El actor francés, de 83 años, sufrió hace un par de semanas un accidente cerebrovascular.
El actor francés Alain
Delon, de 83 años, sufrió hace un par de semanas un accidente
cerebrovascular y una ligera hemorragia cerebral por los que fue operado
en París y ahora se recupera en una clínica suiza, según ha informado a los medios franceses su hijo Anthony Delon.
Ha sido trasladado tras pasar tres semanas en cuidados intensivos
Tras
la intervención, el mítico intérprete de 'Rocco e i suoi fratelli'
('Rocco y sus hermanos'), 'La Piscine' ('La piscina') y 'L'Eclisse' ('El
eclipse'), entre otros títulos, pasó tres semanas ingresado en cuidados intensivos en el hospital Pitié-Salpétrière de París. Una vez que mejoraron sus funciones vitales y su estado se estabilizó, el actor se fue a Suiza donde se recupera ahora en una clínica.
Anthony Delon ha aclarado que su hermana, residente en Suiza, sigue de cerca su estado de salud y mantiene a la familia al corriente de su progreso. La
revista 'Closer' y 'Voici' habían publicado en las últimas semanas esta
información, que el entorno de Delon no ha confirmado hasta ahora, y
citaron otros problemas médicos que lo habían llevado al hospital en las últimas semanas como mareos y vértigos.
Recibió la Palma de Oro de honor en Cannes
El intérprete recibió el pasado mes de mayo la Palma de Oro de honor en el Festival de Cannes, que le fue entregado por su hija Anouchka.
La actriz
vasca viaja por todo el mundo con la serie 'La casa de papel', pero
ahora se ha instalado en el barrio madrileño de Lavapiés
Itziar Ituño (Basauri, Bizkaia, 45 años) se hizo idealista a fuerza de
los vaivenes que fue viendo en su barrio.
Aunque su personaje en La casa de papel
(Raquel, la policía que cambia de bando) le haga rodar por todo el
mundo, sigue siendo vecina del lugar donde nació, aunque ahora se haya
instalado un tiempo en el barrio madrileño de Lavapiés.
Allí le bajan de
la nube con el chollo que ha encontrado después de haber trabajado en
Fagor preparando neveras, como hizo su padre toda la vida.
Sus dos
especialidades en Sociología le hacen consciente de la realidad y no
quedarse en la nube del exitazo que vive ahora.
Respuesta. Sí, menos mal. Sí puedo. A veces resulta un poco de agobio lo de los selfis, por el efecto llamada. P. ¿Y en Basauri, también? R. Síííí… Allí me ponen en mi sitio: “¡Te quejarás tú, que aquí está medio barrio en paro y has encontrao un chollo!”. P. ¿Qué fue aquello de que le apartaron de hacer
promoción porque se pronunció a favor de reagrupar a los presos de ETA
en Euskadi? R. Ah, ya… Firmé contra la dispersión. Es algo que
en el País Vasco es más o menos habitual. Pero sí, eso te deja medio
tocada. Un mal trago. No sé a quién le dio por intentar un boicot a la
serie, pero ya ves cómo les fue. Estamos rodando la cuarta temporada y
me da en la nariz que no se acaba ahí.
P. Sobre todo, quien lo planteara se quedaría alucinado viéndola a usted como inspectora de la Policía Nacional. R. O de ertzaina o de monja franquista. He hecho de todo. P. ¿Cuándo cree que le ofrecerán un papel que se parezca a usted? ¿Cómo sería? R. Tímida, de las que se ponen rojas de repente. Tranquila, nada seria, despistada, torpe con la tecnología,
desorientada. Siempre me ofrecen mujeres duras, quizás por la voz o la
cara angulosa que tengo. P. ¿Cuántos años estuvo sin salir de Basauri? R. Siempre hago la misma jugada: ida y vuelta. Vivo
en la casa que era de mi abuela. Vuelvo y riego mi plantita. No es que
sea un sitio espectacular, pero echo de menos a la gente. P. ¿Qué le da ahora Lavapiés? R. Una sensación de casa. No había salido del País
Vasco para quedarme en otro sitio antes y Madrid me parecía como un
abismo. De pronto, llegué aquí y me encanta. P. ¿Qué es La casa de papel? ¿Lo saben? R. Es la puerta al mundo. Un tsunami. Empezó como
una ola y ahora es un tsunami que tienes que surfear. Al fin y al cabo,
¿qué es? Una cuadrilla que se junta para hacer en la fábrica de dinero
el suyo propio, como hacen los bancos cuando les da la gana. La gente
quiere que les salga bien. Es una pedrada muy bonita. Y eso se ha
convertido en fenómeno. P. ¿Un fenómeno que puede volver un poco loco? R. ¿Por loco quieres decir tonto? Sí, un poco. Aunque a mí, con más de 40 años, no tanto. Hay que tener cuidado, no
perder la perspectiva, ni la autoestima. Vuelvo al barrio, me dan una
