11 jul 2019
A Jaime de Marichalar se le calumnió, según afirma su hermano Álvaro
El excuñado aventurero de la infanta Elena dice que hubo muchos que no supieron comportarse humanamente con su hermano cuando sufrió un ictus en 2001.
Los fantasmas familiares siempre vuelven y así lo corroboran las declaraciones que Álvaro de Marichalar, el hermano aventurero de la exfamilia política de la infanta Elena, ha realizado a la revista ¡Hola! este miércoles sobre su hermano Jaime."Cuando mi hermano Jaime", afirma el deportista, "sufrió un ictus, se le calumnió intentando fusilar su honorabilidad.
Lejos de conseguirlo, él se llenó de fuerza, combatió heroicamente su enfermedad y venció a todo y a todos dándonos un ejemplo imbatible y poniendo en triste evidencia a todos aquellos que no supieron comportarse humanamente, educadamente, dignamente y noblemente", manifiesta a la publicación.
Estas palabras se refieren a los rumores y ríos de tinta que corrieron sobre las posibles causas que provocaron la esquemia cerebral que sufrió Jaime de Marichalar el 22 de diciembre de 2001.
El que era todavía marido de la infanta Elena tenía en aquel momento 38 años y el accidente vascular sucedió mientras se encontraba haciendo deporte en el gimnasio madrileño al que acudía puntualmente.
Se trata de una afección que normalmente afecta a personas de mayor edad y que a él, una vez salió del hospital le provocó dificultades para hablar y andar, de las que se ha ido recuperando progresivamente.
Durante la entrevista también le preguntan si considera que la prensa ha sido injusta con su hermano y su respuesta deja entrever un sí rotundo:
"Alguna prensa –demasiada en mi opinión– es injusta y agresiva con las personas que no nos sometemos a la dictadura de lo políticamente correcto.
Jaime representa, como toda nuestra familia, unos principios y actitudes que molestan a quienes no los pueden ejercer por carecer del compromiso y valor necesarios".
Cinco agujeros de la teoría oficial sobre los crímenes de Charles Manson
Tras más de 20 años investigando, el periodista Tom O’Neill publica un libro que desmonta varios puntos y lugares comunes sobre los asesinatos que conmovieron a EE UU en 1969.
Juan Carlos Galindo
La noche del sábado 9 de agosto de 1969 algo cambió para
siempre en la sociedad estadounidense.
Los asesinatos perpetrados por
los secuaces de Charles Manson en el 10050 de Cielo Drive (Los Ángeles)
que acabaron de manera salvaje con la vida Sharon Tate y el bebé que
llevaba en su vientre, Abigail Ann Folger, Wojciech Frykowski, Steven
Earl Parent y Jay Sebring —completados la noche siguiente con la macabra
muerte de Leno y Rosemary Labianca— perduran en la memoria colectiva y
siguen creando teorías y motivando cientos de publicaciones.
Ahora que
se acerca el 50 aniversario llega este 18 de julio a España Manson. La historia real
(Tom O'Neill, Roca) un libro que parte con la misión suicida de rebatir
la tesis oficial, establecida en el juicio por el fiscal Vincent
Bugliosi y después remachada en el true crime más famoso y vendido de la historia, Helter Skelter (Contra), elaborado por el propio fiscal y el escritor Curt Gentry.
Si estos crímenes nos siguen fascinando, como bien decía el escritor Kiko Amat,
no es porque sean los más brutales, ni los que más víctimas causaron,
que no lo fueron, sino porque son raros, muy raros, y algunas de las
explicaciones son insuficientes.
Fruto de 20 años de investigación, el
libro de Tom O'Neill no entra en teorías conspiranoicas y, como le pasa a
cualquiera que se haya visto inmerso en este relato de horror, es
incapaz de llegar a conclusiones definitivas.
No esperen sorpresas ni
teorías de la conspiración.
Sí un detallado inventario de
manipulaciones, contradicciones y fallos de la investigación y el
posterior proceso contra la Familia.
O'Neill cree que hay un problema esencial con la narración monumental que es y no deja de ser Helter Skelter:
obvia personajes, líneas de investigación, testigos… Lo que sigue es
una recapitulación de los mayores agujeros detectados por el autor de Manson. La historia real.
