Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

5 sept 2019

11 mujeres más acusan a Plácido Domingo de acoso sexual

La agencia Associated Press publica nuevos testimonios sobre el supuesto abuso de poder del tenor español en producciones en Estados Unidos.

  • Plácido Domingo, este agosto en Hungría.
    Plácido Domingo, este agosto en Hungría. EFE
    Un total de 20 mujeres acusan a Plácido Domingo de acoso sexual después de que la agencia Associated Press (AP) publicara este jueves 11 testimonios más que detallan el supuesto comportamiento abusivo del tenor español. 
    Los casos se refieren a producciones en Estados Unidos. 
    Solo una de ellas, una cantante llamada Angela Turner Wilson, da su nombre.
     El resto permanecen en el anonimato porque siguen trabajando en el mundo de la música clásica y temen represalias, asegura la agencia.
     Domingo rechazó la “campaña de AP para denigrarle” a través de una portavoz.

    Plácido Domingo, este agosto en Hungría.
    Plácido Domingo, este agosto en Hungría. EFE

    Según la información los 11 testimonios son de mujeres que decidieron contar su historia después de ver las explicaciones de Domingo cuando el pasado 13 de agosto se publicó una primera investigación en la que nueve mujeres le acusaban por primera vez de acoso sexual. 
     Solo una de aquellas mujeres daba su nombre, la mezzosoprano retirada Patricia Wulf. 
    Domingo dijo entonces que los relatos de esas mujeres eran “inexactos tal como se presentaban” y razonaba que ciertos comportamientos del pasado se juzgan hoy con otras reglas y valores.
    La información de este jueves recoge también relatos de trabajadores no directamente acosados por Domingo, pero que atestiguan un patrón de comportamiento del tenor.
     Varios empleados de la Ópera de Los Ángeles (LA Opera), de la que Domingo es el director general, aseguran sin dar sus nombres que la conducta del cantante era “conocida por todos” y que los gestores de la institución lo sabían.
     La compañía ha encargado una investigación interna tras las primeras informaciones.
     
    La cantante Angela Turner Wilson relata que compartió cartel con Domingo durante la representación de la ópera Le Cid en la temporada 1999-2000 de la Ópera de Washington. Ella tenía 28 años y Domingo, 59. “Sabía que para mí era el comienzo de cosas grandes”, dice sobre la oportunidad que representaba.

    Una tarde antes de la representación, relata Wilson, Domingo y ella se estaban maquillando juntos en el camerino cuando él se levantó y le puso las manos sobre los hombros.
     Después, bajó las manos y le agarró los pechos por debajo del sostén. “Dolió”, dice la mujer citada por AP. “No fue suave. Me manoseó con fuerza”. 
    La mujer dice que Domingo se marchó y ella se quedó atónita y humillada. Wilson tiene hoy 48 años y es profesora de canto en Dallas (Texas).

    La agencia asegura que una decena más de mujeres como Wilson le han contado encuentros similares con Plácido Domingo, de 78 años. 
    Estos relatos incluyen tocamientos no consentidos, peticiones insistentes de citas a solas, llamadas nocturnas e intentos de besarlas en los labios.

    El tenor respondió a las nuevas acusaciones a través de una portavoz. “La campaña continuada de AP para denigrar a Plácido Domingo no solo es equivocada sino también inmoral. Estas nuevas acusaciones están plagadas de inconsistencias y, como en la primera historia, son en muchos sentidos simplemente incorrectas”, dice la portavoz Nancy Seltzer. “Debido a la investigación en marcha, no vamos a comentar en detalle, pero rechazamos enérgicamente la imagen engañosa que AP está intentando dar del señor Domingo”.
    La historia cita también a Melinda McLain, que era coordinadora de producción en la Ópera de Los Ángeles en su temporada inaugural de 1986-1987. 
    También trabajó con Domingo en la Houston Grand Opera. McLain dice en el artículo que ella hacía un esfuerzo por no poner al tenor a ensayar en una habitación a solas con mujeres cantantes jóvenes, incluso si él lo pedía.
     También intentaba asignarle siempre asistentes de vestuario masculinos.
    “Montábamos estrategias elaboradas para mantenerlo alejado de ciertas cantantes”, dice McLain. 
    “Yo nunca mandaba a ninguna mujer a su camerino”.
     Otra estrategia era invitar a la esposa de Domingo, Marta, a las fiestas de la producción.
     Si su esposa estaba presente, “se comportaba”, dice la mujer.