toñeja, mi madre, por ejemplo, y ya. P. ¿Por toñeja quiere decir colleja? R. ¿Aquí como decís? ¿Colleja? Allí decimos toñeja. P. ¿A partir de la serie se las dan más fuertes? R. No, son las mismas. Es metafórico eh. Bueno, algún profesor ya nos daba. Algún cocoteco, así, taca… Cuando te quejas un poco y ves la realidad, te callas la boca y piensas: “Menuda suerte que tengo”. P. ¿Y cómo es la realidad que ve usted que es socióloga? R. Paro, ERE, trabajo eventual de dos meses y
después, al bar. Tengo un montón de amigos que lo pasan mal en mi
barrio, que se llama El Calero. Mi padre trabajaba en Fagor y yo
también. P. ¿Y qué hacía? R. Neveras, como en Tiempos modernos, de
Chaplin. En una cadena que no para. Después de estudiar dos ramas de
Sociología, industrial y política, no tenía trabajo y me metí ahí. Luego, los compañeros me tapaban como compinches para hacer pruebas de
actriz. Siempre he tenido gente ahí, que me ha cubierto en la vida. Como
era eventual hacía de todo. En turnos de noche, el congelador, neveras
pequeñitas, la puerta, el fuelle.. Soy una experta en fuelles. P. Bueno para la profesión. ¿Y cómo es que acabó de actriz? R. Yo me apuntaba a todo: “Ama, que me he
metido en esto”. Cuando dije teatro, les pareció raro. Lo compaginé con
los estudios desde BUP. Pensaron: “¡Madre mía, con lo tímida que es!”
Fue terapia de choque. Cuando venían a verme, alucinaban. “Hija mía,
pero ¿cómo lo haces?”. Y yo: “Son técnicas”. P. ¿Se siente un poco perdida en este mundo de color? R. Sí, claro. Esto se ha desmadrado. Pero el
fenómeno ha dado para que cada persona conecte con alguno de nosotros.
Somos como avatares. P. Y con su personaje, ¿en qué conectan? R. Me vienen mujeres maltratadas o desautorizadas en el trabajo, por ese lado. P. O las que se han enamorado del enemigo. R. También. Supongo que eso ocurre. P. ¿Usted se ha enamorado alguna vez del enemigo? R. ¿Yo? No… No me ha pasado. Aunque a veces piensas que la persona que tienes al lado, lo es, eh.
La agencia
Associated Press publica los testimonios, que se remontan a los años
80, de ocho cantantes y una bailarina sobre el presunto comportamiento
inapropiado del tenor
Nueve mujeres acusan al tenor español Plácido Domingo,
una de las figuras más importantes de la historia de la ópera, de
supuesto acoso sexual. Los testimonios han sido publicados en la
madrugada del martes por la agencia Associated Press, que solo identifica por su nombre a una de las víctimas, la mezzosoprano
Patricia Wulf. Según la agencia estadounidense, Domingo presionó a las
supuestas víctimas, mujeres jóvenes en los inicios de su carrera, para
que mantuvieran relaciones sexuales con él a cambio de trabajos y llegó a
castigar profesionalmente a las que se negaban. Los hechos se remontan a
principios de los años ochenta y se extienden durante tres décadas "Es doloroso oír que he podido molestar a alguien", ha respondido el
tenor, pese a calificar las acusaciones de "inexactas". "Las reglas y
valores por los que hoy nos medimos, y debemos medirnos, son muy
distintos de cómo eran en el pasado", ha añadido. Domingo, de 78 años, es uno de los tenores más admirados de todos los
tiempos y uno de los hombres más poderosos de la música clásica en el
mundo. Comenzó su carrera hace cinco décadas. Ha interpretado más de 150
papeles en más de 4.000 actuaciones. Actualmente, sigue cantando y
dirigiendo y ejerce como director de la Ópera de Los Ángeles, en
California. Ocho cantantes y una bailarina aseguran a la agencia de noticias que
fueron acosadas por Domingo, en una actitud calificada como un "secreto a
voces" en el mundo de la ópera. Una de ellas asegura que Plácido
Domingo le metió la mano por debajo de la falda y otras tres aseguran
que las besó a la fuerza en lugares como un camerino, una habitación de
hotel y una comida de negocios. “Que alguien te esté intentando coger de
la mano durante una comida de negocios es raro, o que te ponga la mano
en la rodilla”, describió una de las cantantes. “Siempre te estaba
tocando de alguna forma, siempre besándote”. Aparte de estos nueve testimonios de acoso sexual explícito,
otra media docena de mujeres han relatado a la agencia que Domingo les
hizo proposiciones incómodas. Una cantante cuenta que le pidió
insistentemente salir con ella después de haberla contratado para una
serie de conciertos en los años noventa. Además, otras tres docenas de
profesionales, desde músicos hasta tramoyistas, han contado a la agencia
que fueron testigos del comportamiento sexual inapropiado de Domingo y
de que perseguía a mujeres jóvenes impunemente. Domingo no contestó a un cuestionario detallado de AP sobre episodios