¿Quién era Terry Melcher y por qué no fue interrogado?
Melcher era un famoso productor de música, hijo de Doris Day, que tuvo una relación amistosa con Manson -el grado depende de quién lo cuente- al que promete un contrato para producir un disco y luego pasa de él.
Manson conoció a Melcher a través de Dennis Wilson,
batería de The Beach Boys y adepto de la Familia, que llegó a dejar
vivir en su mansión a Susan Atkins, Tex Watson,
Patricia Krenwinkel, Linda Kasabian y Leslie Van Houten y compañía.
Hasta ahí, la historia conocida.
Ahora bien, desde el entorno del grupo
californiano se alertó a la policía poco después de los crímenes de la
presunta implicación de Manson y los suyos y el productor, John Sparksy,
y el jefe de gira, Steve Despar, corroboran en sendas entrevistas con
O’Neill que ,tras los asesinatos, Wilson se convirtió en un paria en el
mundo de la música por su relación con Manson.
Entonces ¿Por qué no se
investigó desde el principio esta línea? ¿Por qué no se los detuvo hasta
meses después? Melcher nunca fue llamado a testificar y no es uno de
los personajes de Helter Skelter. Cuando O’Neill contacta con
él para entrevistarlo, este suelta:
“Se supone que Vince [Bugliosi]
tenía que ocuparse de esto y ahora resurge todo”.
O’Neill habla con Bugliosi varias veces a lo largo de la elaboración del
libro.
En esas conversaciones este lo amenaza y trata de amedrentarlo.
El fiscal, fallecido en 2015, era conocido por su carácter altanero, su
beligerancia y su inmenso ego. O’Neill tiene, además, tres testigos que
sitúan a Melcher en el rancho de Spahn, un lugar abandonado donde vivía
la Familia, al menos tres veces tras los asesinatos, algo que la versión
oficial niega.
¿Por qué se prescindió del testimonio de alguien tan
cercano a Manson?
Los asesinatos de Labianca del día siguiente tenían explicación en el contexto de esta locura generalizada y peligrosa.
Si había habido antes otros, estos tenían que quedar fuera del marco.
Por qué se obvió la relación con otros crímenes?
La teoría de Bugliosi era muy clara: Charles Manson controlaba al resto de miembros de la Familia y los manipulaba mediante el uso masivo de drogas, especialmente LSD, muy en boga en la época. Para poder condenarlo por conspiración para asesinar, el fiscal necesitaba que esto quedara claro y que la sociedad viera a un hippy manipulador y violento -enloquecido con la idea de desatar una guerra racial haciendo creer que las muertes eran obra de los Panteras Negras- que ordena matar sin piedad.Los asesinatos de Labianca del día siguiente tenían explicación en el contexto de esta locura generalizada y peligrosa.
Si había habido antes otros, estos tenían que quedar fuera del marco.
Y ahí es donde entra en juego Gary Allen Hinmann, un profesor de UCLA y
gurú budista al que Manson y los suyos frecuentaban.
Un grupo de
miembros de la Familia lo torturó con el objetivo de que les dijera
dónde estaban los 21.000 dólares que en teoría había recibido como
herencia.
Al final, fue asesinado tras cortarle una oreja con una
espada.
En las paredes pintaron con su sangre dos palabras “Political
Piggy”. ¿Les suena? Es casi lo mismo que pintaron en Cielo Drive unos
días después ("Pig").
El acusado formal por el asesinato, Bobby Beausoleil,
hizo una llamada al rancho de la Familia en la que sugería que tenían
que ayudarlo a salir.
Es arriesgado afirmar que la masacre de la casa
Roman Polanski (que estaba de viaje) fue solo una maniobra para
demostrar que Beausoleil no era responsable de la muerte de Hinmann
pero, entonces.
¿Por qué la investigación oficial obvió la sugerencia de
Charlie Guenther -uno de los mejores agentes del Departamento del
Sheriff de Los Ángeles, que resolvió entre otros el caso Cotton Club-
de establecer una relación entre ambos asesinatos?
Además, Stephen Kay,
de la oficina del fiscal en aquella época, reconoce ante la grabadora
de O’Neill que recibió órdenes durante el juicio de no relacionar un
caso con otro.
¿Estuvo Manson en Cielo Drive?