    AP asegura haber hablado con varias personas que trabajaban en el departamento de vestuario de LA Opera y que dicen que su comportamiento era “conocido por todos” y que la institución lo sabe desde hace años. 
     Aunque las acusaciones se remontan a años atrás, una empleada asegura que sus colegas intentaban evitar asignar a mujeres a las pruebas con Domingo incluso en la temporada 2016-2017.
    “Mi jefe directo me dijo que evitaban mandar ningún tipo de mujeres atractivas jóvenes a los preparativos con él debido a su comportamiento”, dice un empleado que solicita permanecer en el anonimato porque sigue trabajando en la industria.
     El empleado afirma que Domingo era conocido por “acercarse demasiado, abrazar, besar, tocar y mostrar afecto físicamente”.
    La Ópera de Los Ángeles anunció poco después de las primeras informaciones sobre Domingo que abriría una investigación.
     La lleva a cabo la abogada local Debra Wong Yang.
     Hasta el momento, la institución no ha avanzado ningún detalle sobre el alcance, la duración o el método de la investigación.



 


4 sept 2019

Brad Pitt: crónica de un icono devorado por sus demonios

El actor, que vuelve este verano con la nueva película de Tarantino, vive una paradoja esquizofrénica: a pesar de ser guapo, rico y famoso, no es feliz.

brad pitt 2019
Brad Pitt, a su llegada al prestreno de 'Érase una vez... en Hollywood' en la última edición del Festival de Cannes, en mayo de 2019. Foto: Getty

 

En una entrevista para Rolling Stone de 1994 Brad Pitt aseguraba, mientras vaciaba jarras de cerveza sin parar, que no quería que la gente supiera nada de él: “No quiero que me conozcan.
 Yo no sé nada sobre mis actores favoritos, de otro modo se convertirían en celebridades”.
 Su plan ha salido regular. En estos últimos 25 años, Shania Twain se ha reído del tamaño de su pene en una canción (That don't impress me much) tras publicarse unas fotos de Pitt desnudo con su entonces prometida Gwyneth Paltrow; su primer hijo con Angelina Jolie fue apodado “el bebé más esperado desde Jesucristo” y durante el parto de sus gemelos los paparazi alquilaron la planta superior del hospital para deslizarse por la fachada. 
Hasta el propio Pitt ha llegado a confesar que le gustaría “dar de hostias a Brad Pitt”.
 Es un hombre cansado de sí mismo pero, para su desgracia, el mundo nunca parece tener suficiente de Brad Pitt. 
Tanto sus escaramuzas sentimentales como profesionales (la última película llega el 15 de agosto, Érase una vez... en Hollywood, donde él y Leonardo DiCaprio están dirigidos por Quentin Tarantino) son seguidas con pasión.
Durante un rodaje Pitt tuvo un ataque de pánico. 
 Uno de los operarios se le acercó y le dijo: “Levanta la cabeza, deja de quejarte, eres el puto Brad Pitt; ya me gustaría a mí ser el puto Brad Pitt”
Chris Schudy era el mejor amigo de Brad Pitt (Oklahoma, Estados Unidos, 1963) en el instituto. Cuando le llevó a casa para cenar, su madre le preguntó:  
 "¿De dónde has sacado a este dios romano?”. Pitt ya era una estrella en Springfield (Misuri) antes de montarse en su Datsun con 325 dólares en el bolsillo, a solo un trabajo de redacción para licenciarse en periodismo, y conducir durante 23 horas hasta Hollywood. 
Los Simpson viven en Springfield porque es el pueblo más común en Estados Unidos (existen 69 localidades con ese nombre) y, por tanto, describe un lugar genérico donde nunca ocurre nada.

