Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

20 jun 2019

Barbara Comyns ya no vive aquí................. Laura Fernández.

La fascinante escritora inglesa, un cruce pluscuamperfecto entre Shirley Jackson, los hermanos Grimm y cualquier enorme dama de la comedia británica que se precie, pasó 16 misteriosos años en Barcelona sin que quede hoy ni rastro de ella.

Barbara Comyns, en una imagen de archivo.
Barbara Comyns, en una imagen de archivo.
A veces ocurre que los escritores contienen a otros escritores sin saberlo. 
Por ejemplo, los hermanos Grimm, contenían, sin saberlo, a Barbara Comyns. 
En realidad, no la contenían, por supuesto, solo iban a dejar que jugase a desmontar sus fábulas macabras para construir, a su vez, fascinantes novelas fábula macabramente divertidas que elevarían el carácter infantil del cuento, la sencillez salomónica de la moraleja, a matiz simbólico derrumbabarreras.
 O derrumbatópicos.
 Pensemos en El enebro, la pieza fundamental de su obra –The Juniper Tree–, siempre revuelta y deliciosa, que Alba acaba de lanzar por primera vez en español.

Pensemos en cómo reimagina a la madrastra del clásico –sí, El enebro es un cuento de los hermanos Grimm y uno que tiene que ver con el asesinato de un niño al que luego su madrastra cocina y da de comer al padre–, aquí una encantadora jovencita con una desagradable cicatriz en la cara, y una hija negra de una aventura de una noche a la que llama Tommy –pero que en realidad se llama como en el cuento, Marline–. 

Bella Winter, se llama.

 Bella tiene una relación horrible con su madre, que no deja de repetirle lo mal que lo ha hecho todo, y una excelente relación con un matrimonio adinerado, los Forbes, de cuyo único hijo, John Bernard, se ocupará al morir la madre. 

Dedicó Comyns su vida a habitar los cuentos que leyó de niña. Tuvo una infancia complicada. 
Su padre, cuenta ella misma en la introducción a La hija del veterinario, la tenía a ella y a sus cinco hermanos aterrorizados.
 Su madre se pasaba el día tumbada en una hamaca, a la sombra, en algún rincón del jardín, leyendo y comiendo cerezas.
 Tenía un mono que imitaba todo lo que hacía.
 Recuerda haber empezado a escribir a los diez años, con el fin de poder dibujar.
 Inventaba cuentos para luego poder ilustrarlos. 
Se casó con un artista a los veintipocos, tuvieron dos niños, se separaron y ella empezó a hacer de todo para mantenerse a flote.
Posó con sus hijos para otros artistas, remodeló casas para convertirlas en casas de huéspedes y abrió un negocio de ventas de coches raros, pero entonces llegó la guerra, y nadie quería coches antiguos ni vivir en un país en guerra, así que lo dejó todo y se metió a cocinera.
 Los niños eran felices, recuerda, y ella empezó a tener tiempo libre y volvió a escribir.
 En 1942 volvió a Londres, se casó otra vez y empezó a publicar. Sus dos primeras novelas, Sisters by a River y Y las cucharillas eran de Woolworths –una divertidísima sátira sobre su primer matrimonio– salieron a la vez.
 Luego llegó la década de los cincuenta, en la que el matrimonio, tras un breve paso por Ibiza, se mudó a Barcelona.
Pasó Barbara Comyns 16 misteriosos años en Barcelona sin que quede hoy ni rastro de ella.
 Se lanzó hace no demasiado un mapa literario de la ciudad en el que no aparece, como tampoco lo hace Anaïs Nin, que dio comienzo a sus famosos diarios cuando se despidió de su padre en el puerto
. Quería contarle todo lo que iba a perderse. A veces ocurre que hay escritores que a las ciudades les resultan invisibles, pese a tener motivos (y enormes, en el caso de Comyns) por los que desear intentar rastrear el impacto de la ciudad en su obra.
 Por mencionar un ridículo ejemplo, es probable que la mención a Tàpies en El enebro no sea mera casualidad.
Se diría que Oyeyemi (Nigeria, 1984) lleva aún más lejos la pasión por habitar fábulas de Comyns cuando en realidad lo que ocurre es que Oyeyemi intenta habitar las novelas de la propia Comyns. Como en una de esos cuentos de hadas que ambas aman, la sensación es la de que la joven autora británica entra en las novelas de su adorada maestra y cambia cosas de sitio, reconstruye y crea, deforma una realidad ya deformada y, al hacerlo, se convierte en la escritora que Comyns contenía sin saberlo. 
Hagan el experimento. Lean El enebro y luego lean Boy, Snow, Bird, la última novela de Oyeyemi, y descubrirán en qué consiste.
Pero volviendo al principio.
 Los hermanos Grimm contenían sin saberlo a Barbara Comyns, un cruce pluscuamperfecto entre la oscuridad traviesa de Shirley Jackson, ellos mismos y cualquier enorme dama de la comedia británica que se precie.
 Pero el mundo no se quedó huérfano de su pasión por desmontar, brillantemente, la fábula macabra, a su marcha, en 1992, porque, sin saberlo, Barbara Comyns contenía a Helen Oyeyemi
Fue Helen Oyeyemi quien me habló por primera vez de Barbara Comyns.
 Lo hizo en la sala en la que Jaume Vallcorba amontonaba New Yorkers, en la sede de Acantilado.
 Se diría que Oyeyemi (Nigeria, 1984) lleva aún más lejos la pasión por habitar fábulas de Comyns cuando en realidad lo que ocurre es que Oyeyemi intenta habitar las novelas de la propia Comyns. 
Como en una de esos cuentos de hadas que ambas aman, la sensación es la de que la joven autora británica entra en las novelas de su adorada maestra y cambia cosas de sitio, reconstruye y crea, deforma una realidad ya deformada y, al hacerlo, se convierte en la escritora que Comyns contenía sin saberlo. 
Hagan el experimento. Lean El enebro y luego lean Boy, Snow, Bird, la última novela de Oyeyemi, y descubrirán en qué consiste.