concretos, pero ofreció la siguiente respuesta a la agencia: “Las
acusaciones de estas personas anónimas que se remontan hasta tres
décadas atrás son profundamente preocupantes y, tal como se presentan,
inexactas. Aún así, es doloroso oír que he podido molestar o hacer
sentir incómodo a alguien, da igual cuánto tiempo haga de ello y a pesar
de mis mejores intenciones. Creía que todas mis interacciones y
relaciones fueron siempre bienvenidas y consentidas. La gente que me
conoce o que ha trabajado conmigo sabe que no soy alguien que pueda
hacer daño, ofender o avergonzar a alguien de manera intencionada”. “Sin embargo”, continúa la respuesta de Domingo, “reconozco que las
reglas y valores por los que hoy nos medimos, y debemos medirnos, son
muy distintos de cómo eran en el pasado. He sido bendecido y
privilegiado de haber tenido una carrera de más de 50 años, y me ceñiré
al más alto estándar”.
Siete de ellas creen que su carrera se vio afectada por rechazar a Plácido Domingo.
En algunos casos, las actuaciones prometidas nunca llegaron a
concretarse. En otros, no volvieron a trabajar para el tenor. Solo Wulf,
que trabajó con Domingo en la Ópera de Washington, ha autorizado a AP a
dar su nombre. Las demás exigieron anonimato, argumentando que aún
siguen en la industria y temían represalias o ser humilladas o acosadas
públicamente. Sin embargo, según AP, contaron sus casos animadas por el movimiento #MeToo,
al sentir que hacer público el comportamiento de la figura más
prominente de la ópera era la forma más efectiva de acabar con este tipo
de conductas.
La mayoría de las nueve mujeres eran jóvenes que empezaban en su
profesión. Sus historias muestran un patrón de conducta por parte del
tenor. Las contactaba con insistencia, a menudo con llamadas repetidas a
casa durante la noche, mostraba interés por sus carreras e insistía en
que se citaran en privado para una copa o una comida, o en su
apartamento u hotel, bajo la excusa de ofrecerles consejos
profesionales. Siete de ellas creen que su carrera se vio afectada por rechazar a Plácido Domingo. En algunos casos, las actuaciones prometidas nunca llegaron a
concretarse. En otros, no volvieron a trabajar para el tenor. Solo Wulf,
que trabajó con Domingo en la Ópera de Washington, ha autorizado a AP a
dar su nombre. Las demás exigieron anonimato, argumentando que aún
siguen en la industria y temían represalias o ser humilladas o acosadas
públicamente. Sin embargo, según AP, contaron sus casos animadas por el movimiento #MeToo,
al sentir que hacer público el comportamiento de la figura más
prominente de la ópera era la forma más efectiva de acabar con este tipo
de conductas. Dos de las mujeres aceptaron sus proposiciones porque sentían que no
podían decir que no al hombre más poderoso de su entorno. Una de ellas
relató que se acostó con Domingo dos veces, una de ellas en el hotel
Biltmore de Los Ángeles, que está a cuatro manzanas de la sede de la
ópera de la ciudad. Cuando Domingo se fue, le dejó 10 dólares diciendo:
“No quiero que te sientas como una prostituta, pero tampoco quiero que
tengas que pagar por aparcar”.
Siete de ellas creen que su carrera se vio afectada por rechazar a Plácido Domingo.
En algunos casos, las actuaciones prometidas nunca llegaron a
concretarse. En otros, no volvieron a trabajar para el tenor. Solo Wulf,
que trabajó con Domingo en la Ópera de Washington, ha autorizado a AP a
dar su nombre. Las demás exigieron anonimato, argumentando que aún
siguen en la industria y temían represalias o ser humilladas o acosadas
públicamente. Sin embargo, según AP, contaron sus casos animadas por el movimiento #MeToo,
al sentir que hacer público el comportamiento de la figura más
prominente de la ópera era la forma más efectiva de acabar con este tipo
de conductas. Muchas de estas mujeres relatan que sus compañeros de profesión les
advirtieron de que nunca se quedaran a solas con Domingo, ni siquiera en
un ascensor. "Hay una tradición oral de advertir a las mujeres sobre Plácido Domingo", aseguró una mezzosoprano
que trabajó en la Ópera de Los Ángeles, que no es una de las nueve
denunciantes. El consejo era, según relataron muchas mujeres, "evitar la
interacción con él a toda costa". Si las invitaba a comer, debían
evitar el alcohol y encontrarse siempre en un lugar público y a
almorzar, nunca a cenar. Así, para evitar coincidir con el tenor,
tomaban medidas como no usar el baño más cercano a su despacho, pedir a
otras cantantes o personal del teatro que las acompañaran y no contestar
llamadas en casa.