En una entrevista para Rolling Stone de 1994 Brad Pitt aseguraba, mientras vaciaba jarras de cerveza sin parar, que no quería que la gente supiera nada de él: 

Chris Schudy era el mejor amigo de Brad Pitt (Oklahoma, Estados Unidos, 1963) en el instituto. Cuando le llevó a casa para cenar, su madre le preguntó:  "¿De dónde has sacado a este dios romano?”. Pitt ya era una estrella en Springfield (Misuri) antes de montarse en su Datsun con 325 dólares en el bolsillo, a solo un trabajo de redacción para licenciarse en periodismo, y conducir durante 23 horas hasta Hollywood. Los Simpson viven en Springfield porque es el pueblo más común en Estados Unidos (existen 69 localidades con ese nombre) y, por tanto, describe un lugar genérico donde nunca ocurre nada.
Pero en Springfield, Misuri, ocurrió Brad Pitt: el canon de la belleza masculina de los noventa.
Le bastaron 10 minutos en Thelma y Louise (1991) para decretar que el hombre perfecto ahora debía tener cara de adolescente, cuerpo de deportista de élite y, por primera vez en la historia, predisposición a dejarse cosificar.
 Por la calle las mujeres le paraban no para pedirle un autógrafo sino un beso.
Los diez minutos de Brad Pitt en 'Thelma y Louise' es la mayor cosificación de un hombre que vería el espectador en los noventa.
Los diez minutos de Brad Pitt en 'Thelma y Louise' es la mayor cosificación de un hombre que vería el espectador en los noventa.

 Hollywood puso la maquinaria en marcha (y él obedeció explotando el tic de humedecerse los labios en cada contraplano): si la belleza de Helena de Troya hundió mil barcos, la de Pitt llevaría a perder la cabeza a toda la que se enamorase de él. 

En el caso de Seven, literalmente.

 Juliette Lewis en Kalifornia; Julia Ormond en Leyendas de pasión (donde Pitt se iba de la película tres veces solo para poder volver a caballo y con el pelo al viento cada vez más lustroso que la anterior); 

Antonio Banderas en Entrevista con el vampiro; Claire Forlani en ¿Conoces a Joe Black?; Helena Bonham-Carter en El club de la lucha, y, según la prensa sensacionalista, Jennifer Aniston en la vida real pagaban caro enamorarse de Pitt.

 Y como le ocurría a Geena Davis en Thelma y Louise cuando Pitt le robaba todo el dinero que tenía, el público se quedaba con la sensación de que había merecido completamente la pena.

“Me muero de ganas de caminar hacia el altar, ponerme el anillo y besar a la novia”, aseguraba el actor en 1997 ante su compromiso con Gwyneth Paltrow, quien en los rodajes bebía de una taza con la cara de su novio, “porque solo voy a hacerlo una vez en la vida”.

 El romanticismo tradicional de Pitt chocaba con la imagen que el público se había formado de él, pero su existencia está plagada de contradicciones: un galán que solo es feliz tirado en el sofá en pijama fumando porros (Paltrow tenía que arrastrarle a un restaurante una vez a la semana); una estrella que se queja de que le quitaron todas las escenas interesantes en Entrevista con el vampiro para que solo Tom Cruise se luciese (cuando le preguntaban por Cruise, Pitt evadía la respuesta asegurando que “Antonio Banderas es un tipo genial”) y una cara bonita con las inquietudes de un actor de carácter.

r de carácter.