La tendencia tono sobre tono se impone este verano

La tendencia tono sobre tono se impone este verano

Las tendencias nos instan a explorar el color block combinando texturas y accesorios de la misma familia cromática. 

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La tendencia tono sobre tono se impone este verano Vestido (390 €) y riñonera Insignia Initials (660 €) todo de CH CAROLINA HERRERA.

Litros de champán y la actuación de Carla Bruni para el dueño de Naturhouse

El millonario Félix Revuelta compagina la gestión de su empresa de productos para adelgazar con una exclusiva vida de lujo.

Félix Revuelta y su esposa Luisa Rodríguez Maroto.
Félix Revuelta y su esposa Luisa Rodríguez Maroto. GTRES

Félix Revuelta es lo que se diría un usuario ejemplar de Naturhouse. 

 Toma vitamina C, un poco de magnesio, vitamina B12 y, al menos, colágeno.

 Y además sigue la recomendación básica de los nutricionistas: ejercicio.

 Anda mucho. Y nada, estilo crol. 

Sin falsas modestias, asume el resultado de todo eso en una conversación telefónica: 

“Tengo 72 años y estoy muy bien”. Hace algo más de una semana demostraba su estado de forma en una fiesta organizada en Marbella, bailando junto a su mujer, Luisa Rodríguez, al son de un Happy birthday entonado por Carla Bruni.

 Pero Revuelta no solo exhibía figura. 

Aquello era también una muestra de poder. 200 invitados VIP en un hotel de lujo situado en la carretera entre Marbella y Estepona (el suyo) y, sobre todo, la capacidad de compartir la voz de la cantante francesa en una fiesta privada.

 Dice que fue posible por sus contactos internacionales en la música, tras haber promovido un festival veraniego en la misma localidad malagueña.

 Es lo que se puede permitir el propietario del 75% de su propio proveedor de complejos nutritivos, valorado en 126 millones. 

