace 10 años. 
Vivimos una época extraña. Muchas socialdemocracias eran más radicales hace medio siglo que los Sanders o Corbyn de hoy.


Slavoj Zizek, el gran provocador. Genial, paradójico, contradictorio, torrencial, mediático. Las reflexiones sobre la actualidad de este filósofo esloveno de 69 años, posmarxista, psicoanalítico, cinéfilo hasta el infinito y enamorado de los chistes como espejo cóncavo de la vida siguen provocando pasiones. Jamás deja a nadie indiferente.
El autor del trepidante Problemas en el paraíso, entre otros muchos títulos, acaba de publicar dos libros: El coraje de la desesperanza (Anagrama) y una minisíntesis de su obra (“siempre me canibalizo, me autoplagio”, alega). La titula La vigencia de ‘El manifiesto comunista’, aunque en ella sostiene que “hoy en día el comunismo no es el nombre de una solución, sino el nombre de un problema”. Desmadejado y de verbo seductor, nos recibe entre sus libros, en su casa de Liubliana.
PREGUNTA.Usted dio la bienvenida a Donald Trump.
RESPUESTA. Porque Trump es una bendición, aunque protagoniza un tipo de conducta horrible, capaz de todas las rupturas. Precisamente por eso puede despertar, desencadenar, alguna reacción. Lo que hace Trump es una locura, pero antes ocurría lo mismo paulatinamente. Con el medio ambiente, con todo. Algunos izquierdistas hacen comparaciones erróneas. Si te disgusta Trump o el nuevo autoritarismo, y eres vago para analizarlo, la analogía es cómoda: “¡Oh, es fascismo!”. Esa analogía con los años treinta es demasiado sencilla. Es más adecuado remitirnos a la decadencia anterior a la Primera Guerra Mundial cuando, igual que hoy, todos se preparaban para la guerra, pero nadie la creía posible.
P. La tesis leninista de “cuanto peor, mejor” nunca trajo nada bueno.
R. Lenin sostuvo que la guerra era buena porque traería la revolución. Dudo que ahora una guerra aportase nada. Mi afirmación era específica para EE UU, no para otros casos. Ahora están pasando cosas cruciales en el Partido Demócrata, surgen los nuevos demócratas de izquierdas. Eso no habría ocurrido sin Trump. Fue quien rompió el consenso liberal centrista. Las democracias son homogéneas y funcionan muy bien; todas las luchas se producen compartiendo un trasfondo de valores y procedimientos. Por eso cuando la derecha llegó por primera vez al poder en Suecia, mantuvo el sistema socialdemócrata. Republicanos y demócratas también compartían muchas cosas. Ahora ese pacto se está quebrando.
P. Mientras, mucha gente sufre más con Trump que sin él. Esa pretendida buena noticia cuesta cara a ciudadanos concretos.
R. Sí, pero no idealice el estado de las cosas antes de Trump. ¿Qué le llevó al poder? El abandono a la clase media y baja. Este proceso ya existía antes. No culpe de todo a Trump. ¿De dónde llegó? ¿De la luna?
P. Es al revés, la reforma sanitaria de Obama protegía a la clase media baja.
R. Estoy de acuerdo en que la señal de Trump puede ser extremadamente peligrosa. EE UU atraviesa un estado de guerra civil fría interna. Las corrientes políticas no hablan el mismo lenguaje. No pueden pactar. Eso no durará. Habrá que ir hacia otro consenso, que será más radical, algo más a la izquierda. Ya ocurre con Sanders y sus seguidores. O con el milagro de Jeremy Corbyn.
“Abogaría por una cierta apertura de fronteras [a la inmigración]. Pero con condiciones”
P. ¡Vaya milagro! No es un heraldo del futuro, sino del pasado.
R. Le entiendo, ni siquiera tiene grandes ideas. Pero es un milagro en el sentido de que nadie lo habría previsto hace 10 años. Vivimos una época extraña. Muchas socialdemocracias eran más radicales hace medio siglo que los Sanders o Corbyn de hoy.
P. Usted sostiene que los problemas de la inmigración no son solo culpa nuestra, sino también de ella.
R. Por decir esto, ¿sabe cuántos izquierdistas ya me tildan de neofascista? El gran error de la izquierda no es pensar que no hay problemas, sino que el único culpable es nuestro racismo, que nuestro colonialismo ha provocado la desgracia en todo el mundo, por tanto, pase lo que pase, somos culpables. Que no somos bastante abiertos para integrar a los inmigrantes. ¿Por qué suponemos que quieren integrarse? Muchos no quieren, prefieren mantener su estilo de vida. No forman un grupo único. En Alemania muchos jóvenes se vuelven más radicales que sus padres.
P. Entonces, ¿hay que cerrar fronteras?
Slavoj Zizek.
Slavoj Zizek.
R. No. Yo abogaría por una cierta apertura.
 Pero con condiciones. Primero, moralizar el problema de aceptar o no a los inmigrantes es erróneo. 
Debemos pensar de una manera más estratégica: ¿por qué vienen? Repensemos nuestra política en Siria, Irak, Libia, Yemen. 
Vienen. Forman parte del problema del mal funcionamiento del capitalismo actual.
 No es solo un problema moral. Sino económico. Segundo, asumamos que hay un conflicto entre estilos de vida.
 Deberíamos admitir que hay un auge del fundamentalismo en todo el mundo.
 Que explosiona como reacción al progreso occidental en los derechos de los homosexuales, los transexuales…