Aquí no se trata de que Manson diga que sí, no era para
nada fiable, sino de que haya pruebas de que la escena del crimen no se
conservó bien, que hubo alteraciones. ¿Imprudencia policial en un
escenario convertido en circo? Puede ser.
Pero entonces hay que explicar
por qué el cadáver de Tate tenía síntomas de haber sido movido y había
en la alfombra manchas de sangre de la actriz- en las cantidades que se
dan cuando un cuerpo yace tras ser acuchillado- muy lejos de donde
encontraron el cadáver.
¿Alguién los movió? La fiscalía negó esa
posibilidad.
Más todavía.
Hay unas gafas que Manson asegura que dejó para despistar a
la policía cuando fue a ver que habían hecho “sus niños”.
En otra
muestra de su afán por probar cada teoría con un testimonio, O’ Neill
consigue la confirmación del agente del SIS, una unidad especial de la
policía, que las encontró y las presentó como prueba al comprobar que no
eran de ninguna de las víctimas. ¿Por qué nunca fueron tenidas en
cuenta?
Otra pregunta que queda en el aire.
¿Era Manson un confidente? o ¿por qué no fue detenido tras violar repetidamente la condicional?
En este caso se evidencia mejor que en ningún otro la locura que encierra todo este asunto.La idea de que pudiera ser un infiltrado de la policía en grupos izquierdistas dentro de la estrategia de las fuerzas de seguridad para destruirlos tiene tantos detractores como gente a favor. Pero vayamos a los hechos.
Dice O’Neill: “Manson forma la Familia ante las mismas narices de sus supervisores federales.
A partir de entonces, tanto el Gobierno federal como las fuerzas policiales fueron alejándose cada vez más del grupo mientras sus miembros infringían la ley de la manera más descarada”.
Manson, que a los 30 años había pasado casi media vida en instituciones federales, violó la libertad condicional decenas de veces.
Su agente de la condicional, Roger Smith, no solo le permitía abandonar el Estado, sino que además enviaba informes al juez sobre la buena actitud del sujeto. Informes que O’Neill consigue.
Pocos días después de los asesinatos, el 16 de agosto, la oficina del
Sheriff de Los Ángeles -un monstruo con miles de agentes y una
jurisdicción enorme- organizó una operación especial de gran magnitud
para entrar en el rancho de la Familia, donde fueron detenidos 27
adultos acusados de diversos crímenes (nada que ver con los asesinatos
que ya habían cometido algunos de ellos).
Manson tenía en su poder cuatro tarjetas robadas, coches
que no eran suyos, un arsenal, grandes cantidades de estupefacientes y
varias menores fugadas de sus hogares.
Tanto él como sus seguidores
fueron liberados poco después. Según el fiscal Bugliosi, por un defecto
de forma en la orden de registro dado que la fecha estaba mal (se
consignó un 13).
Sin embargo, O’Neill prueba, con el aval de varios
expertos, que las órdenes tienen una validez de 10 días, con lo que era
perfectamente legal.
El 24 de agosto fue detenido de nuevo por incitar a
delinquir a una menor con la que se acababa de acostar y junto a la que
consumió drogas.
Fue liberado.
El 26 de agosto se dictó otra orden de
registro por haber sido sorprendido de nuevo con drogas y una menor.
Los
agentes no llegaron ni a ponerla en marcha.
Ninguno de los policías
entrevistados por O’Neill se explica por qué.
No hay tampoco una línea
dedicada a esto en Helter Skelter.
Una de las obsesiones de la Agencia era encontrar la manera
de manipular el cerebro de la gente mediante el uso de drogas.
Puede que Manson no fuera alguien que estuviera trabajando
para la amplia gama de agencias de las fuerzas de seguridad de EE UU,
pero entonces se cometieron con él enormes negligencias que costaron
vidas.
¿Jugó algún papel la CIA en todo esto?
O’ Neill reconoce en Manson. La historia real, que
cuando encontró conexiones entre este tema y el espionaje
estadounidense, la emoción y el miedo le abrumaron por igual.
Miedo no
por la CIA, sino por dónde le estaba llevando este camino, un proceso
que le obligó a aplazar varias veces la entrega del manuscrito y a
incumplir su contrato con Penguin.
