Cuando Iraida Domecq abrió aquella caja de cartón que le llegó a su
almoneda junto con algunos muebles se quedó anonadada. Dentro, al menos
200 fotografías polaroids de los rostros más representativos de la
transición española cobraron vida propia.
El rey Juan Carlos, Adolfo
Suárez, Mario Conde, Camilo José Cela, Pedro Almodóvar, Ana Belén…. todo
el estrato sociocultural del momento. Y una firma inconfundible
Alberto Schommer, el retratista por excelencia de aquella época.
El
fotógrafo murió en 2015 y, tras vender su casa dos años después, a sus
herederos se les traspapeló un tesoro que una casualidad impidió que
acabara en la basura
. Algunas de aquellas pruebas de luz que el artista
utilizaba para perfeccionar su trabajo ven hoy la luz en El País.
5 ago 2019
Charles Manson, el asesino que puso fin al verano del amor
Al cumplirse 50 años de la muerte de Sharon Tate y otras seis personas más, la figura de su asesino sigue despertando fascinación y repulsión a partes iguales.
“Soy el diablo y vengo a hacer el negocio del diablo”, fue lo que escuchó Sharon Tate, actriz y esposa del director Roman Polanski, antes de ser apuñalada 16 veces.
Tate, de 26 años, estaba embarazada de ocho meses y medio cuando fue asesinada en su domicilio en Los Ángeles (California) el 8 de agosto de 1969.
La actriz no murió sola: el estilista Jay Sebring, el guionista Wojciech Frykowski, la millonaria Abigail Folger y el vigilante de la casa Steven Parent también perdieron la vida aquella noche golpeados, apuñalados y con heridas de bala.
Ninguno vio el rostro de la mente criminal que ordenó su muerte, porque aquella noche él no estaba ahí.
Las víctimas eran masacradas por cuatro personas a las órdenes del líder de un culto, Charles Manson.
En el 10050 de Cielo Drive aquel caluroso fin de semana moría a puñaladas el verano del amor.
Después de 50 años de aquellos sucesos, la figura de Manson sigue despertando fascinación y repulsión a partes iguales.
Y Netflix no lo ha dejado pasar. La serie Mindhunter estrenará el próximo 16 de agosto una segunda temporada centrada en este asesino en serie.
Con esto, se suma a otras producciones que han aprovechado el tirón del carisma que causa, como es el caso de Aquarius, de la cadena NBC y disponible también en la plataforma digital. Además de la novena película de Quentin Tarantino, Érase una vez en... Hollywood, que se estrenará en España el próximo día 15.
Después
de 50 años de aquellos sucesos, la figura de Manson sigue despertando
fascinación y repulsión a partes iguales.
Y Netflix no lo ha dejado
pasar.
La serie Mindhunter
estrenará el próximo 16 de agosto una segunda temporada centrada en
este asesino en serie.
Con esto, se suma a otras producciones que han
aprovechado el tirón del carisma que causa, como es el caso de Aquarius, de la cadena NBC y disponible también en la plataforma digital.
Además de la novena película de Quentin Tarantino, Érase una vez en... Hollywood, que se estrenará en España el próximo día 15.
Tex
Watson, Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel fueron
quienes perpetraron las macabras órdenes de Manson. Cuatro jóvenes
convencidos de que el hombre de entonces 35 años era la reencarnación de
Jesucristo.
En las paredes de Cielo Drive el cuarteto escribió con
sangre de las víctimas las palabras "Pig" (cerdo, en inglés, un apodo usado para la policía por los negros) y "Helter Skelter" (que podría traducirse como caótico), una frase que posteriormente delataría a Manson como la mente criminal.
Pero su sangrienta cruzada no terminó en el domicilio de
Tate y Polanski; al día siguiente, se sumó a la masacre de Leno y
Rosemary LaBianca.
Ambos recibieron 41 puñaladas.
En ese episodio,
Manson sí que maniató a la pareja, pero dejó que sus seguidores hicieran
el trabajo sucio.
El criminal mató a siete personas sin disparar o
blandir una sola cuchillada.
El modus operandi era similar a lo acontecido la noche anterior. Manson pretendía desatar lo que él llamaba Helter Skelter:
hacer creer a las autoridades que los asesinatos habían sido cometidos
por miembros de la comunidad afroamericana e incitar una guerra racial
entre negros y blancos.
El enfrentamiento era una supuesta profecía
contenida en la canción del mismo nombre del grupo The Beatles.