P. También vienen por causas políticas, les atrae la libertad europea.
R. Eso ya es más problemático.
P. Huyen de la guerra, así que vienen por la libertad.

R. En principio, sí. Estoy de acuerdo…, pero ¿qué quiere decir con libertad? ¿Nuestra libertad?
“Es fundamental para Europa seguir unida como Unión Europea, con todas sus imperfecciones”
P. Sí. Hablar con libertad, publicar como usted publica…
R. Estoy de acuerdo, solo me pregunto si la mayoría… Usted idealiza la situación. A la mayoría de la gente que viene, los refugiados pobres, le preocupa la seguridad y el hambre, pero dudo hasta qué punto viene por la libertad en nuestro sentido occidental.
P. Hay muchos que quieren acogerse al derecho de asilo, consagrado en la ley internacional. ¿Dónde colocar los límites entre refugiados económicos y políticos?
R. Mi argumento contrario es este: ¿por qué solo hablamos de nuestros límites, si vivimos en un mundo global? ¿Qué hay que cambiar en él?
 El error es que ya somos cómplices en su creación. Mire a Libia. La fastidiamos por el modo en que derrocamos a Gadafi. O el Congo y otros países africanos. 
Serán un caos, pero están totalmente integrados en el capitalismo mundial. ¿Dónde establecemos el estándar para la coexistencia multicultural?
 El multiculturalismo es una noción complicada.
 El primer estándar es la tolerancia hacia otras culturas. 
No solo deberíamos tolerarlos a ellos, sino que ellos deberían tolerarnos a nosotros incondicionalmente.
 ¿Y ante un conflicto en su comunidad? No me preocupa que las musulmanas se cubran. 
Pero sí que obliguen a hacerlo a una chica que no quiere taparse.
 Es una víctima por falta de libertad individual. Debemos protegerla.
P. Porque al final los derechos humanos son una ideología válida en todo el mundo.
R. Aquí empiezan los problemas. 
Nos dirán: “Ustedes imponen su colonialismo”. Nos culparán de que los derechos humanos europeos dan demasiada preferencia al individuo, que ellos tienen derechos colectivos.
 Los musulmanes quieren que respetemos su estilo de vida. Pueden incluso respetar a un cristiano. 
Pero no a gente como yo, que soy ateo.
P. Las libertades y el Estado de bienestar siguen teniendo un inmenso poder de atracción.
R. Aceptemos que la gente viene aquí porque, a pesar de toda la corrupción, seguimos ofreciendo al mundo quizás el gran modelo de bienestar relativo, un modelo único que combina bienestar y libertad, el mejor hasta ahora en la historia mundial.
 Por tanto, deberíamos estar orgullosos de nuestro destino europeo. Lo fantástico de nuestra tradición democrática es que la imperfección está dentro del sistema, forma parte de la capacidad de nuestra democracia para ser crítica consigo misma. 
Es un sistema único que incluye la autocrítica.
P. ¿Existe algo así como un capitalismo global?
R. No en el ámbito político. Existe como mercado mundial.

P. El mercado no es el capitalismo. Hay muchas formas de capitalismo.
R. Y coexisten. El asunto consiste en qué forma de capitalismo se está volviendo predominante.
 El capitalismo socialdemócrata, con Estado del bienestar, está amenazado. 
Se dice que el comunismo no funcionó. Pero mire lo que ha pasado en China en el último medio siglo. ¿Ha habido alguna vez en la historia de la humanidad un desarrollo económico tan explosivo? Es impresionante
La figura que anunció nuestra época fue Lee Kuan Yew, el fallecido líder de Singapur. Creó la fórmula de autoritarismo “de valores asiáticos”.
 China demuestra, a nivel masivo, que funciona. El chino es el capitalismo bajo dominio de un partido autoritario.
 Es una nueva combinación de capitalismo mundial en la que el país participa en el mercado global, pero ideológicamente funciona hacia adentro de una manera patriótica, etnocéntrica.
P. Inquietante.
R. Lo que me preocupa es que Europa está perdiendo. Por eso apoyo el último llamamiento de Emmanuel Macron y Merkel para crear un Ejército europeo.
 Es fundamental para Europa seguir unida como Unión Europea, con todas sus imperfecciones y con su corrupción. 
Trump y Putin trabajan sistemáticamente para des­unir a Europa. Ese es su objetivo. Putin, de una manera muy perversa, estaba a favor de la secesión de Cataluña.
 O del Brexit. Fue muy hipócrita. Siempre que la unidad europea muestra problemas…