Así que merece la pena echar un
vistazo. En su versión original, el libro se llama Chaos, como
el programa implantado por la CIA en 1967 para socavar y destruir los
movimientos de izquierdas mediante la infiltración de agentes en el
movimiento contracultural o los Panteras Negras.
Por sus principios
fundacionales, la CIA no puede actuar en territorio estadounidense,
salvo en condiciones muy especiales, pero durante la Guerra Fría todo
valía.
Y ahí el
precursor, el genio, era Jolly West, creador del proyecto Mkultra.
West
frecuentaba la Clínica Gratuita Haight Ashbury, un programa alternativo
montado por un médico de izquierdas para atender a gente sin recursos y
por donde Manson y su gente estuvieron pasando un año (sobre todo
porque había LSD en cantidad). Vinculados con la clínica estaban David
Smith y Roger Smith (sí, el agente de la condicional de Manson) que
publicaron sendos artículos en Life sobre el control mental gracias al LSD y otras drogas.
En Helter Skelter
Bugliosi entrecomilla fragmentos de estos artículos que hace pasar por
declaraciones que nunca se produjeron, puesto que ni los entrevistó para
el libro ni los subió al estrado.
¿Por qué no quiso que hablaran ante el juez dos de los expertos que sustentaban la tesis oficial, es decir, que Manson controlaba la mente de sus seguidores mediante las drogas?
Dice el
fiscal: “La cuestión más desconcertante de todas era cómo Manson había
transformado sus dóciles adeptos en asesinos impenitentes.
Además del
LSD, el sexo, el aislamiento, la privación del sueño o el abandono
social, tenía que haber alguna cualidad intangible... tal vez, algo que
aprendió de otros”.
“Algo que aprendió de otros” viene a ser como el
“solo o en compañía de otros” de la sentencia contra Rafael Escobedo en
el caso de los marqueses de Urquijo.
Dudas y zonas oscuras, en definitiva, en una reconstrucción
que pone los pelos de punta y que va la raíz incomprensible de lo
oscuro. Dice O’Neill: “La plena dimensión del mal no está en lo que
sabemos de Manson. Está en lo que no sabemos".
Isabelle Huppert: “El cine no me da ni frío ni calor”
La interprete lleva a Barcelona la obra ‘Mary Said What She Said’.
Jovial, mustia, estridente, sosegada, bella, monstruosa, arrogante,
humilde, niña y anciana.
En la hora y media de duración de su nuevo espectáculo teatral, Isabelle Huppert (París, 1953) muestra todas las aristas de su personaje, nada menos que María Estuardo, que parecen solaparse con las de la actriz que le presta su rostro. Huppert interpreta a la decapitada reina de Escocia en Mary Said What She Said, que llegará al Grec de Barcelona los días 21 y 22 de julio, tras convertirse en uno de los platos fuertes de la temporada en París, donde las representaciones acabaron el fin de semana pasado.
Sola sobre el escenario, sin más aliados que las luces multicolor del director Robert Wilson, los versos crípticos de Darryl Pinckney y la música de Ludovico Einaudi, firma una interpretación con aires de número circense de un acróbata que prefiere trabajar sin red.
Es la reina Isabelle en persona.
En la hora y media de duración de su nuevo espectáculo teatral, Isabelle Huppert (París, 1953) muestra todas las aristas de su personaje, nada menos que María Estuardo, que parecen solaparse con las de la actriz que le presta su rostro. Huppert interpreta a la decapitada reina de Escocia en Mary Said What She Said, que llegará al Grec de Barcelona los días 21 y 22 de julio, tras convertirse en uno de los platos fuertes de la temporada en París, donde las representaciones acabaron el fin de semana pasado.
Sola sobre el escenario, sin más aliados que las luces multicolor del director Robert Wilson, los versos crípticos de Darryl Pinckney y la música de Ludovico Einaudi, firma una interpretación con aires de número circense de un acróbata que prefiere trabajar sin red.
Es la reina Isabelle en persona.
“En realidad, no tengo la sensación de ser una actriz distinta en el teatro y en el cine.
Yo veo una continuidad, más que una oposición”, desestima la actriz en conversación telefónica.
“No creo que sean tan distintos en su relación con el realismo.
En el fondo, lo interesante siempre es lograr que la vida circule en su interior”.
Huppert admite que en esta obra utiliza nuevos músculos, pero eso es a lo que aspira en cada proyecto.