Manson, quien había descifrado las claves de la letra a su
propia conveniencia, convenció a sus seguidores de que él les ayudaría a
sobrevivir a la coalición entre razas.
Los cuatro miembros de su
familia habían masacrado a inocentes convencidos del poder profético de
Manson y fascinados con la idea de ser los elegidos por el mesías.
El
grupo era una pequeña parte de un culto que llegó a tener hasta 100
adeptos viviendo en un rancho a las afueras de Los Ángeles.
El lugar
había sido un set de películas del lejano oeste en los años cincuenta
cuyo dueño era un hombre ciego llamado George Spahn. A sus 80 años,
Spahn permitía que la comuna de hippies residiera en su propiedad a cambio de recibir los cuidados
de las chicas que integraban el culto.
La secta consumía drogas como
LSD de forma regular y organizaba orgías en las que llegó a participar
Dennis Wilson, baterista de los Beach Boys.
Antes de ser juzgado, Manson concedió una sola entrevista a la edición estadounidense de la revista Rolling Stone.
"Solo hay uno. Soy el único. No me importa lo que otras personas
piensen, solo hago lo que mi alma me dice", respondió cuando le
preguntaron si se consideraba un líder.
Y cuando los periodistas le
preguntaron lo que significaba para él la sumisión no dudó:
"Puedo
llevarme bien con las chicas, se rinden más fácilmente. Puedo hacerles
el amor.
El hombre tiene esa cosa del ego aferrándose a su polla. No
puedo hacer el amor con eso.
Las chicas se rompen más fácilmente.
Sus
defensas se vienen abajo de forma más fácil.
Cuando superas la cuestión
del ego, todo lo que te queda eres tú; haces el amor contigo mismo".
El fiscal a cargo de inculpar a Manson, Vincent Bugliosi, publicó después del juicio un libro —llamado, precisamente, Helter Skelter— donde
expuso todos los detalles de los asesinatos, la ideología y lo ocurrido
tras las bambalinas de uno de los juicios más mediáticos de Estados
Unidos.
Bugliosi logró que por primera vez un jurado sentenciara a un
homicida que físicamente no mató a nadie y cuyo motivo no estaba del
todo claro.
Una de las hipótesis de Bugliosi sobre los verdaderos
motivos de los asesinatos era que Manson, un músico frustrado, ordenó a
Watson matar a todos en el 10050 de Cielo Drive porque ese era el
antiguo domicilio del productor musical Terry Melcher, hijo de la actriz Doris Day.
El ejecutivo ya no vivía ahí, pero unos años antes había jugueteado con
la idea de grabar y lanzar la música de Manson.
Los asesinatos del
matrimonio LaBianca eran, argumentó, simplemente una puesta en escena
para subrayar sus supuestos motivos frente a sus fieles seguidores.
Charles Manson y los cuatro asesinos recibieron la condena a
pena de muerte, que posteriormente fue reducida a pasar la vida en
prisión cuando se anuló la ejecución de criminales en el estado de
California. El 19 de noviembre de 2017 Charles Manson murió en el hospital Mercy de Bakersfield (California) por causas naturales. Tenía 83 años y llevaba casi medio siglo en prisión.
En una versión anterior del texto, aparecía erróneamente el 4 de agosto como fecha del asesinato.
Ensalada mediterránea de tomates
Hugo Rodríguez, chef de WXYZ Bar, te enseña un receta en cinco minutos.
Café y lectura contra la desconsideración o el insulto......J.uan Cruz
La primera clienta de la abogada Manuela fue una chica de Jaén, comunista, que aprendió a escribir, gracias a lo que ponían las latas de Nescafé, en la Cárcel de Mujeres.
Le gusta la vida.
Padeció lo más brutal de la Transición de la que vienen su experiencia y su tiempo.
Como alcaldesa le dio a Madrid adjetivos, sobre la belleza o la esperanza, una balsa en el Retiro.
Ya ella no está.
A la ciudad le han querido quitar su sello.
Ella no tiene rencor, tiene lecturas.
Cuando estaba a punto de ser alcaldesa, presentó su libro Por qué las cosas pueden ser diferentes. Reflexiones de una jueza (Clave Intelectual, 2014).
Los que advienen al gobierno de la ciudad le han desorganizado hasta la fachada del Ayuntamiento.
¡Qué se le va a hacer! Leer, por ejemplo.
Lee lo insólito. Le hizo bien leer Mis maestros y otros educadores, de Federico Rubio y Galí, que no es sólo una calle que desemboca en las casas de Caballero Bonald o Francisco Brines.