1994. El 'grunge' había llegado a Hollywood. Esta es una de las primeras portadas de las miles que ha protagonizado el actor. Para 'Rolling Stone'.
1994. El 'grunge' había llegado a Hollywood. Esta es una de las primeras portadas de las miles que ha protagonizado el actor. Para 'Rolling Stone'.
Durante uno de sus rodajes en los noventa, Pitt tuvo un ataque de pánico. Uno de los operarios se le acercó y le dijo: “Levanta la cabeza, deja de quejarte, eres el puto Brad Pitt; ya me gustaría a mí ser el puto Brad Pitt”. “Necesitaba escuchar eso”, recuerda hoy el actor en una entrevista para Esquire, “aquel día brillé gracias a eso”. 
Si Brad Pitt (el hombre) odia a Brad Pitt (la estrella) es porque su estatus de celebridad lleva años impidiéndole ser feliz.
Por eso hay cierto sadismo en su rebeldía contra su propia imagen pública.
 Para preparar Doce monos (1996) se encerró en una habitación a chocarse contra las paredes; en Seven (1995) exigió por contrato que la cabeza se quedara "en la caja” ante la insistencia del estudio de cambiar el final a uno más heroico; en El club de la lucha se quitó los empastes de sus dientes delanteros, y en Snatch. Cerdos y diamantes se inventó un acento ininteligible de gitano irlandés que hubo que subtitular. 
No es casualidad que en todas esas películas le destrozasen la cara a puñetazos.
“Me pasé los noventa tratando de esconderme y me volví loco huyendo de la cacofonía de la fama. Me ponía enfermo estar tirado en el sofá con un porro, me sentía patético”, ha admitido. “Intentaba encontrar personajes con vidas interesantes, pero yo no era capaz de vivir una vida interesante.
 Creo que mi matrimonio tuvo algo que ver”. Esta confesión, además de obligarle a emitir una disculpa pública hacia Jennifer Aniston (a quien conoció en una cita a ciegas gestionada por su agente), sugiere que Pitt está tan obsesionado con proteger su intimidad como ansioso de contarle sus miserias a cualquiera que quiera escucharlas. 
“Siempre he estado en guerra conmigo mismo, para bien o para mal, en mi cabeza hay una discusión constante”, reconoce, añadiendo que en varios periodos se ha sentido “absolutamente cansado” de sí mismo. 
Y entonces la película más intrascendente de su carrera, Sr. y sra. Smith (2005), le cambió la vida: aquí la chica no perdía la cabeza por Brad Pitt, sino que quería poner la de él en una bandeja de plata.


Brad Pitt y Angelina Jolie en el estreno de 'Malditos bastardos' en el Festival de Cannes en 2009. Se separaron en 2016.
Brad Pitt y Angelina Jolie en el estreno de 'Malditos bastardos' en el Festival de Cannes en 2009. Se separaron en 2016. Foto: Getty
El triángulo Aniston-Pitt-Jolie generó una nueva dimensión de fama: Brangelina, la unión de dos estrellas en condiciones escandalosas, colisionó en una supernova mediática. 
Brad Pitt, a diferencia de otras estrellas adúlteras como Ingrid Bergman o Liz Taylor, no tenía dónde esconderse y, un mes después de su divorcio de Aniston, le pillaron de vacaciones con Jolie en una playa de Kenia. 
A los cuatro meses Jolie estaba embarazada del hijo de ambos, Shiloh. 
Tres años después de conocerse Pitt era el patriarca de una prole de seis hijos, tres biológicos y tres adoptados por Jolie y posteriormente por él.
“En nuestra casa hay un barullo constante, ya sean risas, gritos, lloros o golpes.
 Me encanta. Me encanta. Me encanta. Odio cuando no están.
 Es agradable pasar un día en un hotel y leer el periódico, pero enseguida echo de menos esa cacofonía de la vida”, explicaba el actor.
 Sin embargo, uno de sus directores, Andrew Dominick, describió la mansión del matrimonio como “un lugar donde te colocas nada más entrar por la puerta”. En una entrevista, tras recordar entre risas que el día que conoció a Quentin Tarantino vaciaron cinco botellas de vino, Pitt se bebía otras dos mientras bromeaba que no debería porque sus hijos “estarán en casa preguntándose dónde está papá”.