P. Sí, y tiene problemas económicos con China, baja su demanda por las medidas proteccionistas de EE UU.
R. La clave es el nuevo desarrollo de los coches eléctricos.
 El temor es que China intente desarrollar este tipo de coches. Pues no es ya solo la cadena de ensamblaje de la economía mundial, sino que desarrolla su propia economía.
 Los izquierdistas tradicionales odian dos cosas del orden mundial actual: al mercado libre, loco, con su caos; y a los Estados autoritarios.
 China aúna ambas cosas.
 Ahora instaura el miedo.
 Los disidentes son marxistas, estudiantes que estudian marxismo y proponen organizar a los trabajadores, tan explotados allí.
 Esto es lo peor que puedes hacer en China hoy: proteger los derechos de los trabajadores.
 Los “desaparecen” durante 15 días.


Un provocador profesional

Zizek quiso ser director de cine.
 Esa pasión la incorpora a todos sus libros, plagados de pelis como parábolas.
 Y ocupa muchas tardes como habitual en las salas de proyección de Liubliana. 
Pero no se vio con talento suficiente para el séptimo arte. Optó por su segundo amor, la filosofía. Y agradece a “la opresión comunista” no haber encontrado empleo durante años. 
Solo apaños de traductor y tareas menores, para acabar al fin en un pequeño instituto de investigación:
 “Por eso soy del todo libre para investigar, no como un profesor de pueblo”.
Eso le catapulta a afrontar “los nuevos retos”, que resume en el ecológico, la renovación del Estado del bienestar, o la “digitalización directa del cerebro humano” mediante la que el ordenador “detecta lo que piensas” y resultas vulnerable a cualquier dominación sofisticada. 
“No defiendo el viejo comunismo de ninguna manera”, se parapeta, sino un nuevo comunalismo globalista, porque “nuestro cerebro es nuestra herencia común”.

Reconoce ser un provocador profesional, para incomodar al público y hacerle reaccionar. 
Considera que la gente está “drogada, dormida” y que hay que “despertarla”. 
De modo que “la medida de la libertad de expresión es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”. 
Sobre todo a la izquierda con la que sintoniza, y a aquella con la que disiente: las libertades occidentales “serán falsas, pero las estalinistas no eran siquiera falsas”; o “no creo en eso de escuchar a la gente normal y corriente, como dice Pablo Iglesias, porque la gente normal y corriente está atrapada por la ideología, está a favor de echar a los inmigrantes”.
Así que el pensamiento crítico “duele” y “trae malas noticias”. Pero siempre “hay que provocar”. 
Aunque cuando profetiza males mayores, de tan estentóreo, cuesta adivinarle la intención provocadora. Así, le inquieta al máximo el “extraordinario progreso que está registrando la industria del armamento”, por su cruce con la civilización digital. 
Nos abocamos a “una guerra digital, cognitiva”, que “influirá en los cerebros”.
China puede ser el paradigma de la nueva tensión. 
Como lleva décadas sin experimentar su armamento sobre el terreno, a diferencia de EEUU “necesita probarlo, y la mejor forma de hacerlo es con una guerra”. Es “la situación más peligrosa”, deletrea.

Respeta a Marx, pretende entroncar con sus preguntas fundacionales y se ríe de quien le tacha de “leninista loco”:
 “Mis ideas”, dice, “son hegelianas”. 
Su enfoque estriba en centrarse en cómo pueden salir mal las cosas, y luego preguntarse hasta qué punto era necesario que fuese así. “Por ejemplo”, aunque admira al vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García- Linera, tiene “el honor de no haber sido engañado por Hugo Chávez”.
 Zizek advirtió durante años que el militar acabaría mal, porque “no veía lo nuevo”, solo era “un Fidel con dinero, no resolvía los problemas, echaba dinero a los problemas”.

Así que el pensamiento crítico “duele” y “trae malas noticias”.
 Pero siempre “hay que provocar”. Aunque cuando profetiza males mayores, de tan estentóreo, cuesta adivinarle la intención provocadora. 
Así, le inquieta al máximo el “extraordinario progreso que está registrando la industria del armamento”, por su cruce con la civilización digital. 
Nos abocamos a “una guerra digital, cognitiva”, que “influirá en los cerebros”.
China puede ser el paradigma de la nueva tensión.
 Como lleva décadas sin experimentar su armamento sobre el terreno, a diferencia de EEUU “necesita probarlo, y la mejor forma de hacerlo es con una guerra”. 
Es “la situación más peligrosa”, deletrea.