Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

1 sept 2019

El libro que rompe la Casa de Alba y libera a Cayetano

El hijo de la duquesa de Alba lanza el próximo miércoles 'De Cayetana a Cayetano', una publicación “sincera” sobre sus hermanos y los traumas y disputas que han marcado sus vidas.

duquesa de alba
Cayetano Martinez de Irujo durante un evento en Madrid en junio de 2018. Getty Images

 

Desde hace varios meses la Casa de Alba anda revuelta.
 "Nunca me dijo que me quería, pero yo sabía que me quería", afirmó Carlos Fitz-James Stuart, actual duque de Alba, en televisión en julio de 2018 sobre su madre, la omnipresente Cayetana de Alba.
 Después habló la pequeña del clan, Eugenia Martínez de Irujo: "Aguirre fue pésimo para nosotros. 
 Era muy culto, pero cero humano", afirmó en noviembre sobre el segundo marido de su madre. 
Palabras que ratificó su hermano Cayetano que ya entonces debía estar viviendo su propio proceso sanador mientras escribía en secreto De Cayetana a Cayetano, un libro que verá la luz el próximo miércoles y del que a pesar de estar blindado por contrato por la editorial que lo publica —La esfera de los libros— se van conociendo retazos que hacen pensar en un cisma dentro de la Casa de Alba.

“Mi madre hizo muchas cosas bien, pero ser madre… Cuando murió mi padre, Fernando y yo nos quedamos en medio de ninguna parte”. 
“No nos dejaron despedirnos de mi padre. Fernando y yo rezamos durante días en la capilla de casa por su salud y él ya había muerto”. 
“Durante dos años estuve en la Cienciología. Fue difícil salir. Aquello me costó dos millones de pesetas. Yo probaba todo lo que podía ayudar”. 
“No puedo valorar a las mujeres por el miedo a lo que me pasó con las nannies
Me pegaban palizas con una vara de bambú”. “La cocaína me perturbó por completo y solo quería seducir a mujeres”. 
La modelo", como Cayetano se refiere a Mar Flores, con quien tuvo una relación, “fue la horma de mi zapato en el peor de los sentidos. Yo, que pensaba que todas las mujeres estaban a mi disposición, saboreé mi propia medicina: era una mujer maquiavélica y fría, de doble personalidad”.

Cayetano Martinez de Irujo y su novia, Barbara Mirjan, en un evento en Madrid el pasado 30 de julio.
Cayetano Martinez de Irujo y su novia, Barbara Mirjan, en un evento en Madrid el pasado 30 de julio. GtresOnline
Estas son solo algunas de las frases que ha ido desgranando Cayetano Martínez de Irujo en las semanas previas a la publicación del libro en el que ha trabajado durante un año con la ayuda de una periodista, de la que aún no se conoce el nombre, y que ha significado su manera de hacer frente a los traumas que él mismo afirma haber arrastrado durante sus 56 años de vida.
Una vida unida por nacimiento a la Casa de Alba, el título nobiliario español con más raigambre, que no se libra de la particular catarsis personal que ha decidido realizar Cayetano, uno de los seis hermanos que constituyen la familia junto a Carlos Fitz-James Stuart (70 años), Alfonso (68 años), Jacobo (64), Fernando (59) y Eugenia (50 años).
 Él asegura que solo ha hecho frente a la historia de su vida y que no tiene nada en contra de ninguno de ellos, aunque está más próximo a Fernando y a Eugenia.
 También afirma que se decidió a escribirlo cuando tenía todo digerido, sin resquemores, pero que ha querido hacerlo con total sinceridad.
 Y que solo busca dejar constancia de lo que ha hecho por La Casa —término que utiliza para referirse al conglomerado familiar—, para evitar que le borren del mapa.
Cayetano Martínez de Irujo con su madre, la duquesa de Alba, en Sevilla en 2013.
Cayetano Martínez de Irujo con su madre, la duquesa de Alba, en Sevilla en 2013. GtresOnline
Su intención será buena pero algunas de las frases que ha pronunciado no auguran los aplausos de la familia: “La transición de la Casa de Alba al siglo XXI la he hecho yo por encargo de mi madre y me ha molestado que me hayan apartado y no me lo hayan agradecido”. 
 “A día de hoy mis tres hermanos mayores no me quieren”. “El 1 de enero de 2015, un mes después de morir mi madre, mi hermano Carlos me quitó de todo: todas las atribuciones que tenía dentro del palacio y dentro de la estructura, me dejó sin sueldo, me dejó en la calle. No tenía ningún ingreso”.