"No recuerdo un día desde que salí de la universidad en el que no haya bebido o me haya fumado un porro o algo. Algo. Y me doy cuenta de que son pacificadores, que estoy huyendo de mis sentimientos"
La involucración emocional del público en este romance, dividida en los bandos “equipo Aniston” y “equipo Jolie”, dejó a Pitt como un pelele que se dejaba llevar pero que, al menos, gracias a su nueva esposa había encontrado por fin un sentido a su vida colaborando con causas benéficas.
 Entonces su carrera voló a unas alturas inéditas en Hollywood al protagonizar siete películas nominadas al Oscar en ocho años y producir tres que lo ganaron: Infiltrados (2006), 12 años de esclavitud (2013) y Moonlight (2016).
 Pero Pitt vio la victoria de esta última en casa de un amigo porque no quería que su reciente divorcio acaparase la atención. (Quién iba a decirle que Warren Beatty y Faye Dunaway ya se iban a encargar de distraer la atención de los espectadores).

La separación de Pitt y Jolie pareció sacada, al igual que su unión, de un culebrón. 
Un jet privado. Un altercado entre un padre y su hijo (Maddox, que entonces tenía 15 años). Una mujer que coge a toda su prole e interpone la demanda de divorcio nada más aterrizar.
 Adele les dedicó un concierto, Internet se llenó de gifs de Jennifer Aniston sonriendo y la aerolínea Norwegian Airlines lanzó la campaña “¡Brad está soltero!” para promocionar vuelos a Los Ángeles. 
Pero lo que para el mundo parecía una atracción de feria, para Pitt era un reencuentro con sus demonios y, una vez más, así quiso contárselo a un periodista.

Seis meses después de la separación, aún luchando con Jolie por la custodia compartida que Jolie le negaba, Pitt concedió una entrevista sobre su propia depresión. 
De entre todas las casas que ha comprado en su vida (un rancho en Misuri de 242 hectáreas, una mansión en Nueva Orleans, un castillo en el sur de Francia, un apartamento en Nueva York, un piso de 600 metros cuadrados en Berlín), Pitt se refugió en su residencia de Hollywood Hills. 
En el sótano, donde Jimi Hendrix compuso May this be love, Pitt había pasado su matrimonio con Jolie fumando marihuana durante días enteros.
 Ahora el actor explicaba que cada mañana hacía un fuego mientras disfrutaba del proceso de preparar té matcha y cada noche hacía otro fuego porque era lo único que le hacía “sentir que había vida” en esa casa. 
Entremedias, pasaba las horas moldeando arcilla y escuchando a Frank Ocean, que es la música que ha acompañado a todos los divorciados del planeta en la última década.
Brad Pitt y Leonardo DiCaprio durante la presentación de 'Érase una vez... en Hollywood', película de Tarantino que protagonizan, en la pasada edición del Festival de Cannes.
Brad Pitt y Leonardo DiCaprio durante la presentación de 'Érase una vez... en Hollywood', película de Tarantino que protagonizan, en la pasada edición del Festival de Cannes. Foto: Getty
“No recuerdo un día desde que salí de la universidad en el que no haya bebido o me haya fumado un porro o algo.
 Algo. Y me doy cuenta de que son pacificadores, que estoy huyendo de mis sentimientos. 
Lo dejé todo excepto la bebida cuando comencé mi familia, pero en el último año estaba bebiendo demasiado” confesaba. “Hace unos meses tenía pesadillas y cuando despertaba de ellas me preguntaba: '¿Qué puedo aprender de esto?'. 
Y pararon. Ahora tengo momentos de alegría, pero me despierto y solo han sido un sueño. 
Entonces me deprimo”. Los retratos que acompañaban la entrevista mostraban a Pitt en tres parques nacionales de Estados Unidos, situándole en una metáfora de su propia existencia: un símbolo estadounidense, creado por la naturaleza y expuesto durante décadas para que el público lo observe.
La semana pasada Pitt fue noticia porque una web expuso que llevaba una semana sin cambiarse de ropa.
 También protagonizó titulares cuando prohibió que los organizadores del “orgullo hetero” de Boston utilizasen su cara como emblema: puede que le resulte imposible controlar del todo lo que los demás hacen con su imagen, pero no por ello va a dejar de intentarlo.
 Quizá sea un comienzo para empezar a controlar todo lo demás.