Los libros viejos la motivan, la hacen disfrutar.
Y ese es el verbo, disfrutar, que se dibuja cuando descubre a “ese médico innovador y uno de los más importantes cirujanos” de la historia de la Medicina, hijo de analfabeta que no supo leer ni escribir porque en el siglo XIX “era peligroso que las niñas aprendieran”.
Esa madre de Federico Rubio aprendió a leer fijándose en cómo se recitaba el Padrenuestro.
Y la primera clienta de la abogada Manuela, antes de la matanza de Atocha, fue una chica de Jaén, comunista, que aprendió a escribir, gracias a lo que ponían las latas de Nescafé, en la Cárcel de Mujeres.
La madre de Carmena tenía en la casa, para las que venían a servir, este cartel: “Nadie que pase por esta casa se va a ir sin saber leer y escribir”.
A ella la puso a leer Heidi, de Johanna Spyri, “cuando aún no existían los dibujos japoneses…". "Me hizo pensar en aquel queso caliente de la fondue. ¡Tuve la sensación de que los libros olían! Era maravilloso: las nieves, la cama de paja, las mantas”.
Tolstoi, Thomas Mann, Mauriac o Somerset Maugham le enseñaron que la vida iba en serio.
“Y Concha Espina y Pardo Bazán y don Benito… Pero las novelas me han dejado de entusiasmar”.
La poesía, “el ensayo reposado”, la historia son ahora su alimento. Habla de la sustancia de leer y parece degustar sabores, frutos amargos… En ese libro (Por qué las cosas pueden ser diferentes…) hay muchas zonas en las que Manuela se refiere a la maldad.
En el tribunal percibió “la grave enfermedad biológica del psicópata, la expresión de la maldad pura.
Una persona dispuesta a hacer todo el daño que sea necesario, para destruir la vida del otro para hacerle sufrir sin atisbo de arrepentimiento”.
Cuenta en apólogos: “Porque quiero trasladar recetas, por ejemplo de la felicidad… Te pueden pasar desgracias horrorosas, pero la mayor parte de los ciudadanos tenemos una vida en la que el tanto por ciento de las situaciones adversas es el razonable.
Pero ves a cantidad de gente infeliz, que no está preparada para la felicidad.
Cuando éramos muy jóvenes y empezaban los desengaños conocimos el dolor tan inmenso que producía el desamor. Desde la experiencia puedes aconsejar.
Y me da placer aprender, racionalizar, plantear alternativas al dolor, porque es como señalar caminos de felicidad”.
La vía es poner el rencor “en la carpeta de los malos recuerdos”. Por ejemplo, en el Ayuntamiento… “Me insultaban en los plenos, sobre todo el actual alcalde, tan desconsiderado conmigo.
Te hace daño, claro, pero hay que pasar página de inmediato.
Una persona que se comporta así no vale la pena, no puede producir sufrimiento porque hay que entender que es una utilización coyuntural del insulto, una manera de hacer política cainita, sin sustrato ético.
Lo terrible es que la política ha dejado de ser ética”.
En Por qué las cosas pueden ser diferentes… advierte contra la venganza.
Y ahora dice: “Intentar conocer a la persona es como el antídoto de la venganza”. Ella se ha reunido con personas que la han insultado. “Y a Cayetana Álvarez de Toledo, que ha dicho cosas tan desagradables sobre mí, si hubiera seguido en el Ayuntamiento, la hubiera invitado un día a tomar un café para que yo la conociera y para que me conociera ella.
Cuando la gente se conoce la agresividad disminuye”.
En los tiempos que han hecho de su frente un surco de disgustos a Manuela Carmena le vino bien la poesía. Ángela Figuera. Alfonsina Storni.
De esta, “los versos de un pajarito que me han emocionado mucho. El verso te libera tanto, te abre tanto espacio para vivir”.
Lleva el reloj adelantado.
Ahora no tiene prisa, pero ahí está el reloj, recordándole que la vida es el tiempo que nos queda por leer para que las cosas resulten diferentes.
Padeció lo más brutal de la Transición de la que vienen su experiencia y su tiempo.
Como alcaldesa le dio a Madrid adjetivos, sobre la belleza o la esperanza, una balsa en el Retiro.
Ya ella no está.
A la ciudad le han querido quitar su sello.
Ella no tiene rencor, tiene lecturas.