“Para un actor, perderse es bueno.
Perder tus puntos de referencia te permite encontrarte contigo mismo.
Implica alejarse de las convenciones y alcanzar una libertad personal”, asegura la actriz.
En la obra interpreta a María Estuardo por segunda vez, tras una primera experiencia en el National Theatre de Londres durante los años noventa y con libreto de Schiller.
No logra describir
por qué fascina tanto la monarquía, incluso en un país que cortó las
cabezas de sus reyes.
“Aunque no sé si en Francia hechiza tanto como en
España o Inglaterra.
Aquí no tenemos reyes, aunque sí una república un
poco monárquica en su representación…”, ironiza, sin precisar la opinión
que le merece el actual inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron.
Claude Chabrol, con quien colaboró en siete ocasiones, solía decir
que todos sus proyectos le pertenecían tanto a ella como a sus
respectivos directores.
En ese sentido, ¿se considera más autor que actriz? "Sería presuntuoso asentir.
Eso es lo que el director Arnaud Desplechin suele decir sobre Catherine Deneuve, pero no sé si yo tengo derecho a atribuirme ese título”, titubea.
“Pero si un autor es alguien que va más allá de la mera función del intérprete, que pone en juego su responsabilidad personal y autobiográfica, entonces sí que me siento un autor, con la precaución oratoria que le he dado”, termina por admitir.
Todas sus obras y películas son, en ese sentido, “una afirmación personal”.
En 2017, la película Elle marcó un giro en su trayectoria.
Por su papel de víctima de una violación obtuvo las mejores críticas de su carrera, un Globo de Oro y una nominación al Oscar. “En mi día a día, nada ha cambiado radicalmente: sigo haciendo el cine que me gusta en Francia, en Europa y en el mundo”, responde. Tampoco le llovieron las ofertas, según dice.
“O, en cualquier caso, eran papeles que no me interesaban nada. Seguramente hice la película La viuda, con Neil Jordan, gracias al Oscar. Pero nada más…”.
En ese proyecto, estrenado en mayo, interpretaba a una psicópata con la que parecía reírse de su propia imagen de mujer arisca y fría como el témpano.
Igual que hizo en la serie Call my agent, donde aceptó interpretar a una caricatura de sí misma: una actriz hiperactiva que rodaba dos películas en una sola noche, además de conceder una entrevista en directo en una sesuda radio cultural.
“Era una ficción, que no tiene más que ver conmigo que cualquier otro personaje mío”, dice
.Conocida por su trepidante ritmo de trabajo, Huppert vive una anomalía: en su futuro no hay más proyectos que un montaje de El zoo de cristal con su admirado Ivo van Hove y una comedia policiaca rodada en el parisino y multicultural barrio de Belleville, lo que da además cuenta de su amplio espectro de registros.
“Habrá alguno más, pero no puedo decírselo.
Justamente lo estoy decidiendo esta semana…”, confiesa.
¿Y cómo escoge Huppert? “.
En ese sentido, ¿se considera más autor que actriz? "Sería presuntuoso asentir.
Eso es lo que el director Arnaud Desplechin suele decir sobre Catherine Deneuve, pero no sé si yo tengo derecho a atribuirme ese título”, titubea.
“Pero si un autor es alguien que va más allá de la mera función del intérprete, que pone en juego su responsabilidad personal y autobiográfica, entonces sí que me siento un autor, con la precaución oratoria que le he dado”, termina por admitir.
Todas sus obras y películas son, en ese sentido, “una afirmación personal”.
En 2017, la película Elle marcó un giro en su trayectoria.
Por su papel de víctima de una violación obtuvo las mejores críticas de su carrera, un Globo de Oro y una nominación al Oscar. “En mi día a día, nada ha cambiado radicalmente: sigo haciendo el cine que me gusta en Francia, en Europa y en el mundo”, responde. Tampoco le llovieron las ofertas, según dice.
“O, en cualquier caso, eran papeles que no me interesaban nada. Seguramente hice la película La viuda, con Neil Jordan, gracias al Oscar. Pero nada más…”.
En ese proyecto, estrenado en mayo, interpretaba a una psicópata con la que parecía reírse de su propia imagen de mujer arisca y fría como el témpano.