 

La comparación del torso de Brad Pitt hace 30 años y ahora levanta la locura

Su escena sin camiseta en 'Érase una vez en... Hollywood' recuerda a la que lo hizo famoso en 'Thelma y Louise'. Pero ¿cómo ha conseguido el actor mantener así su figura con 55 años?.

Brad Pitt
A la izquierda Brad Pitt en 'Thelma y Louise', con 28 años. A la derecha, Pitt en 'Érase una vez en Hollywood', con 55.

 Mira que eres guapo!!!! Que bonito eres!!!!

Primero fue un ídolo juvenil, después el gran sex symbol de los noventa y posteriormente el actor de carácter más atractivo de la industria.
 Ahora, Brad Pitt (Shawnee, Oklahoma, 1963) es el último gran epítome de la belleza eterna. 
No solo por sus recientes apariciones en la alfombra roja de Venecia que atraen todavía más miradas que los grandes vestidos de alta costura de sus compañeras femeninas, sino por su papel en la exitosa Érase una vez en... Hollywood (dirigida por Quentin Tarantino). 
Concretamente en una escena cuya condición de clásico instantáneo ya ha sido confirmada con la prueba definitiva: el GIF del momento ya circula en Internet.
"Un factor importante es el ejercicio diario sin cargas excesivas y compensado, aunque me figuro que para películas como esta donde va a tener escenas sin camiseta hará un entrenamiento específico para ganar definición"
(Marco García, entrenador personal)
Se trata de esa secuencia en la que Pitt se sube al tejado de la casa de Leonardo DiCaprio para arreglar su antena y, como el sol calienta y el calor aprieta, se quita la camiseta.
 Es obvio que no es un gesto gratuito.
 En primer lugar, porque no es un torso cualquiera, sino el de Brad Pitt, uno de los más envidiados del cine contemporáneo. En segundo lugar, porque conociendo el amor de Tarantino por el subtexto cinéfilo y las referencias internas, no está de más recordar que Pitt se convirtió en una celebridad, precisamente, por quitarse la camiseta en Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991) 28 años antes, en una escena ya clásica en la que hace el amor alocadamente con Thelma (interpretada por Geena Davis) y después le enseña a atracar un banco con un secador a modo de pistola.
 Por supuesto, los usuarios de diferentes redes sociales no han esperado a comparar ambas estampas. 
Lo más llamativo no es que habiendo pasado casi 30 años entre ambas el torso de Brad Pitt no haya envejecido, sino que con 55 años parezca, si acaso, todavía más firme y musculoso. 
"En Brad Pitt influyen varios factores que ayudan a que tenga ese aspecto tan poco usual en un hombre de su edad", explica a ICON Marco García, entrenador personal del centro deportivo municipal San Antón (Madrid).
 "Lo primero es el factor genético.
 Lo segundo es que ha abandonado el alcohol con todos los beneficios que eso conlleva, tanto internos como externos, como el estado de la piel.
 Lo tercero es el ejercicio diario sin cargas excesivas y compensado, aunque me figuro que para películas como esta donde va a tener escenas sin camiseta hará un entrenamiento específico para ganar definición".
Es curioso que un actor que ha querido alejarse tanto de una imagen de sex symbol que parecía pesarle como una losa se preste sin problemas a que su envidiable físico sea el protagonista de muchas de sus películas. 
En El club de la lucha (David Fincher, 1999), su cuerpo fibrado se hizo tan célebre que se convirtió casi en un estándar para los gimnasios: “Quiero estar como Brad Pitt en El club de la lucha”. Nada sencillo: según supimos años después, Brad se quedó para ese papel con un cinco por ciento de grasa corporal. 
El cuerpo sano y musculoso suele tener, de media, un doce por ciento. 
Y en Troya (Wolfgang Petersen, 2004) sus fornidos brazos fueron casi actores secundarios por la expectación que levantaron tras su estreno.
Mucho antes de Chris Hemsworth y 'Thor', Brad Pitt ya sentó cátedra sobre lo que son unos brazos fornidos en 'Troya' (2004).
Mucho antes de Chris Hemsworth y 'Thor', Brad Pitt ya sentó cátedra sobre lo que son unos brazos fornidos en 'Troya' (2004).
No es el único actor que esta semana ha causado impresión por un desnudo parcial impactante a una edad en la que otros ya aceptan que la barriga y las lorzas son inevitables.
 Este fin de semana un tráiler de la serie de HBO The Young Pope mostraba a Jude Law, con 46 años, luciendo a la perfección un bañador Speedo blanco en la playa. 
"Es evidente que tener dinero da acceso a cuidados físicos y estéticos", remata García, "pero hay que recordar que hacer ejercicio diario es gratis para todos y al final lo que más cuesta es levantarse del sofá.
 Sea el caso que sea, tener 55 años y lucir así de bien tiene un enorme mérito".