Con su madre se sentó a hablar un día a los 37 años y le soltó todo lo que llevaba dentro. Desde entonces fueron cómplices, pero tras años de terapias Cayetano Martínez de Irujo necesitaba limpiar su vida, “sentirme libre, sin vergüenza, sin complejos, sin el peso exterior de una estructura”.
 Le ha costado mucho conseguirlo, pero ahora se siente buena persona y afirma saber quién es.
 Otra cosa es lo que opine el resto de sus hermanos, con quienes han compartido riquezas y heridas en unos palacios que ahora parecen más fríos que nunca.
 
 

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Las piedras del infierno


RECIÉN ATERRIZADA  de vacaciones les voy contar algo que sucedió este verano mientras estaba con mi prima en un bello pueblo portugués lleno de turistas.
 Una tarde vimos un pequeño perro de unos siete kilos de peso, un chuchillo sin raza de color canela que llevaba collar pero parecía perdido.
 Caminaba deprisa por el paseo de la playa pero pronto desembocó en una rotonda con muchísimo tráfico, y a mi prima y a mí se nos encogió el corazón.
Abro aquí paréntesis: sé que a algunos les va a parecer escandaloso ocuparse de un perro vagabundo teniendo la tragedia colosal del Open Arms. 
 Es la falacia del Nirvana, un engaño argumentativo que sostiene que, hasta que no se arreglen del todo todos los problemas, no se puede intentar solucionar ninguno. 
Yo, en cambio, lo veo justo al revés; este drama atroz, que evidencia el fracaso de Europa ante la terrible desigualdad del mundo, me hace sentir aún más susceptible a los demás dolores. Ante una realidad tan dura y tan hiriente, por lo menos procura aliviar el pequeño, humilde sufrimiento que puedas tener a tu alcance.
 El caso es que mi prima y yo nos acercamos cautelosamente al animal, temerosas de que saliera corriendo o nos mordiera.
 Le dijimos lindezas, acercamos la mano: era un perrito educado y tranquilo. 
Nos dejó mirar su collar: no mostraba ninguna identificación. Tendríamos que llevarle al veterinario más cercano para ver si tenía chip. 
Le sujetamos del collar con un pañuelo demasiado corto que amenazaba romperse, mientras el animal empezaba a inquietarse. Estaba todo mojado y cubierto de arena: venía de la playa, debía de haberse escapado.
 Imaginé padres desesperados, niños llorando. Según Google, el veterinario más cercano estaba bastante lejos; llamamos a un teletaxi, que no quería dejarnos subir.
 Le lloramos al conductor, juré llevar al animal en mis brazos, cosa que hice, empapándome y llenándome de arena hasta en la boca.
 Al pobre canelo se le estaban poniendo unos redondos y angustiados ojos de loco, aunque no abandonaba la compostura del perro decente y amable que era.
Al fin llegamos al veterinario y, ¡albricias!, tenía chip. 
Pero ¡desgracia!, el número no estaba registrado en Portugal.
 ¡Un perro turista! Empezamos a telefonear a los veterinarios de nuestro país; como no hay un registro general, tuvimos que llamar a Extremadura, Galicia, Madrid, Andalucía…
 Incluso probamos suerte con Francia. El chip no era reconocido en ningún lugar.
 Nuestra desesperación se multiplicaba por momentos al mismo ritmo que la del perrito, que de cuando en cuando rebullía en nuestros brazos intentando marcharse.
 Le compramos una lata de comida y le pusimos agua, pero el animal desdeñó todo.
 Sus desencajados ojos sólo estaban fijos en la puerta de salida.