Desde hace 11 años Marbella es uno de los cuatro enclaves en los que este empresario burgalés afincado durante décadas en Cataluña reparte su tiempo.
 Lo comparte con Barcelona, Madrid y Miami, ciudades que conecta con su propio jet privado.
 Ni esconde su riqueza ni ha tenido reparos en explicar que cuando se compró una casa en la Costa del Sol una de las primeras cosas que hizo fue poner una bandera española —“y la europea”— “porque aquí no me insultaba nadie”, dijo.
Revuelta fue uno de los primeros empresarios que decidió trasladar su sede fuera de Cataluña a raíz de la situación política generada tras el referéndum independentista. 
No ha escondido nunca su vínculo con Sociedad Civil Catalana, la principal entidad catalana antiindependentista que contribuyó a fundar y que continúa financiando.
 Le une una conocida amistad con el último de sus expresidentes, Josep Ramon Bosch, de la misma forma que defiende su relación con Manuel Valls, concejal de Barcelona.
El matrimonio Revuelta bailando con Carla Bruni.
El matrimonio Revuelta bailando con Carla Bruni. GTRESONLINE
“Es valiente —dice del ex primer ministro francés— y ha logrado que tengamos un proyecto para el Ayuntamiento de Barcelona menos malo que el de [Ernest] Maragall”, afirma en referencia al apoyo de Valls para que Ada Colau, habitualmente denostada desde el ámbito del empresariado, pudiera repetir el sábado como alcaldesa de la capital catalana.
 Valls fue uno de los asistentes a la fiesta en la que cantó Bruni en un lugar que, de hecho, ya conocía.
 En aquel hotel, tiempo atrás, se supo que mantenía una relación con Susana Gallardo, miembro del clan familiar propietario del grupo farmacéutico Almirall y otra activa figura contraria al independentismo.
Revuelta habla con cierta pena del cambio que ha sufrido Barcelona en los últimos años.
 Asegura que le gustaría pasar allí “más tiempo”, pero lamenta la falta de “seguridad jurídica y la endeble situación que ha provocado el procés”. 
Y pone esa situación en contraposición con la que encontró cuando llegó a Barcelona: 
“Allí estaba todo el talento, no había cortapisas, pero todo eso se está perdiendo”.
 Es crítico con “los políticos”. 
Y con el “Estado español”, al que acusa de haber “dejado Cataluña abandonada”.
 Pero niega ser dogmático y asegura que a la fiesta de 70º cumpleaños de su mujer fueron “amigos catalanes independentistas” y “no pasa nada”.


Hijo de guardia civil, Revuelta llegó a Barcelona con 19 años, donde estudió Ciencias Económicas mientras hacía la mili en la Benemérita.
 Y cuando acabó la carrera decidió que de allí no se movía.
 Hizo sus primeros pinitos en el mundo de la dietética de la mano de la familia Puigvert, en Dietisa. 
Pero abandonó aquella empresa cuando dejó de ser familiar y se convirtió en multinacional.
 Convencido de que había hueco en el sector —ha llegado a decir que su riqueza, en parte, procede del éxito de los McDonald's— decidió montar su propia compañía.
 Una empresa familiar que ha acabado siendo una multinacional. Desde hace más de tres años una cuarta parte de su capital cotiza en Bolsa. 
Tiene 2.400 tiendas en 34 países.
 Y Revuelta está convencido de que puede seguir creciendo, ahora en Estados Unidos, un mercado que madura en el campo de la dietética y los complementos nutricionales. 
Y allí donde la renta per cápita tenga opciones de dispararse y, con ella, la pandemia de la obesidad y la obsesión por la delgadez.
Cuando hizo el salto al parqué, Naturhouse se valoró en 288 millones de euros. 
Hoy ese valor se sitúa en unos 125 millones.
 Pero a Revuelta, a quien se le ha estimado una fortuna equivalente a 500 millones, esa pérdida de valor no le importa.
 Lo explica: “No tenemos el valor como debería estar, pero yo no he perdido dinero.
 La Bolsa sube y baja y no pienso vender mi empresa, así que esa bajada no me preocupa”, explica este hombre, que sí fue muy activo en la denuncia por la caída de Banco Popular, que le hizo perder 45 millones.

La eterna mala racha de Lindsay Lohan

Pese a sus esfuerzos, la actriz no consigue remontar: su 'reality show' se ha cancelado en la primera temporada y su club de Mykonos se ha visto obligado a cerrar.