3 sept 2019

El miedo vuelve a hacer cola ante los bancos argentinos

La inquietud ante un nuevo corralito lleva a los clientes a retirar sus ahorros en dólares y guardarlos de otras formas.

Fila frente a una sucursal del BBVA este lunes antes de la apertura. En vídeo, varias entrevistas con clientes de los bancos. Foto: AP | Vídeo: Reuters
"Sacá los dólares del banco". Ese mensaje empezó a circular como la pólvora de teléfono en teléfono la semana pasada en Buenos Aires.
 El riesgo de que Argentina vuelva a entrar en cesación de pagos ha reavivado el fantasma del corralito de 2001 y con ese miedo en el cuerpo muchos argentinos recurren al bien más preciado en las crisis: la divisa estadounidense.
 En los últimos 20 días de agosto, los depósitos en dólares se redujeron en 3.950 millones, según datos del Banco Central, y la sangría se aceleró este lunes, cuando debutó el control de cambios impuesto por el Gobierno de Mauricio Macri
 Los bancos fueron autorizados a extender su horario hasta las cinco de la tarde para atender el aumento de demanda y a primera hora del día había filas frente a todos ellos.



Los argentinos que esperaban a que abriesen las puertas eran reacios a hablar, pero algunos aceptaron bajo condición de anonimato.
 "Quería sacarlos el viernes cerca del laburo [trabajo] y me dijeron que tenía que ser en mi sucursal. Si no me los dan hoy prendo fuego el banco", señaló con bronca un comerciante de 48 años. "Lamentablemente esto ya lo vivimos muchas veces en Argentina", se sumó una mujer jubilada que estaba detrás de él en medio de insultos a Macri porque "nos endeudó y volvió a entregar el país al FMI", en referencia al préstamo de 57.000 millones concedido por el organismo internacional.


Muchos de quienes retiran estos días dólares de los bancos los esconden en casa o los ponen en cajas de seguridad, que a menudo se comparten en familia por las comisiones elevadas y la escasa disponibilidad.
 "Quedé con mi viejo [mi padre] en el banco y después él me los guardará en su caja de seguridad", comentaba el domingo una docente de 37 años.
 La demanda de cofres se disparó en las últimas semanas y en muchos bancos del microcentro porteño hay lista de espera.
 "En casa es muy arriesgado, mirá si te afanan [roban], pero en este momento no podés dejar los dólares depositados", aseguró.
 En el corralito de diciembre de 2001, millones de argentinos vieron bloqueadas sus cuentas corrientes de la noche a la mañana y las heridas de esa desconfianza no se han cerrado en 18 años. Los que tienen sus dólares en el exterior suspiran aliviados.

El temor a que la devaluación del peso continúe -ha perdido un 23% de su valor desde las elecciones primarias del 11 de agosto- lleva a buscar dólares a toda costa. Algunos trabajadores han sacado sus sueldos recién depositados en la cuenta para pasarlos a dólares.
 Este lunes el público se encontró con una gran dispersión de valores en la apertura del mercado.
 "En este momento a 62", respondían en un banco del centro de Buenos Aires sobre el valor de venta del dólar cerca de las once de la mañana. 
En una casa de cambio situada a dos calles la divisa estadounidense se ofrecía a 65 pesos argentinos. En otra, a 61; al lado la vendían por 59 y había pizarras en blanco o en las que estaba escrito "Consultar".
 En la calle peatonal Florida y sus alrededores, los arbolitos (los operadores informales de cambio que ofrecen sus servicios a viva voz) comentaban que el precio era "negociable".


