El sujetador de 500 euros de Katie Holmes.
o el arte de vestirse tras una ruptura.
El sostén de la firma de culto Khaité que luce la
actriz en un su reaparición tras romper con Jaime Foxx provoca el
delirio viral y se agota en una hora.
Katie Holmes con su conjunto viral fotografiada en Nueva York.
Foto: Instagram/ Khaite
Tras confirmar su ruptura con Jamie Foxx después de seis años de relación, Katie Holmes ha vuelto a las calles. Su reentré como mujer libre no ha pasado desapercibida.
Un conjunto de cardigan y sujetador de cashmere con vaqueros ha provocado el delirio viral por varios motivos. En primer lugar, el precio del sujetador de Holmes (520 dólares, casi 500 euros; la chaqueta que lo acompaña vale 1.500 euros más) y la marca que lo produce.
Holmes confirma con su elección que ella también es otra entusiasta de Khaité, la firma de culto que, junto a Totême, consuela a las nostálgicas del viejo Céline de Phoebe Philo.
De Khaité son habituales desde la apodada como Martha Stewart del athleisure, en sus páginas del número agosto a Ariana Grande con un modelo de sujetador similar al post ruptura de Holmes de la misma firma pero en verde.
No obstante, el efecto Holmes ha sido un auténtico huracán y la estocada definitiva: fue salir a la calle con el bradigan (toda prenda llamada a hacer historia tiene su apodo y ésta no iba a ser menos) y el sujetador de los 500 euros se agotó en una hora.
Katie Holmes con su conjunto viral fotografiada en Nueva York.
Foto: Instagram/ Khaite
El sostén de Holmes se une con galones de viralidad al histórico club de los estilismos post ruptura llamados a la revolución.“Si estás triste y tienes el corazón roto, enderézate, vístete, añade más pintalabios y ataca”, dijo
Coco Chanel.
Tanto la fundadora de Chanel como Madeleine Vionnet
convirtieron su estatus de soltera empedernida y joven divorciada –en
una época en la que parecía un crimen serlo– en un arma para despojarnos
de la influencia de la mirada masculina sobre nuestra ropa y
(re)apropiarnos de nuestras prendas.
Alumna aventajada de las enseñanzas de Coco Chanel fue Marilyn Monroe.
Cuando anunció que se divorciaba de Joe DiMaggio en 1954,
se marcó “un Chenoa” a las puertas de su casa pidiendo apoyo y respeto
ante multitud de fotógrafos.
Lo anunció vestida de negro y con cuello
alto, tapada, visiblemente rota y llorosa.
Varias semanas después, en el
juicio, reapareció radiante con collar de perlas, maquillaje impecable,
guantes blancos y un delicado tocado.
Enderezarse y vestirse para
atacar.
Vestirse como herramienta de poder simbólica.
A
la izquierda, Marilyn Monroe junto a su abogado Jerry Giesler a las
puertas de su casa el día que anunció que se separaba de Joe DiMaggio
ante docenas de periodistas. A la derecha, junto a su abogado en el
juicio por el divorcio. Foto: Getty
Diana de Gales tomaría el testigo cuando en 1994 se inventó lo del “revenge dress” en la fiesta de recaudación de fondos de Vanity Fair en la Serpentine Gallery de Londres en 1994.
Se trataba de un vestido de cóctel negro asimétrico con corpiño de escote bardot y capa, firmado por la diseñadora Christina Stambolian.
Un
modelo que escogió en el último minuto.
La princesa Diana iba se iba a
poner uno de Valentino, pero la firma se precipitó con un comunicado no
autorizado y el diseño de la griega fue la elección ganadora.
Aunque ya llevaban separados casi dos años, Lady Di sabía que el príncipe Carlos iba a admitir aquella misma noche en un documental emitido en prime time televisivo haber sido infiel durante su matrimonio.
Frente al huracán mediático que estaba por caerle encima, su rupturista
imagen en la fiesta propició que la foto de los tabloides al día
siguiente alabase a una Diana que, lejos de esconderse y hundirse,
volaba sola.
Aquel vestido era mucho más que un vestido. Fue el punto de
inflexión definitivo –que ya se venía intuyendo– para que el resto del
mundo asumiese a la nueva Diana
. La “shy Di” (tímida Di) que la
prensa apodó en aquellos posados iniciales recatada y puritana quedaba,
definitivamente, muerta y enterrada.
Katie Holmes con su conjunto viral fotografiada en Nueva York.
Foto: Instagram/ Khaite
Tras confirmar
su ruptura con Jamie Foxx después de seis años de relación,
Katie Holmes ha vuelto a las calles. Su
reentré como mujer libre no ha pasado desapercibida. Un
conjunto de cardigan y sujetador de cashmere con vaqueros ha provocado el delirio viral por varios motivos. En primer lugar,
el precio del sujetador de Holmes (520 dólares, casi 500 euros; la chaqueta que lo acompaña vale 1.500 euros más)
y la marca que lo produce. Holmes confirma con su elección que ella también es otra entusiasta de
Khaité, la firma de culto que, junto a Totême, consuela a las nostálgicas del viejo Céline de Phoebe Philo. De Khaité son habituales desde la apodada como Martha Stewart del
athleisure,
Emily Oberg, a Kirsten Dunst, Emma Stone, Selena Gomez o el
Vogue de Anna Wintour, que vistió
en sus páginas del número agosto a Ariana Grande con un modelo de sujetador similar al post ruptura de Holmes de la misma firma pero
en verde. No obstante,
el efecto Holmes ha sido un auténtico huracán y la estocada definitiva: fue salir a la calle con el bradigan (toda prenda llamada a hacer historia tiene su apodo y ésta no iba a ser menos)
y el sujetador de los 500 euros se agotó en una hora.