Ninguna de las mujeres pudo ofrecer documentación de algún tipo que
sustentara sus acusaciones, pero la agencia habló con “muchos” colegas y
amigos a los que relataron lo sucedido en su momento. Además comprobó
que efectivamente trabajaron en los lugares de los hechos y que Plácido
Domingo coincidió con ellas.
Los arqueólogos estrechan el cerco sobre la flota del conquistador,
hundida en la costa de Veracruz en 1519. EL PAÍS acompaña a los
investigadores en su búsqueda .
Un ancla y una pieza de madera: los arqueólogos se acercan a los barcos de Cortés
Los
investigadores estrechan el cerco sobre la flota del extremeño, hundida
en la costa de Veracruz hace ahora 500 años. EL PAÍS acompaña la
búsqueda.
Mientras los arqueólogos bucean a unos 14 metros de la superficie,
Adrián y Manuel bromean a proa, amagando con saltar de la lancha y darse
un baño y así combatir el calor terrible del Golfo de México. Adrián y
Manuel Franco, 25 y 30 años, son primos y pescadores de huachinango,
aunque en los últimos dos veranos han hecho equipo con un grupo de
arqueólogos para buscar los barcos hundidos de Hernán Cortés. Los dos
viven en la playa con sus familias, en un predio desordenado sobre la
arena, donde se mezclan cuartos de madera y de obra, un comal para las
tortillas, plantas, una mesa de plástico y una palapa para los turistas. Adrián
y Manuel dicen que todos allí en Villa Rica saben lo de los barcos. "Desde hace muchos años", dice el segundo, "aparecen tablas de madera en
la orilla". Sin darle demasiada importancia, el pescador cuenta que
hace unos meses otro lanchero sacó un ancla de la bahía y la vendió en
Xalapa. ¿Un ancla antigua? "Un ancla antigua", añade y una sonrisa
picarona se le escapa de entre los labios. Una travesura.
Los primos saltan al agua, nadan, se alejan unos metros de la
embarcación. Desde allí, a 800 metros de la orilla, la costa luce
hermosa, verde y marrón, a veces de un tono granate parecido al de la
sangre seca. Es casi mediodía. Una brisa suave remolonea sobre la bahía
atemperando momentáneamente la sensación de bochorno. Alejados los dos
primos, un silencio de sal y algas se apodera de la barca. Apenas se
escucha un ruido blando y constante, el flujo de burbujas que llega del
fondo de mar. Son los arqueólogos. Por turnos, los investigadores bajan, buscan y excavan. Por segundo
año consecutivo un equipo multidisciplinar rastrea el piso de la bahía
en busca de pistas de los barcos de Cortés, hundidos frente a la playa
hace ahora cinco siglos. El año pasado dieron con un ancla gracias al
peinado que hicieron con los magnetómetros.
Ayudados de una enorme
aspiradora subacuática, los arqueólogos excavaron más de un metro de
arena y fango hasta llegar al ancla. Cuando por fin la liberaron y
pudieron verla entera, no dudaron. Aquel viejo aparejo oxidado, aquel
trozo de metal perdido bajo toneladas de sedimento, había pertenecido a
un barco del siglo XVI. Así lo escribió Bernal Díaz del Castillo, soldado de Cortés, autor de
una de las historias más completas del periplo del comandante y los
suyos por Mesoamérica: "Estando en Cempoala, platicando con Cortés, le
aconsejamos los que éramos sus amigos que no dejase navío alguno en el
puerto, sino que luego diese al través con todos". Cortés hundió sus barcos en Villa Rica pero, ¿por qué? Díaz del
Castillo apunta dos motivos. Uno, para que sus hombres no tuvieran la
opción de volver a Cuba, de donde había partido la expedición. Entonces,
Cuba era el centro del Nuevo Mundo y la intención de Cortés era mudar
el centro, fijarlo en lo que hoy es México. Dos, para sumar "maestres,
pilotos y marineros" a su exiguo Ejército. Escribió Díaz del Castillo:
"¿de qué condición somos los españoles para no ir adelante y estarnos en
partes que no tengamos provecho y guerra?".