Igual que hizo en la serie Call my agent, donde aceptó interpretar a una caricatura de sí misma: una actriz hiperactiva que rodaba dos películas en una sola noche, además de conceder una entrevista en directo en una sesuda radio cultural.
“Era una ficción, que no tiene más que ver conmigo que cualquier otro personaje mío”, dice
.Conocida por su trepidante ritmo de trabajo, Huppert vive una anomalía: en su futuro no hay más proyectos que un montaje de El zoo de cristal con su admirado Ivo van Hove y una comedia policiaca rodada en el parisino y multicultural barrio de Belleville, lo que da además cuenta de su amplio espectro de registros.
“Habrá alguno más, pero no puedo decírselo.
Justamente lo estoy decidiendo esta semana…”, confiesa.
¿Y cómo escoge Huppert? “.
A través de lo que uno suele imaginar: el
tema, el director, que los diálogos estén bien escritos… Aunque lo
verdaderamente importante es otra cosa: que sientas la necesidad de
embarcarte en un proyecto.
Y cuando digo necesidad digo deseo, porque
son sinónimos”. Una vez confesó que vivía cada estreno teatral como un
preámbulo de la muerte.
Hoy matiza que exageró un poco.
“Pero es verdad
que el teatro es un lugar de sufrimiento, aunque este conviva
estrechamente con el placer.
En el cine, en cambio, nunca sufro.
En ese
sentido, el cine no me da ni frío ni calor”, dirá saltándose, por una
sola vez, su prohibición de compararlos.
Volver a Barcelona 15 años después
Isabelle Huppert regresa a Barcelona casi 15 años después de su
última vez, cuando interpretó ‘Hedda Gabler’ en el mismo Teatre Lliure
con el que reencontrará a finales de mes.
“Tengo un muy buen recuerdo. Entonces el director era Lluís Pasqual, que he oído que se marcha con Antonio Banderas a Málaga.
Me parece formidable.
Que se cree un nuevo teatro siempre es una excelente noticia”, afirma la actriz. Como Banderas, la actriz trabaja con un pie en Estados Unidos —donde ha trabajado con Michael Cimino, Hal Hartley, David O. Russell o Ira Sachs, en la reciente ‘Frankie’, que se vio en Cannes— y otro en la vieja Europa.
Observadora privilegiada de su oficio, Huppert opina sobre el cataclismo que, hace casi dos años, cambió el cine y la sociedad: el caso Weinstein.
“Ha habido una toma de conciencia, más que una evolución”, afirma la actriz, que se ha implicado en la cuestión de la igualdad salarial. “Hoy se ha entendido que existe una gran disparidad económica, en el cine y en los otros campos.
Durante mucho tiempo nos dijeron que era normal, cuando está claro que no lo es”, señala Huppert.
“Lo que no ha cambiado la naturaleza de mis proyectos.
Siempre he hecho películas donde yo estaba en el centro de la historia.
Esa ha sido, si se quiere, mi forma de ejercer el feminismo: poniendo al personaje femenino en el centro”.
“Tengo un muy buen recuerdo. Entonces el director era Lluís Pasqual, que he oído que se marcha con Antonio Banderas a Málaga.
Me parece formidable.
Que se cree un nuevo teatro siempre es una excelente noticia”, afirma la actriz. Como Banderas, la actriz trabaja con un pie en Estados Unidos —donde ha trabajado con Michael Cimino, Hal Hartley, David O. Russell o Ira Sachs, en la reciente ‘Frankie’, que se vio en Cannes— y otro en la vieja Europa.
Observadora privilegiada de su oficio, Huppert opina sobre el cataclismo que, hace casi dos años, cambió el cine y la sociedad: el caso Weinstein.
“Ha habido una toma de conciencia, más que una evolución”, afirma la actriz, que se ha implicado en la cuestión de la igualdad salarial. “Hoy se ha entendido que existe una gran disparidad económica, en el cine y en los otros campos.
Durante mucho tiempo nos dijeron que era normal, cuando está claro que no lo es”, señala Huppert.
“Lo que no ha cambiado la naturaleza de mis proyectos.
Siempre he hecho películas donde yo estaba en el centro de la historia.
Esa ha sido, si se quiere, mi forma de ejercer el feminismo: poniendo al personaje femenino en el centro”.
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