El sostén de Holmes se une con galones de viralidad al histórico club de los estilismos post ruptura llamados a la revolución.
“Si estás triste y tienes el corazón roto, enderézate, vístete, añade más pintalabios y ataca”,
dijo
Coco Chanel. Tanto la fundadora de Chanel como Madeleine Vionnet
convirtieron su estatus de soltera empedernida y joven divorciada –en
una época en la que parecía un crimen serlo– en un arma para despojarnos
de la influencia de la mirada masculina sobre nuestra ropa y
(re)apropiarnos de nuestras prendas.
Alumna aventajada de las enseñanzas de Coco Chanel fue
Marilyn Monroe. Cuando
anunció que se divorciaba de Joe DiMaggio en 1954,
se marcó “un Chenoa” a las puertas de su casa pidiendo apoyo y respeto
ante multitud de fotógrafos. Lo anunció vestida de negro y con cuello
alto, tapada, visiblemente rota y llorosa. Varias semanas después, en el
juicio, reapareció radiante con collar de perlas, maquillaje impecable,
guantes blancos y un delicado tocado. Enderezarse y vestirse para
atacar. Vestirse como herramienta de poder simbólica.
A
la izquierda, Marilyn Monroe junto a su abogado Jerry Giesler a las
puertas de su casa el día que anunció que se separaba de Joe DiMaggio
ante docenas de periodistas. A la derecha, junto a su abogado en el
juicio por el divorcio. Foto: Getty
Diana de Gales tomaría el testigo cuando en 1994 se inventó lo del “
revenge dress” en la fiesta de recaudación de fondos de
Vanity Fair en la Serpentine Gallery de Londres en 1994. Se trataba de
un vestido de cóctel negro asimétrico con corpiño de escote bardot y capa, firmado por la diseñadora Christina Stambolian. Un
modelo que escogió en el último minuto. La princesa Diana iba se iba a
poner uno de Valentino, pero la firma se precipitó con un comunicado no
autorizado y el diseño de la griega fue la elección ganadora.
Aunque ya llevaban separados casi dos años,
Lady Di sabía que el príncipe Carlos iba a admitir aquella misma noche en un documental emitido en prime time televisivo haber sido infiel durante su matrimonio.
Frente al huracán mediático que estaba por caerle encima, su rupturista
imagen en la fiesta propició que la foto de los tabloides al día
siguiente alabase a una Diana que, lejos de esconderse y hundirse,
volaba sola. Aquel vestido era mucho más que un vestido. Fue el punto de
inflexión definitivo –que ya se venía intuyendo– para que el resto del
mundo asumiese a la nueva Diana. La “
shy Di” (tímida Di) que la
prensa apodó en aquellos posados iniciales recatada y puritana quedaba,
definitivamente, muerta y enterrada.
Diana de Gales llegando con su emblemático vestido a la Serpentine Gallery en 1994. Foto: Getty
Desde que Diana instruyó al mundo en el sutil arte de vestirse para
el triunfo y desterrar de tu vida a un ex, otros estilismos han sido
llamados a hacer historia.
Ágata Ruiz de la Prada subió el nivel cuando decidió que lo mejor que podía vestir para formalizar su separación de Pedro J. Ramírez era ponerse un burka y posar para la revista ¡Hola! convirtiendo su “Firmé mi divorcio con un burka porque no quiero que mi ex me vuelva a ver” en un titular imposible de batir.
La venganza de Mary Louise Parker se sirvió de escotazo y vestido negro para recoger un Globo de Oro en 2004,
liquidando la papeleta de que su expareja, Billy Cudrup, la hubiese
abandonado embarazada de siete meses para iniciar una relación con
Claire Danes.
El mono de Alexander Wang, semitransparente y ultrasexy,
que vistió Bella Hadid en la gala MET de 2017 también
acaparó titulares: se lo puso justamente el día que iba a coincidir en
una fiesta con su ex, The Weeknd, cogido de la mano de Selena Gomez.
Reese Witherspoon pasó de la sosez estilística a un refrescante Nina
Ricci amarillo y a estrenar flequillo (otro clásico para dar carpetazo
emocional) cuando acudió sola y estupenda a los Globos de Oro tras
romper con Ryan Phillippe.
Mary Louise Parker en los Globos de Oro de 2004, Reese en los de 2007 y Bella Hadid en la Met Gala de 2017. Foto: Getty
No hay nada mejor que ponerse un burka, poder lucir un sujetador de
500 euros o estrenar peinado para simbolizar una liberación y nueva
página vital.
Que se lo digan a Nicole Kidman, cuya secuencia de imágenes a la salida de formalizar su divorcio de Tom Cruise hace ya 18 años
tiene un lugar privilegiado en los libros de historia de Internet. El
conjunto rosa y verde que lució el día de tan (a la vista) pletórico
episodio, apostamos, debe ocupar un rincón de lo más apreciado y
significativo en su armario. Lo vale.