Lindsay Lohan, en su 'reality'. En vídeo, tráiler de Lindsay Lohan's Beach Club. CORDON PRESS | VÍDEO: MTV

No es una buena racha para Lindsay Lohan.
 La actriz, de 32 años, se acaba de quedar sin el reality show que protagoniza en MTV al mismo tiempo que ha cerrado el exclusivo chiringuito que tenía en Mykonos
Según señala Page Six, la cadena estadounidense de televisión no renovará una segunda temporada para Lindsay’s Lohan Beach Club, centrado precisamente en el local que la intérprete de Chicas Malas abrió en 2018 en la isla griega.
El reality show se estrenó en enero con una buena audiencia que seguía con interés la vida diaria de Lohan y su labor como dueña y propietaria del chiringuito, así como su relación directa con cada uno de los trabajadores del local. 
Sin embargo, a medida que pasaron los meses la audiencia se desplomó porque “no había suficiente drama”. 
De hecho, The Hollywood Reporter, revista especializada en cine y televisión, llegó a calificar el programa de “insípido y tedioso”. “Los productores querían darle una vuelta para animar el programa y pensaron en centrarlo en Lindsay, en su madre Dina y en su hermana Ali, pero eso no iba a suceder”, dice una fuente cercana a la producción del programa a Page Six
“La gente quería ‘más caos’. Su negocio no necesitaba ser transmitido por televisión”, añade la misma fuente.
Después de conocerse que MTV no continuará con el reality, en Tripadvisor —la página que proporciona reseñas de locales y restaurantes— ya aparece que el club de Mikonos de Lohan está cerrado.
 En la propia web del restaurante se siguen mostrando fotos e información del sitio aunque no se pueden realizar reservas, sin embargo también aparece un gran cartel que avisa de lo que previsiblemente podrá ser un nuevo negocio para Lohan:
 otro restaurante en Alimos, Atenas, bajo el nombre Lohan Seaside.

 

Lindsay Lohan, en un fotograma de su 'reality show', 'Paradise Boss' . 
Lindsay Lohan, en un fotograma de su 'reality show', 'Paradise Boss' . CORDON PRESS
Lindsay Lohan pasó de ser una de las actrices jóvenes más famosas de Hollywood, después de protagonizar exitosas películas como Tú a Londres y yo a California (1998), Ponte en mi lugar (2003) o Chicas malas (2004), a ser conocida por sus problemas con las drogas y con la justicia. 
Entre 2007 y 2013, desde sus 21 años, fue a rehabilitación seis veces, y entró y salió de la cárcel en repetidas ocasiones por robo, conducción en estado de embriaguez y posesión de drogas.
 En 2016 volvió a acaparar titulares cuando el que era su prometido, el joven millonario ruso Egor Tarabasov, la agredió ante las cámaras estando, precisamente, en una playa de Mykonos. 
Pese a su intento de desaparecer del foco mediático —desde hace cuatro años vive en Dubái donde los paparazis están prohibidos — la actriz no ha dejado de ser el centro de la polémica.
El pasado mes de agosto unas controvertidas declaraciones en The Times acerca de que el #MeToo hace más débiles a las mujeres provocaron un gran revuelto en las redes sociales.
 Igual que cuando defendió públicamente a Harvey Weinstein y lo mismo que ocurrió meses después cuando, en octubre, la ahora empresaria decidió retransmitir en directo en su Instagram, donde tiene 7,7 millones de seguidores, cómo perseguía a una familia de refugiados sirios para que pudiera llevarse a los niños a su hotel y que no estuviesen en la calle, terminando aquello en un altercado físico con la madre de los pequeños.
Sin embargo, Lohan siempre ha reconocido sus excesos y de un tiempo a esta parte asegura sentirse renovada y madura.
 Prueba de ello, dice, es su nueva etapa como emprendedora. Sus aventuras empresariales en el mundo de la hostelería comenzaron en 2016 cuando, junto al empresario griego Dennis Papageorgiou, creó el Lohan Nightclub en Atenas, una discoteca en la que ella aparecía como atracción promocional dos veces al mes.
 Pero su verdadera pasión, como ella misma relató en una entrevista a The New York Times, la puso en el Lohan Beach House, el exclusivo chiringuito de Mykonos que abrió en mayo de 2018 y actualmente cerrado.
La foto policial de Lindsay Lohan cuando fue detenida por conducir bajo los efectos de sustancias tóxicas, en 2010.
La foto policial de Lindsay Lohan cuando fue detenida por conducir bajo los efectos de sustancias tóxicas, en 2010.
Solo un año después parece que no termina de encontrar su sitio y ha decidido volver a probar suerte en otro destino.
 Falta por descubrir si la falta de acompañamiento de las cámaras, con la cancelación del reality, le otorgarán su ansiado éxito o si seguirán siendo sus ocurrencias lo que continúe acaparando titulares.