"Sacá los dólares del banco". 
Ese mensaje empezó a circular como la pólvora de teléfono en teléfono la semana pasada en Buenos Aires. 
El riesgo de que Argentina vuelva a entrar en cesación de pagos ha reavivado el fantasma del corralito de 2001 y con ese miedo en el cuerpo muchos argentinos recurren al bien más preciado en las crisis: la divisa estadounidense.
 En los últimos 20 días de agosto, los depósitos en dólares se redujeron en 3.950 millones, según datos del Banco Central, y la sangría se aceleró este lunes, cuando debutó el control de cambios impuesto por el Gobierno de Mauricio Macri. Los bancos fueron autorizados a extender su horario hasta las cinco de la tarde para atender el aumento de demanda y a primera hora del día había filas frente a todos ellos.

Los argentinos que esperaban a que abriesen las puertas eran reacios a hablar, pero algunos aceptaron bajo condición de anonimato. 
"Quería sacarlos el viernes cerca del laburo [trabajo] y me dijeron que tenía que ser en mi sucursal. Si no me los dan hoy prendo fuego el banco", señaló con bronca un comerciante de 48 años.
 "Lamentablemente esto ya lo vivimos muchas veces en Argentina", se sumó una mujer jubilada que estaba detrás de él en medio de insultos a Macri porque "nos endeudó y volvió a entregar el país al FMI", en referencia al préstamo de 57.000 millones concedido por el organismo internacional.
Muchos de quienes retiran estos días dólares de los bancos los esconden en casa o los ponen en cajas de seguridad, que a menudo se comparten en familia por las comisiones elevadas y la escasa disponibilidad. 
"Quedé con mi viejo [mi padre] en el banco y después él me los guardará en su caja de seguridad", comentaba el domingo una docente de 37 años.
 La demanda de cofres se disparó en las últimas semanas y en muchos bancos del microcentro porteño hay lista de espera. 
 "En casa es muy arriesgado, mirá si te afanan [roban], pero en este momento no podés dejar los dólares depositados", aseguró.
 En el corralito de diciembre de 2001, millones de argentinos vieron bloqueadas sus cuentas corrientes de la noche a la mañana y las heridas de esa desconfianza no se han cerrado en 18 años. 
Los que tienen sus dólares en el exterior suspiran aliviados.
El temor a que la devaluación del peso continúe -ha perdido un 23% de su valor desde las elecciones primarias del 11 de agosto- lleva a buscar dólares a toda costa. Algunos trabajadores han sacado sus sueldos recién depositados en la cuenta para pasarlos a dólares. Este lunes el público se encontró con una gran dispersión de valores en la apertura del mercado. 
"En este momento a 62", respondían en un banco del centro de Buenos Aires sobre el valor de venta del dólar cerca de las once de la mañana.
 En una casa de cambio situada a dos calles la divisa estadounidense se ofrecía a 65 pesos argentinos. En otra, a 61; al lado la vendían por 59 y había pizarras en blanco o en las que estaba escrito "Consultar". 
En la calle peatonal Florida y sus alrededores, los arbolitos (los operadores informales de cambio que ofrecen sus servicios a viva voz) comentaban que el precio era "negociable".
 Con el paso de las horas el cambio revertió la tendencia y cerró en 57 pesos por dólar en el Banco Nación, cuatro unidades menos que el viernes, lo que atrajo la llegada de más compradores.
 En la casa central de esta entidad, situada frente a la sede del Gobierno, hubo largas filas todo el día y a las tres de la tarde, hora habitual del cierre, quedaban cientos de personas dentro.
 Otros bancos cercanos mantuvieron sus puertas abiertas hasta las cinco.
 Mañana, martes, se espera una nueva jornada incierta. En medio del huracán, todos se aferran al dólar.