Cuando estaba a punto de ser alcaldesa, presentó su libro Por qué las cosas pueden ser diferentes. Reflexiones de una jueza (Clave Intelectual, 2014).
Los que advienen al gobierno de la ciudad le han desorganizado hasta la fachada del Ayuntamiento.
¡Qué se le va a hacer! Leer, por ejemplo.
Lee lo insólito. Le hizo bien leer Mis maestros y otros educadores, de Federico Rubio y Galí, que no es sólo una calle que desemboca en las casas de Caballero Bonald o Francisco Brines.
Los libros viejos la motivan, la hacen disfrutar.
Y ese es el verbo, disfrutar, que se dibuja cuando descubre a “ese médico innovador y uno de los más importantes cirujanos” de la historia de la Medicina, hijo de analfabeta que no supo leer ni escribir porque en el siglo XIX “era peligroso que las niñas aprendieran”.
Esa madre de Federico Rubio aprendió a leer fijándose en cómo se recitaba el Padrenuestro.
Y la primera clienta de la abogada Manuela, antes de la matanza de Atocha, fue una chica de Jaén, comunista, que aprendió a escribir, gracias a lo que ponían las latas de Nescafé, en la Cárcel de Mujeres.
La madre de Carmena tenía en la casa, para las que venían a servir, este cartel: “Nadie que pase por esta casa se va a ir sin saber leer y escribir”.
A ella la puso a leer Heidi, de Johanna Spyri, “cuando aún no existían los dibujos japoneses…". "Me hizo pensar en aquel queso caliente de la fondue. ¡Tuve la sensación de que los libros olían! Era maravilloso: las nieves, la cama de paja, las mantas”.
Tolstoi, Thomas Mann, Mauriac o Somerset Maugham le enseñaron que la vida iba en serio.
“Y Concha Espina y Pardo Bazán y don Benito… Pero las novelas me han dejado de entusiasmar”.
La poesía, “el ensayo reposado”, la historia son ahora su alimento. Habla de la sustancia de leer y parece degustar sabores, frutos amargos… En ese libro (Por qué las cosas pueden ser diferentes…) hay muchas zonas en las que Manuela se refiere a la maldad.
En el tribunal percibió “la grave enfermedad biológica del psicópata, la expresión de la maldad pura.
Una persona dispuesta a hacer todo el daño que sea necesario, para destruir la vida del otro para hacerle sufrir sin atisbo de arrepentimiento”.
Cuenta en apólogos: “Porque quiero trasladar recetas, por ejemplo de la felicidad… Te pueden pasar desgracias horrorosas, pero la mayor parte de los ciudadanos tenemos una vida en la que el tanto por ciento de las situaciones adversas es el razonable.
Pero ves a cantidad de gente infeliz, que no está preparada para la felicidad.
Cuando éramos muy jóvenes y empezaban los desengaños conocimos el dolor tan inmenso que producía el desamor. Desde la experiencia puedes aconsejar.
Y me da placer aprender, racionalizar, plantear alternativas al dolor, porque es como señalar caminos de felicidad”.
La vía es poner el rencor “en la carpeta de los malos recuerdos”. Por ejemplo, en el Ayuntamiento… “Me insultaban en los plenos, sobre todo el actual alcalde, tan desconsiderado conmigo.
Te hace daño, claro, pero hay que pasar página de inmediato.
Una persona que se comporta así no vale la pena, no puede producir sufrimiento porque hay que entender que es una utilización coyuntural del insulto, una manera de hacer política cainita, sin sustrato ético.
Lo terrible es que la política ha dejado de ser ética”.
En Por qué las cosas pueden ser diferentes… advierte contra la venganza.
Y ahora dice: “Intentar conocer a la persona es como el antídoto de la venganza”. Ella se ha reunido con personas que la han insultado. “Y a Cayetana Álvarez de Toledo, que ha dicho cosas tan desagradables sobre mí, si hubiera seguido en el Ayuntamiento, la hubiera invitado un día a tomar un café para que yo la conociera y para que me conociera ella.
Cuando la gente se conoce la agresividad disminuye”.
En los tiempos que han hecho de su frente un surco de disgustos a Manuela Carmena le vino bien la poesía. Ángela Figuera. Alfonsina Storni.
De esta, “los versos de un pajarito que me han emocionado mucho. El verso te libera tanto, te abre tanto espacio para vivir”.
Lleva el reloj adelantado.
Ahora no tiene prisa, pero ahí está el reloj, recordándole que la vida es el tiempo que nos queda por leer para que las cosas resulten diferentes.
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